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domingo, 14 de agosto de 2016

El compañero

El compañero
MANLY HALL


La vida se manifiesta no sólo a través de la acción en el plano físico, sino también a través de las emociones y de los sentimientos en la mente de cada ser. Esta es la clase de impulso que toman los estudiantes cuando inician sus trabajos en la Orden. Pasan así, de la juventud, con su sonriente rostro, a las mayores responsabilidades correspondientes al hombre hecho.

En la segunda grada del templo se yergue un guerrero de luciente armadura, pero con la espada envainada y con un libro en la mano. Simboliza la fuerza, la energía de Marte, y el maravilloso grado de desarrollo espiritual que conocemos con el nombre de Compañero. A través de cada uno de nosotros circulan ardientes rayos de emoción humana; tras de cada expresión de energía humana, hierve una fuerza poderosa. Como piafantes corceles encabritados y a punto de desbocarse, como sabuesos ansiosos de caza, las potencias emotivas no pueden ser reprimidas todo el tiempo, sino que rompen los muros que las detienen y se lanzan adelante, como ardientes expresiones de la humana energía. Ya sabemos que el gran principio de la emoción fue el segundo destructor de Hiram. El aspecto primario de la emoción humana se manifiesta en el mundo por un malestar indecible, el cual, a través de diversas reacciones, se pone de manifiesto en los organismos materiales y mentales.

Es extraño advertir hasta qué punto pueden ser pervertidos ciertos poderes divinos, tanto como para llegar al extremo de que cada expresión e instinto, en su negativa manifestación, se convierta en muerte y destrucción. El poder de la divina compasión de los dioses se manifiesta en este mundo de modo muy diferente a como se expresa en el reino de la luz. La divina compasión es sin embargo fortalecida por influjos tan potentes como las pasiones de los mortales y las ambiciones de la tierra. Los rayos de la luz espiritual del Cosmos; los ígneos Principios de la Aurora hierven y surgen a través del hombre aún no regenerado. Son los impulsos que por carecer de positiva proyección, lo pervierten hasta convertirlo en díscolo y violento. El infinito poder del Caos; las ardientes y giratorias espirales del perpetuo movimiento, cuyas majestuosas cadencias constituyen la música de las esferas, son excitadas por el mismo gran poder que el hombre utiliza para destruir lo más alto y lo mejor. El mismo místico poder que conserva los planetas en sus órbitas, en torno al astro solar; la misma energía que mantiene cada electrón en continuo movimiento; la misma energía cotí que se construyó el templo de Dios, lo convierten en su primitiva manifestación en un implacable caudillo-esclavo, que, sin freno ni control, golpea al Piadoso en sí y lo arroja, tambaleante, en las tinieblas de su prisión. El hombre no escucha aquella voz sutil que le habla en tono siempre amoroso, siempre triste. Esa voz le dice de la paz que acompaña todo constructivo empleo de energía, a la cual debe dominar si pretende ser amo de las potencias de la creación, su propio amo en definitiva. ¿Cuánto tiempo tuvo que emplear el rey Hiram de Tiro, el guerrero de la simbólica segunda grada de los Compañeros de la Logia Cósmica, para enseñar a la humanidad sus lecciones del dominio de sí mismo? El Maestro puede actuar solamente si de continuo vence las miserias resultado de los apetitos incontrolados. El hombre no recibió su fuerza para usarla destructoramente, sino para que pudiera construir un templo capaz de ser la morada del Gran Arquitecto del Universo. Dios se glorifica a sí mismo a través de esas individualizadas porciones suyas que son los hombres, y enseña poco a poco a esas porciones a que entiendan y glorifiquen a todo el cosmos del que son fracción.

Ha llegado el día en que los Compañeros deben adquirir y aplicar sus conocimientos. La clave perdida para su grado es el dominio de la emoción, que coloca la energía del universo en sí manifestada a su disposición y ya sólo para el bien. El hombre puede esperar que lo crean un gran poder, cuando demuestre su habilidad para usarlo constructiva y altruistamente. Cuando el Maestro logra entender que la clave del guerrero en el muro significa el debido empleo del fuego de la potencia humana, habrá desentrañado el misterio de su Gremio. Tiene en potencia y en sus manos las demoledoras energías de un Lucifer, pero, antes de que se le permita seguir adelante y en sentido ascendente, debe probar su capacidad de aplicar tal energía. Debe seguir las huellas de su predecesor, Tubal-Caín, quien con la eficacia y fortaleza de un dios de la guerra fundió su espada y la convirtió en arado.

Todo aquel que desea progresar en el desenvolvimiento de su propio ser, debe ejercer incesante vigilancia sobre sus pensamientos, deseos y actos; el grado de Compañero es el grado de la transfiguración. La mano capaz de matar debe ahora levantar al caído, en tanto que los labios que maldicen deben ahora pronunciar la plegaria. El corazón lleno de odio tiene que aprender el misterio de la compasión, como resultado de un más profundo y más perfecto entendimiento de las relaciones del hombre con sus semejantes y su Creador. La firme y bondadosa mano del espíritu debe someter a las flamígeras potencias de la pasión con férreo puño. En la aplicación y realización de tales principios, reside la clave del Compañero Francmasón.

En este grado, las dos puntas del compás (una a más alto nivel que otra) simbolizan el corazón y la inteligencia, y como expresa más altas emociones la punta del compás correspondiente al corazón, queda libre de la escuadra, símbolo de lo material que en principio lo sojuzga.

Mucha gente en el mundo pasa ahora, espiritualmente, por el grado de Compañero en sus cinco sentidos. El sentido de la percepción cae bajo control de las energías emotivas; por tanto, para expresar constructivamente el poder del Compañero hace falta el desarrollo de los sentidos. El hombre debe darse cuenta de que todas las potencias que sus muchos años de necesidad han ganado para él, se han puesto de acuerdo para que, a través de ellas, él pueda liberar más ampliamente al espíritu que lleva dentro de su propio ser. Como el grado de Compañero está en el medio de los tres, es un deber espiritual el obtener este punto de equilibrio o contrapeso que siempre constituye una seguridad entre ambos extremos. También, en este grado, se tiene que encontrar el dominio de la expresión. La palabra de pase del Compañero puede ser, en suma, definida como compasión, equilibrio y transformación.

En el grado de Compañero se oculta la fuerza creadora de la vida humana. El Compañero es el hombre que trabaja con fuego elemental, hasta transformarlo en luz espiritual. El corazón es el centro de su actividad; es en este grado en donde el lado humano de la naturaleza, con sus emociones constructivas, debe ser exteriorizado y puesto de relieve. Pero todas estas expresiones del corazón humano deben convertirse en serena compasión, a despecho de los sufrimientos del momento, y contemplar a la humanidad en su aspecto positivo.

Cuando el candidato siente haber llegado a un punto en que le es posible manifestar todas sus capacidades de ardor y de energía en forma constructiva y equilibrada, y únicamente ha desprendido el espíritu de la cárcel de la materia, entonces ya puede considerar que el grado de Maestro Francmasón no se halla lejos de él, y, por consiguiente, puede esperar serenamente la fecha en que se le otorgará el espaldarazo espiritual de un más alto y merecido grado. Ahora ya es capaz de conocerse a sí mismo y de darse cuenta de que no es posible recibir un ascenso dentro de la logia espiritual hasta que el corazón no se halle en armonía con un influjo espiritual brotado de los planos causales de la conciencia.

Antes que el estudiante pueda espiritualmente decir que es de veras un miembro del Antiguo y Aceptado grado de los Compañeros Francmasones, hacen falta los siguientes requisitos:

1° Dominio sobre toda clase de emociones violentas; equilibrio en situaciones enojosas; bondad ante la maldad, y sencillez con sus potencias anexas. Estos puntos demuestran que el postulante tiene derecho a ser considerado como un perfecto Compañero Francmasón.

2° Dominio de las energías animales; freno a la pasión y al deseo; control sobre la naturaleza inferior. Todo lo antedicho revela leales propósitos de parte del estudiante para ser considerado en la plenitud de su grado.

3° Entendimiento y dominio de las fuerzas creadoras, consagración de las mismas al desarrollo de la naturaleza espiritual, así como una adecuada comprensión de su uso físico. He aquí otros pasos necesarios para llegar al lugar donde el estudiante pretende situarse.

4° La transformación del afecto personal en una compasión impersonal, demuestra que el Compañero Francmasón realmente comprende sus deberes y vive de modo correspondiente al valer que su Orden le insinúa. Los personalistas no viven, en realidad, las características del segundo grado, porque el haber subido de nivel una punta del compás en el emblema de su grado, implica que todas las manifestaciones personales deben estar gobernadas por principios altruistas.

5° En este punto, el candidato consagra sus cinco sentidos al estudio de los problemas humanos, con el desarrollo de los centros sensoriales como motivo; porque se da cuenta de que los cinco sentidos son otras tantas claves, cuya adecuada aplicación le dará material para una transmutación espiritual, si les aplica el común divisor de la analogía.

El grado de Aprendiz puede ser considerado como un grado materialista; el de Compañero es religioso y místico, en tanto que el de Maestro es oculto o filosófico. Cada uno es un grado en el desarrollo de la conexión entre la vida y la inteligencia, y revelado por una más cabal expresión de la gradual liberación del Maestro de la opresión triangular, constituida por la triple negación que señala la primera etapa de su individualización.

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