martes, 28 de febrero de 2017

EL CUADRO DE LA LOGIA


EL CUADRO DE LA LOGIA
Francisco Ariza

Durante el rito de instalación y apertura de los trabajos, el hermano Experto, a petición del Venerable, extiende en el centro del templo el llamado «cuadro de la Logia», exactamente en medio del tapiz cuadrangular del pavimento mosaico y delimitado por las «tres pequeñas luces», o pilares, de la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza. A su vez, la clausura de los trabajos se produce instantes después de que el cuadro sea recogido, de lo que se deduce que éste desempeña un papel de vital importancia en la sacralización del ritual masónico, el cual únicamente adquiere plena validez cuando el cuadro de la Logia está presente.

El origen de este cuadro, y del rito que lo acompaña, se remonta a la antigua Masonería operativa, mas en ella, y a diferencia de lo que ocurre en la actualidad, el cuadro era dibujado directamente en el suelo al iniciar los trabajos (de ahí el término inglés de Tracing Board para designar al cuadro), y borrado una vez que éstos llegaban a su fin. Añadiremos que la costumbre de trazar sobre el suelo dibujos y figuras simbólicas, ha sido, y sigue siendo, una práctica bastante habitual entre ciertos pueblos tradicionales, tal y como puede comprobarse todavía entre los indios navajos de Nuevo México, cuyas pinturas sagradas realizadas con arena son muy ilustrativas al respecto.


De hecho, es suficiente la sola presencia del cuadro -y de las tres pequeñas luces, as&í como de las tres grandes luces, el Libro de la Ley Sagrada, el Compás y la Escuadra- para que una tenida pueda celebrarse con toda legitimidad, aunque faltaran los restantes elementos simbólicos que decoran la Logia. Para entender todo esto, en primer lugar habría que tener en cuenta que el cuadro de la Logia «recapitula» lo que de más fundamental hay en el propio templo masónico. Incluso la forma cuadrangular o de «cuadrado largo» del cuadro guarda en su escala una exacta proporción con la de la Logia. Asimismo, la cuerda de doce nudos, o houppe dentelée, que aparece enmarcando el cuadro del grado de aprendiz en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, se corresponde con aquella otra, de igual número de nudos, que rodea por su parte superior el recinto de la Logia, siendo el significado simbólico de ambas cuerdas el mismo en uno y otro caso. De otro lado, cada uno de los distintos grados masónicos posee su propio cuadro, pues el conjunto de emblemas y símbolos que éste contiene en su interior, conforman una síntesis visual y geométrica que «recoge» lo esencial de la enseñanza iniciática del grado correspondiente, lo que podríamos denominar su «memoria» espiritual. Como tal, el cuadro de la Logia constituye un soporte de contemplación y concentración especialmente adecuado para favorecer el despertar de la intuición intelectual, con la que se aprehenden directamente los principios de orden cosmogónico y metafísico que dicha enseñanza expresa y transmite. En este sentido, y al menos en lo que se refiere a su función simbólico-ritual, algunos autores masónicos han comparado el cuadro de la Logia con los mandalas y yantras orientales, cuya contemplación se acompaña muchas veces de la recitación de palabras sagradas o mantrams que aluden a los nombres de las energías divinas creadoras del orden cósmico, el que se concretiza en la estructura geométrico-simbólica del mandala.

Esta comparación es bastante notoria con el Rito de Emulación inglés, en donde la contemplación visual se acompaña también de una lectura o comentario oral (realizado «por corazón», como se dice expresamente) que va describiendo todos y cada una de los elementos simbólicos plasmados en el cuadro. Se determina así un encuadre o espacio sagrado y significativo, una «Tierra Sagrada» como se dice en las lecturas del Rito Emulación. Es, por tanto, un receptáculo en el que las imágenes simbólicas en él figuradas devienen las «ideas-fuerza» que vehiculan la influencia espiritual en la Masonería. Así debe ser, en efecto, sobre todo teniendo en cuenta que es alrededor del cuadro de la Logia, como centro geométrico del templo masónico, donde se cumplen las circumbalaciones rituálicas y en donde se «anuda» o «enlaza» la Cadena de Unión fraterna, es decir, el rito colectivo en el que precisamente se invoca la presencia de la energía creadora del Gran Arquitecto del Universo.

* * *

Como complemento al trabajo anterior, transcribimos a continuación un extracto de las llamadas Emulation Lectures que sobre el cuadro de la Logia se realiza en el Rito Emulación durante la apertura ritual de los trabajos. Como ya dijimos anteriormente, el cuadro, en cualquier Rito masónico, representa una síntesis visual de los principales elementos simbólicos contenidos en la Logia, comenzando por su forma misma, sus direcciones, dimensiones y medidas geométricas, que reflejan las del propio cosmos. No solamente se trata de una simple mención de esos símbolos, sino que, como en el caso de las herramientas o útiles, también se destacan las funciones para las que fueron creadas, y que son las que les dan todo su valor en la obra de la construcción material e iniciática. Asimismo, se nos describe una geografía sagrada, destacándose la idea de un «Centro» arquetípico (ejemplificado en la Estrella flamígera, símbolo entre los antiguos masones del Gran Arquitecto) en torno al cual se organiza todo el cuadro, y por extensión la Logia, y que está presente de manera oculta y germinativa en el corazón del hombre. Se trata, en suma, de un excelente soporte para la meditación y la concentración que coadyuvan al conocimiento del verdadero sentido del trabajo masónico. Para más ampliación sobre el tema recomendamos el excelente estudio realizado por J. François Ferraton, titulado "El Cuadro de Logia como soporte de meditación y como lugar del gesto", aparecido en el Nº 8 de la revista Villard de Honnecourt.

LECTURA DEL CUADRO DE LOGIA EN EL RITO EMULACION

«Permitidme atraer en primer lugar vuestra atención sobre la forma de la Logia, que es un paralelepípedo extendiéndose en longitud de Este a Oeste, en anchura de Norte a Sur, y en altura desde la superficie de la Tierra hasta su centro, y tan alta como los Cielos. Una Logia de Masones es descrita en todas las direcciones del espacio para mostrar la universalidad de la Ciencia y enseñarnos que la Caridad de un Masón no debe conocer otros límites que los de la Prudencia.

Nuestras Logias deben estar orientadas de Este a Oeste, porque todos los Templos dedicados a la adoración divina, como las Logias de Masones, están o deben estar así orientadas. Nuestras Logias se encuentran sobre una Tierra sagrada, o sobre la más alta colina, o el más profundo valle, o en el valle de Josafat, o en cualquier lugar secreto.

Nuestras Logias están iluminadas por las Tres Grandes Luces de la Masonería: el Volumen de la Ley Sagrada, el Compás y la Escuadra. El Volumen de la Ley Sagrada pertenece al Gran Arquitecto del Universo, el Compás al Maestro, y la Escuadra al Compañero.

Los ornamentos de la Logia son tres: el Pavimento mosaico, la Estrella flamígera y la Cadena de unión. El Pavimento mosaico es el suelo de la Logia, la Estrella flamígera está en el centro, y la Cadena de unión es el marco que la rodea.

En nuestras Logias hay tre joyas móviles y tres inmóviles. Las tres joyas móviles son: la Escuadra, el Nivel y la Plomada. La Escuadra sirve para poner las piedras según las justas líneas y escuadradas, el Nivel para verificar todas las horizontales, y la Plomada para verificar todas las verticales. Las tres joyas inmóviles son: la Plancha de trazar, la Piedra cúbica, y la Piedra bruta. Con la Plancha de trazar los Maestros trazan sus planos, con la Piedra cúbica los Compañeros prueban sus útiles, y con la Piedra bruta los Aprendices aprenden a trabajar.

En todas las Logias regularmente constituidas y normalmente consagradas, hay un punto situado en el interior de un círculo alrededor del cual ningún hermano puede errar. Este círculo está limitado al Norte y al Sur por las columnas J y B, las cuales simbolizan a nuestros dos santos patrones: San Juan Evangelista y San Juan Bautista. Si damos la vuelta a este círculo deberemos tocar necesariamente las dos columnas.

El Universo es el Templo de Dios Todopoderoso, a quien servimos. La Sabiduría, la Fuerza y la Belleza sostienen su Trono como los pilares de Su Obra, porque Su Sabiduría es infinita, Su Fuerza omnipotente y Su Belleza resplandece en el orden y la simetría del conjunto de la creación. El extiende los Cielos al infinito, como un vasto baldaquino, dispone la Tierra como el escabel de sus pies, corona su Templo con las Estrellas como una diadema y de Su Mano irradian la Potencia y la Gloria. El Sol y la Luna son los mensajeros de Su Voluntad y toda Su Ley es la concordia».

http://tallermasonico.com/cuadlogi.htm

lunes, 27 de febrero de 2017

LA ORTODOXIA MASONICA


LA ORTODOXIA MASONICA*
René Guénon

Se ha escrito tanto sobre la cuestión de la regularidad masónica, se han dado tantas definiciones diferentes e incluso contradictorias, que este problema, lejos de estar resuelto, no ha hecho, quizá, sino devenir más oscuro. Parece que ha sido mal expuesto, pues, a menudo, se tiende a fundamentar dicha regularidad sobre consideraciones puramente históricas, apoyándose en la prueba, verdadera o supuesta, de una transmisión ininterrumpida de poderes desde una época más o menos alejada. Ahora bien, es preciso confesar que, desde este punto de vista, sería fácil encontrar algunas irregularidades en el origen de todos los Ritos practicados actualmente. Nosotros pensamos que todo ello dista mucho de tener la importancia que algunos, por razones diversas, han querido atribuirle, y que la verdadera regularidad reside esencialmente en la ortodoxia masónica, y que esta ortodoxia consiste ante todo en seguir fielmente la Tradición, en conservar con cuidado los símbolos y las formas rituales que expresan esta Tradición y que son como su ropaje, y en rechazar toda innovación sospechosa de modernidad. Y es a propósito que empleamos aquí la palabra modernidad, para designar esta tendencia demasiado difundida que, en Masonería como en todas partes, se caracteriza por el abuso de la crítica, el rechazo del simbolismo y la negación de todo aquello que constituye la Ciencia esotérica y tradicional. 

No obstante, no queremos decir con ello, que la Masonería, para ser ortodoxa, deba ceñirse a un formalismo estrecho, en que lo ritual deba ser algo absolutamente inflexible, dentro de lo cual no se pueda añadir ni suprimir nada sin hacerse acreedor de algún tipo de sacrilegio; esto sería dar muestra de un dogmatismo que resulta del todo extraño e incluso contrario al espíritu masónico. La Tradición no excluye de ningún modo la evolución ni el progreso, los rituales pueden y deben ser modificados todas las veces que sea necesario para adaptarse a las condiciones variables del tiempo y del lugar pero, bien entendido, únicamente en la medida en que estas modificaciones no afecten a ningún aspecto esencial. El cambio en los detalles del ritual importa poco siempre y cuando la enseñanza iniciática que se desprenda de ellos no sufra ninguna alteración; y la multiplicidad de Ritos no tendría graves inconvenientes, quizá incluso tendría ciertas ventajas, si desgraciadamente no tuviera demasiado a menudo como consecuencia, sirviendo de pretexto a enojosas disensiones entre Obediencias rivales, comprometer la unidad, si se quiere ideal, pero con todo real, de la Masonería universal. 

Lo lamentable es, sobre todo, tener que constatar demasiado a menudo en un gran número de Masones la ignorancia completa del simbolismo y de su interpretación esotérica, el abandono de los estudios iniciáticos sin los cuales el rito no es sino un cúmulo de ceremonias vacías de sentido, como en las religiones exotéricas. En este sentido hoy en día hay, particularmente en Francia e Italia, negligencias verdaderamente imperdonables; podemos citar, por ejemplo, aquella que cometen los Maestros que renuncian a llevar mandil, cuando no obstante, como bien ha demostrado recientemente el M:. Il:. H:. Dr. Blatin, en un comunicado que debe estar todavía presente en la memoria de todos los HH:., es el mandil la verdadera indumentaria del Masón, mientras que el cordón no es más que su adorno. Algo más grave todavía es la supresión o la simplificación exagerada de las pruebas iniciáticas y su reemplazo por el enunciado de fórmulas casi insignificantes; y, a este propósito, no podemos hacer nada mejor que reproducir unas líneas que al mismo tiempo nos dan una definición general del simbolismo, y que consideramos perfectamente exactas: "El simbolismo masónico es la forma sensible de una síntesis filosófica de orden trascendente o abstracta. Las concepciones que representan los Símbolos de la Masonería no pueden dar lugar a ningún tipo de enseñanza dogmática; ellas escapan a las fórmulas concretas del lenguaje hablado y en absoluto se dejan traducir por palabras. Son, como se dice muy justamente, los Misterios que se sustraen a la curiosidad del profano, es decir, las Verdades que el espíritu no puede alcanzar sino después de haber sido cabalmente preparado. La preparación al entendimiento de los Misterios es alegóricamente puesta en escena en las iniciaciones masónicas por las pruebas de los tres grados fundamentales de la Orden. Contrariamente a lo que uno se ha imaginado estas pruebas no tienen en absoluto como objetivo el de hacer resurgir el coraje o las cualidades morales del recipiendario; ellas figuran una enseñanza que el pensador deberá discernir, y luego meditar, en el transcurso de toda su carrera de iniciado". 

Vemos en ello que la ortodoxia masónica, tal y como la hemos definido, se refiere al conjunto del simbolismo considerado como un todo armónico y completo y no exclusivamente a este o aquel símbolo en particular, incluso una fórmula como A:. L:. G:. D:. G:. A:. D:. U:., de la que se ha querido a veces hacer una característica de la Masonería regular, como si ella pudiera por sí misma constituir una condición necesaria y suficiente de regularidad y cuya supresión, después de 1877, ha sido a menudo reprochada a la Masonería francesa. Aprovecharemos esta ocasión para protestar enérgicamente contra una campaña todavía más ridícula que odiosa, si cabe, dirigida desde hace ya algún tiempo contra esta última, en Francia mismo, en nombre de un pretendido espiritualismo que no tiene razón de ser en este caso, por ciertas gentes que se revisten de cualidades masónicas más que dudosas; si estas gentes a quienes no queremos hacer el honor de nombrar, creen que sus procedimientos asegurarán el triunfo de la pseudo-masonería que ellos mismo tratan vanamente de lanzar bajo etiquetas diversas, sorprendentemente se engañan. 

No queremos tratar aquí, al menos por el momento, la cuestión del G:. A:. D:. U:. . Esta cuestión ha sido, en los últimos números de La Acacia, objeto de una discusión muy interesante entre los HH:. Oswald Wirth y Ch. M. Limousin; desgraciadamente, esta discusión ha sido interrumpida por la muerte de este último, muerte que fue un duelo para la Masonería entera. Sea como fuere, diremos solamente que el símbolo del G:. A:. D:. U:. no es en absoluto la expresión de un dogma, y que, si se comprende como es debido, puede ser aceptado por todos los Masones, sin distinción de opiniones filosóficas, pues ello no implica en absoluto el reconocimiento por su parte de un Dios cualquiera, como se ha creído muy a menudo. Es lamentable que la Masonería francesa se haya equivocado a este respecto, pero es justo reconocer que no ha hecho en esto más que compartir un error bastante general; si se consigue disipar esta confusión, todos los Masones comprenderán que, en lugar de suprimir al G:. A:. D:. U:. es preciso, como dice el H:. Oswald Wirth, en las conclusiones a las que nos adherimos plenamente, buscar el hacerse una idea racional, y tratarlo de esta manera como a todos los demás símbolos iniciáticos. 

Esperamos que llegará un día no muy lejano en que se establecerá el acuerdo definitivo sobre los principios fundamentales de la Masonería y sobre los aspectos esenciales de la doctrina tradicional. Todas las ramas de la Masonería universal volverán entonces a la verdadera ortodoxia, de la cual algunas de ellas se han alejado un poco, y todas se unirán al fin para trabajar en la realización de la Gran Obra que es el cumplimiento integral del Progreso en todos los dominios de la actividad humana.

Nota 
* Perteneciente al volumen II de Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage.

http://tallermasonico.com/ortomas.htm

domingo, 26 de febrero de 2017

EL RITO DE LA "CADENA DE UNION"

EL RITO DE LA "CADENA DE UNION"
Franco Peregrino

"O voi ch'avete l'intelletti sani, 
mirate la dottrina che s'asconde 
sotto 'l velame de li versi strani"

La incomprensión que, en general, manifiestan nuestros contemporáneos hacia todo lo que, de una u otra manera, forma parte del dominio tradicional, deriva -a nuestro modo de ver- de la particular mentalidad que éstos han llegado a adquirir, mentalidad que denota el hábito de atenerse a considerar casi exclusivamente el aspecto exterior de las cosas. Nos explicaremos mejor: una tendencia instintiva a circunscribir la propia atención dentro del ámbito sensible, conduce fatalmente a identificar la realidad entera con aquello que tan sólo participa periféricamente de la misma -es decir, con las meras apariencias, con cuanto se halla sujeto, perceptible o imperceptiblemente, a un cambio continuo- y, en consecuencia, a desconocer cualquier referencia capaz de sugerir la vinculación que de hecho existe entre la "periferia" y el "centro", entre el devenir y el ser; esta incapacidad de concebir otros planos de realidad diferentes a los percibidos por los sentidos corporales, conduce necesariamente a una manera impropia de acercarse a las distintas expresiones del mundo tradicional, cosa que resulta aún más evidente cuando lo que se pretende examinar concierne a la categoría especial de los símbolos y los ritos, los cuales, por su propia naturaleza, muy poco o nada tienen que ver con el conocimiento discursivo. Es así como en la práctica tales instrumentos -a pesar de que constituyan expresiones sensibles de la doctrina y de que por ende participen del carácter intelectual de la misma- no pueden permanecer sino "mudos", si así podemos decir, lo que es lo mismo, resultar ininteligibles y en cierto modo extraños, cuando no decididamente extravagantes, al menos para algunos. Si el hombre moderno no se hallara condicionado por dicho hábito mental, que lo induce a prejuzgar, no habría motivo alguno para que éste no pudiera llegar a enfocar de manera más o menos adecuada, según sea su aptitud, la cuestión del significado de los diversos instrumentos tradicionales: en el fondo, si ellos pueden parecerle incomprensibles y aun chocantes, es solamente porque se refieren a modos de conocimiento distintos del propio, que, por encima de la mera descripción y catalogación de las apariencias, privilegian la búsqueda de las causas recónditas donde aquellas descienden, reconociendo en el mismo plano sensible lo indicios significativos de un orden de realidad suprasensible. Coadyuvantes específicos de conocimiento, que en el ámbito iniciático podemos calificar como puramente metafísico, todos estos instrumentos, y más estrictamente los ritos y símbolos iniciáticos, están destinados en definitiva a propiciar el despertar de una actividad intelectual capaz de remontarse desde el mundo de las formas hasta la esfera de los principios inmutables y universales que rigen el devenir 1

Así es, por ejemplo, en el caso del símbolo, el cual, al constituir "un medio de expresión menos estrechamente limitado que el lenguaje normal, puesto que es más lo que sugiere que lo que expresa, resulta ser el soporte más adecuado para el caso de posibilidades de concepción que, de otro modo, a través de las palabras, se hace imposible alcanzar" 2. Así es también en el caso del rito, el cual, independientemente de su carácter específico, no deja de ser "un caso particular de símbolo: se trata, por así decir, de un símbolo 'puesto en acción', pero a condición de concebir el símbolo en toda su extensión y no sólo en su exterioridad contingente, ya que en este caso, así como en el estudio de 
los textos, es menester saber ir más allá de la 'letra' para lograr captar su 'espíritu' " 3. Por lo que se refiere a los escritos doctrinales propiamente dichos, es claro que los mismos pueden asumir un carácter análogo al de los ritos y los símbolos, al menos en el caso del iniciado que sigue una vía de realización, y ello en virtud de la naturaleza simbólica que necesariamente poseen tales escritos, por medio de la cual devienen un soporte de meditación idóneo para concebir lo que en sí mismo permanece siempre inexpresable y que requiere del propio esfuerzo personal para ser efectivamente realizado4

En una palabra, valiéndonos de los diversos medios que pone a nuestra disposición una forma tradicional -siempre que sea completa hacia alto-, serrá posible aprender a ver las cosas de otro modo, es decir no exclusivamente en función del propio yo, sino tal como ellas lo son en su más íntima naturaleza, con lo cual todo lo que nos rodea dejará por fin de constituir un obstáculo que nos separa del principio, para asumir una nueva dimensión que, viceversa, nos ayudará a acercarnos al mismo. 

Pero precisamente esto es lo que nuestros contemporáneos no están en condiciones de concebir, y por otra parte jamás podrán hacerlo mientras continúen obstinadamente en no querer ver otra cosa que no sea la "letra, la cual, en esta perspectiva, en lugar de constituir el medio natural para acceder al "espíritu", ha terminado por convertirse para ellos en funesta "letra muerta". En efecto, basta considerar, por ejemplo, que "cuando no se sabe ver otra cosa que la forma exterior del símbolo, su misma razón de ser y su actual eficacia han desaparecido; el símbolo se convierte entonces en un 'ídolo', es decir en una imagen vana, y su misma conservación se convierte en mera 'superstición', por lo menos hasta tanto no se encuentre a alguien cuya comprensión sea capaz de devolverle -parcial o íntegramente- de manera efectiva lo que aquel ha perdido o, dicho de otro modo, lo que tan sólo contiene como posibilidad latente" 5

Por extraño que ello pueda parecer, cuanto hemos dicho no deja de encontrar aplicación aun en el interior de las organizaciones iniciáticas que hoy día subsisten en Occidente, y ello porque las mismas, por varias razones, no han sabido evitar una cierta intromisión de la susodicha mentalidad imperante en el mundo "profano"; con el deplorable resultado de que, aun en grados elevados, es posible constatar la presencia de un cierto número de iniciados "virtuales" incapaces de darse una respuesta más o menos profunda sobre la razón de ser de su propio patrimonio tradicional, siempre y cuando atinen a formularse 
las preguntas convenientes.

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Así es como, y entrando de lleno en el tema específico de nuestro artículo, no debe sorprendernos el hecho de que, hace ya varios años, desde las páginas de la revista Symbolisme, Marius Lepage reputase oportuno dar la alarma a propósito del rito de la cadena de unión, luego de haber constatado cómo una difundida incomprensión de fondo había determinado su degradación en mera práctica consuetudinaria: "Las manos se enlazan todavía -escribía Lepage- pero el valor de este acto ya no resuena en nuestro interior" 6

Personalmente entendemos que la provocación de Marius Lepage mantiene hoy más que nunca toda su actualidad, y ello nos mueve a recoger el desafío que la misma implica, en la esperanza de lograr aportar -en la medida de lo posible- un poco de luz sobre este particular aspecto de la tradición masónica; queremos no obstante dejar sentado desde ahora que cuanto podamos decir constituirá, como mucho, una especie de ayuda externa para que cada uno persevere en su propio "trabajo" interior, puesto que sólo a través de un esfuerzo personal de meditación será posible penetrar el significado más profundo que esconde el rito que nos disponemos a examinar (así como, de más está decirlo, cualquier otro elemento del patrimonio tradicional), significado que no puede ser sino incomparablemente más que todo lo que sea posible expresar directamente por medio de las palabras. 

Volviendo a nuestro asunto, nos queda aún por precisar que las dificultades que encierra esta empresa nos obligarán a demorarnos en una previa selección de los datos disponibles, considerando, aunque sea brevemente, las diversas modalidades de aplicación que pueden prevalecer en los distintos ambientes. Empecemos diciendo que la cadena de unión se practica, por lo general, al cierre de los trabajos de primer grado; pero, mientras que en algunas Obediencias ello sucede inmediatamente antes de dicho cierre, en otras se la considera una especie de sello ritual de la tenida y se la pone en práctica sucesivamente al cierre de los trabajos propiamente dichos. Hay quienes, en 
cambio, la ponen en relación directa con la iniciación y la incluyen en el momento preciso que se concede la luz simbólica al iniciado, y quienes, por su parte, se limitan a subrayar este hecho a través de una modalidad adaptada específicamente a esta circunstancia 7

Agreguemos que en las Obediencias latinas, en particular, se la encuentra generalmente ligada a la circulación de la "palabra semestral"; esta modalidad, al parecer, fue introducida por el Gran Oriente de Francia en el año 1773 a los efectos de tratar de evitar toda posible interferencia por parte de la Gran Logia de Francia 8

Sea como fuere, en este caso nos encontramos, seguramente, ante una tardía incrustación que se ha agregado a una base ritual preexistente. En efecto, resulta posible sostener razonablemente que la cadena de unión reconoce orígenes más antiguos y en este sentido algunos autores suponen que pueda remontarse al Compañerazgo, donde se la conoce con el nombre de "cadena de alianza". Siempre entre los antiguos operativos es posible, según sostiene Francisco Ariza 9, que este mismo rito haya obedecido a la finalidad de constituir un soporte para la formulación colectiva de una invocaciónsagrada; la hipótesis es interesante, pues a partir de la misma podría desarrollarse toda una serie de consideraciones atinentes al verdadero carácter de la antigua Masonería. De todos modos, y como mínimo, hay que decir que ella no contiene nada de imposible, en especial si recordamos que René Guénon, por su parte, afirmó expresamente que "el nombre divino más particularmente invocado por Abraham fue siempre conservado por la Masonería operativa" 10. Por nuestra parte agregaremos que el acoplamiento deestos dos elementos -cadena de unión e invocación-, aun cuando no pueda ser probado, no deja de ser sugestivo, por la sencilla razón de que existen otras vías iniciáticas -como ciertas turuuq islámicas- que ejecutan, de manera más o menos parecida, determinadas prácticas colectivas de "incantación". Y el hecho de que aún hoy se encuentren logias que, sobre la base de la cadena de unión, acostumbran elevar una especie de plegaria al Gran Arquitecto del Universo, podría, quizás, constituir un recuerdo lejano y en cierto modo decaído de aquella posible práctica operativa 11

Independientemente de éstas y otras divergencias que es posible individualizar, las que en ciertos casos pueden atestiguar elementos extraños a la forma ritual, queda de todos modos un punto firme, que a nuestro entender merece toda la atención: estamos hablando de la configuración corpórea de la cadena de unión, la que parece haberse conservado por doquier sin mayores alteraciones. A este respecto, sabiendo que este rito es en sí mismo una especie de símbolo "animado", construido y actualizado en cada oportunidad por el conjunto de los participantes de la tenida, parece razonable considerar que el estudio de dicho soporte formal pueda representar el camino más adecuado para 
acercarnos a su sentido real y más recóndito, sin correr el riesgo de extraviarnos en el laberinto de ciertas superestructuras de dudosa proveniencia. 

De acuerdo, entonces, con cuanto acabamos de decir, veamos que forma adquiere la cadena de unión: conservando el orden relativo asumido durante los "trabajos", los iniciados se reúnen formando una especie de marco circular alrededor del cuadro de logia; cruzando el brazo derecho sobre el izquierdo de manera de formar una cruz de San Andrés, cada uno enlaza sus manos con las que le vienen tendidas de ambos lados, de manera tal que en cada caso se unirá siempre una mano derecha con una izquierda, la primera cubriendo y la segunda soportando 12

La figura resultante no presenta "ninguna solución de continuidad" y bajo este aspecto no deja de recordar, como ya dijera René Guénon, el signo de reconocimiento de los pitagóricos, que, justamente, "debía trazarse de manera continua" 13

De allí puede deducirse claramente que ella testimonia de manera tangible ese vínculo invisible que une entre sí a todos los miembros de una logia, pero también y más genéricamente a todos los masones esparcidos por la faz de la Tierra. 

Y si esto puede llegar a parecer obvio por lo evidente, no debería olvidarse que una tal evidencia es sobre todo mérito de la virtud del símbolo; no obstante, es indudable que las dificultades reaparecen apenas lo que se intenta establecer sea la naturaleza del vínculo en cuestión. Si, como sucede la mayor parte de las veces, se lo pretende fundamentar exclusivamente sobre razones morales o sentimentales, la idea resultante aparece un tanto incolora, y por cierto difícilmente diferenciable de toda una multitud de intentos proclamados por doquier; cabe preguntarse, además, cual pueda ser el grado de consistencia de tal interpretación, visto que los fundamentos reconocidos se sitúan porcompleto dentro del dominio individual y formal que, por definición, bien sabemos que es la sede incontestable de divisiones y oposiciones. Y viceversa, el solo hecho de recordar que dicho vínculo está directamente relacionado con la iniciación recibida, lleva a pensar al "initiun", con lo cual, fatalmente, acaba por plantearse el interrogante de cual pueda ser el punto de partida de la cadena iniciática: de este modo se dejará finalmente atrás el mundo de las apariencias sensibles para volver entonces la mirada hacia la esfera de las ideas universales, a la búsqueda de un principio inmutable; por lo demás, debería ser evidente que las causas de una unidad, cualquiera ella sea, en el seno de aquello que aparece como fragmentario y cambiante, no pueden residir más que en un orden que le sea superior, es decir supra-individual: querer sostener lo contrario equivaldría a pretender que lo superior provenga de lo inferior, lo cual es manifiestamente absurdo. En este orden de ideas, por consiguiente, el vínculo que expresa la cadena de unión no puede sino considerarse del todo trascendente respecto de las características específicas que determinan a los diversos componentes de la misma, los cuales por otra parte se renuevan, necesariamente, con el correr del tiempo, sin por ello afectar en nada la esencia del citado vínculo; siendo en sí mismo superior al tiempo y al espacio, éste deberá proceder de una influencia de orden espiritual que se transmite "sin ninguna solución de continuidad" a través de las generaciones. 

Ahora bien, en el símbolo que estamos considerando hay un elemento que, debido a la particular posición que ocupa, ratifica verosímilmente esta referencia a lo universal que acabamos de hacer; para notarlo apropiadamente es menester representarse la cadena de unión vista desde lo alto: su forma será aproximadamente la de una circunferencia con su centro explícitamente indicado. Precisamente dicha referencia al centro es inexplicable en clavesentimental-moralista, pero resulta por el contrario asaz significativa desde un punto de vista esotérico; el hecho mismo de que sea el cuadro de logia el que marque el centro constituye una ulterior confirmación de nuestra lectura, puesto que, en definitiva, este último no es otra cosa que un específico símbolo del centro 14. Así pues, en esta figura, si el círculo puede representar, como en efecto lo hace, la expresión temporal y dinámica de la cadena iniciática, el punto central no puede sino sugerir, por su parte, el origen permanente de aquella, así como en geometría la circunferencia entera resulta determinada por su centro y así también como en cada individuo todo el organismo se mantiene en vida gracias al corazón, el cual, desde su posición central asegura lacontinuidad de la circulación de la sangre 15. El código de lectura propuesto, al basarse en la naturaleza espiritual del vínculo iniciático permite, a quien reúna las condiciones necesarias, entrever al menos teóricamente la unidad en la multiplicidad, con lo cual podemos decir que atestigua a favor de la seriedad y eficacia del concepto masónico de unión fraterna.

Seguramente se nos podrá objetar que en la práctica la cosa termina por no manifestarse de manera igualmente clara, visto y considerando ciertos acontecimientos que, por su parte, parecen desmentir cuanto acabamos de decir. Se hace necesario, en consecuencia, introducir una nueva distinción que tenga en cuenta la diferencia de estado que revisten los casos extremos del neófito, por un lado, y del iniciado efectivo por el otro: desde este punto de vista no puede sino resultar a todas luces claro que la iniciación virtual, por sí 
sola, no basta para asegurar la "perfecta unión"; en todo caso, se requiere por parte de cada uno la asunción de una actitud decidida a transponer el umbral de la virtualidad para así avanzar hacia la unión efectiva. En efecto, volviendo a nuestra figura, aun cuando sea posible decir que los puntos distribuidos a lo largo del perímetro de la circunferencia reflejan, cada uno a su manera, aquella unidad que simboliza el centro, sea porque se encuentran ordenados en función del mismo, sea porque de todos modos éste lo determina, ello no quita que la participación consciente de cada uno de ellos será puramente virtual hasta en tanto sea el propio yo el que continúe filtrando la realidad, constituyendo este último una especie de barrera que, ciñendo el propio horizonte a lasapariencias, impide conocer esa unidad que, de todos modos, éstas jamás dejan de expresar. Solo después de haber penetrado la corteza de las apariencias, es decir la circunferencia, y haber llevado a término el propio "peregrinaje" a lo largo del radio invisible que liga la periferia al centro, podrá producirse, en quien persigue la realización iniciática, esa transformación en el modo de entender la realidad, que justificará plenamente el poder hablar de perfecta unión. 

En relación con este "peregrinaje" podemos agregar que, si consideramos que el centro constituye el único punto de la figura que equidista de cada uno de los eslabones de la cadena, el mismo podrá simbolizar también, desde otro punto de vista, el justo medio entre los extremos; de esta manera, como una figuración sensible de la antigua sentencia "in medio stat virtus", vemos que el rito que estamos estudiando contiene a su vez una indicación bien precisa a los efectos de perseguir el gradual desarrollo del hábito virtuoso, cosa que no deja de tener relación con aquella búsqueda de conocimiento de que era cuestión anteriormente 16

Podemos decir, por consiguiente, que el rito de la cadena de unión no sólo nos indica la finalidad que hay que perseguir, sino que nos traza también la vía que hay que recorrer para alcanzarla: seguir la "vía de medio", que es la vía masónica, conlleva pues despojarse de todo vicio o impureza, es decir de cada ilusoria afirmación del propio ego, para así llegar a transformar el nudo corredizo, que muy bien simboliza el estado profano de ignorancia que nos aprisiona dentro de la corriente de las formas, en un verdadero "lazo de amor" que, en última instancia representa la unión con aquel "Amor que mueve el Sol y las demás estrellas" 17.

Notas 
1 Podemos señalar a este respecto una observación de René Guénon, atinente a la Masonería, que extrapolamos de su correspondencia: con referencia a una frase contenida en los rituales masónicos ingleses, "...That y may travel in foreign countties", el autor subraya que los "países extranjeros" de que se trata representan los "otros mundos", los estados que se hallan más allá del dominio sensible, es decir, en otros términos, los estados informales del ser. 
2 René Guénon, Introduzione generale allo studio delle dottrine indu, pág. 110. 
3 René Guénon, Idem, pág. 111. 
4 A propósito de los niveles de "lectura" que permiten ya sea todos los textos sagrados como aquellos otros puramente iniciáticos, véase René Guénon, Initiation et RealisationSpirituelle, cap. V. 
5 René Guénon, Introduzione generale allo studio delle dottrine indu, pág. 111. 
6 Citado en J. Boucher, La Symbolique Maçonnique, pág. 337. 
7 Una modalidad bastante sugestiva es la siguiente: inmediatamente después del cierre de los trabajos, se confina al neófito "entre columnas" y desde tal posición periférica este asiste a la formación de la cadena; la misma se abre entonces hacia Occidente, para que el nuevo iniciado pueda, franqueando el umbral, integrarse a ella, con lo cual la cadena vuelve a cerrarse con fuerza y vigor, tras haber asimilado de manera 
prácticamente orgánica el nuevo eslabón. 
8 Ver S. Farina, Rituali A. L. A. M., págs. 21-22. A propósito de esto es bueno recordar que en dicho año, y más precisamente el 26 de junio, a raíz de un cisma acaecido en el seno de la Gran Logia de Francia, nacía el Gran Oriente de Francia. 
9 "El símbolo y el rito masónico de la cadena unión", en la Revista SYMBOLOS N° 3, 1992, págs. 14-15. 
10 René Guénon, Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, II, pág. 165. 
11 La inclusión en un ambiente iniciático de algo que, como la "plegaria", es por el contrario peculiar del dominio religioso, es precisamente lo que nos ha llevado a hablar de decadencia: independientemente de la cuestión de la legitimidad tradicional de una adaptación como ésta, que de por sí presupone la observancia de determinadas condiciones para evitar una indebida confusión entre ambos dominios, no podemos dejar de subrayar la impropiedad del instrumento elegido para sustituir la pérdida de aquella "invocación" que posiblemente poseían los antiguos masones operativos; en efecto, cuando la "invocación es de derivación puramente iniciática, y en el caso que nos ocupa no puede ser de otro modo, la misma, lejos de asemejarse a una "plegaria", asume características técnicas tales que la llevan a ser un caso particular de "incantación", y ya veremos más adelante la importancia que reviste tal distinción; por el momento y a fin de evitar confusiones, diremos todavía que la "invocación", tal como aquí la entendemos, representa un medio a través del cual el '"invocador" intenta activar en sí mismo el "recuerdo" o la ''memoria" de algo que de ningún modo puede ser considerado como situado fuera de quien lleva a cabo este rito. 
A propósito de la distinción entre "plegaria" e "incantación" ver lo que dice René Guénon en Aperçus sur 1'Initiation (cap. XXIV): "La incantación de que hablamos, contrariamente a la plegaria, no constituye en absoluto una petición, y ni siquiera supone la existencia de algo que se halle en el exterior (cosa que toda súplica forzosamente presupone), en razón de que la exterioridad no puede ser entendida más que en relación con el individuo, que es lo que éste trata aquí precisamente de superar; la incantación es aspiración del ser hacia lo Universal, a fin de obtener lo que podríamos llamar, en un lenguaje hasta cierto punto aparentemente lógico, una gracia espiritual, es decir, en el fondo, una iluminación interior que, naturalmente, podrá ser más o menos completa según el caso. Aquí, la acción de la influencia espiritual debe considerarse en estado puro, si podemos decir así; el ser, en lugar de hacerla descender sobre sí mismo como lo hace en el caso de la plegaria, tiende por el contrario a elevarse hacia la misma. La incantación, que resulta de este modo definida como una operación en línea con un principio completamente interior, puede sin embargo, en muchos casos, hallar una expresión y un 'soporte' exterior en palabras o gestos que constituyen determinados ritos iniciáticos, como el mantra en la tradición hindú o el dhikr en la islámica, y que deben ser considerados como capaces de determinar vibraciones rítmicas que tienen una repercusión en un dominio más o menos amplio de la serie indefinida de los estados del ser. Por más que el resultado obtenido efectivamente pueda, como acabamos de decir, ser más o menos completo, la meta final que se persigue será siempre la de la realización en sí mismo del 'Hombre Universal'...". 
Está claro, según lo que acabamos de citar, que lo que diferencia "interiormente" la incantación de la plegaria es la intención que la mueve, la finalidad perseguida; del mismo modo, será siempre dicha finalidad la que habrá de determinar la notable diferencia que en ambos casos presentan "exteriormente" las expresiones rituales. La "invocación", por su parte, cuando no persigue otra finalidad que la que aquí se atribuye a la incantación, se diferencia de la misma sólo por el hecho de que hace uso exclusivamente de los Nombres divinos, aun cuando exista también una "invocación silenciosa, en cuyo caso "el silencio mismo, que es propiamente un estado de no manifestación, constituye como una participación o una conformidad con la naturaleza del Principio supremo" (Véase René Guénon, "Silence et solitude", en Mélanges). 
Por otra parte, a pesar de lo que algunos puedan pensar "desde afuera", el meollo de la cuestión no reside tan sólo en el texto de la invocación -que, como ya hemos dicho, bien podría reducirse a una sola palabra-, sino sobre todo en la "técnica" particular de recitación, que requiere a su vez de una transmisión iniciática regular, a todas luces imposible de alcanzar a través de un simple medio escrito. Dicho esto, tal vez pueda comprenderse que, lamentablemente, no basta con elevar piadosamente el propio pensamiento al Padre Eterno para llegar a realizar "la perfección del conocimiento metafísico". 
12 Los particulares mencionados no pueden dejar de obedecer a una razón precisa, porque, como dice René Guénon, "Todo rito conlleva necesariamente un sentido simbólico en cada uno de sus elementos constitutivos" (Aperçus sur l'Initiation, pág. 115). En este sentido, podría considerarse que la particular conjunción de las manos subraya la resolución de la dualidad horizontal, es decir aquella de la derecha y de la izquierda, lo que indica la armonización y conciliación simbólicas de las oposiciones en el plano humano. La unión de la derecha y de la izquierda equivale -para Coomaraswamy a actualizar el "matrimonio" del Cielo (que cubre) y de la Tierra (que soporta), resaltando la acción directa de un principio superior en la resolución de las oposiciones. Por último, el entrecruzarse de los brazos derecho e izquierdo alude a la idea de Justicia, la cual resulta del equilibrio del Rigor (izquierda) con la Misericordia (derecha), pero anteponiendo ésta a aquel. 
13 Ver René Guénon, Simboli della Scienza Sacra, pág. 341. 
14 A propósito del significado del cuadro de logia, señalamos el artículo de Bruno Rovere "Alcune riflessioni sull Quadro di Loggia", publicado en el n° 53 de la Rivista di Studi Tradizionali, Turín. Si decimos que el cuadro de logia simboliza de manera apropiada el centro, es porque en el mismo se encuentran contenidos sintéticamente los diversos elementos que "decoran" el templo, del mismo modo como el Principio, o centro de la manifestación, contiene en potencia "todo lo que está destinado a desarrollarse y a aparecer en los niveles más diversos de esta última" (Pietro Nutrizio, Rivista di Studi Tradizionali n° 52, pág. 33). Lo cual podrá comprenderse con más exactitud si se considera que la logia es, de por sí, una representación simbólica del Cosmos. Cabe agregar, por otra parte, que la cadena de unión se encuentra a su vez representada en forma cuadrangular, ya sea en el mismo cuadro de logia como en las paredes del templo; y si en algunas Obediencias se utiliza para esto último un cordel que presenta por lo general doce "lazos de amor", en otras conserva, en cambio, la forma específica de una cadena, mientras que la anterior referencia al zodíaco pasa a ser señalada por un igual número de columnas. Sobre este otro aspecto del simbolismo de la cadena de unión, puede consultarse a René Guénon, Simboli della Scienza Sacra, caps. LXV y LXVI. Para terminar, en aquellos casos en que el rito de la cadena de unión sea practicado sin tomar como referencia central el cuadro de logia su significado no se altera por ello, puesto que de todos modos cada circunferencia sobreentiende el punto central que la determina. 
15 Considerando el vínculo en toda su extensión, podría decirse que el mismo no sólo une mutuamente a los distintos eslabones de la cadena sino que, fundamentalmente, une a todos éstos con su principio común. Para una más amplia exposición del simbolismo del "punto en el centro del círculo", véase René Guénon, Simboli della Scienza Sacra, cap. VIII, y La Gran Tríada, cap. XXIII. 
16 Compárese con cuanto dice Dante Alighieri en La Divina Comedia, Infierno, XXVI, 118-119: "Considerate la vostra semenza: fatti non fosti a viver come bruti, ma per seguire virtute e conoscenza". A propósito del deber que todo Masón tiene de desarrollar las virtudes cardinales (prudencia, fortaleza, templanza y justicia), vale la pena exponer aquí un pasaje de Il Libro M, pág. 61-63: "Las normas que regulan la conducta del Masón, dentro y fuera de la logia, están representadas en una figura geométrica que los operativos llamaron "diamante": se trata de un rombo cuyas diagonales son respectivamente de 8 y 6 módulos. A cada uno de los cuatro extremos del rombo corresponde una virtud, y el punto de intersección de las diagonales representa la conciencia del Masón. Tales puntos deben regular su conducta en cada circunstancia".
17 Una vez establecidos en este "invariable medio" ya no habrá lugar para cualquier oposición, porque allí todo se resolverá en perfecta armonía y equilibrio. Este estado coincide exactamente con lo que el esoterismo extremo-oriental describe de este modo: "El hombre superior ya no posee un yo propio; el hombre trascendente ya no posee una acción propia; el Sabio no posee siquiera un nombre propio. Porque es uno con el Todo" (I Padri del Taoismo, Chuang-tzu, I-C, pág. 7).

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sábado, 25 de febrero de 2017

EL SIMBOLISMO DEL AGAPE

EL SIMBOLISMO DEL AGAPE
Lascaris

Es costumbre de los masones celebrar tras los trabajos rituales un ágape, que aún cuando se realiza sin ceremonia ni formalismo alguno -salvo el que debiera dictar el hecho de compartir un ideal iniciático- es en realidad una extensión de la tenida celebrada en Logia; en los rituales de apertura y cierre se dice que los masones comienzan sus trabajos a Mediodía y los terminan a Medianoche, simbolismo que está relacionado con el de los dos San Juan y las puertas solsticiales. El Mediodía simboliza la entrada en la cueva cósmica y el trabajo que se realiza en el mundo intermedio, mientras que la Medianoche se refiere a la salida, por la sumidad de esa misma cueva situada en la vertical, por lo que el ágape o banquete "reviste un carácter sagrado, en la medida en que es una de las expresiones terrestres de la vida eterna" 1. De igual forma que los H:. H:. han compartido el trabajo comparten los alimentos, y si recordamos los rituales de ágape solsticiales, en ellos pedimos "que los alimentos materiales se transformen en alimentos espirituales". 

El ágape debería ser la ocasión de compartir también las experiencias y las opiniones o reflexiones de los hermanos referidas a la práctica del oficio, de manera que el ágape no fuera "una mundanalidad, sino un juego sutil en el que, por el comportamiento justo de los convidados, el intercambio de palabras y el reparto de alimentos, se efectúa la circulación de la energía inmaterial que se encarna en todas las formas de la creación sin limitarse a ninguna (...) y todos deben recordar que este alimento festivo no es acordado más que por la voluntad de Dios" 2

Las cosas sin embargo suceden de otra forma, al menos en lo que nosotros conocemos y haciendo las debidas excepciones, pues es cierto que no se puede generalizar y no todos los hermanos comparten las mismas actitudes; pero también es cierta la tendencia a que el ágape se trasforme en una simple "recena" apresurada, marcada por conversaciones banales en el mejor de los casos, y derivando casi siempre al puro chismorreo, politiqueo de Obediencia, o conversaciones sobre temas que no debieran tener cabida en una reunión de masones. 

En el cierre de los trabajos se nos conmina a que la Luz que ha presidido nuestros trabajos siga alumbrando en nuestro interior cuando nos encontremos en medio del mundo profano, y es triste constatar el poco valor que se les da a estas palabras rituales, debido a la incomprensión que en general existe del Ritual, y más triste aún comprobar cómo esa luz se disipa apenas traspasado el umbral del Templo. 

Finalizaremos esta reflexión citando el principio del punto segundo del articulo sexto de La Constitución de 1723, referido a la conducta de los masones, "cuando cerrados los trabajos permanecen los hermanos en la Logia": 

"Se permiten inocentes jovialidades según el ingenio de cada cual, pero evitando todo exceso en la comida o bebida ni obligando a nadie a que coma o beba más allá de su inclinación, ni estorbando que se marche cuando le convenga. Tampoco se ha de decir ni hacer nada ofensivo ni que arriesgue impedir la libre conversación, porque estropearía nuestra armonía y desbarataría nuestros laudables propósitos" 3






Notas 
1 De la "Presentación de la Sabiduría de Ptahhotep", del libro Las máximas de Ptahhotep. Ed. Edaf, colección Arca de Sabiduría. 
3 La Constitución de 1723. Facsímil de la edición de 1936. Ed. Alta Fulla.

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viernes, 24 de febrero de 2017

LA "PIEDRA ANGULAR"

LA "PIEDRA ANGULAR"*
René Guénon

El simbolismo de la "piedra angular", en la tradición cristiana, se basa en este texto: "Piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en piedra de ángulo", o, más exactamente, "en cabeza de ángulo" (caput anguli) 1. Lo extraño es que este simbolismo casi siempre se comprende mal, a consecuencia de una confusión que se hace comúnmente entre esa "piedra angular" y la "piedra fundamental", a la cual se refiere este otro texto, más conocido aún: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" 2. Tal confusión es extraña, decimos, pues desde el punto de vista específicamente cristiano equivale de hecho a confundir a San Pedro con Cristo mismo, ya que éste es expresamente designado como la "piedra angular", según lo muestra este pasaje de San Pablo, el cual, además, la distingue netamente de los "fundamentos" del edificio: "(sois) edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra angular (summo angulare lapide) el mismo Cristo Jesús, en la cual todo el edificio, armónicamente trabado, se alza hasta ser templo santo en el Señor, en el cual también vosotros sois juntamente edificados (coaedificamini) para ser morada de Dios en el Espíritu" 3. Si la confusión a que nos referimos fuese específicamente moderna no cabría sin duda extrañarse en demasía, pero parece encontrársela ya en tiempos en que no es posible atribuirla pura y simplemente a ignorancia del simbolismo; nos vemos, pues, llevados a preguntarnos si en realidad no se trataría más bien, en el origen, de una "sustitución" intencional, explicable por el papel de San Pedro como "sustituto" o "vicario" de Cristo (vicarius, correspondiente en este sentido al árabe jalîfah); de ser así, esa manera de "velar" el simbolismo de la "piedra angular" parecería indicar que se lo consideraba contener algo de particularmente misterioso, y se verá en seguida que tal suposición está lejos de ser injustificada 4. Como quiera que fuere, hay en esa identificación de las dos piedras, inclusive desde el punto de vista de la simple lógica, una imposibilidad que aparece claramente desde que se examinan con un poco de atención los textos que hemos citado: la "piedra fundamental" es aquella que se pone primero, al comienzo mismo de la construcción de un edificio (y por eso se llama también "primera piedra") 5; ¿cómo, pues, podría ser rechazada durante la misma construcción? Para que sea así, es preciso, al contrario, que la "piedra angular" sea tal que no pueda encontrar aún su ubicación; en efecto, según veremos, no puede encontrarla sino en el momento de acabarse el edificio íntegro, y así se convierte realmente en "cabeza de ángulo". 

En un artículo que ya hemos señalado 6, Ananda Coomaraswamy destaca que la intención del texto de San Pablo es evidentemente representar a Cristo como el único principio del cual depende todo el edificio de la Iglesia, y agrega que "el principio de una cosa no es ni una de sus partes entre las otras ni la totalidad de sus partes, sino aquello en que todas las partes se reducen a una unidad sin composición". La "piedra fundamental" (foundation-stone) puede ser llamada adecuadamente, en cierto sentido, una "piedra de ángulo" (corner-stone), según se lo hace habitualmente, puesto que está situada en un ángulo o en una esquina (corner) del edificio 7; pero no es única como tal, pues el edificio tiene necesariamente cuatro ángulos; y aún si se quiere hablar más particularmente de la "primera piedra", ésta no difiere en nada de las piedras de base de los demás ángulos, salvo por su situación 8, y no se distingue ni por su función ni por su forma, puesto que no es, en suma, sino uno de cuatro soportes iguales entre sí; podría decirse que una cualquiera de las cuatro corner-stones"refleja" en cierto modo el principio dominante del edificio, pero no podría de ninguna manera ser considerada este principio mismo 9. Por otra parte, si realmente de esto se tratara, ni siquiera podría hablarse lógicamente de "la piedra angular", pues, de hecho, habría cuatro; aquélla, pues debe ser algo esencialmente diferente de la corner-stone entendida en el sentido corriente de "piedra fundamental", y ambas tienen en común solamente el carácter de pertenecer al mismo simbolismo "constructivo".

Acabamos de aludir a la forma de la "piedra angular", y es éste, en efecto, un punto particularmente importante: precisamente porque esta piedra tiene una forma especial y única, que la diferencia de todas las demás, no solo no puede encontrar su lugar en el curso de la construcción, sino que inclusive los constructores no pueden comprender cuál es su destino; si lo comprendieran, es evidente que no la rechazarían y se contentarían con reservarla hasta el final; pero se preguntan "lo que harán con la piedra", y, al no dar con respuesta satisfactoria, deciden, creyéndola inutilizable, "arrojarla entre los escombros" (to heaven it over among the rubbish) 10. El destino de esa piedra no puede ser comprendido sino por otra categoría de constructores, que en ese estadio no intervienen aún: son los que han pasado "de la escuadra al compás" y, por esta distinción, ha de entenderse, naturalmente, la de las formas geométricas que esos instrumentos sirven respectivamente para trazar, es decir, la forma cuadrada y la circular, que de manera general simbolizan, como es sabido, la tierra y el cielo; aquí, la forma cuadrada corresponde a la parte inferior del edificio, y la forma circular a su parte superior, la cual, en este caso, debe estar constituida, pues, por un domo o una bóveda 11. En efecto, la "piedra angular" es real y verdaderamente una "clave de bóveda" (keystone); A. Coomaraswamy dice que, para dar la verdadera significación de la expresión "se ha convertido en la cabeza del ángulo" (is become the keystone of the corner), podría traducírsela por is become the keystone of the arch, lo cual es perfectamente exacto; y así esa piedra, por su forma tanto como por su posición, es en efecto única en todo el edificio, como debe serlo para poder simbolizar el principio del que depende todo. Quizá cause asombro que esta representación del principio no se sitúe en la construcción sino en último lugar; pero puede decirse que la construcción en conjunto está ordenada con relación a ella (lo que San Pablo expresa diciendo que "en ella todo el edificio se alza hasta ser templo santo en el Señor"), y en ella encuentra finalmente su unidad; hay aquí también una aplicación de la analogía, ya explicada por nosotros en otras oportunidades, entre el "primero" y el "último" o el "principio" y el "fin": la construcción representa la manifestación, en la cual el Principio no aparece sino como cumplimiento último; y precisamente en virtud de la misma analogía la "primera piedra" o "piedra fundamental" puede considerarse como un "reflejo" de la "última piedra", que es la verdadera "piedra angular".

El equívoco implicado en una expresión tal como corner-stone reposa en definitiva en los diferentes sentidos posibles del término "ángulo"; Coomaraswamy señala que en diversas lenguas, las palabras que significan 'ángulo' están a menudo en relación con otras que significan 'cabeza' y 'extremidad': en griego kephalè, 'cabeza' o, en arquitectura, 'capitel' (capitulum, diminutivo de caput), no puede aplicarse sino a una sumidad; pero ákros (sánscrito agra) puede indicar una extremidad en cualquier dimensión, es decir, en el caso de un edificio, tanto la sumidad, a la cual designa, es verdad, más habitualmente, como cualquiera de los cuatro ángulos o esquinas (la palabra correspondiente en francés, coin, está etimológicamente emparentada con el griego gônía, 'ángulo' [mientras que "esquina" procede del árabe rukn, 'ángulo']. Pero todavía más importante, desde el punto de vista de los textos concernientes a la "piedra angular" en la tradición judeocristiana, es la consideración de la palabra hebrea que significa 'ángulo': esa palabra es pinnáh, y se la encuentra en las expresiones eben pinnáh, 'piedra angular', y ro'sh pinnah, 'cabeza de ángulo'; y resulta particularmente notable que, en sentido figurado, la misma palabra se emplea para significar 'jefe': una expresión que designa a los 'jefes del pueblo' (pinnôt ha-'am) está literalmente traducida en la Vulgata por anguli populorum 12. Un 'jefe' o 'caudillo' es etimológicamente el 'cabeza' (caput), y pinnáh se relaciona, por su raíz, con penè, que significa 'faz'; la relación estrecha entre las ideas de "cabeza" y de "faz" es evidente, y, además, el término "faz" pertenece a un simbolismo de muy general difusión, que merecería examinarse aparte 13. Otra idea conexa es también la de "punta" (que se encuentra en el sánscrito agra, el griego ákros, el latín acer y acies); ya hemos hablado del simbolismo de las puntas con motivo del de las armas y los cuernos 14, y hemos visto que se refiere a la idea de extremidad, pero más en particular en lo que concierne a la extremidad superior, es decir, al punto más elevado o sumidad del edificio: aun si hay otras "piedras angulares" en el sentido más general de esta expresión 15, solo aquélla es en realidad "la piedra angular" por excelencia.

Encontramos otras indicaciones interesantes en las significaciones de la palabra árabe rukn, 'ángulo', 'esquina'; esa palabra, como designa las extremidades de una cosa, es decir, sus partes más retiradas y, por consiguiente, más escondidas (recondita et abscondita, podría decirse en latín), toma a veces un sentido de 'secreto' o 'misterio'; y, a este respecto, su plural arkàn es de vincular con el latín arcanum, que tiene igualmente el mismo sentido, y con el cual presenta una similitud notable; por lo demás, en el lenguaje de los hermetistas por lo menos, el empleo del término "arcano" ha sido influido ciertamente de modo directo por esa palabra árabe 16. Además, rukn significa también 'base' o 'fundamento', lo que reconduce a la corner-stone entendida como la "piedra fundamental"; en la terminología alquímica, el-arkàn, cuando esta designación se emplea sin precisar más, son los cuatro elementos, es decir, las "bases" substanciales de nuestro mundo, asimilados así a las piedras de base de los cuatro ángulos de un edificio, pues sobre ellos se construye en cierto modo todo el mundo corpóreo (representado también por la forma cuadrada)17; y por aquí llegamos también directamente al simbolismo que ahora nos preocupa. En efecto, no hay solamente esos cuatro arkàn o elementos "básicos", sino además un quinto rukn, el quinto elemento o "quintaesencia" (es decir el éter, el-athir); éste no está en el mismo "plano" que los otros, pues no es simplemente una base, como ellos, sino el principio mismo de este mundo 18; será representado, pues, por el quinto "ángulo" del edificio, que es su sumidad; y a este "quinto", que es en realidad el "primero", conviene propiamente la designación de ángulo supremo, de ángulo por excelencia o "ángulo de los ángulos" (rukn el-arkàn), puesto que en él la multiplicidad de los demás ángulos se reduce a la unidad 19. Puede observarse aún que la figura geométrica obtenida reuniendo esos cinco ángulos es la de una pirámide de base cuadrangular: las aristas laterales de la pirámide emanan de su vértice como otros tantos rayos, así como los cuatro elementos ordinarios, que están representados por los extremos inferiores de esas aristas, proceden del quinto y son producidos por él; y también en el sentido de las aristas, que intencionalmente hemos asimilado a rayos por esta razón (y también en virtud del carácter "solar" del punto de que parten, según lo que hemos dicho respecto del "ojo" del domo), la "piedra angular" de la sumidad se "refleja" en cada una de las "piedras fundamentales" de los cuatro ángulos de la base. Por último, en lo que acabamos de decir está la indicación bien neta de una correlación entre el simbolismo alquímico y el simbolismo arquitectónico, lo que se explica por su común carácter "cosmológico"; es también éste un punto importante, sobre el cual hemos de volver con motivo de otras relaciones del mismo orden.

La "piedra angular", tomada en su verdadero sentido de piedra "cimera", se designa en inglés a la vez como keystone, como capstone (que a veces se encuentra escrito también capestone), y como copestone (o copingstone); el primero de estos términos es fácilmente comprensible, pues constituye el exacto equivalente de nuestra "clave de bóveda" (o "de arco", pues la palabra puede aplicarse en realidad a la piedra que forma la sumidad de una arcada tanto como la de una bóveda); pero los otros dos exigen algo más de explicación. En capstone, la palabra cap es evidentemente el latín caput, 'cabeza'. lo que nos reconduce a la designación de esa piedra como la "cabeza del ángulo"; es, propiamente, la piedra que "acaba" o "corona" un edificio; y es también un capitel, el cual es, igualmente, el "coronamiento" de una columna20. Acabamos de hablar de "acabamiento", y, emparentadas con ésta, las palabras "cap" y "cabeza" o "cabecera" son, en efecto, etimológicamente idénticas 21; la capstone es, pues, la "cabeza" o "cabecera" de la "obra", y, en razón de su forma especial, que requiere, para tallarla, conocimientos o capacidades particulares, es también a la vez una "obra capital" u "obra maestra" (chef-d'oeuvre), en el sentido que tiene esta expresión en el Compañerazgo 22; por ella el edificio queda completamente terminado, o, en otros términos, es finalmente llevado a su "perfección" 23.

En cuanto al término copestone, la palabra cope expresa la idea de 'cubrir'; esto se explica, no solo porque la parte superior del edificio es propiamente su "cobertura", sino también, y diríamos sobre todo, porque esa piedra se coloca de modo de cubrir la abertura de la sumidad, es decir, el "ojo" del domo o de la bóveda, del cual hemos hablado anteriormente 24. Es, pues, en suma, a este respecto, el equivalente de un roof plate, según lo señala Coomaraswamy, quien agrega que esa piedra puede considerarse como la terminación superior o el capitel del "pilar axial" (en sánscrito skambha, en griego staurós) 25; ese pilar, como lo hemos ya explicado, puede no estar representado materialmente en la estructura del edificio, pero no por eso deja de ser su parte esencial, en torno de la cual se ordena todo el conjunto. El carácter cimero del "pilar axial", presente de modo solamente "ideal", está indicado de modo particularmente notable en los casos en que la "clave de bóveda" desciende en forma de "pechina" hacia el interior del edificio, sin estar visiblemente sostenida por nada en su parte inferior 26; toda la construcción tiene su principio en este pilar, y todas sus diversas partes vienen finalmente a unificarse en su "cima", que es la sumidad de este mismo pilar y la "clave de bóveda" o la "cabeza del ángulo" 27.

La interpretación real de la "piedra angular" como "piedra cimera" parece haber sido de conocimiento bastante general en el Medioevo, según lo muestra notablemente una ilustración del Speculm Humanae Salvationis que reproducimos aquí (fig. 14) 28; este libro estaba muy difundido, pues existen aún varios centenares de manuscritos; se ve en la ilustración a dos albañiles que tienen en una mano una espátula y sostienen con la otra la piedra que se disponen a colocar encima de un edificio (al parecer, la torre de una iglesia, cuya sumidad debe ser completada por esa piedra), lo que no deja duda alguna en cuanto a su significación. Cabe señalar, con respecto a esta figura, que la piedra de que se trata, en cuanto "clave de bóveda" o en cualquier otra función semejante, según la estructura del edificio al cual está destinada a "coronar", no puede por su forma misma colocarse sino por encima (sin lo cual, por lo demás, es evidente que podría caer en el interior del edificio); así, representa en cierto modo la "piedra descendida del cielo", expresión perfectamente aplicable a Cristo 29, que recuerda también la piedra del Graal (el lapsit exilisde Wolfram von Eschenbach, que puede interpretarse como lapis ex caelis) 30. Además, hay aún otro punto importante que señalar: Erwin Panofski ha destacado que esa misma ilustración muestra la piedra con el aspecto de un objeto en forma de diamante (lo que la vincula también con la piedra del Graal, ya que ésta se describe igualmente como facetada); esta cuestión merece más minucioso examen, pues, aunque tal representación esté lejos de constituir el caso más general, se vincula con aspectos del complejo simbolismo de la "piedra angular" distintos de los que hasta ahora hemos estudiado, y no menos interesantes para destacar sus vínculos con el conjunto del simbolismo tradicional. 

Empero, antes de llegar a ello, nos falta elucidar una cuestión accesoria: acabamos de decir que la "piedra cimera" puede no ser una "clave de bóveda" en todos los casos, y, en efecto, no lo es sino en una construcción cuya parte superior es en forma de cúpula; en cualquier otro caso, por ejemplo el de un edificio coronado por un techo en punta o en forma de tienda, no deja de haber una "última piedra" que, colocada en la sumidad, desempeña a este respecto el mismo papel que la "clave de bóveda" y, por consiguiente, corresponde también a ésta desde el punto de vista simbólico, sin que empero sea posible designarla con ese nombre; lo mismo ha de decirse del caso especial del pyramídion, al cual hemos aludido ya en otra ocasión. Debe quedar bien claro que, en el simbolismo de los constructores medievales, que se apoya en la tradición judeocristiana y se vincula con la construcción del Templo de Salomón como su prototipo 31, consta, en lo que concierne a la "piedra angular", que es una "clave de bóveda"; y, si la forma exacta del Templo de Salomón ha podido dar lugar a discusiones desde el punto de vista histórico, es seguro, en todo caso, que esa forma no era la de una pirámide; son éstos hechos que hay que tener necesariamente en cuenta en la interpretación de los textos bíblicos referentes a la "piedra angular" 32. El pyramídion, es decir, la piedra que forma la punta superior de la pirámide, no es en modo alguno una "clave de bóveda"; no por eso deja de ser el "coronamiento" del edificio, y cabe señalar que reproduce su forma íntegra en modo reducido, como si todo el conjunto de la estructura estuviera así sintetizado en esa piedra única; la expresión "cabeza de ángulo", en sentido literal, le conviene perfectamente, así como el sentido figurado del nombre hebreo del "ángulo" para designar el "jefe" o "cabeza", tanto más cuanto que la pirámide, partiendo de la multiplicidad de la base para culminar gradualmente en la unidad de la cúspide, se toma a menudo como el símbolo de una jerarquía. Por otra parte, según lo que hemos explicado anteriormente acerca del vértice y los cuatro ángulos de la base en conexión con el significado de la palabra árabe rukn, podría decirse que la forma de la pirámide está contenida implícitamente en toda estructura arquitectónica; el simbolismo "solar" de esta forma, que hemos indicado en esa oportunidad, se encuentra aún más particularmente expresado en el pyramídion, como lo muestran diversas descripciones arqueológicas citadas por Coomaraswamy: el punto central o el vértice corresponde al sol mismo, y las cuatro caras (cada una comprendida entre dos "rayos" extremos que delimitan el dominio representado por ella) corresponden a otros tantos aspectos secundarios del mismo sol, en relación con los cuatro puntos cardinales, hacia los cuales las cuatro caras se orientan respectivamente. Pese a todo ello, no es menos verdad que el pyramídion constituye solamente un caso particular de "piedra angular" y no la representa sino en una forma tradicional especial, la de los antiguos egipcios; para responder al simbolismo judeocristiano de dicha piedra, que pertenece a otra forma tradicional sin duda alguna muy distinta de aquélla, le falta un carácter esencial, que es el de ser una "clave de bóveda".

Dicho esto, podemos volver a la figuración de la "piedra angular" en forma de diamante: A. Coomaraswamy, en el artículo a que nos hemos referido, parte de una observación que se ha hecho con respecto al término alemán Eckstein, el cual, precisamente, significa a la vez 'piedra angular' y 'diamante' 33; y recuerda a este respecto las significaciones simbólicas del vajra, que hemos considerado ya en diversas oportunidades: de modo general, la piedra o metal considerado más duro y brillante ha sido tomado, en diferentes tradiciones, como "símbolo de indestructibilidad, invulnerabilidad, estabilidad, luz e immortalidad"; y, en particular, estas cualidades se atribuyen muy a menudo al diamante. La idea de "indestructibilidad" o de "indivisibilidad" (una y otra estrechamente vinculadas, y expresadas en sánscrito por la misma palabra, ákshra) convienen evidentemente a la piedra que representa el principio único del edificio (pues la unidad verdadera es esencialmente indivisibe); la de "estabilidad", que, en el orden arquitectónico, se aplica propiamente a un pilar, conviene por igual a esa misma piedra considerada como el capitel del "pilar axial", que a su vez simboliza el "Eje del Mundo"; y éste, al cual Platón, particularmente, describe como un "eje de diamante", es también por otra parte, un "pilar de luz" (como símbolo de Agni y como "rayo solar"); con mayor razón, esta última cualidad se aplica ("eminentemente", podría decirse) a su "coronamiento", que representa la fuente misma de la cual emana en cuanto rayo luminoso 34. En el simbolismo hindú, todo cuanto tiene una significación "central" o "axial" está generalmente asimilado al diamante (por ejemplo, en expresiones como vajràsana, 'trono de diamante'); y es fácil advertir que todas esas asociaciones forman parte de una tradición que puede llamarse verdaderamente universal.

Hay más aún: el diamante se considera como la "piedra preciosa" por excelencia; y esta "piedra preciosa" es también, como tal, símbolo de Cristo, que se encuentra aquí identificado a su otro símbolo, la "piedra angular"; o, si se prefiere, ambos símbolos están así reunidos en uno. Podría decirse entonces que esa piedra, en cuanto representa un "acabamiento" o un "cumplimiento" 35, es, en el lenguaje de la tradición hindú, un chintàmani, lo que equivale a la expresión alquímica de Occidente "piedra filosofal" 36; y es muy significativo a este respecto que los hermetistas cristianos hablen a menudo de Cristo como la verdadera "piedra filosofal", no menos que como la "piedra angular" 37. Nos vemos reconducidos así a lo que decíamos anteriormente, con motivo de los dos sentidos en que puede entenderse la expresión árabe rukn el-arkàn, sobre la correspondencia existente entre el simbolismo arquitectónico y el alquímico; y para terminar con una observación de alcance muy general este estudio ya largo, pero sin duda aún incompleto, pues el tema es de aquellos que son casi inagotables, podemos agregar que dicha correspondencia no es, en el fondo, sino un caso particular de la que existe análogamente, aunque de un modo quizá no siempre tan manifiesto, entre todas las ciencias y todas las artes tradicionales, pues en realidad todas ellas son otras tantas expresiones y aplicaciones diversas de las mismas verdades de orden principial y universal. 

Notas

* Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1976. Capítulo XLIII. 
1 Salmo CVIII, 22; San Mateo, XXI, 42; San Marcos, XII, 10; San Lucas, XX, 17. 
2 San Mateo, XVI, 18. 
3 Efesios, II, 20-22. 
4 La "sustitución" pudo haber sido favorecida también, por la similitud fónica existente entre el nombre hebreo [arameo] Kêfáh, 'piedra', y la palbra griega kephalê, 'cabeza'; pero no hay entre ambos vocablos otra relación, y el fundamento de un edificio no puede identificarse, evidentemente, con su "cabeza", es decir, con su sumidad, lo que equivaldría a invertir el edificio íntegro; por otra parte, cabría preguntarse también si esa "inversión" no tiene alguna correspondencia simbólica con la crucificción de San Pedro, cabeza abajo. 
5 Esta piedra debe situarse en el ángulo nordeste del edificio; notaremos a este propósito que cabe distinguir, en el simbolismo de San Pedro, varios aspectos o funciones a las cuales corresponden "situaciones" diferentes, pues, por otra parte, en cuanto ianitor ['portero'], su lugar está en Occidente, donde se encuentra la entrada de toda iglesia normalmente orientada; además, San Pedro y San Pablo están también representados como las dos "columnas" de la Iglesia, y entonces se los figura habitualmente al uno con las llaves y al otro con la espada, en la actitud de dos dvârapâla [vaksha o 'genios' que guardan el umbral de ciertas puertas sagradas, en el hinduismo]. 
6 "Eckstein", en la revista Speculum, número de enero de 1939 [reseña de R. Guénon en É.T., mayo de 1939]. 
7 En este estudio nos veremos obligados a referirnos a menudo a los términos "técnicos" ingleses, porque, pertenecientes primitivamente al lenguaje de la antigua masonería operativa, han sido conservados en su mayoría en los rituales de la Royal Arch Masonryy de los grados accesorios vinculados con ella, rituales de los que no existe equivalente en nuestra lengua; y se verá que algunos de esos términos son de traducción muy difícil. 
8 Según el ritual operativo, esta "primera piedra" es, según lo hemos dicho, la del ángulo nordeste; las piedras de los demás ángulos se colocan posterior y sucesivamente según el sentido del curso aparente del sol, es decir, en el sudeste, sudoeste, noroeste. 
9 Esta "reflexión" está evidentemente relacionada de modo directo con la situación mencionada antes. 
10 La expresión "to heave over" es bastante singular, y al parecer inusitada en ese sentido en inglés moderno; parecería poder significar 'levantar' o 'elevar', pero, según el resto de la frase citada, es claro que en realidad se aplica aquí al acto de "arrojar" la piedra rechazada. 
11 Esta distinción es, en otros términos, la de la Square Masonry y la Arch Masonry, que, por sus respectivas relaciones con la "tierra" y el "cielo", o con las partes del edificio que las representan, están aquí en correspondencia con los "pequeños misterios" y los "grandes misterios" respectivamente. [Véase cap. XXXIX, notas 4 y 5 (N. del T.)]. 
12 I Samuel, XIV, 38; la versión griega de los Setenta emplea igualmente aquí la palabra gônía. 
13 Cf. A. M. Hocart, Les Castes, pp. 151-54, acerca de la expresión "faces de la tierra" empleada en las islas Fiji para designar a los jefes. La palabra griega Kárai servía, en los primeros siglos del cristianismo, para designar las cinco "faces" o "caras" o "cabezas" de la Iglesia, es decir, los cinco patriarcados principales, cuyas iniciales reunidas formaban precisamente esa palabra: Costantinopla, Alejandría, Roma, Antioquía, Jerusalén [=Ierousalêm]. 
14 Cabe advertir que la palabra inglesa corner es evidentemente un derivado de corne[francés, 'cuerno']. 
15 En este sentido, las cuatro piedras angulares no existen solamente en la base, sino también en un nivel cualquiera de la construcción; y esas piedras son todas de la misma forma común, rectilínea y rectangular (es decir, talladas on the square, pues la palabrasquare tiene la doble significación de 'escuadra' y 'cuadrado'), contrariamente a lo que ocurre en el caso único de la keystone. 
16 Podría resultar de interés investigar si puede existir un parentesco etimológico real entre la palabra árabe y la latina, incluso en el uso antiguo de esta última (por ejemplo, en la disciplina arcani de los cristianos de los primeros tiempos ), o si se trata únicamente de una "convergencia" producida solo ulteriormente, entre los hermetistas medievales. 
17 Esta asimilación de los elementos a los cuatro ángulos de un cuadrado está también en relación, naturalmente, con la correspondencia que existe entre esos elementos y los puntos cardinales. 
18 Estaría en el mismo plano (en su punto central) si este plano se tomara como representación de un estado de existencia íntegro; pero no siempre es el caso aquí, pues el edificio total es una imagen del mundo. Observemos, a este respecto, que la proyección horizontal de la pirámide a que nos referíamos más arriba está constituida por el cuadrado de la base con sus diagonales, y las aristas laterales se proyectan según las diagonales y el vértice en el punto de encuentro de estos elementos, o sea en el centro mismo del cuadrado. 
19 En el sentido de "misterio", que hemos indicado, rukn el-arkàn equivale a sirr el-asrâr ['misterio de los misterios', 'misterio supremo'], representado, según lo hemos explicado en otra oportunidad, por el extremo superior de la letra álif; como el álifmismo figura el "Eje del Mundo", esto, según se verá en seguida, corresponde con toda exactitud a la posición de la keystone. 
20 El término de "coronamiento" ha de relacionarse aquí con la designación de la "coronilla" craneana, en razón de la asimilación simbólica,que hemos señalado anteriormente, entre el "ojo" de la cúpula y el Brahmarandhra [séptimo y último chakra, o sea "órgano o centro sutil", cuyo "despertar" corresponde a la culminación del Kundalinî-Yoga]; sabido es, por lo demás, que la corona, como los cuernos, expresa esencialmente la idea de elevación. Cabe notar también a este respecto que el juramento del grado de Royal Arch contiene una alusión a la "coronilla" (the crown of the skull), la cual sugiere una relación entre la apertura de ésta (como en los ritos de trepanación póstuma) y el acto de quitar (removing) la keystone; por lo demás, de modo general, las llamadas "penalidades" formuladas en los juramentos de los diferentes grados masónicos, así como los signos que a ellas corresponden, se refieren en realidad a los diversos centros sutiles del ser humano. 
21 En la significación de la palabra "acabar", o en la expresión equivalente 'llevar a cabo', la idea de "cabeza" [caput] está asociada a la de "fin", lo que responde perfectamente a la situación de la "piedra angular", conocida a la vez como "piedra cimera" y como "última piedra" del edificio. Mencionaremos aún otro término derivado de caput: en francés se llama chevet ('cabecera')- y en español "cabecera" o "testero"- de una iglesia a la extremidad oriental donde se encuentra el ábside, cuya forma semicircular corresponde, en el plano horizontal, a la cúpula en elevación vertical, según lo hemos explicado en otra ocasión. 
22 La palabra "obra" se emplea a la vez en arquitectura y en alquimia, y se verá que no sin razón relacionamos ambas cosas: en arquitectura, la conclusión de la obra es la "piedra angular", y en alquimia, la "piedra filosofal". 
23 Es de notar que, en ciertos ritos masónicos, los grados que corresponden más o menos exactamente a la parte superior de la construcción de que aquí se trata (decimos más o menos exactamente, pues a veces hay en todo ello cierta confusión) se designan precisamente con el nombre de "grados de perfección". Por otra parte, el vocablo "exaltación", que designa el acceso al grado de Royal Arch, puede entenderse como una alusión a la posición elevada de la keystone. 
24 Para la colocación de esta piedra, se encuentra la expresión "to bring forth the copestone", cuyo sentido es también bastante oscuro a primera vista: to bring forthsignifica literalmente 'producir' (en el sentido etimológico del latín producere) o 'sacar a luz'; puesto que la piedra ha sido ya retirada anteriormente, durante la construcción, no puede tratarse, el día de la conclusión de la obra, de su "producción" en el sentido de una "confección"; pero, como ha sido arrojada "entre los escombros", se trata de volver a sacarla a la luz, para colocarla en lugar visible, en la sumidad del edificio, de modo que se convierta en "cabeza del ángulo"; así, to bring forth se opone aquí a to heave over. 
25 Staurós significa también 'cruz', y sabido es que, en el simbolismo cristiano, la cruz se asimila al "Eje del Mundo"; Coomaraswamy vincula ese término con el sánscrito sthàvara, 'firme' o 'estable', lo que en efecto, conviene a un pilar y, además, concuerda exactamente con el significado de "estabilidad" dado a la reunión de los nombres de las dos columnas del Templo de Salomón. 
26 Es la sumidad del "pilar axial", que corresponde, según lo hemos dicho, a la punta superior del álif en el simbolismo literal árabe; recordemos también, con motivo de los términos keystone y "clave de bóveda", que el símbolo mismo de la "clave" o "llave" tiene igualmente significado "axial". 
27 Coomaraswamy recuerda la identidad simbólica entre el techo (en particular abovedado) con el parasol; agregaremos también, a este respecto, que el símbolo chino del "Gran Extremo" (T'ai-ki) designa literalmente una "arista superior" o una "sumidad": es, propiamente, la sumidad del "techo del mundo". 
28 Manuscrito de Munich, columna 146, fol.35 (Lutz y Perdrizet, II, lám.64): la fotografía nos ha sido proporcionada por A. K. Coomaraswamy; ha sido reproducida en el Art Bulletin, p. 450 y fig. 20, por Erwin Panofski, quien considera esa ilustración como la mas próxima al prototipo y, a ese respecto, habla del lapis in caput anguli ['la piedra en la cabeza del ángulo'] como de una keystone; se podría decir también, de acuerdo con nuestras precedentes explicaciones, que esa figura representa the bringing forth of the copestone. 
29 A este respecto, podría establecerse una vinculación entre la "piedra descendida del cielo" y el "pan descendido del cielo", pues existen relaciones simbólicas importantes entre la piedra y el pan; pero esto sale de los límites de nuestro tema actual; en todos los casos, el "descenso del cielo" representa, naturalmente, el avatárana ['descenso' o aparición del Avatâra]. 
30 Cf. también la piedra simbólica de la Estoile Internelle de que ha hablado L. Charbonneau-Lassay y que, como la esmeralda del Graal, es una piedra facetada; esa piedra, en la copa donde se la pone, corresponde exactamente al "joyel en el loto" (mani padme) del budismo mahâyâna. 
31 Las "leyendas" del Compagnonnage ['compañerazgo', organización artesanal de origen medieval, emparentada con la masonería], en todas sus ramas, dan fe de ello, así como las "supervivencias" propias de la antigua masonería operativa, que hemos considerado aquí. 
32 Así, pues, no podría tratarse de ningún modo, como algunos pretenden, de una alusión a un incidente ocurrido durante la construcción de la "Gran Pirámide" y con motivo del cual ésta habría quedado inconclusa. lo que, por otra parte, es una hipótesis harto dudosa en sí y una cuestión histórica probablemente insoluble; además esa "inconclusión" misma estaría en contradicción directa con el simbolismo según el cual la piedra que había sido rechazada toma finalmente su lugar eminente como "cabeza del ángulo". 
33 Stoudt, "Consider the lilies, how they grow", respecto de la significación de un motivo ornamental en forma de diamante, explicado por escritos donde se habla de Cristo como del Eckstein. El doble sentido de la palabra se explica, verosímilmente, desde el punto de vista etimológico, por el hecho de que pueda entendérsela a la vez como "piedra de ángulo" y como "piedra en ángulos", es decir, facetada; pero, por supuesto, esta explicación nada quita al valor de la relación simbólica indicada por la reunión de ambos significados en la misma palabra. 
34 El diamante no tallado tiene naturalmente ocho ángulos, y el poste sacrificial (yûpa) debe ser tallado "en ocho ángulos" (ashtâçri) para figurar el vajra (que se entiende aquí a la vez en su otro sentido de 'rayo'); la palabra pâli attansa, literalmente 'de ocho ángulos' significa a la vez 'diamante' y 'pilar'. 
35 Desde el punto de vista "constructivo", es la perfecciónde la realización del plan del arquitecto; desde el punto de vista alquímico, es la "perfección" o fin último de la "Gran Obra"; hay exacta corespondencia entre uno y otro. 
36 El diamante entre las piedras y el oro entre los metales son lo más precioso, y tienen además un carácer "luminoso" y "solar"; pero el diamante, al igual que la "piedra filosofal", a la cual se asimila aquí, se considera como más precioso aún que el oro. 
37 El simbolismo de la "piedra angular" se encuentra expresamente mencionado, por ejemplo, en diversos pasajes de las obras herméticas de Robert Fludd, citados por A. E. Waite, The Secret Tradition in Freemasonry, pp. 27-28; por otra parte, debe señalarse que tales pasajes contienen esa confusión con la "piedra fundamental" de que hablábamos al principio; lo que el autor que los cita dice por su cuenta acerca de la "piedra angular" en varios lugares del mismo libro tampoco es muy adecuado para esclarecer el punto, y no puede sino contribuir más bien a mantener la confusión indicada.

http://tallermasonico.com/pangular.htm