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martes, 11 de julio de 2017

El Cuervo y los Pavos Reales - Otro Tipo de Profano con Mandil, Pero Salvable Aún

El Cuervo y los Pavos Reales - Otro Tipo de Profano con Mandil, Pero Salvable Aún
Julio Mario Villarreal III

Contaba Esopo en una de sus fábulas que un cuervo vanidoso estaba cansado de sus plumas negras y sentía una cierta envidia de los pavos reales, siempre adornados con sus vistosos colores.

Piensa que te piensa, decidió recoger las plumas, que se le habían caído a un pavo real, se engalanó con ellas, y desdeñando luego a los otros cuervos, se introdujo en la hermosa manada de los pavos reales.

Los pavos se admiraron al principio del ser tan ridículo y extraño, y reconociendo que no era de su especie, le arrancaron las plumas hurtadas, y le echaron de allí a picotazos.

El cuervo, viéndose tan maltratado, medio muerto, y lleno de vergüenza, se volvió con los suyos, los cuales también le despreciaron y le arrojaron de sí. Entonces uno de los cuervos, a quien había menospreciado antes, le dijo:

-       Si te hubieras contentado con vivir entre nosotros, y te hubieras sentido orgulloso de lo que te dio la naturaleza, ni hubieras padecido aquella afrenta, ni ahora tendrías que sentir esta repulsa.

¿Conoce al lector a algunos individuos que al igual que el cuervo, ingresaron en la Masonería y al final creen recibir un trato similar? 

Independientemente del entorno y de las personas que nos rodean, sean profanos o hermanos, seremos siempre cada uno de nosotros mismos y no otros los que desbasten, moldeen y pulan nuestras piedras brutas con el estudio de los misterios y enseñanzas de nuestra noble institución además del celo, el fervor y la constancia para dominar nuestras pasiones; hacernos mejores hombres para con nosotros mismos, nuestras familias, nuestros hermanos y el mundo entero, de tal modo que algún día podamos ser dignos del Gran Arquitecto del Universo y cuando la muerte nos sonría al partir al ignoto Oriente Eterno, nuestra memoria quede grata en la memoria de todos los que nos conocieron.

A lo largo de la historia la Masonería siempre ha sido una especie de dama misteriosa y atractiva a la cual muchos quieren acceder para arrancarles sus misterios y secretos, En algunos países, la misma se percibe como algo normal, e incluso hay lugares donde es motivo de prestigio. En Estados Unidos, por ejemplo, los masones incluyen tal condición en su currículum, en otros países, el decir que se es masón crea inmediatas y suspicaces miradas a quien tan solo lo mencione.

Lo cierto es que muchos ingresan por un sincero deseo de instruirse en las enseñanzas y sus misterios, dominado al mismo tiempo sus pasiones, llegando de esta forma no solo a ser columnas de la Fraternidad sino también de las comunidades donde viven.  Otros sin embargo tratan de entrar con argucias, escondiendo insanas pretensiones en el logro de influencias políticas, en los negocios o tratando de sacar partido de ser masón. Nada más lamentable que un aprendiz en búsqueda de influencias. Cuando esto ocurre, hay que dispararles con educación, al corazón de las viejas estructuras heredadas o amasadas. El tráfico de influencias sólo es bueno cuando surge de la doctrina del merecimiento pues las influencias en Masonería solo son educativas. Sólo se puede pedir lo que uno está dispuesto a dar.

Algunos tratan de entrar para logran un vano prestigio y otros para tratar de destruir a la Fraternidad como lo han intentado muchos a lo largo de los tiempos, siempre auspiciados por los eternos enemigos como lo son la ignorancia, la intolerancia y la represión del librepensamiento.  Todos los individuos antes mencionados nos hacen daño, pues a pesar de que, como se  expresara al principio de esta plancha, solo cada uno de nosotros es responsable del manejo de su piedra bruta y de la forma como construye su templo espiritual y moral, la forma de actuar de estas otras personas es lo que ha nos ha traído una falsa imagen de lo que no somos realmente los masones, cuando nos catalogan a todos por igual por las acciones de algunos profanos con mandil que parecieran siempre estar en actitudes conspirativas y disociativas del Egregor que debe reinar en todo taller, o por una vida profana alejada de la ética, la moral y las buenas costumbres.

Como sucede con el Uroboros, el fin y el comienzo se unen, y en este pequeño trazado hacemos referencia a los individuos que como el cuervo de la fábula de Esopo, no se sienten bien en su entorno natural, les hace falta algo, no hayan reconocimiento entre sus semejantes… y tratan de ingresar en nuestros talleres deslumbrado por los secretos, las joyas, los pines, los grados y toda la parafernalia que rodea a nuestros rituales, este tipo de individuos se caracterizan por no aportar absolutamente nada a los talleres, son producto de una mala investigación previa a su ingreso y por tanto entran al Arte Real por un error en la diligencia de los hermanos que fueron comisionados para investigar si había calidad en la roca que se pretendía iniciar en el taller.  La responsabilidad es clara pues como dice un viejo adagio: “No tiene la culpa el borracho sino el que lo hace compadre”.

Cada determinado tiempo, ingresan a la orden este tipo de hermanos que quieren comerse a la Masonería de un solo bocado. El resultado casi siempre es el mismo: terminan atragantados y se vuelven a sus lugares de origen con indigestión.

En una ocasión escuche decir a un hermano de un taller hermano que tenía problemas de quorum, que eran necesario ingresar más profanos, no importaba si eran buenos o malos, pues después de un tiempo éstos solitos se irían al ver que eso que llamamos Masonería no era para ellos. Craso error pues algunos si se quedan, no trabajan, se convierten en los zánganos de la colmena, solo viven para los ágapes y las tertulias de los pasos perdidos, algunos son más o menos regulares en la retórica y la oratoria pero de ahí no pasan, pues de la táctica a la práctica hay un muy largo trecho.  Son del tipo de hermanos que no hacen caso de las instrucciones de sus vigilantes. Estos aprendices pretenden decidir cuál plancha o tema son los que deben trabajar y ponen muchos obstáculos para la ejecución de cualquier trabajo que se les asigne. Son pésimos en la presentación de sus exámenes, sin embargo no son lerdos en reclamar por que no suben al grado de maestros con tan poco trabajo y diligencia masónica.

Este tipo de hermanos cuervos, son los también conocidos como “masones de botón”, los cuales desean ocupar cargos o grados pero que desafortunadamente no pasarían el retejo más simple que se les pudiera hacer. Son en extremo figurativos y banales, y cuando los demás hermanos mayores en edad masónica les llaman la atención respecto a su conducta, tildan a sus compañeros de “montoneros” o “Bullying Fraternity”, sin saber que en una colmena masónica todos deben trabajar y que el que no lo hace es considerado zángano de la misma.

Otra característica inequívoca de estos hermanos cuervos es que a pesar de no estudiar, de presentar, …o mejor dicho, leer, pues ni siquiera estudian sus planchas caracterizadas por el consabido “copy and paste” de los perezosos que abusan del Internet, pretenden imponer sus ideas profanas por encima de las enseñanzas de su grado, descalificando las opiniones de los demás que traten de corregirlos. Esta impaciencia que presentan por subir a maestros es la hija bastarda de su autodestrucción. ¿Y es que se ha visto acaso en un equipo de Primera División jugar a un niño de tres años?, ¿o a un nadador olímpico que nunca haya entrenado?, ¿o a un ciclista que no sepa pedalear?  Pues bien, en Masonería, como en cualquier deporte de la vida, hace falta entrenar, para después jugar a la opinión precisa, el conocimiento acertado o a la conducta ejemplar. En Masonería la ontología es un inmenso freno que enfurece a los acelerados. Debemos entonces aplicarles en la simbología de la fábula de los pavos reales y el cuervo, la pedagogía por grados en los ritos, las cuales son las zancadillas para sus espíritus impacientes. Y es que un grado superior se alcanza, cuando se ha  dejado de pensarlo como un objetivo. El quitarle las falsas plumas simbólicas a los hermanos cuervos se consigue probando el temple y observando si su conducta puede soportar la imposición de un freno poderoso.

Si buscamos una carrera masónica sin su correspondiente modo de vida masónico, caemos en la pedantería. Por el contrario, si buscamos el modo de vida masónico por excelencia, la misma se manifiesta sin una búsqueda voluntaria ex profeso.

Si no se les pone freno a los hermanos cuervos, es muy posible que sus egos corran en una dirección y lleguen rápido a la meta que se propusieron, pero  de luego de ello se ensanchan y pavonean como mal ejemplo para los nuevos hermanos que ingresan al taller. La Masonería se convierte entonces en una carrera para aquellos que gustan de correr.

A los hermanos cuervos, si no se les sacan las plumas de las pasiones antes señaladas, fallan en su cometido como aprendices. En una empresa si un aprendiz no sirve después del período de prueba de tres meses, se lo hecha sin indemnización. En Masonería, si un aprendiz no sirve por mucho tiempo se lo espera hasta que halle la clave oculta o escuche el “clic” de su conciencia. Si así y todo no lo logra, se lo seguirá esperando…  …o por su impaciencia se marchará. Luego, nunca se lo indemniza porque nunca se lo hecha.

A todo hermano masón que se quiere ir, no hay que insistirle en que se quede, sino motivarlo a que se vaya. Debemos enseñar todo el tiempo la doctrina del libre albedrío. Los peores eslabones de la cadena han de ser los colmados de impaciencia.

En fin, como dijera al principio, nadie más puede trabajar en nuestra piedra bruta más que nosotros mismos, nadie más, pero es deber de los vigilantes y de los venerables maestros así como de todo maestro masón el saber dar la docencia correcta a los hermanos cuervos para tratar de salvarlos si es posible hacerlo. Si aprecias a un hermano no lo consientas. Espera el momento y sé implacable con sus errores pero de una forma, con tolerancia y tacto cordial, pues de ello depende la correcta formación de un hermano que en su momento será maestro de otros. Él lo será luego contigo y te ayudará a crecer pues todos en Masonería somos un engranaje o una pieza necesaria para el correcto funcionamiento de la Logia y si nos sentimos como hermanos de verdad, no debe sentirse más que agradecimiento y humildad si un hermano nos llama la atención para nuestro propio beneficio y el de los demás.

Al final, ¿de qué sirve si tu piedra está perfectamente pulida o la de tu hermano pero no estén niveladas ni escuadradas sino simplemente pulidas, y al tratar de colocarlas junto con las de los otros hermanos del taller, no puedan unirse o embonar para formar los muros y edificios rectos y aplomados que forman nuestra Fraternidad? Lo mismo ocurre con las células que  forman tejidos, órganos y cuerpos, todos son importantes y todos trabajan por un bien común.  Es necesario entonces aplicar la correcta docencia en Masonería, enseñar con el ejemplo a dominar estas pasiones y comportarnos todos de acuerdo a las leyes y reglamentaciones que juramos cumplir, no ante los hombres, sino ante el mismísimo Gran Arquitecto del Universo.


Para finalizar: ¡La responsabilidad es de todos, pero principalmente de los Venerables Maestros y sus Vigilantes!

TOMADO DE LA REVISTA DIALOGO ENTRE MASONES NOVIEMBRE 2014

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