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miércoles, 17 de enero de 2018

Medio día y Media noche

José Nicolás Quiles Pérez



Medio día y media noche, dos momentos en el tiempo que me extrañan grandemente. Son extremos en la cuenta, pues en ellos cambian cosas, sin embargo en el día, pasan como sin verse. Medio día, la mitad, que divide inexorable. Medio día la mitad, pues no hay sombra ni penumbra, todo se ve claramente. Media noche la mitad, donde casi todos duermen. Tiempo extraño el del reloj, tiempo que no es evidente. Tiempo irreal, tiempo aparente, pues se cuenta linealmente. La verdad es de otra forma, ya que el tiempo es circular, no comienza ni termina, solo sucede inclemente.


Es el tiempo cosa extraña, que apareció de repente, fue primero, fue suceso inmediato a la existencia y por ello mandó en todo. Para el hombre, es ansiedad manifiesta y evidente, pues él siente que se acaba, cuando lo ve rectilíneo. Sabe el hombre en su interior que la cuenta tiene fin y por ello lo ve irse, lo ve pasar sin piedad; lo preocupa y lo incomoda, pues no puede ver presente. Ve el pasado como cuento, como suceso que cuenta lo que era y ya no es; como cosa que paso y por ello quedo atrás, solo sirve como historia, como registro inmortal, pues ya fue y no pasara más. Ve el futuro esperanzado, pues es oportunidad de que lo que fue malo; no lo sea más. Así el hombre entre recuerdo y esperanza, vive la tragedia de que la cuenta se acabará. Pero, ¿Cuál es la verdad?


Tiempo recto, tiempo que como maquina desbocada, no se puede parar, ni siquiera ralentizar. Tiempo recto, que solo lleva una dirección; el funesto y nefasto final. Desde que el hombre movió un dedo, el tiempo echo a andar y el reloj inexorable, ya no se detendrá. Pero tranquilo amigo lector, lo que fue; es y será. Sólo tienes que mirar el tiempo circular. Mientras veas este fenómeno como algo lineal, tu inquietud te gobernara, pues sentirás sin remedio, que se acorta la distancia, entre tú y el final. Se te escapa, se derrama, se te escurre entre los dedos y esto te hace pensar, que llegara sin remedio el momento final, en que solo quede un grano; y ya no vivirás.

Mira el presente amigo, haz el esfuerzo y veras, mira el presente te digo, para que no haya ansiedad, lo que fue ya sucedió, y lo que será; no lo podrás evitar. Deja ya de mirar lo irreal; ver como eras, soñar como serás, solo son quimeras, que te esconden la verdad. Mira entonces como eres, en presente nada mas, es así como se puede, escapar del tiempo irreal. Conociendo como eres, comienzas a aceptar la temida realidad, es lo mismo que sucede, cuando ves el tiempo de verdad. Tiempo que llaman presente, tiempo solsticial, tiempo que se detiene, para que puedas actuar.


El tiempo de la siembra, el de cosechar, el tiempo de la poda, el de regar y abonar, tiempo de dormir y tiempo de despertar, tiempos que se repiten y suceden siempre igual; porque son tiempos perpetuos, son el tiempo universal. Es así como se ve el tiempo circular y no lineal, es el tiempo que repite, todo un ciclo sin parar, por lo cual es infinito, es el tiempo real. Así se resume el dilema, de saber cual tiempo usar, a veces recto y a veces circular. En el circulo no hay, ni comienzo ni final, solo hay un centro, alrededor del cual girar; no es un centro caprichoso, no es un centro al azar, mira bien y podrás verlo, mira atento y lo sabrás. Es un centro misterioso, pues no se puede medir, no se puede hacer tangible, se representa nada más; solo sabes que está allí, inmóvil y por ello atemporal.


En el círculo hay un tiempo y una velocidad, que se traduce en los hechos que acontecen en el mundo. Hechos que son solo instantes, del transcurrir en el tiempo; se repetirán de mil formas, de mil maneras y mas, pues mirando desde el centro, podrás ver el ciclo girar; viendo por ello el suceso acercarse nuevamente, cada vez que el ciclo llegue al instante, al momento en que se cierre el giro del tiempo circular. Es así como se puede predecir lo que será. Sol que gira y gira, recorriendo el cielo entero. Sol que parte de oriente y sube hasta el medio día, desde donde caerá. Luna que de la misma forma, la noche iluminará. Así se repiten los ciclos uno tras otro, sin cesar. Día y noche que pasa y vuelve, día y noche que no se detiene.


Del uno al cuatro esta todo; ya Pitágoras lo dijo, en su tetractis eterna. En su base; cuatro manda, pues la base es lo tangible. Cuatro elementos; fuego, aire, agua, tierra, cada uno marca un cuarto, de todo el ciclo solar. Cuatro estaciones las llaman; gobernadas por luz y oscuridad. Con tres signos cada una, vemos el doce zodiacal. Tres la triplicidad; cardinal, fijo y mutante, signos de cada estación, repetidos cuatro veces, para volver a empezar. Así también, cuatro fases muestran el ciclo lunar; nueva, creciente, llena y menguante, gobiernan sobre el agua y todo lo sentimental. El dos está en todas partes, día y noche, mitad y mitad; esto y su opuesto, dos es la dualidad. Así sube la pirámide, hasta llegar a la unidad, de la cual emana todo; la llamamos deidad.


Es este tiempo en los ciclos, que gira y gira sin parar, y en el giro garantiza que todo volverá. Al brote sigue la flor y a esta follaje y fruto; luego el reposo sin hojas, para volver a empezar. Este es un hecho lector, que no se puede alterar; después del fruto, la flor nunca veras. Es entonces este ciclo, inmutable y predecible y por ello útil al hombre; le permite rectificar. Así el ciclo te habla y te da oportunidad, de aprender de lo mal hecho, sin volver a errar. Por ello es un tiempo amigo, no es un tiempo fatal, no apunta a un final, por el contrario ofrece siempre una nueva oportunidad. No hay así tiempo perdido, no hay recriminación. Todo tiempo se aprovecha, tiene uso y razón, haciéndote crecer más.


Pensar en un tiempo final, es lo mismo que decir, que a la primavera no seguirá el verano y entonces, todo pierde la razón, ¿Para qué el brote? ¿Para qué la flor?, ¿Para qué amanece si no anochecerá? No tiene entonces sentido, pensar que todo acabara. ¿Para que la vida, si todo terminará? ¿Para qué tanto ciclo, y tanto rectificar? ¿Para que pensar que llega algún final?, si todo es un ciclo y todo recomenzará. Así la muerte cambia, no se entiende al final, no es más que un medio día, o media noche quizá; donde todo cambia y se reinicia, donde ya nada se ve igual. En el hombre es natural, el temor al final, porque su apego le dice, que hay que durar más, para poder hacer o tener más cosas, para poder vivir más.


Pon pues tu esfuerzo amigo, en mirar desde el espejo y no hacia él esta vez. Ejercicio extraño este, pero de gran importancia, pues veras como te ves. Desde allí no ves reflejo, desde allí solo vez lo que es. Mirándote así amigo, desde tu propio reflejo, no puedes ver otra cosa que lo que realmente es. Mírate desde la muerte, pues ésta reflejo es. Mira pues con atención y revisa lo vivido, pues solo así tú sabrás, como se muere el revés. Mira pues con atención, desde allí lo que ya fue, sin pensar erróneamente que lo que fue vuelva a ser, porque el giro se repite, pero el instante es otro, nunca es el que fue, aunque si te servirá para rectificar y enfrentar el nuevo reto que esta por llegar. El giro no se repite, pero vuelve a suceder, ya en otras condiciones, ya con otros personajes, ya en ritmo diferente, ya con tono alternativo, pero giro al final es.


Deja ya amigo mío, de mirar desde el nacer, eso solo te ha servido, para ver lo que no es, porque siempre estas mirando aquello que quieres ser y esto no es otra cosa que lo que tú has querido ver. Sin embargo, cuando miras desde el lado revés, veras lo que ha sucedido, veras lo que fue y es. Así puedes conocerte y rectificar también. Por eso es que el medio día o media noche tal vez, te da la oportunidad de voltear y ver de revés. Medio día o media noche no es solsticio, pues el sol no se detiene, solo cambia y se ilumina; lo que oscuro era hasta entonces, lo que estaba en sombra antes, se ilumina y te deja ver.


Todo esto que digo, que parece traba lengua, es extraño y complicado, es complejo y enredado, es asunto delicado, no lo digo por decir, no le hablo a la razón, no le hablo a la academia, no discuto, solo ofrezco, solo quiero compartir. Ahora tu veras que haces; caminar a ciegas, viviendo de la esperanza de ser; o vives la realidad, esa que nunca se ve, esa que se nos oculta, esa que no es evidente, esa que cuando la miras, da miedo y hasta repulsión, porque no es otra cosa, que ver tu propia ignorancia, tu propia perversión. Esa que te molesta por dura y fría, pues solo es; sin aplauso, sin lisonja, sin admiración ninguna, pero que por ser tan cruda, es apoyo fuerte y firme, para continuar creciendo. Verte desnudo es fácil, la cosa no es solo verte, es soportarlo también.




A veces la desnudez, la minusvalía, la miseria y la llamada realidad, asustan tanto al verlas, que hasta nos hacen llorar; no desilusión, ni miedo, sino más bien darnos cuenta, que hemos arado en el mar. Así pues, yo aquí te digo, que si decides mirar, grandes cosas lograrás, pues seguro partirás nuevamente, en tu permanente andar, pero esta vez mas seguro, pues habiendo visto de dónde vienes y donde estas, no queda más remedio ahora, que saber a dónde vas.


Medio día y media noche, dos momentos en el tiempo que me extrañan grandemente. Medio día y media noche; son mitades aparentes, pero cuartos también son, pues orto y ocaso también están. Así el día en cuatro partes divide su tiempo total. Cuatro elementos, cuatro estaciones, cuatro fases en la luna, allí está el giro otra vez. Pasar los días girando, condena perversa y cruel; pero no en cárcel cerrada, pues ventanas y puertas ves. Hombre libre, hombre sabio, aquel que por voluntad, decide actuar y dejar de solo mirar.

Actúa el hombre en el tiempo, cuando lo ve desde fuera, pues en el centro el no gira, pero ve el giro pasar. Así el tiempo es objeto, para ese hombre zagas, que por voluntad decide actuar y gobernar. Puede el hombre predecir y ver lo que sucederá, pero cuidado lector, no es cosa fácil de lograr, el primer paso es, sin duda, poder dejar de girar. Y así yo te pregunto ahora, y ya para terminar ¿Cuándo es posible parar? 

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