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viernes, 3 de enero de 2014

De los constructores sagrados a los masones operativos 3 de 3

 De los  constructores  sagrados a los masones  operativos 3 de 3

Hurtado Amando.



   La Orden  del Templo había  acumulado un  enorme  poder, constituyendo un  auténtico  estado dentro de los  estados  europeos y por  encima  de ellos, en muchos  casos. Recaudaban más  tributos que  los mismos  reyes y organizaban “provincias”  templarias a las que  dotaban  de organismos  semejantes o superiores  en  eficacia a los  de las  monarquías  feudales de su  tiempo. Los  masones  en Francia pagaban sus  tributos a la Orden y no a  la corona, dada la protección que  recibían  del Templo y su  estrecha  colaboración. Por  ello, cuando a  principios  del siglo XIV, la muy  decaída  y  rica  Orden  del Templo fue  perseguida en  Francia por el  rey  Felipe IV el Hermoso y  fue  disuelta por el papa Clemente V –tras la muerte en la  hoguera de  su último Gran Maestre, Jacques  de Molai, y la  dispersión por  toda  Europa de sus  caballeros-,  empezó a  forjarse una leyenda, que  se  fue engrosando y decantando a través  de los siglos posteriores y que culminó en el  XVIII, que  atribuiría a la Orden del Templo el origen  de la Francmasonería  especulativa  o simbólica. Algo que  es  históricamente falso, aunque algunos  grados superiores  de  la Masonería  del Rito Escocés y  del Rito  de  Cork recojan la  gesta caballeresca templaria como  motivo de meditación iniciática. Veremos, más  adelante,  en qué consisten  esencialmente los grados masónicos y qué otras leyendas y mitos  recogen con el mismo  fin.

            Hemos  aludido antes  a la práctica de  ceremonias rituales, mediante las cuales se  recibía en las  cofradías gremiales a los  nuevos miembros que entraban a  formar parte de ellas como profesionales de alguno  de los oficios. Se perseguía con ello seleccionar los  reclutamientos mediante el control del número de profesionales existente en cada ciudad o  villa y, al mismo tiempo, se intentaba asegurar la  capacidad profesional normalizada de los  candidatos para prestigiar el  ejercicio de la profesión correspondiente.

            En cada oficio  existía una jerarquización de  deberes y obligaciones,  representada por  distintos  niveles profesionales:  en todos los oficios había  aprendices y oficiales o compañeros. Al frente de ellos, en cada  taller concreto, había un “maestro”, que  solía ser un oficial de mayor edad y  experiencia que  contaba, también, con mayor solvencia económica y comercial para hacerse  cargo del patronazgo y  de la  dirección. Los obreros más  cualificados de los talleres formaban  cofradías o fraternidades laborales, de  carácter local o  regional, ya que, a diferencia de otros oficios, el  de los   constructores exigía frecuentes desplazamientos o viajes en busca  de  trabajo.

            Cuando  el  candidato al ejercicio “normalizado”  de un oficio deseaba ingresar en un  taller, las  normas  establecían que  tenía que prestar juramento de lealtad hacia sus  cofrades o compañeros profesionales, y  de honradez en el desempeño  de  su labor. Si ésta implicaba la aplicación de conocimientos  técnicos especiales, que los miembros del taller en cuestión  solieran practicar en sus trabajos, el  candidato debía  jurar que mantendría el “secreto” profesional correspondiente, a fin de  no  dañar los intereses de quienes  le  acogían. Con frecuencia, el  candidato era  sometido a  alguna “prueba” que evidenciara su valor, su  capacidad profesional u otras cualidades físicas y morales, según muy antiguas tradiciones nunca  extinguidas, sino simplemente “revestidas” para  respetar, al menos en lo  formal,  las  creencias  religiosas católicas socialmente imperantes. En  esto consistía, a grandes  rasgos, lo  que suele  llamarse la “iniciación” en los  diversos oficios. Naturalmente, los aprendices  debían, a continuación, pasar un tiempo (variable,  según las  épocas y  circunstancias, entre siete años y más) aprendiendo de los oficiales la  práctica  del oficio  en  cuestión, antes  de pasar a ser uno  de ellos mediante nuevo  juramento y previa  aceptación de quienes iban a  ser  sus  compañeros.

            Las cofradías de  constructores no  eran  excepción a  este modus  operando formal, puesto que, como hemos  visto, sus raíces  históricas llegaban  muy lejos  en el tiempo. En las  cofradías de constructores o masones no ingresaban todos los obreros  del oficio. El  aspirante  pasaba primeramente por un período de aprendizaje controlado, dependiendo durante  esa  etapa  del “maestro” o jefe  del taller para el que trabajaba. Transcurrido un tiempo, el aprendiz era propuesto a la  cofradía y, en su caso, “registrado” como tal en las listas de la misma. A partir  de aquel momento,  el aprendiz pasaba otro período de aprendizaje antes  de “entrar” o  ser  admitido como  compañero de pleno derecho. Durante ese  tiempo, era lo que los  anglosajones llamaban un “entered apprentice”. Los  historiadores masonólogos han venido  analizando este  tema  de manera especial durante el último tercio  del  siglo XX, a partir de  nuevas  documentaciones, poniendo  de relieve  diferencias interesantes  entre la organización  del oficio en Escocia, Irlanda e Inglaterra, respectivamente. Los Estatutos llamados de Schaw (1598/99) señalan la  existencia de maestros masones profesionales en Escocia, cuando  en Inglaterra no  existía  esa categoría o grado laboral, que mucho  después sirvió de base histórica para el  desarrollo del grado iniciático de Maestro, en la Masonería  simbólica o especulativa del siglo XVIII. Los ingleses contaban  solamente con aprendices “ingresados” y compañeros (fellows) del oficio.

            En Alemania y Francia,  donde los masones constructores de catedrales dejaron las más monumentales  huellas,  el  desarrollo  de sus  cofradías merecería un análisis específico. La  historia  del Compañerazgo en Francia, donde perdura  aún,  a  través  de una  larga y accidentada trayectoria, ha  constituido y sigue  constituyendo  objeto de  numerosos estudios, como uno  de los posibles antecedentes  de la Francmasonería filosófica o  simbólica.

            La construcción, mucho más que otros oficios,  requería la participación en las obras de personas expertas en disciplinas cuyo  conocimiento no  era impartido  de manera  general y no  estaba al  alcance  de todos, en sociedades en las que el desarrollo cultural  se  ceñía a pautas  sociales  y  dogmáticas demasiado  estrictas. Los masones  conservaban su propia tradición cultural y la  transmitían oralmente, mediante la iniciación y a  lo largo  del período de aprendizaje. Sin embargo, no todos los  constructores pretendían ni alcanzaban una iniciación superior en el Arte  de la  construcción. La mayor parte  de  ellos eran  solo lo que hoy llamaríamos obreros  del oficio. El “arte” va más  allá de la mera  técnica rutinaria,  destinada a  conseguir un  fin  inmediato, y no todos los que  realizaban esa labor poseían  idéntica  capacidad  o  circunstancias favorables para  desarrollarlo. Por  eso, sólo  determinados miembros  de las  cofradías de masones abordaban  el aprendizaje de conocimientos que, estando implícitos en la  base  del oficio, eran, a  su vez, fuente  del posible  despliegue  de posibilidades que éste  encerraba.

            Ha llegado hasta  nosotros  buen número de manuscritos estatutarios de los antiguos masones medievales, como los  de Bolonia (Italia),  del siglo XIII, y los  de Ratisbona (Alemania),  del siglo XV. Los  deberes  reglamentados de los  cofrades masones medievales ingleses fueron recogidos en  diversos manuscritos,  de los que los más antiguos conservados  se remontan a los  siglos XIV y XV. Se trata de  las  Ordenanzas de Cork y los manuscritos llamados Regius  y Cooke. A través  de  ellos y de otros posteriores, englobados  bajo  el nombre de  “Old Charles” (Antiguos Deberes), sabemos que la Geometría era considerada por los masones como  ciencia madre  de  todas las  demás  ciencias, puesto que  todo, en el universo,  tiene  medidas que pueden traducirse en formas, y  viceversa.

            El conocimiento  de la Geometría comportaba  el  de otras  disciplinas, ya que  éstas, en definitiva, no pueden abordarse sin considerar la medida o intensidad, en el espacio y en el  tiempo,  de  vibraciones sonoras o luminosas. Los antiguos manuscritos mencionados  definen la Francmasonería  como  el “conocimiento  de la naturaleza y la  comprensión  de las  fuerzas que  hay  en ella”. El arte  masónico o “arte  real”,  término utilizado ya por el neoplatónico Máximo  de Tiro, se identificaba con la  geometría, una  de las  ciencias del quadrivium pitagórico. La  constancia de la Geometría (y de la  expresión  de la medida, que  el Número) en todos los  niveles de la naturaleza, manifestaba, para los masones iniciados, la presencia  constante  del Gran Arquitecto  del Universo en todo lo  existente. El concepto  de “Gran Arquitecto  del Universo” plasmaba, en parte, la  idea  del “Dios-Constructor” o “Dios-creador”  del medio  social y  cultural  cristiano en el que  se  desarrollaban las  cofradías  medievales  de  constructores . La Unidad, primera manifestación  del Ser,  desdoblándose y  expresándose a través de  la pluralidad, la Trinidad, resumiendo el gran principio dual  del universo en su  conjugación  ternaria, y otros tantos conceptos pitagóricos,  se hallaban en la interpretación geométrica  del mundo  heredada por los masones  medievales.


            La rica y  vieja tradición  de los  constructores  sagrados  había pervivido en culturas  diferentes, manteniéndose al margen  de las  definiciones  teológicas  y  teogónicas imperantes en cada una  de ellas,  pero  facilitando siempre  una ósmosis que permitía traducir sus valores  como  valores “geométricos”. Veremos que los  fundadores  de la neomasonería o Masonería  simbólica, en el siglo XVIII,  aludirán a  ello indicando que los nuevos masones ya no tendrían  que observar  la  religión  de los lugares en que  se  hallasen  sus talleres, como habían hecho hasta  entonces, sino la  religión natural que  conduce  al desarrollo  de la Virtud personal, en  armonía  con lo  universal.

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