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sábado, 2 de febrero de 2013

LA ANTIGUEDAD DE LA TIERRA ( IV )



La Era Cenozoica, Cenozoico o Era Terciaria, una división de la escala temporal geológica, es la era geológica que se inició hace unos 65,5 millones de años y que se extiende hasta la actualidad. Es la tercera y última era del Eón Fanerozoico y sigue a la Era Mesozoica. Su nombre procede del idioma griego y significa “animales nuevos” (de καινός/kainos, “nuevo” y ζωή/zoe, “animal o vida”). El Período Terciario, actualmente no reconocido por la Comisión Internacional de Estratigrafía, comprendía la Era Cenozoica excepto los últimos 2.5 millones de años, cuando se inicia el Período Cuaternario. Durante la Era Cenozoica, la India colisionó con Asia hace más de 45 millones de años, y Arabia colisionó con Eurasia, cerrando el mar de Tetis hace unos 35 millones de años. Como consecuencia de ello, se produce el gran plegamiento alpino que formó las principales cordilleras del Sur de Europa y Asia, como los Pirineos, Alpes e Himalayas. Al Cenozoico también se le llama La era de los mamíferos los que, al extinguirse los dinosaurios, a finales del Cretácico, pasaron a ser la fauna característica. Hace unos 30 millones de años surgieron los primeros primates superiores (los más primitivos estaban ya presentes hace 65 millones de años), aunque el Homo sapiens oficialmente no apareció hasta hace unos doscientos mil años.
Todo depende de las pruebas que se han encontrado de la antigüedad de la raza humana. Si el aun debatido hombre del período Plioceno, o siquiera del Mioceno, fuese el Homo primigenius, entonces la Ciencia tendría razón en fundar su antropología presente (en cuando a la época y clase de origen del Homo sapiens) en la teoría darwinista. Pero si se encontrasen algún día esqueletos de hombres en las capas Eocenas, sin descubrir ningún mono fósil, se probaría de este modo que la existencia del hombre es anterior a la del antropoide. Ahora mismo se están presentando muchas pruebas que demuestran que las épocas asignadas a las fundaciones de ciudades, civilizaciones y otros varios sucesos históricos son mucho más antiguas de lo estimado. El paleontólogo Ed. Lartet, escribe:”No se encuentra en el Génesis ninguna fecha que determine tiempo al nacimiento de la humanidad primitiva. Pero los cronólogos, durante quince siglos, han tratado de obligar a los hechos de la Biblia a estar de acuerdo con sus sistemas. De este modo se han formado no menos de ciento cuarenta opiniones diferentes acerca de la sola fecha de la Creación”. En los últimos años, los arqueólogos han tenido que hacer retroceder los comienzos de la civilización babilónica, en cerca de 3.000 años. En un cilindro depositado por Nabonidus, rey de Babilonia y vencido por Ciro, se habla del descubrimiento de la piedra fundamental que perteneció al templo primitivo construido por Navam-Sin, hijo de Sargon de Accadia, conquistador de Babilonia, que, según Nabonidus, vivió 3.200 años antes de su tiempo.  
 

Helena Blavatsky, en  Isis sin Velo, indica que los que basaban la historia en la cronología de los judíos se equivocaban, porque la relación judía sólo puede seguirse por la computación kabalística, y esto sólo poseyendo la clave. La cronología de George Smith sobre los asirios y caldeos, que la había sincronizado con la de Moisés, aparece como errónea. Y ahora otros asiriólogos posteriores han corroborado esta opinión. Pues mientras George Smith hace reinar a Sargon I (el prototipo de Moisés) en la ciudad de Accadia, alrededor del 1.600 años antes de Cristo, probablemente a causa de su respeto hacia Moisés, a quien la Biblia ubica en el 1571 antes de Cristo, hemos sabido posteriormente que las antiguas opiniones acerca de los primeros anales de Babilonia y de sus religiones han sido modificadas por descubrimientos recientes. El primer Imperio semítico se considera que fue el de Sargon de Accadia, el cual creó una gran biblioteca, protegió la literatura y extendió sus conquistas a través del mar, hasta Chipre. Se sabe ahora que reinó en una época tan remota como 3.750 años antes de Cristo. Los monumentos Accadios encontrados por los franceses en Tel-Ioh deben de ser aún más antiguos, llegando quizá a 4.000 años antes de Cristo.En otras palabras: en el cuarto año de la creación del mundo, según la cronología bíblica, y cuando todavía se supone vivía Adán.
El bien conocido conferenciante de Oxford, Archibald Henry Sayce, observaba en sus  disquisiciones sobre “El Origen y desarrollo de la Religión, según lo que demuestra la de los Antiguos Babilonios”, que: “Las dificultades para buscar sistemáticamente el origen e historia de la religión babilónica eran considerables. Las fuentes de nuestro conocimiento en el asunto eran todas monumentales, siendo muy poca la ayuda que nos proporcionaban los escritores clásicos u orientales. Verdaderamente, era un hecho innegable que el clero babilónico envolvió intencionalmente el estudio de los textos religiosos de un modo tan laberíntico, que presentaba dificultades casi insuperables.   Que ellos confundieron las fechas y especialmente el orden de los sucesos “intencionalmente”, es indudable, y por una razón muy buena: sus escritos y anales eran todos esotéricos. Los sacerdotes babilónicos hicieron lo mismo que los sacerdotes de otras naciones. Sus anales eran sólo para los Iniciados y sus discípulos, y únicamente a estos últimos se les daba la clave del verdadero significado”.
Pero en sus observaciones, el  profesor Sayce explica la dificultad existente: “La biblioteca de Nínive contenía, sobre todo, copias de textos babilónicos más antiguos, y los copistas tomaron de tales tablillas sólo lo que era de interés especial para los  conquistadores asirios, perteneciente a una época comparativamente reciente, lo cual ha aumentado mucho la mayor de nuestras dificultades, a saber: el estar tan frecuentemente a oscuras respecto del tiempo de nuestras pruebas documentales, y el valor preciso de nuestros materiales históricos.  De modo que tenemos el derecho de deducir que nuevos descubrimientos pueden obligar a que retrocedan los tiempos babilónicos tan lejos de los 4.000 años antes de Cristo, que lleguen a parecer  precósmicos  con arreglo a la opinión de todos los adoradores de la Biblia. Si no fuera por un diluvio. ¿Cómo se explica que en la cumbre del Everest se encuentren restos de peces fosilizados o que en el monte Ararat haya depósitos de sales marinas? En algún momento del pasado, este planeta estuvo cubierto por el agua. Algunos piensan que fue hace 5.000 años y otros creen que fue mucho antes. Son tantas y tan variadas las versiones del diluvio en las distintas culturas que incluso en la Biblia se da el caso de dos relatos de la catástrofe”.
Se supone, dada la coincidencia del protagonista (Noé), que se trata de un mismo hecho, que la tradición oral fue puliendo con el transcurso de los años y que los primeros copistas decidieron entremezclar en sus relatos. La versión más antigua data del siglo VIII antes de Cristo. Se lee en el Génesis: “Viendo Yavé la maldad de los hombres, se arrepintió de haber creado al hombre sobre la tierra. Dice Yavé “Exterminaré de sobre la faz de la tierra al hombre que he formado; hombres y animales, reptiles y aves del cielo, todo lo exterminaré; pues me pesa el haberlos creado”. También en el Génesis dijo Yavé a Noé: “Entra en el Arca con toda tu familia, porque solo tú has sido hallado justo en medio de esta generación. De todos los animales puros tomarás siete parejas de cada especie, machos y hembras; también de las aves del cielo siete pares de cada especie, a fin de conservar la especie sobre la tierra”. De esta forma encontramos en la Biblia la odisea de Noé. Pero a continuación vamos a ver como el relato bíblico de Noé y su odisea no son únicos. Y, tal vez, ni siquiera sea el original, ya que hay evidencias que llevan a pensar que fue tomado de otras culturas y adaptado. A mediados del siglo XIX, se iniciaron las excavaciones en Nínive, Y,  de allí, más de 25.000 tablillas de arcilla fueron llevadas al Museo de Londres. Pero en el camino se rompieron y mezclaron, por lo que descifrarlas parecía una tarea imposible, teniendo en cuenta que el lenguaje asirio-babilónico (o sumerio) en el que estaban escritas fue descifrado tiempo después.
La solución la encontró George Smith, un diseñador de billetes,  quien, tras ardua labor, asombró al mundo con su obra “El relato caldeo del diluvio”, publicado en 1872. Se había logrado extraer de Nínive la enorme biblioteca del rey de Babilonia Assurbanipal, que vivió en el siglo VII a.C. y que hizo que sus escribas dejasen para la posteridad las mejores obras de la cultura mesopotámica. Entre lo hallado estaba la Tablilla XI, de 326 líneas, de las cuales más de 200 hablan del diluvio. Encontramos así la epopeya de Gilgamés. Este personaje se refiere a un antepasado que ha alcanzado la inmortalidad y que le refiere su aventura. Uta-Napishtim (es el nombre de este ser inmortal) cuenta a Gilgamés que los dioses Anu (padre de todos), Enlil (el valiente), su consejero Ninurta, el portaestandarte Ennugi y el inspector de canales Ea,  deciden exterminar al género humano. Pero ven virtuoso solo a Uta-Napishtim, a quien ordenan construir una nave, renunciar a sus riquezas y salvar su vida. “Construye -le dicen- una nave de dimensiones proporcionadas, con la misma anchura y altura y mete dentro semilla de toda vida existente”.  Esta nave se especula que tendría una superficie de 3.500 metros cuadrados con 7 pisos, divididos en 9 partes cada uno.  El inmortal Uta-Napishtim le cuenta a Gilgamés: “El dios Shamash me había fijado el momento, por la mañana lloverá salvado y por la tarde trigo; en ese momento entra a la nave y cierra su puerta. El momento había llegado; al amanecer surgió de los cielos una nube negra sobre la que cabalgaban los dioses (¿sería una nave espacial?); de pronto se desató una enorme tempestad que barrió el país. Durante seis días y seis noches sopló el viento, el diluvio y la tempestad. Al séptimo día todo se calmó”.
Y continúa: “Reinaba un enorme silencio, la humanidad se había convertido en barro -sigue contando- abrí una ventana y el resplandor del sol cayó sobre mi mejilla, entonces me puse a llorar. Miré hacia el horizonte y a unas doce leguas vi una montaña que se alzaba sobre las aguas. La nave se detuvo en el monte Nisir, donde estuvo encallada por espacio de siete días. Cuando llegó el séptimo día, hice salir una paloma y la solté. La paloma se fue y no hallando lugar en que posarse, volvió. Hice salir un cuervo y lo solté. El cuervo se fue y vio el desecamiento de las aguas. Comió, revoloteó, graznó y no volvió. Entonces solté a todos los animales, dejándolos en libertad”. Siguieron apareciendo tablillas, no solo en Nínive, sino también en Assur, Uruk, Nippur, Sippar y Ur.  Todas coinciden en el contenido del relato de Uta-Napishtim, aunque los personajes se llaman Atrahasis o Ziusudra.  De todos los relatos, hay un texto (desgraciadamente muy mutilado) encontrado en Hilprecht, correspondiente a la versión babilónica y que se remonta al segundo milenio anterior a nuestra era. Es el más antiguo de los que se tiene conocimiento, aunque todavía queda por encontrar el original sumerio que dio origen a esta copia guardada en la biblioteca del rey Assurbanipal. Se deduce que en la cuenca existente entre los ríos Tigris y Eúfrates, se produjo (unos 3.000 años antes de Cristo), un gran cataclismo en forma de diluvio que quedó ampliamente documentado y que con el tiempo fue transferido a otras culturas por los colonizadores que se afincaron en otras partes de la tierra.
Así habría llegado a Moisés (en el 1.500 a.C.), quien lo recogió de tradiciones orales de antiguos judíos. De esta misma forma habría llegado a Beroso (sacerdote babilonio de Marduk) que lo escribió en el 275 a.C. Posteriormente el relato fue difundido por el historiador griego Alejandro Polistor en el siglo I a.C. y, más tarde, por los relatores romanos: “Una vez muerto Ardates, su hijo Xisutros reinó durante dieciocho sares.  En ese tiempo tuvo lugar el gran cataclismo, cuya historia queda aquí descripta: Durante el sueño se le apareció Cronos, quien le comunicó que el día 15 del mes de Daisios los hombres serían destruidos por un cataclismo. Le ordenó que escondiera en lugar seguro los escritos, enterrándolos en Sippar, la ciudad del Sol, y luego construir una nave en la que debían entrar su familia y amigos más íntimos, con alimentos y bebidas, junto con animales, aves y cuadrúpedos, y después de haberlo preparado todo, navegar. Si alguien preguntaba hacia donde iba, debía responder que hacia los dioses, para rogar que sucedan cosas buenas a los hombres. Obedece las órdenes y construye un barco, de cinco estadios de largo y dos de ancho, y una vez arregladas las cosas, según las instrucciones recibidas, embarcó junto con su mujer, sus hijos y los amigos más íntimos”.  Continúa el relato: “Habiéndose producido el cataclismo y varada la nave, Xisutros soltó algunas aves, que retornaron al barco al no encontrar alimento ni lugar en que posarse. Al cabo de algunos días volvió a soltarlas y volvieron con las patas cubiertas de barro y a la tercera vez, las aves no regresaron. Desembarcó con su mujer, su hija y el piloto de la nave. Erigió un altar en el lugar y realizó un sacrificio a los dioses. Luego desaparecieron. Los que habían quedado en la nave, al ver que no volvían, desembarcaron preocupados, pero solo escucharon su voz que les pedía que fueran piadosos, ya que gracias a esa piedad se habían salvado. El y su familia se habían reunido con los dioses (por eso lo escuchaban pero no lo veían). Les ordenó regresar a Babilonia, desenterrar las escrituras para darlas a conocer a los hombres, fundar nuevas ciudades y erigir templos en honor a los dioses. También les dijo que se encontraban en el país de Armenia”. Beroso termina su relato diciendo: “Aún hay restos de la nave en los montes Cordienos de Armenia y los fragmentos sirven de amuletos contra los males”.
También en Asia quedan vestigios del diluvio universal. En el Vishnu Purana hindú se dice que elSamvartaka volverá a destruir el universo, como ya ocurrió en épocas pasadas; haciendo caer lluvias torrenciales por un período de doce años, hasta que se sumerja toda la tierra y muera así toda la humanidad. Luego vendrá un resurgimiento del cielo y, con ello, nuevamente la vida en el planeta. El Shatapatha Brahmana cuenta como a Manú (se supone que el primer hombre), un pez agradecido por las caricias que le había dispensado, le avisa que se avecina un gran diluvio que terminará con la vida en el planeta. Manú, siguiendo las indicaciones del pez, construyó una embarcación, dentro de la cual esperó a que finalizará la lluvia.  Una vez, terminado el diluvio, la nave se encontraba en la cima de una montaña. Cuando bajaron las aguas, Manú realizó un sacrificio en honor a los dioses, vertiendo manteca y crema agria sobre las aguas. Y al cabo de un año emergió una mujer, conocida como la Hija de Manú, con la que se unió para dar origen a la nueva generación humana. En la cultura china el agua siempre ha estado en relación con el nacimiento de la humanidad. Fue el gran héroe Yü (el domador de las aguas) quien consiguió que la masa líquida se retirara hacia el mar, logrando tierras aptas para el cultivo. De los distintos relatos del diluvio se encuentra el de Fah-le, que fue ocasionado por las crecidas de los ríos en el 2.300 a.C. Pero la más antigua de las tradiciones, cuenta que Nu-wah se salvó junto a su mujer, sus tres hijos y las esposas de éstos, en una embarcación donde dieron cabida a una pareja de cada animal conocido. Tan importante es esta leyenda de Nu-wah que hoy en día se escribe la palabra “nave” en chino, representada por una barca con ocho bocas dentro (en alusión a los ocho seres que se salvaron de la catástrofe).
Probablemente, la doctrina de la destrucción del mundo (pralaya) era ya conocida en los tiempos védicos (Atharva Veda). La conflagración universal (ragnarök), seguida de una nueva creación, forma parte de la mitología germánica. Estos hechos parecen indicar que los indoeuropeos no ignoraban el mito del Fin del Mundo. Recientemente, Stig Wikander ha indicado la existencia de un mito germánico sobre la batalla escatológica en todo similar a los relatos paralelos indios e iranios. Pero a partir de los Brâhmanas y, sobre todo, en los Purânas, los indios desarrollaron laboriosamente la doctrina de las cuatro yugas, las cuatro Edades del Mundo. Lo esencial de esta teoría es la creación y destrucción cíclica del Mundo —y la creencia en la «perfección de los comienzos»—. Como los budistas y los jainas comparten las mismas ideas, se puede sacar la conclusión de que la doctrina de la eterna creación y destrucción del Universo es una idea panindia. Recordemos que un «ciclo» completo termina por una «disolución», un pralaya, que se repite de una manera más radical (mahâpralaya, la «gran disolución») al fin del milésimo ciclo. Según el Mahâbharata y los Purânas, el horizonte se inflamará, siete o doce soles aparecerán en el firmamento, secarán los mares y quemarán la Tierra. El fuego Samvartaka (el Fuego del incendio cósmico) destruirá el Universo por completo. A continuación, un diluviol caerá ininterrumpidamente durante doce años, la Tierra quedará sumergida y la humanidad aniquilada (Visnu Purâna). En el Océano, sentado sobre la serpiente cósmica Çesha, Visnú duerme sumergido en el sueño yoga (Visnu Purâna,). Y luego todo recomenzará de nuevo ad infinitum.

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