Mucho se habló en la historia sobre el enfrentamiento (real) entre la Iglesia Católica y la masonería. El enfrentamiento no hace más que mostrar con claridad la dualidad entre fe y razón en la psiquis humana, además de verse reflejado en una lucha entre poderes fácticos en el mundo.
Así, la Iglesia Católica ha sabido difundir a lo largo de los años una extensa bibliografía que señala a la masonería como la mano negra detrás de todos los males del mundo y no duda en acusar a las logias de un sistemático ataque contra la institución. No menos cierto es que la masonería ha trabajado incansablemente para socavar los valores tradicionales propuestos no sólo por la religión católica, sino todas las grandes religiones del planeta, como parte de su ideario primordial. Muchas veces, tanto la Iglesia como la masonería, han sabido valerse de documentos anónimos, falsas historias y relatos capciosos que buscaron jsutificar sus argumentos.
En este marco de lucha retórica en las sombras es que se está dando a conocer parte del entuerto dentro del Vaticano por las filtraciones que el mayordomo del Papa Benedicto XVI, Paolo Gabriele, realizó mediante el robo de documentos.
Según algunos recortes periodísticos, Gabriele tenía en su poder numerosos textos acerca de la masonería. Quizá como parte de esa pelea velada, algunos recortes recalcaron que Gabriele tenía una 2obsesión2 con el tema. Dos testigos comparecieron este martes ante los tres jueces que guían el proceso contra el antiguo ayudante de cámara de Joseph Ratzinger, en la segunda jornada del llamado“juicio del siglo” que tiene lugar en los tribunales vaticanos, justo detrás de la Basílica de San Pedro.
Entre los testimonios que fueron escuchados este martes en el aula, destacaron los de Gianluca Gauzzi Broccoletti y Costanzo Alessandrini, dos de los cuatro gendarmes que catearon la casa privada de Gabriele el 23 de mayo pasado.
Dicha revisión fue efectuada por orden del comandante de la Gendarmería y jefe de la seguridad privada de Benedicto XVI, Domenico Giani, como consecuencia de las primeras sospechas del círculo estrecho del pontífice contra el entonces mayordomo.
Gauzzi Brocoletti señaló que durante el cateo fueron descubiertos miles de documentos sobre los temas más variados. “Descubrimos miles de documentos, no recuerdo si incluían algunas investigaciones de historia, lo que sí observamos es que eran muchísimos textos que tenían como tema la masonería”, indicó.
Agregó que, inicialmente, se pretendió realizar una selección entre los informes confidenciales del Papa y el resto de los papeles, pero luego de siete horas de cateo, la gran mayoría del material no había sido revisada.
Durante su turno ante el tribunal, Alessandrini reconoció que conocía a Gabriele desde hace muchos años, pero nunca sospechó que él fuese responsable del robo de documentos reservados del Pontífice.
“Iniciamos el cateo en el estudio, abrimos un armario muy pero muy grande que contenía miles de hojas, totalmente desordenadas. Las empezamos a revisar una a una y eran textos sobre la masonería, los servicios secretos y documentos de internet difíciles de catalogar“, precisó.
Alessandrini, quien encabezó el cateo, reveló que también le decomisaron al acusado material informático, una memoria usb y una computadora personal.
También dieron versiones encontradas sobre dónde habían sido encontrados otros objetos como una pepita de oro y un cheque por 100 mil euros (unos 129 mil dólares) a nombre del Papa.
A su vez, Paolo Gabriele acusó hoy a los miembros de la Gendarmería Vaticana de haberlo sometido a presiones psicológicas durante los primeros días de su detención en una celda de seguridad.
En su declaración ante los tres jueces que lo procesan, lamentó el trato recibido de los gendarmes.
“¿Es verdad que en la primera celda en la cual estuvo en aislamiento no tenía espacio ni siquiera para alargar los brazos?”, le preguntó su abogada. A lo cual el imputado respondió: “Sí, es verdad”.
El “promotor de justicia” (fiscal), Nicola Piccardi, interrumpió para aclarar que él intervino inmediatamente para solicitar que se buscase una celda más grande donde ubicar a Gabriele, sobre todo porque en ese momento había otro detenido de nombre Claudio Sciarpelleti.
“¿Es verdad que por 15 o 20 días se mantuvo con la luz encendida en su celda las 24 horas del día, sin que hubiese dentro un interruptor para apagarla”, cuestionó una vez más la abogada.
“Sí, es verdad, la luz estuvo encendida las 24 horas y esto me provocó una disminución de la vista”, fue la respuesta del exmayordomo, que puso en alerta al equipo de comunicación del Vaticano como a la Gendarmería, que respondieron inmediatamente a la acusación.
Poco después de la audiencia de este día, en la cual atestiguó Gabriele, la segunda del juicio por el “vatileaks” que comenzó el 29 de septiembre, el portavoz de la Santa Sede declaró que lo dicho por el ex mayordomo es “su versión de los hechos”.
Además anunció que, como lo había solicitado el juez Giuseppe Dalla Torre durante la audiencia al propio fiscal Piccardi, se abrió una investigación judicial aparte para constatar la existencia o no de abusos en contra del detenido.
Tomado de: CONSPIRACIONES 6-3-13