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sábado, 22 de junio de 2019

Masonería, de sociedad secreta a sociedad con secretos

Masonería, de sociedad secreta a sociedad con secretos
Amalia González Manjavacas

Para muchos la masonería es sinónimo de sociedad secreta en la que se urden conspiraciones y se medra a la sombra del poder. Otros pretenden que fue una organización republicana, izquierdista y anticlerical.

Fotos: EFE y Archivo digital. El compás, símbolo de los límites del masón respecto a los demás.

Apenas se conoce que fueron masones no pocos de los grandes poetas, escritores, músicos o científicos como Montesquieu, Voltaire, Goethe, Herder, Mozart, Listz, Haydn, Fleming, incluso actores como Oliver Hardy, John Wayne, Glenn Ford, Clark Gable o Peter Sellers, según indica Javier Álvarez Planas, catedrático de Historia del Derecho en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) de España.

"Para muchos, la masonería es una sociedad secreta en la que se urden conspiraciones y se medra a la sombra del poder. Para otros, fue además una organización republicana, izquierdista y anticlerical, pues en ella militaron destacados líderes socialistas, anarquistas o comunistas, como Lafargue, Proudhon, Bakunin, Buonarroti, Malatesta y hasta varios caudillos de la Independencia de América”, precisa el experto.

Estos son algunos de los ejes sobre los que vertebra su obra Masones en la Nobleza de España. Una hermandad de iluminados este historiador y también jurista, en un intento de desterrar viejos mitos y prejuicios, afirmando que "la masonería no es una sociedad secreta, sino una sociedad con secretos”. 

Una obra exhaustiva que publica La Esfera de los Libros (2016) y que fue galardonada con el V Premio Hidalgos de España. 

MULTITUD DE POLÍTICOS MASONES

El autor plantea al lector la paradoja de la presencia de nobles en las logias, con un perfil supuestamente conservador, monárquico y católico, todavía más acentuado si se tiene en cuenta que la masonería practicaba una fraternidad igualitaria, que contribuyó a difundir los principios del liberalismo social, político y económico. 

Durante la dictadura franquista, el enemigo fundamental del régimen era una supuesta "conjura judeo-masónica y comunista”. Sin embargo, Alvarado demuestra que en la masonería había gentes muy variadas, de derechas y de izquierdas y, sobre todo, nobles católicos y monárquicos. 

"Todo muy lejos de la realidad que aseguraba la propaganda del régimen franquista sobre unos masones que conspiraban, o coincidían en conspirar con los comunistas, para acabar con la España católica y tradicional”, afirma el experto.

Javier Alvarado Planas (Madrid, 1958), académico de las Reales Academias de la Historia y de Jurisprudencia y Legislación, ha publicado más de un centenar de libros y artículos, y ha recibido diversos reconocimientos, como el Premio Nacional de Historia, la Cruz de San Raimundo de Peñafort o la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica.

A través del estudio biográfico de centenares de nobles españoles, pertenecientes a la masonería y de perfil conservador, católico y monárquico, demuestra lo equívoco de aquellas afirmaciones y clarifica dichas paradojas. 

Son precisamente desentrañados algunos mitos, como la efectiva participación de la masonería en las cortes y la Constitución de Cádiz de 1812, en el Trienio Liberal, o su responsabilidad en periodos históricos cruciales, como el proceso de independencia de las colonias americanas, el Sexenio Revolucionario (1868-1871) o la Guerra Civil española.

Por sus páginas desfilan nobles y políticos españoles que fueron masones, entre ellos el conde de Montijo, el general Riego, o Agustín Argüelles. En el Gobierno de España, a lo largo del siglo XIX, lo fueron Calatrava, Martínez de la Rosa, el duque de Rivas, Ruiz Zorrilla, y los generales Fernández de Córdova, Evaristo San Miguel y Narváez.

Otro es el caso de Salvador Samá de Sarriera, marqués de Villanueva Geltrú, Grande de España, quien, después de haber apoyado, en su momento, el golpe de Estado de Primo de Rivera y unirse luego, durante la Guerra Civil, al bando nacional, y financiarlo, fue condenado por los tribunales franquistas a 20 años de cárcel, precisamente por ser masón.

En el del general Prim, por ejemplo, cuando formó gobierno en 1869, cinco de sus ministros eran masones: Sagasta, en Gobernación; Ruiz Zorrilla, en Fomento; Martos, en Estado; Moret, en Hacienda; y el almirante Berenguer, en Marina. En concreto, "Sagasta, cuando fue nombrado presidente del Consejo de Ministros, en 1881, dimitió como Gran Maestro del Gran Oriente de España -aclara Alvarado- pero sin abandonar sus actividades masónicas hasta 1885”.

PLATAFORMA DE PROMOCIÓN

Otro punto destacado de esta exhaustiva obra radica en resaltar cómo la militancia masónica de personajes tan dispares políticamente habría de terminar caracterizándola por su vocación interestamental. 

Sin embargo, hasta el último cuarto del siglo XIX fue aristocrática y burguesa, siendo las logias una plataforma de promoción profesional, social y política. Por eso abundaron los militares masones, pues la sociabilidad de las logias evadía de la monótona vida militar, según indica el experto.

Frente al carácter apolítico de la masonería anglosajona en España, muchas logias tuvieron tendencias claramente políticas y sociales. Por ejemplo, ya el consejo de ministros del primer Gobierno del Trienio Liberal (1820-1823) estuvo formado íntegramente por masones, según indica Alvarado.

"No obstante, durante el reinado de Isabel II (1833-1868), la actividad política abandonó la ritualidad de las logias para desenvolverse a través de los partidos políticos. Incluso varios presidentes del gobierno que habían sido masones durante el Trienio Liberal (1820-1823), como Martínez de la Rosa o Toreno, no volvieron a frecuentar las logias, volcándose en los partidos”, afirma el catedrático. 

Lo que no impidió la afiliación de algunos miembros de la familia Borbón, como Enrique de Borbón-Dos Sicilias, duque de Sevilla y nieto de Carlos IV, aunque iniciados en logias extranjeras, para no comprometer la tradición confesional de la monarquía española, según asevera el especialista.

"A finales del XIX, y principios del XX, la creación de partidos de masas y sindicatos de trabajadores, al canalizar la sociabilidad reivindicativa, permitió que la masonería recuperase su papel originario, apolítico, filantrópico y educativo”, comenta.

Ya en el siglo XX, hasta la Guerra Civil de 1936-1939, con la crisis del sistema político de la restauración, caracterizado por la oligarquía y el caciquismo, muchos, tanto de izquierdas como de derechas, vieron en la masonería una organización capaz de regenerar la vida política y social. En esta etapa también convivieron monárquicos con republicanos, o comunistas y socialistas con conservadores, falangistas y fascistas, en opinión de Alvarado. 

FRANCO TAMBIÉN QUISO SER MASÓN

En la Segunda República (1931-1939), sólo en su primer gobierno provisional hubo seis ministros masones, y en las Cortes Constituyentes más de 150 diputados de diversas obediencias masónicas, aunque seguían las directrices de sus respectivos partidos, por encima de las consignas de sus obediencias: 48, en el Partido Republicano Radical; 44, en el PSOE; 34, en el Radical-Socialista; 14, en Acción Repúblicana; 10, en Esquerra Republicana de Catalunya; y siete, en la Federación Republicana Gallega, según indica en las páginas de su obra. 

Alvarado detalla que la mayor parte de los presidentes de gobierno republicanos eran, o habían sido, masones: Manuel Azaña, iniciado en 1932; Alejandro Lerroux, Martínez Barrio, Ricardo Samper, Manuel Portela o Casares Quiroga; y muchos, igualmente, de los ministros: Lluis Companys (Marina, presidente de la Generalitat) o Fernando de los Ríos (Justicia, Instrucción Pública), entre una larga lista.

Entre los intelectuales y científicos también hubo masones, pues el Nobel de Medicina, Ramón y Cajal, fue iniciado en 1877, en la logia regular Caballeros de la Noche, de Zaragoza, con el nombre simbólico de Averroes. Y lo fue, igualmente, Jacobo Fitz-James Stuart, duque de Alba, padre de Cayetana de Alba. 

Alvarado también pone su atención en los "nobles fichados en el Archivo Masónico de Salamanca, por su apoyo a la causa de la Monarquía, en la persona de Don Juan de Borbón, contra el régimen totalitario franquista”.

También se esclarece la pertenencia a la masonería, por paradójico que parezca, de Franco, a quién se le habría denegado la iniciación masónica en dos ocasiones, una primera vez en una logia de Larache y después en otra de Madrid, en 1932, antes de convertirse en martillo de masones y comunistas. 

Incluso los dos futuros apoyos internacionales de la España franquista habrían de ser un judío, el presidente estadounidense Eisenhower y un masón, el primer ministro británico Winston Churchill, según los datos del historiador. 

Se trata, nos dice el autor, de "ahondar en aspectos poco tratados hasta ahora, desconocidos o confusos, para intentar levantar ese velo de secretismo y ocultismo que ha enturbiado la historia de la masonería en España”. A diferencia de lo ocurrido en "otros países europeos, como Francia, donde fueron masones hasta los mismos reyes (Luis XV, Luis XVIII), o Gran Bretaña, donde Eduardo VII, entre 1875 y 1901, fue Gran Maestro de La Gran Logia Unida de Inglaterra”. (EFE Reportajes).


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