Jesús Soriano Carrillo. La opinión de málaga
Lucas MARTÍN
Muchas fotografías lo muestran en una sala amplia, rodeado de probetas y de alambiques. Hace años, si alguien lo hubiera enfocado, habrían abarcado también un campo de rugby, con las manos de Jesús Soriano Carrillo abalanzadas sobre una pelota de cuero. Profesor honorario de la Complutense, ex deportista, científico de prestigio, el soberano gran comendador del grado 33 del rito escocés antiguo, que así reza su blasón, no tiene miedo a salir a la luz; el resto de los masones filosóficos, sus correligionarios, tampoco es que vivan en una madriguera. Los días 9 y 10 de noviembre se reúnen en el hotel NH de Málaga.
¿En qué consiste el encuentro de noviembre?
El convento de nuestro supremo consejo se celebra anualmente en un territorio en el que contamos con alguna delegación de apoyo. Esta vez le tocaba a Andalucía, donde congregaremos a supremos de diez países distintos. Se trata de reuniones que se convocan en torno a un tema y que este año contarán también con una ponencia pública sobre el papel de la mujer en las logias y con el premio anual, que será para el supremo de México en reconocimiento a labor del país con la población exiliada de la II República Española.
La lista de masones, según quien la enuncie, resulta inagotable. Se habla de Goethe y de Machado. Pero también de papas. Y hasta de Zapatero.
En los últimos casos que cita hay mucho de literatura. Se sabe que Juan XXIII era martinista, que es otra orden, pero de eso no se puede inferir una identificación con nuestros principios. Zapatero no forma parte de ninguna logia, aunque es cierto que su abuelo, el que fue fusilado, era masón. Desconozco si eso le despierta alguna simpatía hacia el movimiento; durante su etapa en la Presidencia no llevó a cabo, desde luego, una política favorable hacia la masonería.
¿Franco quiso ser masón?
La obsesión de Franco con la masonería era casi patológica. Sus hermanos (Ramón y Nicolás) eran miembros de una logia; al parecer, solicitó la entrada en el movimiento, pero fue rechazado por su comportamiento poco ético. En su aversión pudo haber un componente personal, pero tampoco podemos olvidar que los regímenes totalitarios no digieren muy bien la masonería, que, al fin y al cabo, defiende fundamentalmente la igualdad, la libertad y la fraternidad. Francisco Umbral decía que los masones fueron los judíos de Franco. Hubo muchas víctimas, ciertamente, pero menos que con Hitler o Stalin. Al lado de estos dos, lo de Franco fue de aprendiz; de siniestro aprendiz.
¿El secretismo obedece a la tradición o a las represalias?
Los masones siempre hemos apostado por la discreción y no sólo como consecuencia de las persecuciones. Un miembro, por ejemplo, no puede revelar la condición de otro, salvo que éste, como en mi caso, se haya pronunciado públicamente. Dicho esto, no se debe perder de vista que la masonería no actúa de espaldas a la sociedad; formamos parte, sin ir más lejos, del registro de asociaciones y contamos con una sede social, que se puede consultar por internet. La única diferencia es que tenemos nuestras normas; al igual que no podemos hablar de política o de religión, tampoco propagamos el contenido de nuestras reuniones. Esto no tiene nada de especial; es justamente lo que hace cualquier consejo de empresa o de redacción.
¿Qué hay de cierto en la influencia política en la sombra que le atribuyen algunos historiadores?
En España jamás tuvimos influencia política. Es verdad que Prim era masón y que lo mataron camino de la logia, pero la política española nunca ha estado decididamente influida por la masonería. En Estados Unidos, por ejemplo, todos los padres fundadores eran miembros de nuestro movimiento.
¿Ni siquiera en la Segunda República? Lo digo por Azaña, Companys...
Azaña fue masón porque se aceleró su iniciación, que se hizo en tres días, pero en realidad jamás participó en ninguna tenida (encuentro). Quien sí destacó fue Llopis, que fue director general de Educación e hizo una gran labor por la formación en este país.
¿Siguen sin tener acceso las mujeres a las logias?
Es un asunto complejo. La masonería regular no admite mujeres, pero existe un movimiento masón exclusivamente femenino; con su propio consejo supremo y un funcionamiento similar al de los hombres. Me atrevería a decir que, incluso, mejor, porque las mujeres suelen ser más meticulosas. Conozco a muchas mujeres que son masonas; otra cosa, insisto, es la masonería regular. No hay consejos mixtos porque no figura en los estatutos, pero tampoco existen en otras órdenes y asociaciones. Es perfectamente legítimo y uno, al fin y al cabo, está donde quiere estar.
¿A qué responde originalmente la segregación?
Precisamente a un principio igualitario; la masonería, desde sus orígenes, únicamente admite a personas libres; y la mujer, por desgracia, no lo fue durante siglos, por su sometimiento al hombre. Ahora, una vez más o menos superada esa desigualdad, es, simplemente, un modo de funcionar. De hecho, la masonería femenina tampoco acepta a hombres.
¿En qué se diferencia la masonería filosófica del resto de corrientes del movimiento?
La diferencia radica en los grados. Esto es, la masonería simbólica, que resulta esencial, abarca la formación ética, intelectual y teológica necesaria para abarcar el camino entre el aprendiz y el maestro. Muchos masones deciden quedarse en ese punto y trabajar a partir de ahí, pero otros quieren seguir profundizando y, en ese sentido, la masonería filosófica es una opción para ahondar en la vía de la transformación. Dicho en términos más coloquiales, la masonería simbólica es necesaria para licenciarse y la filosófica una rama para los que se decantan libremente por aumentar de grado. Eso no significa que los de mayor capacidad intelectual y humana tengan necesariamente que alcanzar los cargos más altos; hay hermanos, realmente brillantes, que prefieren mantenerse en otros niveles. El Supremo Consejo del Grado 22 y Último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para España, que es el nuestro, es el tercero más antiguo del mundo, tras los de Estados Unidos y Francia.
Doctor en Ciencias Geológicas, ex jugador de rugby, científico y profesor honorario de la Complutense. ¿Qué le llevó a la masonería?
Simplemente un proceso de búsqueda, de curiosidad intelectual. De niño, en el franquismo, estudié en un colegio francés y eso me permitió conocer a muchas personas en contacto con la masonería. Me atrajeron sus principios, especialmente en lo que respecta a la igualdad y la libertad, y decidí profundizar en ellos. Por eso ingresé.
La crisis no tolera demasiadas veleidades. ¿Qué puede aportar la masonería en un contexto de destrucción como el actual?
La masonería puede aportar muchas cosas a la modernidad. Más allá de la crisis, uno de los grandes problemas que tenemos es que el reconocimiento de los derechos se antoja exclusivamente nominal; es decir, aparecen en el ordenamiento jurídico, en los textos legales, pero no se ejercen y, en algunos casos, ni siquiera existen, en la práctica, los cauces para hacerlo. La masonería filosófica considera que el hombre debe ser consciente de su dimensión social, por lo que defendemos, por ejemplo, la necesidad de pagar tributos y, especialmente, la instrucción. Necesitamos una sociedad culta, y esto es complicado. Sobre todo, en España, donde el sistema educativo falla y no se articula como debería. Y no me refiero sólo a los conceptos, sino también a los valores, que son esenciales.
¿Creen los masones en la trascendencia?
Sin duda. De hecho, es el principal punto de unión en la masonería, con independencia del credo que profese cada miembro. Todos coincidimos en la creencia en un principio y un ser superior, que llamamos el Gran Arquitecto. Para los masones lo fundamental es la trascendencia del alma.
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Publicado por Kemnebi Baruti Usir para Respetable Logia Añaza Nº 33 el 9/07/2012 06:29:00 a.m.
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