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domingo, 16 de agosto de 2020

ABRAHAM, EL SUMERIO


ABRAHAM, EL SUMERIO

La Biblia nos dice que Abraham, el patriarca, el hombre que forjó el destino de las tres principales religiones monoteístas de la actualidad, creció y se educó en Ur, nada menos que la “capital” de Sumer en su momento de mayor apogeo, el renacimiento sumerio de la tercer dinastía de Ur.

Gén.11.31. Y tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot hijo de Harán, hijo de su hijo, y a Sarai su nuera, mujer de Abram su hijo, y salió con ellos de Ur de los caldeos, para ir a la tierra de Canaán; y vinieron hasta Harán, y se quedaron allí.

Gén.15.7. Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra.

“Caldea” es el nombre con que se conoció en la Antigüedad la región situada en la media Mesopotamia, al establecerse en ella los caldeos, una tribu semítica que por su lengua se asume que están relacionados con los arameos.

Caldea y los países limítrofes

Posteriormente esta denominación se extendió a toda la región de Babilonia, pero solo debe llamarse Caldea a la zona extrema sudoriental de la parte meridional de la cuenca del Éufrates y el Tigris. El término ‘caldea’ proviene del latín Chaldaeus, y este a su vez del griego antiguo, y este, finalmente, del acadio kaldû.
Caldea, identificada como Shumir (Sumer), y los países limítrofes

Como debemos entender esta vinculación que delinea la Torá entre este pro-hombre y la civilización sumeria, siendo Abraham el primer patriarca de las principales religiones monoteístas de la actualidad, y Sumer, la primer civilización de la humanidad y acaso la más grandiosa?

Que clase de herencia tiene la cultura sumeria sobre la tradición monoteísta? Cuanto de las tradiciones actuales quizás tengan su origen en la lejana Ur de Sumer?

El contexto de la Ur de Abraham

El renacimiento sumerio es un período que comprende los años entre la caída del Imperio acadio y el período de las dinastías amorritas de Isín y Larsa, entre los siglos XXII AEC y XXI AEC. Dentro de esta etapa destacan los años de la llamada Tercera Dinastía de Ur o Ur III, por darse en estos una nueva hegemonía que abarcaría toda Mesopotamia, con la ciudad de Ur a la cabeza. Tras la caída del Imperio acadio las ciudades sumerias recuperaron su independencia, y pese a la irrupción de los nómadas gutis, quienes provocaron continuos saqueos, arrasaron ciudades y campos y dificultaron el comercio, el fin del imperio no conllevó un período de decadencia.

Ekishnugal (ziggurat de Ur)

De acuerdo a la Lista Real Sumeria, respecto de la tercer dinastía de Ur: “Renacimiento Sumerio”

Ur-Nammu de Urim: 18 años gobierna hacia el 2111 a. C.–2094 a. C. en la cronología mínima
Shulgi: 46 años gobierna hacia el 2093 a. C.–2046 a. C. en la cronología mínima
Amar-Sin de Urim: 9 años hacia el 2045-2037 a. C.
Shu-Sin de Urim: 9 años hacia el 2036-2028 a. C.
Ibbi-Sin de Urim: 24 años hacia el 2027-2003 a. C.

“Entonces Urim (Ur) fue derrotada y la realeza pasó a Isín”

Ur-nammu se dio a sí mismo el título de «rey de Sumer y de Acad», que si bien no se conocen con precisión los límites de sus dominios, se han encontrado inscripciones suyas en numerosas ciudades sumerias —Nippur, Lagash, Uruk, Larsa, Eridu y Ur. No fue un rey con carácter expansionista, no intentó construir un gran imperio como Sargón y sus sucesores. En lugar de eso se dedicó a unir las ciudades de Mesopotamia central y meridional, y a una intensa labor de reformas en la administración y construcción de infraestructuras.
Ur-nammu (ca. 2112–2004 B.C.)

Durante su reinado se redactó el llamado código de Ur-Nammu, se unificó la jurisprudencia, se fijó la equivalencia entre las diferentes monedas existentes, se excavaron nuevos canales de riego y se abrieron nuevas rutas comerciales. Se reconstruyeron los templos destruidos en las invasiones de los Guti y se edificaron nuevos santuarios, especialmente en la capital, Ur. Edificó un zigurat dedicado al dios de la luna sumerio, Nanna/Sin y nombró a su hija Ennirgalanna sacerdotisa de dicho templo. También engrandeció el templo de Enlil en Nippur. Las ciudades sumerias perdieron la autonomía de la que disfrutaban en otro tiempo y pasaron a estar bajo control directo del rey de Ur. Sus sucesores disfrutarían de años de prosperidad y estabilidad política, que aprovecharían para expandir las fronteras y crear el imperio de Ur.

Detalle estela de Ur-Nammu

El código de Ur-Nammu, que antecedió en trescientos años al código de Hammurabi, está estructurado de manera que a cada crimen le sigue un castigo específico, estructura copiada en códigos posteriores. Al contrario que el código de Hammurabí, cuya máxima popular es el ojo por ojo, el código de Ur-Nammu contempla compensaciones económicas en lugar de daños físicos como pago a ciertos crímenes. Sin embargo el asesinato, el robo, el adulterio y el rapto son considerados ofensas capitales que no admiten tal compensación.

Estela de Ur-Nammu

Es en este particular marco de prosperidad y estabilidad social, económica, judicial y política en el que emerge la figura del patriarca Abraham.

Un análisis histórico alternativo

A continuación, un extracto del capítulo XIII del libro “La Guerra de los Dioses” de Zecharia Sitchin. En el mismo, primero se sitúa temporariamente la cronología bíblica para luego intentar correlacionarla con la historia de Mesopotamia.

(…) El cautiverio del pueblo hebreo en Egipto fue de 400 años, lo que sitúa el acontecimiento entorno al 1833 a.C. (1.433 + 400). Luego en el Génesis 47:7-9: «Y José llevó a Jacob, su padre, y lo presentó ante el faraón… Y el faraón le dijo a Jacob: ‘¿Qué edad tienes?’, y Jacob le dijo al faraón: ‘Los días de mis años son ciento treinta’». Jacob, por tanto, nació en 1963 a.C. Ahora bien, Isaac tenía sesenta años de edad cuando nació Jacob (Génesis 6:26); e Isaac le nació a su padre Abraham cuando éste tenía 100 años (Génesis 21:5). Así pues, Abraham (que vivió hasta los 175 años) tenía 160 años cuando nació su nieto Jacob. Esto sitúa el nacimiento de Abraham en el 2123 a.C.

El siglo de Abraham -los cien años que van desde su nacimiento hasta el nacimiento de su hijo y sucesor, Isaac- fue, por tanto, el siglo que presenció el auge y la caída de la Tercera Dinastía de Ur. Nuestra lectura de los relatos y la cronología bíblica sitúa a Abraham justo en medio de los trascendentales acontecimientos de aquellos tiempos -no como un mero observador, sino como participante activo.

En la Biblia no se da ninguna explicación a la partida de Ur, ni tampoco se dice el momento, pero podemos suponer las respuestas si relacionamos su partida con los acontecimientos de Mesopotamia en general y de Ur en particular. Sabemos que Abraham tenía setenta y cinco años cuando, más tarde, fue de Jarán a Canaán. Por lo que se sugiere en la narración bíblica, la estancia en Jarán debió ser larga, y nos ofrece la imagen de un Abraham joven y recién casado cuando llega a Jarán. Si, según nuestros cálculos, Abraham nació en 2123 a.C, tendría diez años cuando Ur-Nammu ascendió al trono de Ur y cuando a Nannar se le confió la administración de Nippur. Y tendría 27 años cuando Ur-Nammu murió en el campo de batalla.

El año de la caída de Ur-Nammu fue el 2096 a.C. ¿No pudo ser el año en que, bajo el impacto del acontecimiento o como consecuencia de él, Téraj y su familia dejaron Ur en dirección a un destino lejano, Jarán, el Ur lejos de Ur? A lo largo de todos los años que siguieron, con el declive de Ur y la inmoralidad de Shulgi, la familia permaneció en Jarán.

Después, súbitamente, el Señor actuó de nuevo: Y Yahveh le dijo a Abram: «Vete de tu país y de tu lugar de nacimiento y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré»… Y Abram partió, tal como le había dicho Yahveh, y Lot se fue con él. Y Abram tenía setenta y cinco años cuando dejó Jarán. Tampoco aquí se nos da razón alguna para tan crucial mudanza. Pero la pista cronológica es de lo más reveladora. Abraham tenía 75 años de edad en el 2048 a.C. -¡el mismo año de la caída de Shulgi!

Debido a que la familia de Abraham (Génesis 11) era la continuadora directa del linaje de Sem, se ha considerado a Abraham como semita, aquél cuyo origen, herencia cultural y lengua son semitas, a diferencia (en la mentalidad de los expertos) de los súmenos no semitas y de los posteriores indoeuropeos. Pero, en un sentido bíblico original, todos los pueblos de Mesopotamia eran descendientes de Sem, tan «semitas» como «sumerios».

No existe nada en la Biblia que sugiera, como algunos expertos han empezado a sostener, que Abraham y su familia fueran amoritas (es decir, semitas occidentales) que llegaron como inmigrantes a Sumer para volver después a su lugar de origen. Por el contrario: todo indica que se trataba de una familia enraizada en Sumer desde sus comienzos, una familia que, súbitamente, tuvo que desarraigarse de su país para mudarse a una tierra extraña. Las correspondencias entre los dos acontecimientos bíblicos y las fechas de dos importantes acontecimientos sumerios -y de otros más por venir- nos indican una conexión directa entre todos ellos. ¡Abraham no aparece como el hijo de unos inmigrantes extranjeros, sino como el vastago de una familia directamente implicada en los asuntos de estado sumerios!

Los expertos, en su búsqueda de respuestas a la pregunta de «¿Quién fue Abraham?», se han aferrado a la similitud entre su designación como hebreo (Ibrí) y el término Hapiru (que en Oriente Próximo se pudo transformar en Habiru), que es como los asirios y los babilonios de los siglos xvm y XVII a.C. llamaban a las bandas de saqueadores semitas occidentales. A finales del siglo xv a.C, el jefe de una guarnición egipcia en Jerusalén pidió refuerzos a su rey para defenderse de los Hapiru. Y los expertos se han aferrado a todo esto como evidencias de la hipótesis de que Abraham era un semita occidental. Sin embargo, muchos expertos dudan, y piensan que este término no denota un grupo étnico en absoluto, preguntándose si esta palabra no sería un sustantivo descriptivo que significara, simplemente, «merodeadores» o «invasores».

La idea de que Ibri (evidentemente, del verbo «cruzar») y Hapiru tengan algo que ver, entraña problemas filológicos y etimológicos sustanciales. Cuando Abraham se ve involucrado en la Guerra de los Reyes, no sólo se maneja como un comandante manejando un ejercito, sino que también se niega a recibir su parte del botín. Ésta no es la conducta de un bárbaro merodeador, sino la de una persona de elevadas normas de comportamiento. Al llegar a Egipto, Abraham y Sara son llevados a la corte del faraón; en Canaán, Abraham acuerda tratados con los gobernantes locales. No es ésta la imagen de un nómada que saquea las poblaciones de otros; es la imagen de un personaje de elevada reputación, hábil en la negociación y en la diplomacia.

A partir de estas consideraciones, Alfred Jeremías, por entonces un importante asiriólogo y profesor de historia de la religión en la Universidad de Leipzig, anunció en la edición de 1930 de su obra maestra Das Alte Testament im Lichte des Alten Orients que «en su constitución intelectual, Abraham era sumerio». Jeremías amplió esta conclusión en un estudio de 1932 titulado Der Kosmos von Sumer. «Abraham no era un semita babilónico, sino sumerio». Y sugirió que Abraham encabezó a los Fieles cuya reforma buscaba elevar a la sociedad sumeria a niveles religiosos más altos. Estas ideas resultaban audaces en una Alemania que estaba presenciando el auge del Nazismo, con sus radicales teorías. Los posteriores trastornos y la Segunda Guerra Mundial cortaron cualquier debate sobre el tema. Lamentablemente, la línea que Jeremias discerniera ya no se ha vuelto a tomar. Sin embargo, todas las evidencias bíblicas y mesopotámicas nos dicen que Abraham fue, sin duda, sumerio.

El Antiguo Testamento nos proporciona, de hecho (Génesis 17:1-16), el modo y el momento en que Abraham se transformó, de noble sumerio, en un potentado semita occidental, tras la alianza establecida con su Dios. En un ritual de circuncisión, su nombre sumerio AB.RAM («Amado del Padre») se cambió por el acadio/semita Abraham («Padre de una Multitud de Naciones») y el de su esposa SARAI («Princesa») se adaptó al semita Sarah. Fue entonces, a los 99 años de edad, cuando Abraham se convirtió en «Semita».

¿No resulta ingenuo pensar que, para su misión en Canaán, para el nacimiento de una nación, y para el gobierno de todas las tierras desde la frontera de Egipto hasta la frontera de Mesopotamia, el Señor eligiera a alguien al azar, designara a cualquiera que circulara por las calles de Ur?

La joven con la que se casó Abraham llevaba el nombre-epíteto de Princesa; dado que era hermanastra de Abraham («En verdad, es mi hermana, la hija de mi padre, pero no la hija de mi madre»), podemos dar por seguro que, o bien el padre de Abraham, o bien la madre de Sara, eran de ascendencia real. Del hecho de que la hija de Harán, el hermano de Abraham, llevara también un nombre real (Milkha -«Regia»), se deduce que los antepasados reales provenían del padre de Abraham. Así pues, la familia de Abraham debía pertenecer al selecto grupo de la aristocracia sumeria, con poder y capacidad de influencia en los asuntos de estado. No sólo era una familia que podía reivindicar ser descendiente de Sem, sino que también dispondrían de registros familiares que remontarían su linaje a través de generaciones de primogénitos: Arpakshad, Shélaj y Héber; Péleg, Reú y Serug; Najor, Téraj y Abraham; ¡los registros históricos de la familia se remontaban en el tiempo nada menos que tres siglos!

¿Qué significan los nombres-epíteto? Si Shélaj («Espada») nació, como dice el capítulo 11 del Génesis, 258 años antes que Abraham, tuvo que nacer en 2381 a.C. Es decir, la época de los conflictos que llevaron a Sargón al trono en la nueva capital Agadé («Unida»), para simbolizar la unificación de las tierras y una nueva era. Sesenta y cuatro años después, la familia llamó a su primogénito Péleg («División»), «pues en sus días la tierra se dividió». De hecho, fue la época en la que Sumer y Acad se separaron tras la intentona de Sargón de llevarse suelo sagrado de Babilonia, con su posterior muerte. Pero más interesante resulta el significado del nombre de Héber, y la razón para habérselo puesto al primogénito en el 2351 a.C, y de la cual proviene el término bíblico Ibri («hebreo»), por el cual se identificó a Abraham y a su familia. El nombre Héber proviene de la raíz de una palabra que significa «cruzar»: el sufijo bíblico «i», cuando se aplica a una persona, significa «nativo de»; Gileadi significaba nativo de Gilead, etc. Del mismo modo, Ibri significaba nativo de un lugar llamado «Cruce»; y ese, precisamente, era el nombre sumerio de Nippur: NI.IB.RU -el Lugar del Cruce, el lugar donde la rejilla antediluviana se cruzaba, el Ombligo de la Tierra original, el antiguo Centro de Control de Misiones.

La caída de la n al pasar del sumerio al acadio/hebreo era algo frecuente. Al decir que Abraham era un Ibri, la Biblia simplemente quiere decir que Abraham era un Ni-ib-ri, ¡un hombre de origen nippuriano! Los expertos han interpretado el hecho de que la familia de Abraham emigrara de Ur a Jarán como que Ur era también el lugar de nacimiento de Abraham; pero eso no lo dice la Biblia en ninguna parte. Al contrario, cuando se le ordena a Abraham que vaya a Canaán y deje por las buenas sus pasadas moradas, se hace una relación de tres cosas separadas: la casa de su padre (que estaba entonces en Jarán); su país (la ciudad-estado de Ur); y su lugar de nacimiento (que en la Biblia no se identifica). Nuestra hipótesis de que Ibri identifica a un nativo de Nippur resuelve el problema del verdadero lugar de nacimiento de Abraham. Tal como indica el nombre de Héber, fue en su época -mediados del siglo xxiv a.C- cuando podría haberse iniciado la conexión de la familia con Nippur.

Nippur no fue nunca una capital real; más bien, fue una ciudad consagrada, el «centro religioso» de Sumer, que es como los expertos la calificarían. También fue donde se confiaron los conocimientos astronómicos a los sumos sacerdotes, y de ahí el lugar donde tuvo su origen el calendario -la relación entre el Sol, la Tierra y la Luna en sus órbitas. Los expertos reconocen que los calendarios de la actualidad se derivan del calendario original nippuriano. Todas las evidencias demuestran que el calendario nippuriano tuvo sus inicios hacia el 4000 a.C, en la era de Tauro. Y aquí nos encontramos con otra confirmación del cordón umbilical que conectaba a los hebreos con Nippur: el calendario judío sigue contando los años a partir de un enigmático comienzo en el 3760 a.C. Se supone que esta cuenta se establece «desde el principio del mundo»; pero lo que realmente querían decir con ello los sabios judíos es que éste es el número de años que han pasado «desde que comenzó la cuenta [de los años]». Suponemos que se refieren a la introducción del calendario en Nippur.

En los ancestros de Abraham nos encontraríamos entonces con una familia sacerdotal de sangre real, una familia encabezada por un sumo sacerdote nippuriano que era el único al que se le permitía entrar en la cámara más profunda del templo, para recibir allí las órdenes de la deidad y trasmitírselas al rey y al pueblo. A este respecto, el nombre del padre de Abraham, Téraj, resulta muy significativo. Los eruditos bíblicos, buscando pistas tan sólo en el entorno semita, consideran que los nombres, como los de Harán y Na-jor, son meros topónimos (nombres que personifican lugares), y sostienen que tuvo que haber ciudades con estos nombres en el centro y norte de Mesopotamia. Los asiriólogos, investigando en la terminología acadia (por ser la primera lengua semita), sólo pudieron descubrir que Tirhu significaba «un objeto o vasija para propósitos mágicos».

Pero si recurrimos a la lengua sumeria, nos encontraremos con que el signo cuneiforme de Tirhu procedía directamente del de un objeto que recibía el nombre sumerio de DUG.NAMTAR -literalmente, «El Que Dice el Destino»- ¡el que anunciaba los oráculos! Téraj, por tanto, podría haber sido un Sacerdote de Oráculos, designado para acercarse a la «Piedra que Susurra», para escuchar las palabras de la deidad y comunicarlas (con o sin una interpretación) a la jerarquía laica. Era ésta una función que asumiría posteriormente el Sumo Sacerdote israelita, que era el único al que se le permitía entrar al Santo de los Santos, aproximarse al Dvir («Hablador»), y «escuchar la voz [del Señor] que le habla desde fuera del revestimiento que hay sobre el Arca de la Alianza, de entre los dos Querubines». Durante el Éxodo israelita, en el Monte Sinaí, el Señor proclamó que su alianza con los descendientes de Abraham significaba que «seréis para mí un reino de sacerdotes». Era una afirmación que reflejaba el estatus de los propios ascendientes de Abraham: el sacerdocio real.

Por inverosímiles que puedan parecer estas conclusiones, están completamente de acuerdo con las prácticas sumerias según las cuales los reyes nombraban a sus hijas e hijos, y a menudo a sí mismos, para posiciones de sumo sacerdocio, con la consiguiente mezcolanza de linajes reales y sacerdotales. Las inscripciones votivas encontradas en Nippur confirman que los reyes de Ur tenían en mucha estima el título de «Piadoso Pastor de Nippur», y que realizaban allí funciones sacerdotales; y el gobernador de Nippur (PA.TE.SI NI.IB.RU) era también el Principal UR.ENLIL («Principal Servidor de Enlil»). Algunos de los nombres que llevaban estos VIPs regio-sacerdo-tales se parecían al nombre sumerio de Abraham (AB.RAM), comenzando también con el componente AB («Padre» o «Progenitor»); como ocurre con AB.BA.MU, que fue el nombre de un gobernador de Nippur durante el reinado de Shulgi.

No es pues ninguna exageración suponer que una familia tan estrechamente relacionada con Nippur como para que se les llamase «nippurianos» (es decir, «hebreos»), sostuviera sin embargo una elevada posición en Ur, pues esto concuerda completamente con las circunstancias reales que imperaban en Sumer en la época que hemos indicado; pues fue por entonces, por los tiempos de la III Dinastía de Ur, cuando, por vez primera en los asuntos divinos y en la historia de Sumer, se les confió a Nannar y al rey de Ur la administración de Nippur, combinando así las funciones religiosas y seculares.

Así, pudo suceder que, cuando Ur-Nammu subió al trono de Ur, Téraj se trasladara con su familia desde Nippur a Ur, quizás para servir de enlace entre el templo de Nippur y el palacio real de Ur. Su estancia en Ur se prolongó hasta el fin del reinado de Ur-Nammu, y fue a su muerte cuando la familia dejó Ur para ir a Jarán. No se dice en ninguna parte qué es lo que la familia hizo en Jarán; pero, si tenemos en consideración su linaje real y su estatus sacerdotal, debieron pertenecer a la jerarquía de Jarán. La familiaridad con la que, más tarde, trataría Abraham a algunos reyes, nos sugiere que debió tener algo que ver con las relaciones exteriores de Jarán; y su amistad con los hititas que vivían en Canaán, renombrados por su experiencia militar, puede arrojar luz sobre la cuestión de dónde adquirió Abraham esa competencia militar que con tanto éxito empleó en la Guerra de los Reyes.

Ur-Nammu otorgando un título de gobernador (ensi) a Ḫašḫamer

A lo largo de los ignominiosos años del reinado de Shulgi, la familia de Téraj permaneció en Jarán. Después, a la muerte de Shulgi, llegó la orden divina de partir hacia Canaán. Téraj era ya bastante viejo, y Najor, su hijo, se quedaría con él en Jarán. El elegido para la misión era Abraham -para entonces, un hombre maduro de 75 años. Era el año 2048 a.C, y marcó el comienzo de 24 años fatídicos -los 18 años que abarcan los reinados, repletos de guerras, de los dos sucesores inmediatos de Shulgi (Amar-Sin y Shu-Sin) y los 6 años de Ibbi-Sin, el último rey de Ur.

Tras una corta estancia en el Negev, Abraham atravesó la península del Sinaí y llegó a Egipto. Evidentemente, no eran unos vulgares nómadas, cuando a Abraham y a Sara se les llevó al palacio real. Según nuestros cálculos, debió ser hacia el 2047 a.G, cuando los faraones que gobernaban entonces el Bajo Egipto (al norte), se enfrentaban al fuerte desafío que representaba el príncipe de Tebas, en el sur, en donde se consideraba a Amén como dios supremo. Tan solo podemos suponer los asuntos de estado -alianzas, defensas conjuntas, órdenes divinas- que debieron tratar el asediado faraón y el Ibri, el general nippuriano. Cuando llegó el momento de regresar al Negev, Abraham fue acompañado por un gran séquito de hombres del faraón. «Y Abraham se fue de Egipto, él y su mujer y Lot con él, hasta el Negev». Él era «rico en rebaños» de ovejas y ganado vacuno para comer y vestir, así como de asnos y camellos para sus rápidos jinetes.

Con la sincronización de fechas y acontecimientos bíblicos y sumerios que proponemos, se obtiene la siguiente secuencia y apoya cada factor de tiempo relatado en la Biblia:

2123 a.C. Abraham nace en Nippur, hijo de Téraj.
2113 a.C. Ur-Nammu entronizado en Ur, se le da la custodia de Nippur. Téraj y su familia se trasladan a Ur.
2095 a.C. Shulgi asciende al trono tras la muerte de Ur-Nammu. Téraj y su familia se van de Ur a Jarán.
2055 a.C. Shulgi recibe los oráculos de Nannar, envía tropas elamitas a Canaán.
2048 a.C. Muerte de Shulgi. A Abraham, con 75 años de edad, se le ordena partir hacia Canaán.
2047 a.C. Amar-Sin («Amarpal») asciende al trono de Ur. Abraham sale del Negev hacia Egipto.
2042 a.C. «Los reyes cananeos derivan su fidelidad a «otros dioses». Abraham vuelve de Egipto con un cuerpo de élite.
2041 a.C. Amar-Sin lanza la Guerra de los Reyes.

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