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sábado, 25 de julio de 2015

"San Martín, la Logia Lautaro y la Masonería"

"San Martín, la Logia Lautaro y la Masonería"
Diego Figueroa.
Buenos Aires, Editorial Fiat Lux, 2011. 


LA LOGIA LAUTARO Y SUS ORÍGENES

En 1812, a bordo de la fragata George Canning, llegaron a Buenos Aires desde Londres José de San Martín, Carlos de Alvear y Matías Zapiola, entre otros patriotas que, posteriormente, fundarían una organización denominada “Logia Lautaro”, la cual tendría una influencia fundamental en los acontecimientos del país y de la emancipación americana.
Pero esta Logia se encontraba vinculada a otra formada previamente en la ciudad española de Cádiz, por lo que, a continuación, realizaremos una descripción acerca de sus orígenes y antecedentes.

La “Gran Reunión Americana”

Según Ricardo Piccirilli, el caraqueño Francisco Miranda, “Precursor” de la emancipación americana, fundó en 1797 “la logia de Lautaro o lo que fue la Gran Reunión Americana, que tuvo ramificaciones en España y América. Esta asociación de existencia secreta poseyó características masónicas que Miranda había observado en el transcurso de sus viajes y en la Gran Logia de Londres”.[1] Para afirmar esto, Piccirilli se basa principalmente en los trabajos de Bartolomé Mitre, quien, luego de estudiar la Logia Lautaro creada en Buenos Aires y las filiales que después funcionaron en Mendoza, Santiago de Chile y Lima, y auxiliado por el testimonio del general Zapiola, llegó a la conclusión de que todas ellas se vinculaban a la logia fundada por Miranda en Londres y que ésta era la matriz de la de Cádiz.

Por otro lado, Fernando Pinto Lagarrigue explica lo siguiente:

En el año 1800 se instalaba en Londres, en Grafton Square, una logia cuya finalidad era unificar los esfuerzos en la acción que sería menester desarrollar en América. Se denominó Gran Reunión Americana y sus miembros se llamaban “Caballeros Racionales”. Francisco Miranda y Bernardo O´Higgins habían sido sus principales organizadores. (...) La Gran ReuniónAmericana inició, desde su instalación como Logia dependiente de la Gran Logia de Inglaterra, la planificación de la independencia de las colonias españolas. (...) Una de las primeras determinaciones de la Gran Reunión Americana fue crear agencias, las cuales se denominaron Logia Lautaro, nombre al parecer inspirado por O´Higgins en homenaje al héroe araucano cuya valentía y altivez sin límites había dado a conocer, en toda Europa, Alonso de Ercilla con su obra inmortal.[2]

En 1795, el chileno Bernardo O´Higgins, de 17 años, fue enviado a estudiar a Inglaterra por su padre y fue uno de los pocos americanos que entró en contacto directo con Miranda, de quien recibió lecciones de matemáticas y disciplinas humanísticas, además de transmitirle sus inquietudes emancipadoras.

Según el historiador Martín V. Lazcano, es un hecho indiscutible que la Gran Reunión Americana se constituyó en 1800, y luego menciona dos casos posibles:

El primero es: que al organizar Miranda la “Agencia” en España, como homenaje al héroe americano invocado por su predilecto discípulo O´Higgins les diera el subtítulo de Lautaro – ya que el genérico fijado era de Caballeros Racionales. Y el segundo es: que aprovechando Miranda el viaje de O´Higgins a España le confiara la misión de entrevistarse con los americanos en Cádiz, promover la fundación de “Agencias” autorizándolas para darles el subtítulo de Lautaro.[3]

Bernardo O´Higgins (1778-1842).
Cuadro del Museo Masónico de la Gran Logia de Chile, con la siguiente inscripción:
Director Supremo de Chile entre 1817 y 1823.

Iniciado en la Gran Reunión Americana, por Francisco de Miranda, en Londres. Miembro de la Logia Lautaro de Mendoza y Santiago.

Sin embargo, el historiador William Spence Robertson niega estas posibilidades, afirmando que del examen de los papeles inéditos de Miranda “nada revela que pueda probar, sea que perteneciera a la Orden Masónica, sea que fuera el fundador de la Logia Lautaro. Tampoco se han encontrado pruebas susceptibles de indicar que haya iniciado jamás a revolucionarios como San Martín y Bolívar”.[4]

Respecto a su condición masónica, Lappas explica que Miranda contaba con muchas amistades masónicas (entre ellas Washington, Lafayette y Pitt), que poseía numerosas obras masónicas en su biblioteca y que también manifiesta en su diario personal visitas a entidades masónicas. Además menciona “las declaraciones que en susMemorias hace el príncipe Alejandro Ipsilatis, de origen griego, que alcanzara destacadas posiciones en Rusia –general de ese ejército iniciado en la Logia de Palestina– el cual expresa que ha conocido a Miranda en la logia La Paz, presentándolo al conde de Capodistria; y agrega: “como nosotros, anhelaba la liberación de la patria lejana”.[5]

Por otro lado, Emilio Corbière afirma que hay que diferenciar entre la “Gran Reunión Americana”, los “Caballeros Racionales” y la “Logia Lautaro”. La Gran Reunión Americana fue fundada por Miranda “para agrupar en Europa y en América a los revolucionarios partidarios de la Independencia. Era un club, entre masónico y político, pero no constituyó una logia simbólica ni operativa. Fue “paramasónica”, como los clubes girondinos, o “sin camisa”, que el Precursor alentó en Venezuela, Puerto Rico y en otros lugares”.[6] De este modo, Miranda no habría participado de la fundación de los “Caballeros Racionales” y, mucho menos, de la “Logia Lautaro”.

Por último, la historiadora Patricia Pasquali también afirma que el análisis de las fuentes bibliográficas y documentales no permite establecer ninguna conexión o dependencia entre la Logia de Cádiz y Francisco Miranda:

Es más, ni siquiera hay prueba alguna de la existencia de la tan mentada Gran Reunión Americana, que tendría por logia matriz la presuntamente fundada en Londres por el gran patriota venezolano; mucho menos de que fueran iniciados en ella Bernardo O´Higgins, Simón Bolívar y San Martín, entre otros.[7]

Según Pasquali, ninguna referencia de esto se encuentra en el Archivo de Miranda ni entre los papeles de Bolívar, además de que sus principales biógrafos no han encontrado el menor indicio de lo que usualmente se afirma como una verdad canónica:

Tanto la historiografía venezolana como la colombiana no registran tales hechos, salvo raras excepciones. Todos los autores que los consignan sin cuestionarlos, sobre todo en Chile y Argentina, abrevan en una misma y única fuente: laHistoria de San Martín y de la emancipación sudamericana de Bartolomé Mitre, cuya primera edición data de 1887. Ninguna fuente acompaña las afirmaciones del fundador de nuestra historiografía erudita. Y curiosamente, si se lee lo escrito por él algunos años atrás se comprueba que tales aseveraciones surgieron inicialmente como una posibilidad entre otras, una mera presunción no constatada.[8]

Lo que es indudable, afirma Pasquali, es la tarea de propaganda y adiestramiento de Miranda, como por ejemplo con O´Higgins, quien confesó que la libertad de su patria le fue inspirada por el Precursor.

En 1802, Miranda se instaló en su célebre domicilio de Londres (Grafton Street N° 26, Fitz Roy Square), que sería el centro de las operaciones insurgentes de los americanos. Por ahí transitaron, entre otros, el mexicano Servando Teresa de Mier y los venezolanos Andrés Bello, Luis López Méndez y Simón Bolívar, a quienes Miranda les enseñó a organizar campañas de prensa a favor de la causa americana.

Cádiz y las Sociedades Secretas

El 11 de septiembre de 1848, San Martín le envió desde Boulogne-sur-Mer una carta al Presidente del Perú, el mariscal Ramón Castilla, en la que expresaba:

Como usted, yo serví en el ejército español, en la Península, desde la edad de trece a treinta y cuatro años, hasta el grado de teniente coronel de caballería. Una reunión de americanos, en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etcétera, resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de entablar.[9]

Al finalizar la primera década del siglo XIX, Cádiz atravesaba uno de los momentos más notables de su historia. Era una ciudad libre, abierta, cosmopolita, comercial, pragmática y de cara a ultramar, en la que había cobrado impulso un nuevo tipo de sociabilidad. La difusión del enciclopedismo y la influencia de la propaganda revolucionaria francesa abrieron paso a la crítica reformista y la creciente politización: todo se discutía, todo se cuestionaba y las mentes se abrían.

Con la introducción del espíritu liberal ilustrado y, simultáneamente, de la Masonería, se produjo una profunda división en el alma hispana. Este proceso se desarrolló durante el reinado de Carlos III y se consolidó con la invasión napoleónica, la cual reforzó la adhesión a los principios del filosofismo francés: humanidad, beneficencia, tolerancia y libertad. Es así que fue posible distinguir dos Españas en conflicto creciente: una, autoritaria, tradicional, xenófoba, conservadora y ultramontana; la otra, liberal, abierta, cosmopolita, progresista y laicista, con la que sin duda se identificaba San Martín.

Las sociedades secretas –directa o indirectamente ligadas con la francmasonería– se constituyeron a partir del siglo XVIII en los principales vehículos para la expansión del liberalismo revolucionario en lucha contra el absolutismo. En virtud del riesgo que suponía operar en medio del aplastante predominio del enemigo, no podían menos que apelar para su subsistencia y desarrollo al sigilo, evitando dejar cualquier rastro o evidencia, y al compromiso juramentado de sus miembros, imponiéndoles el más estricto mutismo en todo lo que incumbiese a sus propósitos, composición y actividades.[10]

Según el historiador Enrique de Gandía, el liberalismo de los insurgentes se encontraba movido por las sociedades secretas y, mientras los absolutistas eran movidos por los tribunales del Santo Oficio, los liberales lo eran por la Masonería. Las logias masónicas trabajaban tanto entre españoles como entre americanos, uniendo a los liberales de uno y otro bando:

Las logias se organizaban en cualquier parte: en un ejército en campaña, a bordo de un barco, en un presidio, en un palacio, en una ciudad, etcétera, y lo único que enseñaban y defendían era el amor a la libertad y el odio al despotismo.[11]

Estas logias tenían en su contra a los tribunales de la Inquisición, los cuales funcionaban activamente en España y América. Justamente, del Informe sobre las sociedades secretas organizadas en España hasta 1823 que se conserva en el Archivo General de Palacio, y de las denuncias sobre sus actividades y miembros contenidas en los repositorios de Sevilla (Archivo General de Indias) y Salamanca (Archivo Secreto Masónico, formado por el gobierno franquista a partir de 1939), surge el dato de que Cádiz era la localidad española que contaba con mayor número de logias.
Uno de los testimonios que dan prueba de esta presencia en Cádiz es el del propio O´Higgins, quien, en una carta a Bernardino Rivadavia fechada en Lima el 19 de septiembre de 1825, expresaba:

En los años 1806 y 1809 fui miembro activo de cierto selecto grupo (formado primeramente en Cádiz en el año 1802) cuyo fin era liberar no sólo a Chile de aquel odioso yugo español, convirtiéndolo en Estado independiente, sino también cooperar con Buenos Aires en el logro de ideales afines. Escapé de los calabozos de la Inquisición porque al intendente español Alava le faltó coraje para prenderme. Pero desplegó más valor contra mis bienes.[12]

Es en esta ciudad de Cádiz en la que San Martín, de profundas convicciones liberales, habría sido iniciado en la logia masónica “Integridad”, afiliándose posteriormente a la Logia “Caballeros Racionales N° 3”.

Vista del puerto de Cádiz en el siglo XIX.

Los “Caballeros Racionales”

Según Lappas, en 1807 los salteños José de Moldes y José Gurruchaga formaron en Madrid una asociación secreta de americanos, entre cuyos miembros se encontraban O´Higgins, Zapiola, Balcarce, los hermanos Lezica y Carlos de Alvear, además de que estaban en comunicación con otros americanos que prestaban servicio en el ejército, como San Martín. Esta asociación sería la Logia “Caballeros Racionales”, denominada “Conjuración de Americanos” por otros autores.

El doctor José Gálvez Barrenechea, un prestigioso intelectual peruano, informa lo siguiente:

Riva Agüero refiere en sus papeles que en 1807 surgió en Madrid la Logia Caballeros Racionales, formada sobre los restos de la creada por un peruano inmortal: don Pablo de Olavide, precursor del ideal de libertad americana. Esa logia la presidía un argentino, D. José Moldes, y en poco tiempo formaron parte de ella muchos jóvenes americanos, desafiando la constante vigilancia a que eran sometidos, ya que las actividades masónicas eran perseguidas tanto por la Corona, como por la Iglesia.[13]

Otro testimonio es el del general peruano José de Rivadeneira, que afirmó que la logia de Madrid, ante el avance de las tropas francesas, se refugió en Sevilla y luego se trasladó a Cádiz:

“En Cádiz, refiere el general Rivadeneira, se abrió la misma sociedad, después de la dispersión de Sevilla y la localidad y circunstancias nos presentaron socios ilustres que en el número de sesenta y tres se distinguían por sus talentos sublimes, por su acendrado patriotismo, por su interés por la independencia, que no hallo expresiones bastantes para significar las distinguidas y señaladas virtudes patrióticas de cada uno de ellos”. Al referirse el citado militar a su reencuentro con San Martín en el cuartel general de Huaura en 1821, ratifica: “[...] me estrechó en sus brazos, recordó nuestra amistad antigua, nuestros trabajos en la sociedad de Cádiz, para que se hiciese la América independiente”.[14]

Según Alfredo Villegas, en 1810 se estableció en Sevilla una logia, filial de una matriz que se dijo que estaba en Santa Fe de Bogotá. Esta logia se disolvió en enero de 1811, al ser ocupada Sevilla por los franceses, pero el mes siguiente se reorganizó en Cádiz. Sus reuniones se realizaban al anochecer en la casa de su Venerable o presidente: un acaudalado joven teniente de caballería agregado a los carabineros reales llamado Carlos de Alvear. Justamente, según Pasquali, “de lo único que se tiene constancia documental es que en 1811 funcionaba en Cádiz la Logia Caballeros Racionales N° 3, presidida por Carlos de Alvear”.[15]

Esta sociedad tenía cinco grados de iniciación y “utilizaban ritos y códigos de reconocimiento entre los “hermanos” análogos a los de la masonería, con la que estaban ligadas indirectamente, ya que muchos de sus miembros pertenecían a ambas instituciones”.[16]

El presbítero Servando Teresa de Mier, que fue iniciado en ella, dejó constancia cómo se llevaba a cabo la misma en un proceso que le realizó la Inquisición luego de ser apresado:

Conducido a la casa de marras, le vendaron los ojos al entrar, porque los socios no debían ser conocidos antes de obtenerse la garantía del secreto. El maestro de ceremonias, que era quien introducía a Mier, lo llevó ante una puerta, dio en ella cuatro golpes, y se oyó una voz de adentro:

-“A la puerta han llamado con un golpe racional”.

Otra voz dijo:

-“Vea quién es”.
Entreabierta la puerta e interrogado el maestro de ceremonias, contestó dando su nombre y explicando que traía un pretendiente.
-“Quién es el pretendiente?”, preguntaron.
-“Don Servando de Mier”.
-“¿Qué estado?”.
-“Presbítero”.
-“¿De qué tierra es?”.
-“De Monterrey, en América”.
-“Cúbranle los ojos y que entre”.
Ya adentro, le preguntaron:
-“¿Qué pretende Ud.?”.
-“Entrar en esta sociedad”.
-“¿Qué objeto le han dicho que tiene esta sociedad?”.
-“El de mirar por el bien de la América y de los americanos”.
-“Puntualmente. Pero para eso es necesario que Ud. prometa bajo de su palabra de honor someterse a las leyes de esta sociedad”.
-“Sí haré conforme no sean contrarias a la Religión y a la moral”.
Se le dijo que la sociedad no iba contra la Religión ni contra el Rey; y después:
-“Para mayor confirmación es necesario que Ud. se deje sangrar a fin de afirmar con su sangre la firmeza”.
El Padre Servando, que sabía bien que lo iban a eximir de este paso como dijera “sí”, contestó accediendo; y el maestro de ceremonias intervino para decir:
-“General: una vez que el señor se ha ofrecido de voluntad a esta prueba, se puede omitir toda otra”.
-“Descúbranlo”, se contestó.
Y al sacársele la venda, el neófito vio a nueve personas sentadas a una mesa, ocupando el centro Alvear, que era el presidente, con una banda azul que le cruzaba el pecho.
Alvear se puso en pie y sosteniendo una espada en la mano le dijo:
-“Señor: esta sociedad se llama de Caballeros Racionalesporque nada es más racional que mirar por su Patria y sus paisanos. Esta espada se la debía dar a Ud. por insignia para defender la Patria, pero como Ud. es sacerdote la defenderá en la manera que le es permitido. La segunda obligación es socorrer a sus paisanos, especialmente a los socios, con sus bienes, como éstos con los suyos lo harán con Ud. La tercera obligación, por las circunstancias en que nos hallamos, y en que se nos podría levantar que ésta es una conspiración, es guardar secreto sobre lo que pasa en la sociedad”.

Después, guiado por el maestro de ceremonias, Mier debió dar tres pasos a la derecha y otros tres a la izquierda, los cuales significaban: que cuantos se dieran a favor de la América del Norte se deberían dar otros tantos a favor de la América del Sud; y viceversa.

Explicada la forma de reconocimiento entre los hermanos, así como la de pedir socorro en lances de apuro, vino el saludo que ponía fin a la recepción, consistente en un abrazo acompañado de las palabras “unión y beneficencia”. El acto se cerró con una arenga, para pasar luego a un refrigerio fuera de ceremonia.[17]

La obligación del secreto sobre lo que sucedía en la Sociedad se debía al enorme riesgo al que estaban expuestos sus miembros. Esto era consecuencia del endurecimiento de la posición del gobierno peninsular con los americanos, el cual miraba con creciente desconfianza a aquellos que eran sospechosos de connivencia con el movimiento emancipador de las colonias. Este clima hostil provocó que muchos americanos se rehusaran a ingresar en la Logia por temor al gobierno español. Además, el peligro hizo que sus miembros dejaran de asistir a las reuniones, cada vez más espaciadas, situación que estuvo a punto de provocar la disolución de la entidad.

Los principales objetivos de los “Caballeros Racionales” eran reclutar hombres de acción y de capacidad como futuros dirigentes para enviarlos a América, además de rescatar a aquellos que se encontraban en las cárceles españolas por sus actividades conspirativas en ultramar. Tales eran los casos del presbítero bonaerense Ramón Eduardo Anchorís y del alférez de navío José Matías Zapiola, encarcelados por promover conjuras en 1810 en Perú y Montevideo, respectivamente. Los gastos demandados para lograr esto eran asumidos solidariamente por los hermanos, siendo particularmente pródigo su Venerable Alvear, quien disponía de mayores recursos.[18]

A mediados de 1811, existía un clamor general en Cádiz por la intervención militar en América para castigar la “ingratitud” y “traición” de los ultramarinos, por lo que la Logia N° 3 comenzó a preparar furtivamente la partida hacia el Río de la Plata. No era una empresa fácil abandonar la tierra española para los americanos sospechados de conspiración, situación que “empeoraría en lo sucesivo para los liberales, no obstante que las organizaciones militares masónicas continuaron operando con gran eficacia en la península aun en pleno restablecimiento del absolutismo fernandino”.[19] A pesar de esto, Alvear, San Martín y otros integrantes de la Logia lograron escapar hacia Londres, que se había convertido desde los primeros años del siglo en una especie de meca de los americanos que estaban a favor de la emancipación.

De estas situaciones da cuenta Alvear en dos cartas remitidas el 28 de octubre de 1811 a Rafael Mérida, quien había partido un tiempo antes de Cádiz con un grupo de hermanos hacia Caracas, donde fundó la Logia “Caballeros Racionales N° 4”, de la que era el presidente:

Londres y octubre 28-811

Señor D. Rafael Mérida.

Mi estimadísimo Hermano: al fin he salido del poder de los tiranos, y me hallo aquí acompañado de los hermanos que en el oficio indico, me ha sido muy sensible no haber tenido aquí noticias de Ud. y de sus progresos. Pienso salir el mes que entra con los Hermanos arriba expresados para Buenos Aires, y desde allí comunicaré a Ud. lo que ocurra, esperando haga Ud. lo mismo con lo que le haya ocurrido después de nuestra separación. España está dando ya las últimas boqueadas; todo sigue en el mismo desorden en que Ud. la dejó. Aquí he establecido una logia para servir de comunicación con Cádiz, Filadelfia y ésa, como también para que encuentren abrigo los Hermanos que escapen de Cádiz. Nuestro Román de la Luz ha salido del Castillo y tiene la ciudad por cárcel, y lo estoy esperando de un momento a otro. Murguiondo y Valbín debían salir pronto. Nada se enmendó enteramente y es uno de los Hermanos más celosos y activos; Armenteros ha estado muy tibio, al parecer por temor del Gobierno. Por la relación verá Ud. lo ocurrido con Larrea y López Conde.

Si Ud. no puede desde ésa comunicarme lo que ocurre directamente a Buenos Aires, puede hacerlo por la vía de Londres, remitiéndoselo al Hermano López Méndez, diputado de esa capital, que creo probablemente quedará de Presidente de esta Sociedad. Dará Ud. mil expresiones de mi parte y de la de Zapiola a los Hermanos Caicedo y Toledo. No pillar a éste le ha sido muy sensible al déspota Gobierno español; a los quince días de haber uds. salido, lo echaron de menos, e inmediatamente dieron orden de registrar escrupulosamente los buques que fuesen a salir y a las avanzadas de la Isla y Ejército que si lo pillaban muerto o vivo serían premiados, pues era muy perjudicial su ida porque podía dar noticias de todo.

El Hermano Roche ha tenido la desgracia de perder su bergantín cerca de San Lucas, pérdida que todos hemos sentido por ser un Hermano y más de la actividad, celo y demás prendas que Ud. sabe caracterizan a dicho Roche. Sabe Ud. cuánto lo estimo y así será excusado decirle vea en qué puede serle útil su afecto Hermano que S. M. B.

Carlos Alvear (Rubricado)
C. A. V. P.

P.D. No puedo mandar el número 3 por falta de tiempo, pues piden inmediatamente las cartas.[20]

La Logia “Caballeros Racionales N° 3” de Cádiz fue presidida por tres argentinos: José de Moldes, hasta fines de 1808; Carlos de Alvear, hasta septiembre de 1811, cuando partió hacia Londres; y luego el sacerdote Ramón Eduardo Anchorís. Por orden de la N°3, Alvear, San Martín y otros hermanos fundaron en Londres la Logia “Caballeros Racionales N° 7”, que tenía el propósito de servir de nexo con las sociedades establecidas en Filadelfia, Caracas y Cádiz, además de servir como refugio a los hermanos que escapasen de esta última ciudad. Dicha Logia se reunía en la “casa de los venezolanos”, es decir, el antiguo domicilio de Miranda.

La segunda carta de Alvear, de carácter oficial, da cuenta de la fundación, acompañada de tres listas de miembros que ingresaron en las Logias de Cádiz y de Londres, y los americanos que rehusaron ingresar por temor al gobierno español:

L. N° 7
Unión, Firmeza y Valor
Salud

Al Ve. Presidente de la L. N° 4:

En cumplimiento de nuestra obligación, paso a dar cuenta de lo ocurrido en la L. N° 3, después de vuestra partida: Inmediatamente salisteis vos y los dos dignos Hermanos que os acompañaban, estuvo a punto de cerrar sus trabajos la L. N° 3 por las voces que sabéis se empezaron a divulgar por Cádiz. Para tratar lo que se debía hacer junté a los Hermanos del 5° grado, y después de haber adoptado todo lo que la prudencia nos dictó, resolvimos seguir en nuestros trabajos a toda costa e riesgo. La Providencia, que ciega a los tiranos, nos favoreció esta vez, pues nuestros trabajos continuaron con el mejor éxito y felicidad, a pesar de las acechanzas del gobierno. Después de vuestra partida se aumentó la Sociedad con los hermanos que reza la adjunta lista N° 1, de los cuales uno ha ido ya a Méjico, y seis deben salir para diferentes puntos de América a tomar parte activa en la justa causa que defendemos.

El N° 2 es la lista de los americanos que habiéndoseles propuesto entrasen en la Sociedad se excusaron por temor al Gobierno español; os la remito para que la comuniquéis a las L. que estén en el distrito de ésa, pues para nuestra constitución quedan excluidos para siempre.[21] Al mismo tiempo incluyo una relación de algunos incidentes ocurridos por falta de algunos Hermanos, y va con el N° 3. Habiendo llegado a esta ciudad con los Hermanos Zapiola, San Martín, Mier, Villa-Urrutia y Chilavert, hemos fundado por orden de la L. N° 3 una, con el N° 7, y hemos recibido a los Hermanos que figuran en la lista que va con el N° 4. Queda de Presidente de la L. N° 3 el Hermano Ramón Eduardo Anchoris. Todo lo cual os lo comunico a fin de que lo hagáis presente a esa muy respetable L. encargándoos nos deis cuenta así mismo de todo lo que os haya ocurrido en Filadelfia y en esa capital.

Londres, 28 de octubre de 1811.
Carlos Alvear (Rubricado)
C. A. V. S.[22]

Estas cartas de Alvear enviadas a Rafael Mérida, remitidas a través del bergantín inglés “La Rosa”, que se dirigía de Londres a Caracas, fueron interceptadas en enero de 1812 por un corsario español y remitidas a la isla de Puerto Rico, cuyo comisario, Antonio Ignacio de Cortavarría, puso sobre aviso al virrey de Nueva Granada, además de enviar la documentación a las autoridades peninsulares.[23]

Al llegar a Londres, San Martín fue ascendido al 5° grado, junto con Zapiola. Posteriormente, en enero de 1812, luego de una estadía de aproximadamente tres meses y de dejar establecida en dicha ciudad la logia bajo la presidencia de Luis López Méndez, Alvear, San Martín y otros hermanos se embarcaron hacia el Río de la Plata, arribando a Buenos Aires en el mes de marzo.

Carlos de Alvear.

Fue masón, Venerable de la Logia “Caballeros Racionales N° 3” de Cádiz, fundador de la Logia “Caballeros Racionales N° 7” de Londres y fundador de la Logia de Buenos Aires.

La Logia de Buenos Aires

A mediados de 1812, Alvear, San Martín, Zapiola, etc. constituyeron en Buenos Aires una nueva Logia, sobre la base de las logias masónicas que ya se encontraban establecidas en la ciudad. Una de ellas era la de Julián Álvarez, la cual funcionaba desde la época inicial de la Revolución y que quedó subordinada a la nueva Logia.

Un testimonio respecto a esto es el del general Gerónimo Espejo, que sirvió en el ejército bajo las órdenes de San Martín y participó de la campaña de los Andes. Espejo fue testigo de los acontecimientos, y apoyó su exposición en documentos oficiales, algunos de ellos inéditos, utilizando también fuentes bibliográficas primordiales que se refieren a los temas que desarrolla, trascribiéndolas extensamente. En referencia a la constitución de la Logia de Buenos Aires, afirma que la erección de una logia política, semejante a las que había visto en Inglaterra y en Cádiz, fue el primer pensamiento de San Martín al llegar al Río de la Plata, citando seguidamente lo que expuso el autor chileno Diego Barros Arana en su obra Historia de la Independencia de Chile:

Antes de todo, San Martín quiso conocer bien el terreno que pisaba. Él sabía que había en Buenos Aires logias masónicas en que estaban afiliados los hombres más importantes e influyentes entre los revolucionarios. San Martín se entendió fácilmente con ellos, y se penetró bien del espíritu que animaba a los corifeos de la revolución y del estado en que ésta se hallaba: estudió a fondo todos los elementos morales de que podía disponer, y acabó por creer que las instituciones masónicas estaban desvirtuadas en las logias de Buenos Aires. Formaban parte de ellas muchos hombres de importancia muy secundaria, que bajo ningún aspecto eran acreedores a la confianza que era preciso hacer en ellos para dirigir con acierto la revolución. San Martín se explicó con Alvear y Zapiola, y todos tres acabaron por convencerse que se necesitaba una reforma radical en el sistema de sociedades secretas, para que éstas produjesen el efecto que convenía.

De allí pasaron a tratar los medios de organizar una nueva logia compuesta de un número más reducido de miembros. Debía formarse ésta de los personajes más importantes que hasta aquel momento contaba la revolución en sus filas con tal que éstos fuesen hombres de energía y decisión y que se hallasen dispuestos a arrostrar cualquier peligro por el triunfo de la causa en que estaban empeñados. San Martín quería sólo hombres de corazón, dispuestos a todo, y prontos para obedecer sus mandatos o los de otros corifeos, y confiaba en que con su ayuda podía dar a la revolución un vigoroso impulso, y quizá conducirla en pocos años.

Las primeras personas a quienes expuso su plan, lo aprobaron decididamente. La nueva logia iba a reunir en su seno a los hombres más importantes de todos los partidos, y a unificar las opiniones de todos para marchar de acuerdo, sacrificando al parecer de la mayoría las pretensiones de algunos. Su principal objeto era, trabajar poderosamente para asegurar la independencia americana, a costo de cualquier sacrificio y casi sin reparar en medios: sus miembros debían hacer completa abnegación de sí mismos, guardar religiosamente el más profundo secreto acerca de lo que se tratase en sus reuniones y obedecer ciegamente los mandatos de la mayoría de los asociados. La reunión tomó el nombre de Gran Logia, y más tarde el de Logia Lautaro, en recuerdo del esforzado guerrero araucano que sucumbió gloriosamente defendiendo la independencia de su patria. Según sus acuerdos, debía reunirse en las altas horas de la noche, y era obligación de sus miembros ocultar inviolablemente todo lo que tenía relación con ella.

Antes de dos meses la logia contó muchos afiliados, y entre ellos, a militares de elevada graduación, a los políticos más influyentes de la revolución argentina, y a algunos hombres notables por su patriotismo y virtudes cívicas. Allanáronse todos éstos a prestar un solemne juramento, y a observar fielmente las reglas y ritos de la sociedad.[24]

La nueva Logia quedó bajo la presidencia de Alvear y se constituyó en dos niveles jerárquicos: la logia masónica de Álvarez y la Gran Logia, que era “la central de inteligencia intangible de la revolución, disciplinando imperceptiblemente las fuerzas políticas para dar unidad y dirección al movimiento, sin dejar traslucir que se preparaba entre pocos lo que aparecía en público como el resultado de la opinión de la mayoría”.[25]

En la Logia de Buenos Aires siempre se guardó la mayor reserva y secreto, no permitiéndose jamás sacar copia de sus estatutos, a excepción de la fundación de logias en otras ciudades. Esta carencia documental fue paliada en parte cuando, en 1860, el historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna publicó los Estatutos de la Logia de Santiago, escritos íntegramente de letra de O´Higgins y que serían idénticos a los de Buenos Aires.

Esto permitió conocer un poco más sobre el funcionamiento de la Logia, su composición, sus reglamentos de debates y orden e, incluso, sus leyes penales, que especificaban que “todo hermano que revele el secreto de la existencia de la Logia, ya sea por palabras o señales, será reo de muerte por los medios que se halle por conveniente”.[26]

Respecto a su accionar político, la Logia de Buenos Aires tuvo un papel preponderante en la revolución del 8 de octubre de 1812, que depuso al Primer Triunvirato formado por Rivadavia, Pueyrredón y Chiclana. Se conformó un Segundo Triunvirato, integrado por Rodríguez Peña, Paso y Álvarez Jonte, y en 1813 se instaló la Asamblea General Constituyente, presidida por Alvear y compuesta por personas vinculadas en su mayoría con la Logia. La Asamblea suprimió la invocación a Fernando VII, ordenó la acuñación de moneda, creó el Escudo y adoptó el Himno, sancionando además una serie de leyes igualitarias de inspiración liberal: libertad de vientres, abolición de la Inquisición y las torturas, y supresión de los títulos de nobleza.

Las disputas entre Alvear y San Martín se iniciaron. La figura de San Martín, acrecentada luego de su triunfo en la batalla de San Lorenzo, hacía sentir a Alvear, Venerable de la Logia, que su estrategia de poder y gobierno se debilitaba. En diciembre de 1813, San Martín fue designado jefe de la expedición que debía acudir en auxilio del general Belgrano. El alejamiento de San Martín de Buenos Aires permitió el avance de la marea alvearista, copando la Logia y la Asamblea con sus partidarios. Alvear, ávido de poder y de gloria, asumió la comandancia general de armas de la capital. Luego, en enero de 1814, la Asamblea decidió unificar el Poder Ejecutivo y creó el cargo de Director Supremo, designando para desempeñarlo a Gervasio Antonio de Posadas, tío de Alvear. Posteriormente, tras la renuncia de Posadas, en enero de 1815 la Asamblea y la Logia convirtieron a Alvear en Director Supremo. Sin embargo, su gobierno fue efímero, siendo Alvear derrocado a los tres meses y obligado a partir hacia el destierro con su familia a Brasil. San Martín, en ese entonces, ya había sido designado Gobernador de Cuyo.

En 1815, con la caída de Alvear, la actividad de la Logia cesó temporalmente.

Cuadro alegórico de una Tenida de la Logia Lautaro, presidida por San Martín, Alvear y Zapiola. Este cuadro se encuentra en el Museo Masónico de la Gran Logia de Chile, con la siguiente inscripción:
La Logia Lautaro, forjadora de la Independencia Nacional, en una solemne tenida (Cuadro de autor desconocido que se exhibía en un salón del Gran Oriente Federal Argentino).

El Nacimiento de la Logia Lautaro

San Martín creía que era imprescindible el sistema de organización en logias para poder llevar a cabo la revolución, considerando esencial para la estabilidad de un gobierno contar con un grupo fuerte de operadores políticos juramentados.

Al caer la facción de Alvear, que había convertido la Logia de Buenos Aires en un instrumento al servicio de sus propias ambiciones, desde principios de 1816 San Martín se preocupó por la reorganización de la Logia para ayudar a su empresa trasandina, a la que veía como el único medio de salvación. Esta nueva reorganización se hizo bajo el nombre de “Logia Lautaro”.

El Congreso de Tucumán designó como nuevo director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón. Él y San Martín se entrevistaron en la provincia de Córdoba, donde quedó acordado el plan de operaciones de la expedición a Chile y la nueva organización de la Logia de Buenos Aires. Ésta fue presidida provisoriamente por Nicolás Rodríguez Peña y luego por el propio Pueyrredón, siendo Tomás Guido, amigo y confidente de San Martín, su secretario.

La predisposición de Pueyrredón fue excelente, y la Logia se convirtió en el puntal de su gobierno, desempeñando un papel fundamental en la política y la guerra. Su comunicación con San Martín fue sumamente fluida, abarcando tanto los preparativos para la expedición a Chile como las principales cuestiones del Estado, intercambiando datos sobre las características de los personajes que los circundaban, siempre con miras de integrarlos a la Logia. Refiriéndose a ésta, Pueyrredón le afirmaba a San Martín:

El establecimiento de Matemáticas será protegido hasta donde alcance mi poder. El nuevo secretario interino Terrada es también Matemático, y por consiguiente me ayudará al fomento de un objeto tan útil.[27]

Por otro lado, en uno de los artículos de la Constitución de la Logia de Buenos Aires, se expresaba lo siguiente:

Siempre que algún hermano fuese nombrado por el Gobierno primero o segundo Jefe de un ejército, o Gobernador de alguna provincia, se le facultará para crear una sociedad subalterna, dependiente de la matriz, cuyo número no excederá de cinco individuos, y entablando la debida correspondencia, por medio de los signos establecidos, todas las noticias y asuntos de importancia que ocurrieren.[28]

En virtud de esto, San Martín formó una Logia Lautaro en Mendoza:

San Martín, en uso de las atribuciones que el estatuto de la Logia le confería por su cargo de gobernador para poder establecer filiales, había reorganizado la masonería introducida años antes en Mendoza por José Moldes, en una logia que respondía a su veneratura, la que al iniciar su campaña sería delegada primero en Toribio Luzuriaga y luego en Godoy Cruz.[29]

Conforme por el progreso de los trabajos de la Logia de Buenos Aires, a mediados de 1816 San Martín, desde Mendoza, le expresaba a Guido:

Sería muy conveniente llevar desde ésta a Chile ya planteado el Establecimiento de Educación Pública, bajo las bases e inmediata dependencia del de esa ciudad, esto sería muy conveniente por cuanto el atraso de Chile es más de lo que parece: hágalo Ud. presente al gobierno para si es de su aprobación empezar a operar algunos alumnos. Yo creo que aunque no sea más que por conveniencia propia no dejaría Pueyrredón de favorecer el establecimiento de Educación Pública, él conocerá que sin las luces nada haremos y sólo acabaremos de arruinarnos: nuestra ignorancia nos tiene en este estado.[30]

De esta iniciativa surgió la Logia “Ejército de los Andes”, presidida también por San Martín. Esta Logia, fundada en el seno del ejército y que sería llevada a Chile, sirvió de base a la Logia “Lautarina” fundada en Santiago el 13 de marzo de 1817, luego del triunfo en la batalla de Chacabuco, la cual sería presidida por O´Higgins.

Finalmente, luego de coronar su “plan continental” con la expedición al Perú, San Martín sentó en Lima, en 1821, las bases de la Logia “Paz y Perpetua Unión” (los antecedentes de esta logia deben buscarse en la Logia Central "La Paz Americana del Sud", formada en 1816 a bordo del buque "Venganza" en su viaje a América, y descripta por el general Tomás de Iriarte en sus "Memorias" (Iriarte. Memorias. Tomo I, pág. 7-8). Según la propia página de internet de la Logia "Paz y Perfecta Unión Nº 1", el comienzo del proceso de unificación de "La Paz Americana del Sud" con la logia ya existente en Lima, puede fecharse en julio de 1817).

Monumento al General San Martín ubicado frente al Palacio de la Moneda, en Santiago de Chile.

El Significado del Nombre “Lautaro”

Como pudo observarse en el transcurso de este trabajo, no hemos utilizado el nombre de “Logia Lautaro” para referirnos a la Logia fundada en Buenos Aires en el año 1812. Esta denominación, como explica Pasquali, surge en el año 1816, con la reorganización efectuada por San Martín. No existe constancia de que existiera una sociedad con el nombre de “Lautaro” en España ni en el Río de la Plata antes de dicha fecha.

Lo único que existe es el testimonio del general Zapiola, quien, siendo ya nonagenario, al ser consultado por Bartolomé Mitre atribuyó el nombre “Lautaro” tanto a la Logia de Cádiz como a la de Buenos Aires. Sin embargo, al final del cuestionario que le remitió Mitre, y que contestó incompleto, agregó una “Lista de los individuos que forman la logia Caballeros Racionales”. Por este motivo, Mitre se refirió a la sociedad utilizando los dos nombres.

Es necesario recordar que en las cartas enviadas por Alvear a Mérida sólo se utiliza el nombre “Caballeros Racionales”. Además, existen dos testimonios que indican que la Logia de Buenos Aires fundada en 1812 tenía ese nombre.

Luego de la “revolución de 1815”, que depuso al gobierno de Alvear, se creó una Comisión Civil de Justicia para juzgar a los que pertenecieron a su “facción”, encarcelando a los principales hombres de su gobierno y de la Asamblea. De este proceso consta “que todos los inculpados fueron conminados a declarar que se había constituido una “liga criminal” secreta de que ellos formaban parte, para explotar en beneficio propio el gobierno”.[31] La facción a la que se hace referencia era la Logia que fundaron Alvear y San Martín, pero los jueces y el gobierno ignoraban sobre el funcionamiento de la misma y quiénes la componían, no conociendo su verdadera naturaleza. En el interrogatorio que le realizaron a Juan Larrea, uno de sus miembros, se le preguntó:

Si sabe, o tiene noticia de una sociedad privada que con el título de racionales, u otro se hubiese restablecido por algunos americanos en Cádiz, o en Londres, y después en ésta.[32]

El otro testimonio es el del general Enrique Martínez, quien, consultado por Andrés Lamas, informó en 1853, desde Montevideo, lo siguiente:

Llegaron de Europa S, A, Z, C [San Martín, Alvear, Zapiola, Chilavert] que traían encargo de establecer la sociedad de Caballeros Racionales, cuya fundación había sido hecha en Santa Fe de Bogotá. Esta sociedad tenía el solo objeto de promover la independencia de todas las secciones de la América española, y unirse de un modo fuerte para repeler la Europa, en caso de ataque. A esta sociedad se incorporaron todos los masones, y toda la parte civil, militar, eclesiástica y el comercio.[33]

De este modo, es posible inferir que el nombre de la Logia fundada en 1812 era “Caballeros Racionales”, siendo la de Buenos Aires la N° 8 y la que posteriormente fundó Alvear en Montevideo, luego de la toma de esa ciudad en 1814, la N° 9, cuyo nombre después cambió a “Caballeros Orientales”.

Vicente Fidel López

Su padre, Vicente López y Planes, autor del Himno, fue iniciado en la Logia Lautaro.

Respecto al significado del nombre “Lautaro” otorgado a la Logia en su segunda etapa, ya bajo la conducción de San Martín, el historiador Vicente Fidel López explica lo siguiente en su Historia de la República Argentina:

Pueyrredón era también un iniciado. Durante su viaje por España de 1806 a 1809 se había afiliado en las logias de los francmasones políticos, y oficiaba en las aras de los Tres Puntos. Ya fuese, pues, por condescender con el influjo de San Martín, ya porque creyera también que convenía a la estabilidad de un gobierno reparador organizar bajo su mano un grupo fuerte de operarios políticos juramentados, quedó acordada en esa entrevista la reorganización de la logia con el nombre de LOGIA LAUTARO, que no fue, como generalmente se ha creído, un título de ocasión sacado al acaso de la Leyenda Araucana de Ercilla, sino una “palabra” intencionalmente masónica y simbólica, cuyo significado específico no era “guerra a España”, sino expedición a Chile: secreto que sólo se revelaba a los iniciados al tiempo de jurar el compromiso de adherirse y consagrarse a ese fin. De otro modo habría sido trivial antojo bautizar la más grande empresa militar de los argentinos con el nombre de un indio chileno. Pero el simbolismo salvaba aquí la materialidad del lema; y el sentido recóndito de la palabra sacramental contenía el contrato solemne y juramentado de la expedición a Chile.[34]

En cuanto a la fuente en la que puede haberse basado López para afirmar esto, es necesario mencionar que el historiador relata cómo su propio padre, Vicente López y Planes, fue iniciado en la Logia Lautaro, ante un pedido expreso de San Martín, lo cual era necesario para formar parte del gobierno de Pueyrredón. En la entrevista llevada a cabo en Córdoba, ambos convinieron los ministros que debían formar parte del gobierno, entre los que se encontraba don Vicente López:

Una de las razones que salvó al señor López de la rigurosa persecución que sufrieron los partidarios del general Alvear, fue que no figuraba como afiliado de la Gran Logia, cosa por la que siempre había tenido poco gusto y menos confianza. Sin embargo, era conocida su adhesión a la independencia y al orden; era amigo personal del señor Pueyrredón y uno de los patriotas más estimados en el país y en el círculo de la familia de Luca, de los Irigoyen, Darregueira, Guido, Patrón, Madero, Ramón Díaz, los hermanos Rojas, los hermanos Lezica y de casi todos los demás que formaban el meollo del nuevo partido y que tenían en casa de aquella culta familia su centro de amenidades sociales y su intercambio de influjos políticos. Pero era necesario que el que debía ocupar el ministerio de Gobierno fuese afiliado, y los amigos del círculo, que a veces tomaba todos los caracteres de lo que hoy llamamos un club, lo llevaron a la casa en que tenían sus reuniones.[35]

Seguidamente, López relata cómo su padre fue conducido al local de la Logia y el ofrecimiento que el mismo Director Supremo Pueyrredón le realizó para que ingresara a la misma:

El 20 de septiembre a las cuatro de la tarde, pasada ya la siesta que se dormía en aquel tiempo después de comer, don Pedro y don Ambrosio Lezica pasaban de paseo hacia el alto, por la calle del Correo (hoy Perú) y deteniéndose en la ventana del doctor don Vicente López, le llamaron con un pretexto oportuno, y después de un momento de conversación sobre las cosas del tiempo, que tanto les interesaban a todos, le instaron a que los acompañase a dar una vuelta. Habiéndolo hecho en efecto, regresaban por la calle de las Barrancas, que hoy se llama General Balcarce; dieron vuelta por la que es hoy Venezuela, y al pasar por una casa grande frente al paredón de Santo Domingo, lugar entonces solitario y lóbrego, don Pedro Lezica detuvo a sus compañeros, y les dijo: “En esta casa acostumbramos reunirnos algunos amigos para saber noticias y para conversar sobre la Causa y el Sistema”.[36]

Estas palabras, aclara López, significaban en aquel tiempo la guerra de la independencia y los intereses de la política revolucionaria. Luego prosigue:

El doctor López, aunque sin malicia de lo que aquello pudiera importar quiso excusarse por su absoluta ignorancia de las personas que pudieran encontrarse ahí, por la hora, etcétera, etcétera, pero el señor Lezica le aseguró que tendría un gran gusto en ver muchos amigos que lo querían, y que deseaban que asistiese a aquella tertulia; además de que convenía que hablase con ellos, pues hacía tiempo que deseaban verlo en su compañía. Como el doctor López tenía un carácter fácil y condescendiente, accedió por compromiso más que por gusto. Lezica se adelantó entonces y tocó tres golpes, señaladamente esparcidos, en la puerta del salón que estaba frente a la calle. Abierta la puerta había una mampara que impedía ver el interior, pero así que Lezica introdujo del otro lado a López, el Director Pueyrredón le salió al encuentro, y abrazándolo con semblante risueño y amigable, le dijo que sentía un inmenso placer con verlo allí, pues tenía un interés particular en hablar con él y en que se reuniese a los amigos que allí ocurrían, porque esta reunión era indispensable para la salvación de la patria y para el acierto de su gobierno. Al mismo tiempo ocurrían el Coronel Terrada, don Tomás Guido, don Felipe Senillosa, don Matías Patrón, don Esteban y don Tomás Luca, y muchos otros señores que con sus declaraciones e instancias, hicieron una verdadera presión sobre el ánimo del neófito. En efecto, se hallaban en medio del cuartel n° 1 de la Logia Lautaro.[37]

A continuación, Pueyrredón le explica a don López el pedido expreso de San Martín para que formara parte del gobierno, además de leer una carta enviada por él acerca de la necesidad de la Logia para poder lograr la Independencia:

Pueyrredón le habló entonces a López de los recuerdos que el General San Martín hacía de él, y de los encargos que le había dado para que lo llamase a tomar parte en el gobierno como secretario del interior; le hizo una exposición general del estado del país, y de la situación casi desesperada en que estaban los negocios de la guerra, si no se lograba constituir un gobierno fuerte, bien armado de poderes, para completar la organización del Ejército de los Andes, a fin de que obrasen de concierto, invadiendo el uno a Chile y defendiendo el otro a las fronteras (...) sacó una carta del 6 de septiembre en la que el General San Martín decía, que todos los peligros y dificultades de la guerra podían ser superadas, pero que la causa que arrastraba al país a su ruina, de una manera irremediable era el desorden que promovían los díscolos; que visto esto y las raíces fatales que tenía este mal él era irremediable de otro modo que por medios heroicos y extraordinarios; que en tiempos en que todo era posible hacerlo por la salvación, era una locura querer dar libertades a nadie para que pensasen y proyectasen lo que mejor se les antojase; que era preciso quitar esa libertad, porque de ahí venía que los pueblos se distraían, que las opiniones se ofuscaban, que cada uno tomaba por su lado cuando era preciso que todos obedeciesen en una dirección, y que por último la guerra no se hacía con libertades, sino con disciplina ciega, con armas y con soldados sumisos. El país, agregaba, debe ser mirado como un campamento de instrucción, y nadie debe hablar de pensar, mientras no hayamos salvado a la patria y su independencia, porque la tenemos en las garras del lobo. No por esto sostengo que el gobierno proceda por sí solo y por su antojo. Es preciso que lo haga por un consejo de hombres buenos y seguros, interesados por el Sistema; pero este consejo debe ser secreto y vigilante, de manera que se traiga a él todo lo que el país diga y necesite para que ninguna de sus necesidades deje de ser atendida, para que el gobernante no ignore cosa alguna, y para que haya acierto, oportunidad y rapidez en el castigo de los que premediten estorbar la marcha salvadora del gobierno. Ábrales Ud. los ojos a todos esos patriotas ilusos, que se figuran que nos podremos salvar sin este compromiso; sería un milagro que hasta ahora no han logrado ningunos pueblos en revolución como los nuestros... Dígale Ud. a López que yo me empeño en que acepte la secretaría. Es un paisano que hace honor a su tierra por su juicio y por su respeto a los gobiernos, y como él es hombre bueno y justo, Ud. ganará en la opinión y en la confianza trayéndolo a su lado.[38]

Por último, López relata cómo su padre finalmente es convencido para formar parte de la Logia:

Entre halagos y observaciones serias sobre las necesidades del momento, lo redujeron entre todos a quedar afiliado a la logia. (...) El doctor López tenía un interés capital en el triunfo de la causa de la independencia, pero su carácter era demasiado apacible y escrupuloso, para que fuese hombre adecuado a las necesidades políticas del tiempo, o a las responsabilidades en que aquel gobierno debía envolverse. Pero, por más que hizo, no pudo vencer la resolución del Director; y sin darse bien cuenta de lo que hacía, se dejó afiliar a la logia con los juramentos que el ritual exigía, previa la explicación de que todo eso se concretaba a cooperar a la expedición sobre Chile.[39]

Por lo tanto, la información de Vicente Fidel López de que el nombre “Lautaro” dado a la Logia era una palabra “masónica y simbólica” cuyo significado era “expedición a Chile”, provino de su propio padre, quien fue iniciado en la Logia Lautaro y la conoció interiormente.[40]

[1] Piccirilli, Ricardo. San Martín y la Logia Lautaro, pág. 16. Buenos Aires, Museo Histórico Nacional, 1958.
[2] Pinto Lagarrigue, Fernando. La Masonería y su influencia en Chile, pág. 69-70. Santiago de Chile, Ediciones de la Gran Logia de Chile, 1995.
[3] Piccirilli. San Martín y la Logia Lautaro, pág. 18.
[4] Piccirilli. Ibídem, pág. 17. 
[5] Lappas, Alcibíades. San Martín y su ideario liberal, pág. 44. Buenos Aires, Editorial Símbolo, 1982.
[6] Corbière, Emilio. La Masonería. Política y sociedades secretas, pág. 210. Buenos Aires, Debolsillo, 2006.
[7] Pasquali, Patricia. “Bolívar, San Martín y la Masonería en la Independencia Americana”, en Todo es Historia, N° 405, Buenos Aires, abril de 2001, pág. 11.
[8] Pasquali. Ibídem.
[9] San Martín. Su correspondencia (1823-1850), pág. 361. Córdoba, Editorial Assandri, 1950.
[10] Pasquali, Patricia. San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria, pág. 68. Buenos Aires, Emecé, 2004.
[11] Iriarte, Tomás de. Memorias, Tomo I: La Independencia y la Anarquía, pág. LXXI (“Estudio Preliminar” de Enrique de Gandía). Buenos Aires, Sociedad Impresora Americana, 1944.
[12] Gandía, Enrique de. “San Martín masón”, en Historia, N° 39, Buenos Aires, septiembre-noviembre de 1990, pág. 28.
[13] Lappas. San Martín y su ideario liberal, pág. 18-19.
[14] Pasquali. San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria, pág. 72-73.
[15] Pasquali. “Bolívar, San Martín y la Masonería en la Independencia Americana”, pág. 12.
[16] Pasquali. San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria, pág. 73.
[17] “Masonería establecida en Cádiz. Rito Americano, logia Caballeros Racionales. Declaraciones de Fray Servando Teresa de Mier sobre la masonería”. Citado en Villegas, Alfredo G., San Martín y su época, Tomo I, pág. 71-73, Buenos Aires, Ediciones Depalma, 1976. La iniciación que describe Mier no tiene un carácter masónico. Sin embargo, Enrique de Gandía explica: “Hasta un masón como fray Servando Teresa de Mier confesó, frente a la Inquisición, que “Alvear era masón”. Frente a la hoguera, Mier quiso alegar que la masonería a la cual pertenecía no era propiamente masonería, sino una sociedad de beneficencia que no iba “ni contra la religión ni contra el rey”: precisamente lo que ordenaba la masonería: no discutir sobre política ni sobre religión: cada cual era libre de creer lo que quisiese. Mier insistió que la reunión en la cual fue hallado tal vez imitase “algunas fórmulas y tal vez pensase amalgamarse con ellos (los masones), pero encontró resistencia”. (...) Mier declaró que la independencia buscada en América tenía por fin salvar el Nuevo Mundo de la dominación francesa” (Gandía. “San Martín masón”, pág. 24-25).
[18] El 10 de enero de 1819, Alvear escribe desde Montevideo una “Refutación de la calumnia intentada contra don Carlos Alvear”, en la que le solicita al autor del escrito que lo había difamado, publicado el 28 de diciembre de 1818 en un diario de Buenos Aires, que “se acerque a los Señores General San Martín, Coronel Zapiola, Presbítero Anchorís, Chilavert, Vera, Zufriátegui, Balbín, Vallejo, Olembert y demás Patriotas que se hallaron en Cádiz en 1810 y 1811, y sabrá que en aquella capital era yo el centro de las relaciones íntimas de todos los americanos; y que mi firma era una recomendación para ser admitidos al servicio de la revolución bajo las órdenes de los gobiernos que dirigían los movimientos de México, Caracas y Santa Fe. Que prodigué ingentes sumas de dinero para auxiliar la evasión de todos los que querían venir a defender la causa de la libertad: que yo mismo los buscaba y animaba proporcionándoles medios de mi peculio gratuitamente y sin cargo alguno de devolución (...) que mi patriotismo no fue el efecto de la necesidad, sino de la virtud, desde que abandoné en la península un patrimonio de más de cien mil pesos, y un rico mayorazgo, solamente para venir a defender la libertad de mi Patria con la espada y entre los peligros de una guerra azarosa” (Alvear, Carlos María de. El General Alvear. A propósito de las memorias del General Iriarte, pág. 354. Buenos Aires, Emecé, 1986).
[19] Pasquali. San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria, pág. 77.
[20] Carnicelli, Américo. La Masonería en la Independencia de América (1810-1830), Tomo I, pág. 92-93. Bogotá, 1970.
[21] El título de esta lista es “Lista de los americanos que por constitución no pueden ser admitidos en ninguna Sociedad de Caballeros Racionales a causa de haber rehusado entrar en la N° 3 por temor de los déspotas españoles”.
[22] Carnicelli. Ibídem, pág. 96.
[23] La carta de Cortavarría, fechada en Puerto Rico el 27 de abril de 1812, informa que: “De cierta correspondencia aprehendida en un Buque mercante Inglés que se dirigía desde Londres a Caracas, resulta que tanto en estas dos ciudades, como en Cádiz, Filadelfia y en otros puntos que se expresan, se han formado Logias o Asociaciones Secretas, algunos de cuyos individuos debían pasar a diversos parajes de la América española, con el fin según parece de generalizar la insurrección en ella”. Entre los individuos mencionados se encuentran “Don Carlos Alvear”, “Don Zapiola”, “Don San Martín; Don Mier, Don Villa-Urrutia, Don Chilaver y Don Ramón Eduardo Anchorís”, además de especificar que los papeles interceptados “aparecen firmados en Londres por don Carlos Alvear en 28 de octubre último, y remitidos a don Rafael Mérida residente en Caracas” (Carnicelli. Ibídem, pág. 100).
[24] Espejo, Gerónimo. “El Paso de los Andes. Crónica histórica de las operaciones del Ejército de los Andes para la restauración de Chile en 1817”, en Biblioteca de Mayo. Colección de obras y documentos para la Historia Argentina, Tomo XVI, Primera Parte, pág. 13810-13811. Buenos Aires, Senado de la Nación, 1963.
[25] Pasquali. San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria, pág. 121-122.
[26] Pasquali. Ibídem, pág. 126.
[27] Pueyrredón a San Martín, Buenos Aires, 10 de septiembre de 1816. Documentos para la historia del Libertador General San Martín, Tomo IV, pág. 145. Buenos Aires, Ministerio de Educación, Instituto Nacional Sanmartiniano y Museo Histórico Nacional, 1955.
[28] Pasquali. San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria, pág. 125.
[29] Pasquali. Ibídem, pág. 255.
[30] San Martín a Guido, Mendoza, 14 de junio de 1816. Pasquali, Patricia. San Martín confidencial. Correspondencia personal del Libertador con su amigo Tomás Guido (1816-1849), pág. 57. Buenos Aires, Editorial Planeta, 2000.
[31] Vedia y Mitre, Mariano de. La Vida de Monteagudo, Tomo II, pág. 15. Buenos Aires, Editorial Guillermo Kraft Ltda., 1950. A Nicolás Rodríguez Peña, por ejemplo, la Comisión le preguntó si sabía “que entre la Asamblea, gobierno y principales clases del Estado, estaba repartida una liga criminalmente unida, cuya cabeza principal era don Carlos María de Alvear” (Biblioteca de Mayo. Colección de obras y documentos para la Historia Argentina, Tomo XIII, pág. 12034. Buenos Aires, Senado de la Nación, 1962).
[32] Biblioteca de Mayo, Tomo XIII, pág. 12166. El texto, por error, dice “nacionales”, pero en el original se ve claramente que el nombre es “racionales”.
[33] Pasquali. San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria, pág. 128.
[34] López, Vicente Fidel. Historia de la República Argentina. Su origen, su revolución y su desarrollo político hasta 1852, Tomo III, pág. 447. Buenos Aires, Editorial Sopena Argentina, 1949. Podría afirmarse que López adolece de cierta óptica "porteñista", ya que el Ejército de los Andes, tal cual lo afirma Norberto Galasso en su obraSeamos libres y lo demás no importa nada. Vida de San Martín (Buenos Aires, Ediciones Colihue, 2000), estaba compuesto en sus dos terceras partes por soldados chilenos.
[35] López. Ibídem, pág. 449-450.
[36] Vicente Fidel López, La Revolución Argentina, Tomo I, pág. 373. Citado en Vedia y Mitre, La Vida de Monteagudo, Tomo II, pág. 300-301.
[37] Vedia y Mitre. Ibídem, pág. 301. 
[38] Vedia y Mitre. Ibídem, pág. 301-303.
[39] López. Historia de la República Argentina, Tomo III, pág. 450.
[40] Una prueba que demuestra la confianza que San Martín depositaba en Vicente López, es que en 1829 le concedió el poder para administrar sus bienes a su amigo Gregorio “Goyo” Gómez, tramitación que “también contemplaba que en caso de fallecimiento o inhabilitación de Gómez, el citado poder pasara a manos de Vicente López y Planes”. Al año siguiente, éste le escribía: “Lejos de haberme impuesto usted una carga, de que yo pudiera excusarme, me ha hecho un distinguido honor que por muchos títulos debe satisfacerme (...) jamás dejaré de mirar como honroso el haber merecido su confianza para el servicio que me encomienda en el caso designado” (Pasquali, Patricia. San Martín en el ostracismo: profecía, silencio y gloria, pág. 74. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1992).

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