Escribe Herbert Ore Belsuzarri.
Las piezas más
importantes que Hiram Abif construyo, fueron las dos columnas dedicadas a
Jehová. El ubicado en el lado derecho se llamo Jaquin y la de la izquierda
Boaz.
Boaz era un
antepasado de David llamado también Booz que significa "en El (Dios) hay
fortaleza". Jaquin significa "El Establecerá".
Estas Columnas de
bronce en el bordo o el capitel tenia forma de Cáliz de la Flor de Lis, dos hileras de granadas para los
capiteles, los capiteles medían 5 codos, alrededor de 2 1/2 metros. En los
capiteles había "trenzas a manera de red" y cordones a manera de
cadenas, y alrededor de las redes dos hileras de granadas para cada capitel.
Cada categoría de constructor recibió
signos, palabras y toques diferentes a fin de que se reconozcan entre si y se
reunían en tres puntos concretos del Templo. Los aprendices recibían el salario
en la Columna Jakin, los compañeros en la Columna Boaz y los maestros en la
Cámara Media. Tres compañeros descontentos quisieron forzar a Hiram para que
les diera la palabra y el signo de los maestros. Uno le golpeó con un martillo
en el hombro izquierdo, el segundo con un nivel en el hombro derecho y el
tercero le propinó un mazazo sobre la frente.
Los tres compañeros escondieron el cadáver
y huyeron; al cabo de siete días Salomón ordenó a nueve maestros que lo
buscaran. Ellos inspeccionaron las tierras de Occidente hasta que vislumbraron
un resplandor en lo alto de una colina. Allí encontraron el cadáver de Hiram;
plantaron una rama de Acacia para marcar la improvisada tumba e impedir que se
perdiera; cuando fueron a enterrar el cadáver, tras tocar dos dedos y la
muñeca, vieron que estaba corrompido, entonces un maestro grito “Mak Benah”(La
carne se desprende) y esta palabra pasó a ser sagrada entre los maestros.
Salomón designo a nueve maestros para
buscar a los culpables del asesinato, designando a Joabén el jefe de la
comitiva. Estos por orden de Salomón se dirigieron a Joppa. Luego de recorrer
27 millas llegaron a la caverna de Ben-Acar donde los asesinos se escondían.
Dos de ellos al notar la presencia de los maestros fugaron entre las rocas pero
se precipitaron a un barranco, donde fueron hallados. Por otra parte Joabén
ingreso a la caverna y descendiendo por una escalera de nueve peldaños ingreso
al interior de una gruta donde hallo al tercer asesino, quién se hirió con un
puñal el corazón.
Los cuerpos de los
asesinos fueron dejados en el campo para que sirvan de pasto a las fieras, pero
se llevaron sus cabezas, las mismas que fueron expuestas en el trabajo por espacio
de tres días junto a los instrumentos con que asesinaron a Hiram Abif. De esta manera, el crimen como el castigo permaneció en secreto; únicamente
los iniciados se enteraron de esto, y tan sólo los Maestros pudieron comprenderlo.
Las cabezas fueron
quemadas y los instrumentos hechos pedazos. Salomón satisfecho por la conducta
de los nueve maestros, adicionó seis maestros más y dispuso que de allí en
adelante lleven el nombre de “Elegidos Secretos”. Les dio por divisa una banda
negra que se sostenía en el hombro izquierdo y terminaba en la cadera derecha,
de cuyo extremo pendía un puñal con empuñadura de oro. Las palabras, señales y
toques de reconocimiento eran análogos a la acción que ejecutan. En lo sucesivo
su trabajo fue el de inspeccionar los trabajos de los masones. Cuando era
necesario proceder en juicio contra alguno de ellos, el rey los convocaba en
lugar reservado, y el pastor que les sirvió de guía para ubicar a los asesinos,
entro al cuerpo de los masones y con el tiempo perteneció al número de los
elegidos.
Los Elegidos Secretos
fueron los vigilantes de los obreros y Maestros de Obra para que no se repita
el doloroso hecho ocurrido con el Gran Arquitecto del Templo.
En esto se basa la
tradición del maestro secreto. Ya los trabajos del templo estaban por concluir
y restaba guardar en lugar seguro y secreto el nombre del Gran Arquitecto del
Universo, según era conocido desde su aparición sobre el monte Oreb en un
triangulo radiante: Este nombre era desconocido por el pueblo y se conservaba en
absoluto secreto.
El gran sacerdote
rodeado de todos los que podían oírle, en una ceremonia que se hacía una vez al
año, invitaba al pueblo a que gritase y aplaudiera, mientras el pronunciaba el
nombre, evitando de esta forma poder ser oída por profanos.
Salomón hizo
construir en la parte más oculta del templo
una bóveda secreta, en el centro del cual coloco un pedestal triangular.
Se bajaba a ella por una escalera de veinticuatro peldaños, dividida en tramos
de tres, cinco, siete y nueve, y solo era conocida por el Rey y los maestros
que allí habían trabajado.
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