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viernes, 31 de mayo de 2013

LA MUJER EN LA MASONERIA



LA MUJER EN LA MASONERIA 

Cuando los representantes actuales de la Francmasonería que se llama a 
sí misma “escocesa” rechazan toda la posibilidad de iniciaciones 
femeninas, el historiador sincero debe protestar. 

La Guilda de los carpinteros de Norwich, que data de 1375, Guilda a la 
que pertenecieron también los albañiles de York, recuerda que: 
“Todos los años, el sábado siguiente a la Ascensión, los Hermanos y 
las Hermanas se reunían en un lugar determinado para recitar oraciones 
en honor de la Santa Trinidad y a favor de la Santa Iglesia, por la 
paz y la unión del país y por el reposo del alma de los difuntos, no 
sólo Hermanos y Hermanas sino también los amigos y todos los 
cristianos(...) Si muere algún miembros de la Guilda, sus Hermanos y 
Hermanas deben rezar por él y hacer celebrar una misa por el reposo de 
su alma”... 

Y eso no es todo. En los Archivos de la “York Lodge No. 236”, que 
perteneció a la antigua Gran Logia de Inglaterra, al Oriente de York y 
de origen inmemorial, hay un manuscrito de 1693, transcrito en un 
pergamino y ligeramente mutilado. Por él nos enteramos que durante una 
recepción en el siglo XVII: “Uno de los antiguos toma el Libro y aquel 
o aquella que debe ser hecho masón posa las manos sobre el Libro, y 
entonces le son dadas las instrucciones...”. (Revista “Hiram” mayo y 
julio de 1908. artículo de Teder. La copia está certificada conforme 
por el Sr. Isaac Brent, Vigilante de la misma Logia de York, William 
Cowling, Maestro Consumado y Tesorero, y Ralph L. Davison, Maestro 
Consumado, con fecha 13 de marzo de 1870) 

Otro dato viene a contradecir la exagerada misoginia de ciertas 
obediencias masónicas. Hay un gran nombre femenino entre los de esos 
“constructores de catedrales” de los que tantos se vanaglorian de 
descender: el de Sabine de Pierrefonds, hija de Hervé de Pierrefonds, 
más conocido por la forma germánica de su nombre: Erwin von Steinbach, 
que le fue dado por su participación en la construcción de la catedral 
de Estrasburgo. Sabine esculpió también algunas de las estatuas de 
Notre Dame de París. Claro que obras como las catedrales, cuya 
construcción duró tres o cuatro siglos, necesitaron más de un maestro 
de obras y es muy probable que Sabine de Pierrefonds no fuese la única 
mujer que trabajaba en estas obras. 

Por otra parte entre las posibles recepciones femeninas, tal como las 
relatan los antiguos “Deberes” medievales, se puede pensar en las 
esposas de los “Maestros”, ya que estos reglamentos mencionan 
invariablemente a los dos: 
“No revelareis los secretos o los proyectos de vuestro Maestro o de 
Vuestra Maestra...” (cf. Antiguas Constituciones de los Masones 
Francos y Aceptados, tomadas de un manuscrito escrito hace 500 años 
por J. Roberts, Warwick-Lane, 1722, Reglamento de los Aprendices, 1, 
4, 5, 7). 

Su publicación evidentemente es anterior a las de las “Constituciones” 
de Anderson y resultan más de fiar en cuanto al documento reproducido, 
su antigüedad y su unidad, puesto que Anderson hizo una síntesis de 
diversos documentos, mientras que aquí nos hallamos en presencia de un 
texto único y completo. Y en lo que respecta a la “Maestra Evocada”, 
se puede admitir que Sabien de Pierrefonds, escultora de Estatuas, 
tuvo a su vez que formar Aprendices y Compañeros. 

Pronto veremos que 
esta Iniciación femenina a la “Francmasonería Aceptada” se extendió a 
una Soberana, en lugar de a un soberano: la Reina Ana Esturado, hija 
de Jacobo II, que reinó de 1702 a 1714. 

VICENTE ALCOSERI

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