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jueves, 16 de febrero de 2017

LOS NUMEROS SAGRADOS EN LA TRADICION PITAGORICA MASONICAARTURO REGHINI

LOS NUMEROS SAGRADOS EN LA TRADICION PITAGORICA MASONICA
ARTURO REGHINI

2ª Parte

Hay que recordar también que en el período previo a la revolución francesa, no todos los masones olvidaron la verdadera naturaleza de la Francmasonería, aun cuando quedaran desorientados por la pléyade de ritos diversos y opuestos. En el Convento de los Philalèthes se reunieron masones de todos los ritos, animados todos ellos por el mismo deseo de restablecer la unidad. Sólo Cagliostro, que había fundado el rito de la Masonería Egipcia que únicamente constaba de tres grados, y estaba exclusivamente dedicada a la obra de edificación espiritual, se negó a participar en este Convento por razones que sería demasiado largo exponer. 

La influencia masónica francesa se afirmó también en Italia, después de la revolución y durante el imperio. Aún hoy, la presencia de ciertos términos técnicos en los "trabajos" masónicos, como el "mallete" del Venerable (traducido al italiano literalmente por "maglietto") así como otros términos (louveton, traducción fonético-semántica de Lufton, hijo de Gabaón, nombre genérico del masón según los primeros rituales ingleses y franceses) son prueba de ello. La francmasonería francesa y la italiana tuvieron estrechas relaciones durante todo el último siglo, y a veces una actitud revolucionaria, republicana, pero también materialista y positivista que seguía la moda filosófica de la época. No se puede decir sin embargo que la francmasonería italiana se convirtiera en una francmasonería materialista, pues si bien fue siempre tolerante ante todas las opiniones, no por ello dejó de venerar, y muy particularmente, a un gran espíritu como Giuseppe Mazzini y a grandes francmasones como Garibaldi, Bovio, Carducci, Filopanti, Pascoli, Domizio Torrigiani, y Giovanni Amendola, todos idealistas y espiritualistas.(1) Fue el salvajismo furioso y el vandalismo de los gamberros fascistas lo que devastó nuestros templos, nuestras bibliotecas y rompió los bustos de Mazzini y Garibaldi que decoraban nuestras sedes. 

Por otra parte hay que reconocer que si la francmasonería inglesa ha conservado siempre un carácter espiritualista y nunca se le ha ocurrido negar la existencia del Gran Arquitecto del Universo, a menudo ha estado tentada, y todavía lo está, de conferir un cierto tono cristiano a su espiritualismo, alejándose de esa manera del espíritu de imparcialidad absoluta y no confesional de las Constituciones de Anderson. No se puede negar que el hecho de obligar a prestar juramento sobre el Evangelio de San Juan no es una prueba de tolerancia ante profanos y hermanos agnósticos o paganos, judíos o libre pensadores, que no tienen una especial simpatía por el Evangelio de San Juan y lo ignoran todo de la tradición joánica. La intolerancia se acentúa con la mala costumbre de infligir la lectura y el comentario de los versículos del Evangelio durante los trabajos de la Logia. Si este hábito criticable adquiere importancia, terminará por reducir los trabajos de la Logia a un simple servicio religioso cuáquero o puritano, a una especie de "rosario" o de "vísperas" fastidiosos, inútiles e insoportables para la libre conciencia de tantos hermanos que, en Inglaterra y en América, ni van a misa, ni aceptan la infalibilidad del papa, como tampoco la autoridad de la Biblia. ¿Es necesario crear malestar e irritación en nuestras columnas sin una contrapartida apreciable? ¿Puede creerse que por esos medios se convertirá a los demás a las propias creencias y que de esa manera se contendrá al agnosticismo inglés y americano? 

Estas consideraciones exhortan a conservar el carácter universal de la Franc-Masonería por encima de los credos religiosos y filosóficos y de los compromisos políticos. Lo que no significa que haya que ignorar la política. En efecto, hay que protegerse de ella. La intolerancia no puede dejar el campo a la tolerancia y la tolerancia lo puede tolerar todo excepto la intolerancia deliberadamente hostil. Desde el momento que aparecieron las Constituciones de Anderson con su principio de libertad y de tolerancia, la Iglesia católica excomulgó a la Francmasonería, culpable precisamente de tolerancia; y el encarnizamiento contra la Francmasonería ya nunca sería desmentido. En Italia, la persecución de la Francmasonería durante estos últimos veinte años fue comenzada y sostenida por los jesuitas y los nacionalistas(2); en cuanto a los fascistas, para ganarse el favor de estos señores, no vacilaron en provocar la aversión del mundo civilizado respecto a Italia por su vandalismo en contra de la Francmasonería. Los jesuitas han perdido esta guerra; pero la lepra de la intolerancia se propaga siempre, reviste nuevas formas y es necesario protegerse de ella. Por otra parte, llega la hora, si no nos equivocamos, de difundir la Francmasonería por toda la Tierra y establecer una fraternidad entre los hombres de todas las razas, civilizaciones y religiones; para llevar a bien esta tarea, es necesario que la Francmasonería no asuma una fisionomía y un tono que no pertenecen más que a una minoría hacia la cual las grandes civilizaciones orientales, China, India, Japón, Malasia, el mundo del Islam, se han mostrado refractarias. La cosa es posible mientras la Francmasonería no se circunscriba a una creencia cualquiera y permanezca fiel a su patrimonio espiritual, que no consiste ni en una fe codificada, un credo religioso o filosófico, un conjunto de postulados o de prejuicios ideológicos y moralistas, ni en un bagaje doctrinal considerado detentador y portador de la verdad a la cual convertir a los no creyentes. Hay que pensar que, aun si la verdadera religión y la verdadera filosofía existen, es una ilusión creer que se las puede conquistar o comunicar mediante una conversión, una confesión o el recitado de ciertas fórmulas, porque cada cual entiende las palabras de estos credos y fórmulas a su manera, de acuerdo a su civilización y su inteligencia; y en el fondo, no son, como decía Hamlet, sino "words, words, words". Mientras no se reflexiona en ello, se tiene la ilusión de que esas palabras se comprenden de igual manera; tan pronto como se empieza a razonar, surgen sectas y herejías, cada una persuadida de que detenta la verdad. La sabiduría no puede ya ser comprendida racionalmente, ni expresada, ni comunicada; es una visión, una vidya, esencial y necesariamente indeterminada, incierta; y, cuando los ojos se abren a la luz con el nacimiento a la nueva vida, se aproxima uno a esa visión. El arte masónico o arte real es el arte de trabajar la piedra bruta para hacer posible la transmutación humana y la percepción gradual de la luz iniciática. Lo que no significa, naturalmente, que la Francmasonería tenga el monopolio del arte real. 

En el transcurso de los dos últimos siglos la mayor parte de los enemigos de la Francmasonería han recurrido sistemática y únicamente a la injuria y a la calumnia, apoyándose en sentimientos moralistas y patrióticos. Se ha afirmado así que los trabajos masónicos consistían en orgías abominables, y con ese fin se han desviado los rituales, se han desvelado las ceremonias masónicas poniéndolas en ridículo, se ha acusado a los masones de traicionar a su patria a causa del carácter internacional de la Orden, se ha afirmado que la Francmasonería no es otra cosa que el instrumento de los judíos, siempre para engañar y alzar a los creyentes y al público en general en contra de la "Sociedad Secreta". Los francmasones, naturalmente, sabían muy bien que no se trataba más que de calumnias; y, como nada conseguía convencerles, se ha pensado en suprimirlos o en quitarles la posibilidad de reunirse para trabajar, o de responder y defenderse. Recientemente, un escritor católico(3) ha publicado un estudio histórico sobre "la Tradición Secreta"; conducido con competencia y habilidad, las habituales y acostumbradas calumnias destinadas a impresionar a los profanos han sido hábilmente reemplazadas en él por una crítica insidiosa, destinada a impresionar al lector culto y al espíritu de nuestros hermanos. 

Esta crítica afirma que el fondo de la tradición secreta no contiene sino el vacío absoluto (pág. 139) y concluye afirmando que "la Escuela Iniciática o por medio de ella la Tradición Secreta no ha enseñado absolutamente nada a la humanidad" (pág. 155). No se comprende muy bien entonces cómo puede afirmarse igualmente que este vacío absoluto, "esta tradición secreta coincide (pág. 141), aún cuando a menudo sea de una manera corrompida, con las doctrinas gnósticas", pero no pretendamos demasiado. La Francmasonería es pues, según el autor, una esfinge sin secreto dado que no enseña ninguna doctrina; de ese modo el lector se ve llevado a concluir que al estar desprovista de contenido, la Masonería no tiene ningún valor. En las páginas que preceden hemos mostrado que la Francmasonería no enseña ninguna doctrina y no debe enseñarla, subrayando que esta actitud es uno de sus méritos. Ahora bien, para llegar a concluir que la Tradición secreta contiene el vacío al no contener una doctrina, hay que creer que solamente una doctrina puede ocupar el vacío. En la página 153, el autor afirma todavía: "el sistema iniciático supone que el hombre pueda llegar a comprender por un esfuerzo de la inteligencia los problemas inexplicados del cosmos y del más allá"; en la página 152 escribe: "la Iglesia católica opone a las vanas elucubraciones de los que se autodenominan iniciados, la fuerza intangible de su dogma que debe ser único porque no pueden existir dos verdades" y que el sistema iniciático es incompatible con el cristianismo. A estas afirmaciones respondemos que ignoramos la existencia de un sistema iniciático, que no conocemos iniciados que hagan suposiciones, y aún menos que se hagan ilusiones sobre la posibilidad de resolver por medio de su inteligencia o de elucubraciones los problemas inexplicados; pero nos es imposible admitir que la fe en un dogma pueda constituir un conocimiento, pues saber no es creer. De hecho comprendemos que la verdad es necesariamente inefable e indecible; dejamos a los profanos la consoladora e ingenua ilusión de creer que es posible formular de alguna manera esta verdad y este conocimiento en credos, fórmulas, doctrinas, sistemas y teorías. Además, hasta Jesús sabía que sus parábolas no eran más que parábolas; pero decía también a sus discípulos que a ellos "les era dado entender el misterio del reino de los cielos". Evidentemente sola fides sufficit ad firmandum cor sincerum, pero non sufficit para entender los misterios. Lo que es igualmente válido para el simple razonamiento. Con esto no queremos disminuir de ninguna manera el valor de la fe y del razonamiento; la fe sola conduce al desespero filosófico; y ambos son un poco como el tabaco y el café: dos venenos que se compensan; pero desde luego no basta con fumar en pipa y degustar un café para elevarse al conocimiento. Al conocimiento multi vocati sunt, pero no todos; y, entre estos muchos, pauci electi sunt; según la Iglesia católica, por el contrario es suficiente con tener fe en el Dogma, y el conocimiento y el paraíso están al alcance de todos los bolsillos a precios realmente insuperables. 

Resumamos: No existe una doctrina masónica secreta(4); pero existe un arte secreto, llamado arte real o más sencillamente Arte; es el arte de la edificación espiritual al que corresponde la arquitectura sagrada. Los instrumentos masónicos tienen pues un sentido figurado en la obra de la transmutación, y al secreto del arte real corresponde el secreto arquitectónico de los constructores de las grandes catedrales medievales. Es natural que los francmasones veneren al Gran Arquitecto del Universo, incluso aunque no se defina lo que hay que entender por esta fórmula. 

En la arquitectura antigua, especialmente en la arquitectura sagrada, las cuestiones de relación y proporción tenían una importancia capital; la arquitectura clásica reglaba la proporción de las diferentes partes de un edificio, y en particular de los templos, basándose en un módulo secreto al cual alude Vitruvio; existe toda una literatura referida a la arquitectura egipcia y sobre todo a la pirámide de Kéops, que ilustra su carácter matemático; e incluso procediendo con la mayor circunspección, es cierto, por ejemplo, que esta pirámide se encuentra exactamente a 30 de latitud para formar con el centro de la tierra y el polo Norte un triángulo equilátero; es cierto que está perfectamente orientada y que la cara vuelta hacia el septentrión es exactamente perpendicular al eje de rotación terrestre, en función de la posición que éste tenía en la época de su construcción. En cuanto a los constructores de la Edad Media, no les guiaban solamente unos criterios estéticos; se preocupaban de la orientación de la iglesia, del número de naves, etc.; el arte de los constructores estaba en relación con la ciencia de la geometría. La escuadra y el compás son los dos símbolos de oficio fundamentales en el arte masónico; y la regla y el compás los dos instrumentos fundamentales en la geometría elemental. La Biblia afirma que Dios ha hecho omnia in numero, pondere et mensura; los pitagóricos han creado la palabra cosmos para indicar la belleza del universo en el que reconocían una unidad, un orden, una armonía, una proporción; y entre las cuatro ciencias liberales del cuadrivio pitagórico, la aritmética, la geometría, la música y la esférica, la primera estaba en la base de todas las demás. Dante comparaba el cielo del Sol con la aritmética porque "como de la luz del Sol todas las estrellas se iluminan, así de la luz de la aritmética se iluminan todas las ciencias" y al igual "que el ojo no puede mirar al sol, así el ojo del intelecto no puede mirar el número que es infinito"(5)

Sin entrar en la crítica de este pasaje, no deja de quedar establecida la posición que ocupa la Aritmética según Dante. Por otra parte tanto la Biblia como la arquitectura aconsejaban considerar los números. Hoy en día, aún negándose a reconocer en el cosmos una unidad, un orden, una armonía, una ley, y no aceptando más que el determinismo limitado por la ley de las probabilidades, la física moderna sigue reduciéndose a considerar los números y las relaciones numéricas; de hecho no quedan sino ellos, y tanto Einstein como Bertrand Russell han constatado y reconocido que la ciencia moderna volvía al pitagorismo. 

Así pues no hay nada sorprendente en que los francmasones hayan identificado al arte arquitectónico con la geometría y hayan dado al conocimiento de los números una tal importancia que ella justifica su pretensión tradicional de ser los únicos en conocer los "números sagrados". 

Pero aún hemos de hacer algunas observaciones. La geometría en su parte métrica, es decir en las medidas, exige el conocimiento de la aritmética; ahora bien, antiguamente la acepción de la palabra geometría era menos específica que hoy, y geometría significaba genéricamente toda la matemática; así la identificación del arte real con la geometría, tradicional en la Francmasonería, no se refiere a la geometría tomada en su sentido moderno, sino también a la aritmética. Además, debemos observar que la relación entre geometría, arte real de la arquitectura y edificación espiritual es la misma que inspira la máxima platónica: "Que nadie entre aquí si no es geómetra". Máxima de una atribución algo dudosa, pues no es referida más que por un comentarista bastante tardío; pero en obras que indiscutiblemente son de Platón podemos leer: "...la geometría es un método para dirigir al alma hacia el ser eterno, una escuela preparatoria para un espíritu científico, capaz de volver las actividades del alma hacia las cosas suprahumanas", [...] "incluso es imposible llegar a una verdadera fe en Dios si no se conoce la matemática, la astronomía y la íntima unión de esta última con la música"(6)

Esta concepción y actitud de Platón serán las de la Escuela Itálica o pitagórica, que ejerció sobre él una gran influencia, lo que permite decir cuando se quiere sostener que la Masonería se ha inspirado en Platón, que en último análisis, se vuelve siempre a la geometría y la aritmética de los pitagóricos. El vínculo entre la Francmasonería y la Orden pitagórica, sin que se trate de una derivación histórica ininterrumpida, sino solamente de una filiación espiritual, es seguro y manifiesto. El Arcipreste Domenico Angherà en el prefacio que escribió para la reedición de los Estatutos generales de la Sociedad de los Francmasones del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (1874), que ya habían sido publicados en Nápoles en 1820, afirma categóricamente que la Orden Masónica es idéntica a la Orden pitagórica; pero incluso sin ir tan lejos, la afinidad entre ambas órdenes es cierta. El arte geométrico de la Francmasonería, en particular, proviene directa o indirectamente de la geometría y la aritmética pitagóricas; y no es anterior, porque los pitagóricos fueron los creadores de estas ciencias liberales, según lo que puede deducirse históricamente y a partir de los testimonios de Proclo. "Aparte de algunas propiedades geométricas atribuidas, sin duda equivocadamente, a Tales, la geometría, dice Paul Tannery, brotó completa del cerebro de Pitágoras al igual que Minerva saltó enteramente armada del de Júpiter; y los Pitagóricos fueron los primeros en estudiar la aritmética y los números". 

Para estudiar las propiedades de los números sagrados de los Francmasones y su función en la Francmasonería, la vía que se ofrece por ella misma es pues la del estudio de la antigua aritmética pitagórica; y el estudiarla tanto desde el punto de vista aritmético ordinario como del de la aritmética simbólica o formal, como la llama Pico de la Mirándola, correspondiente al cometido filosófico y espiritual que Platón asigna a la geometría. Ambos sentidos se encuentran estrechamente ligados en el desarrollo de la aritmética pitagórica. La comprensión de los números pitagóricos facilitará la de los números sagrados de la Masonería. 

Traducción: J. M. Río

http://antologiaesoterica.com/006pitagorica.htm

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