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domingo, 9 de noviembre de 2014

UN PITAGÓRICO MODERNO

UN PITAGÓRICO MODERNO

ARTURO REGHINI

HEREDERO DE LA ANTIGUA 

TRADICIÓN ESOTÉRICA GRIEGA

 Y FIGURA CRUCIAL DE LA MASONERÍA ITALIANA

Ningún estudio de la cultura esotérica en Italia, en este siglo, puede dejar de mencionar a Arturo Reghini (1878-1946). Escritor, traductor, matemático y por sobre todo Pitagórico, el desempeñó un rol clave en el resurgimiento de los estudios acerca del esoterismo en Italia, así como también en el intento de restaurar la tradición espiritual de la Masonería.
Los libros y artículos de Reghini abarcan una variedad de temas incluyendo simbolismo Masónico, Teosofía, Neoplatonismo, Cornelio Agripa y Cagliostro. Como editor de las revistas Ignis y Atanor, publicó artículos de los notables esoteristas René Guenon y Julius Evola. Más tarde, tendría que pagar por su franqueza –especialmente en nombre de la libertad de conciencia- cuando la Masonería fue puesta fuera de la ley por el régimen fascista.
Nacido en Florencia el 12 de noviembre de 1878, Reghini fue el mayor de cinco hijos. Su carrera como filósofo, en el sentido clásico de “amante de la sabiduría”, comenzó temprano en su vida, cuando su aristocrática familia lo envió a la Universidad de Pisa a estudiar matemáticas. El alto, delgado y joven estudiante fue abordado una tarde por un extraño, que lo seleccionó como candidato para la iniciación en los misterios de la escuela Pitagórica, también conocida como la Escuela Itálica. El extraño resultó ser Amedeo Armentano (1866-1966), quién fascinaba los círculos literarios en Florencia con sus abstrusos y lacónicos razonamientos acerca del tiempo, la mente y el alma, así como también con sus poderes psíquicos.
Reghini fue iniciado en el más alto sentido de la palabra. El experimentó la prueba de los cinco elementos no solamente como una ceremonia sino como una realidad profunda. Para él, pasar por el umbral de la muerte fue una cuestión de experiencia, visión y conocimiento más que un mero símbolo.

Sociedades Esotéricas
La Masonería Italiana, sin embargo, no fue todo política, y siempre ha tenido un fuerte linaje esotérico. Junto al simbolismo Masónico específico, de la construcción y la arquitectura, probablemente enraizado en las guildas medievales, han convergido con el Arte varias líneas de la tradición esotérica, incluyendo a la Rosacruz, Kábalistica, Templaria y Pitagórica.
Desde tiempos tempranos la Masonería ha considerado al simbolismo geométrico con la mayor importancia, siendo el teorema de Pitágoras ampliamente representado en el arte Masónico. Se ha sugerido que ha sobrevivido a través de los tiempos cierta forma de iniciación Pitagórica, primero en el Imperio Bizantino y después, a medida que los turcos otomanos avanzaron, en Italia, donde la élite intelectual griega encontró refugio.
Durante el reinado de Elizabeth I, se dice que Sir Thomas Bodley fue iniciado en la Hermandad Pitagórica de los Fratelli Oscuri, en la ciudad de Forli, en el norte de Italia, teniendo “el laudable objetivo de propagar las ciencias y el amor a la virtud” y habiendo sido “establecida como imitación de una antigua Sociedad que ha existido desde antes de la caída del Imperio Griego en las ciudades de Constantinopla y Tesalónica.”. En el siglo dieciocho, los Pitagóricos franceses e ingleses fueron conocidos como los “olfateadores” cuando adoptaron, como su símbolo, a la planta de tabaco.
Nápoles fue el hogar de la Masonería Egipcia, una tradición que reivindica su descendencia de la comunidad Hermética, remontándose al Egipto Helenístico: todavía hay una “Plaza Nilo” en la ciudad y Giordano Bruno, que exaltó la “sabiduría de Egipto”, fue de la cercana Nola. La escuela surgió a la luz a través del trabajo de Cagliostro y posteriormente de Giuliano Kremmerz, fundador de la Hermandad Hermética de Myriam. El Evangelio de Cagliostro, publicado por primera vez en italiano en 1914, y luego comentado por Reghini, emplea terminología alquímica para describir un camino hacia la inmortalidad así como la propuesta del uso de sellos mágicos, meditación, ayuno y dieta vegetariana.
La esotérica Orden de Misraim (cuya denominación es derivada del nombre Egipto, en lengua hebrea) parece tener origen italiano. Esta Orden apareció en Italia en el siglo dieciocho, cuando fue asociada a Cagliostro, que la llevó a Venecia alrededor del 1788.
Dado que tanto la Masonería Egipcia como la Orden de Misraim permiten la admisión de mujeres – violando así las directivas Masónicas (inglesas) conocidas como “Landmarks” – y debido a que trabajan en grados más allá del tercero, ellas son generalmente clasificadas (arbitrariamente) como parte de la “ Masonería marginal”.
La Orden de Misraim fue introducida en Francia después de 1813 por los hermanos Bedarride; después se extiende a Bélgica, Suiza, Gran Bretaña y E.E.U.U. . Ella consiste en dos formas de práctica: la Kabalística adoptada por los hermanos Bedarride y la Egipcia-Helenística de los grados más elevados conocida como Arcana Arcanorum.
La política se cruzó nuevamente con el esoterismo cuando Garibaldi fue nombrado Gran Hierofante de Misraim en 1880. Por esos tiempos la Orden se unificó con la Orden de Memphis, cuyos rituales son inspirados por las representaciones Egipcias. Hacia el fin de siglo, la Orden unificada ha de extender el vínculo entre la Masonería y la Sociedad Teosófica en Italia: tanto H. P. Blavatsky como Annie Besant tenían altos grados en ella.

Teósofo y Masón
Teniendo tan solo dieciocho años, Reghini llegó a Roma, siendo presentado a Isabel Cooper-Oakley, delegada de Blavatsky en Italia, y en 1898 ambos participaron en la fundación de la rama italiana de la Sociedad Teosófica ( Blavatsky siempre tuvo debilidad por Italia; ella afirmaba haber luchado junto a Garibaldi en la batalla de Mentana, en 1867, frente a los franceses y las fuerzas papales).
La Teosofía también fue rápidamente expuesta a acusaciones de herejía, más aún, de absoluto paganismo, atrayendo la hostilidad de la Iglesia. Sin embargo, la Sociedad Teosófica demostró ser un vehículo importante para la ampliación de los horizontes de los italianos educados y de mente abierta, por medio de la introducción de estudios de filosofía y religión oriental -hasta entonces limitados a los círculos académicos- a un público más amplio.
Mientras recibía instrucción sobre la tradición Pitagórica, Reghini comenzó su carrera Masónica con la iniciación en la Orden de Memphis-Misraim en 1902. Qué es lo que el encontró en esta forma esotérica de Masonería? Probablemente recibió algunos comentarios como éste, realizado por un escritor Masónico moderno:
El Rito de Memphis-Misraim no es apropiado para todo Masón, sino que lo es solo para aquellos pocos Hermanos que, siguiendo las muchas indicaciones y revelaciones que se encuentran en sus rituales, aspiran genuinamente a entrar en resonancia con los altos planos de la existencia, y a superar su individualidad. En tal caso, el Rito es un vínculo visible y tangible entre la esfera inferior y la esfera superior. El proporciona la clave para el Arcano, el camino en que puede ser revelado y practicado.
El ritual Osiriano contiene sugestivas referencias a Egipto, como cuando se le dice al Maestro aspirante:
Hermano, has entrado a este Templo que es la Cámara del Medio de la Pirámide, aspirando a convertirte en Osiris, y para alcanzar dicho privilegio has recitado la confesión negativa, sabiendo muy bien que es solamente simbólica, la confesión que todo difunto recita al llegar al mundo de las sombras y presentarse frente al tribunal de Osiris, para identificarse a sí mismo con Osiris si su vida ha sido pura.
En 1903, Reghini se unió, en Florencia, a una logia leal al Gran Oriente de Italia; dos años después fue reorganizada como la Logia Lucifero, con Reghini como uno de sus fundadores. Al mismo tiempo, logias de Milán se unieron al Gran Oriente de Roma, con sede en el Palazzo Giustiniani de Roma.
Escribiendo en 1906, Reghini censuró la oposición a los altos grados (desde el 4º hasta el 95º en Ordenes como la de Misraim) y expresó su pesar por el fracaso de Mazzini y del americano Albert Pike en crear “un rito por encima de todos los otros, una especie de Masonería dentro de la Masonería, que habría unificado la dividida familia Masónica”.
En 1908 un número de disidentes, dirigidos por un ministro protestante, se escindió del Gran Oriente en protesta por su postura fuertemente materialista y política. Ellos erigieron una nueva organización Masónica con sede en Piazza del Gesú, en Roma. Posteriormente, las dos ramas italianas de la Masonería serían conocidas como “Palazzo Giustiniani” y “Piazza del Gesú”, después de establecer sus sedes en Roma.
El Rito Filosófico Italiano, del cual Reghini fue uno de sus fundadores, realizó un intento para promover la unificación de los grupos Masónicos dispersos, a través del retorno a las raíces espirituales del Arte (El nombre trae a la memoria al Rito Filosófico Escocés, considerado como teniendo conexiones con los Pitagóricos Británicos). El Rito Italiano tenía siete grados y fue descripto como una mixtura de elementos Pitagóricos y Gnósticos. En 1911, Reghini y Armentano rescribieron los estatutos del Rito, determinando que debía ponerse en el templo una copia de los Versos de Oro de Pitágoras, junto con los demás objetos usados en el trabajo de logia.
Esta experiencia fue interrumpida por la Primera Guerra Mundial, que desbarató los contactos fraternales internacionales; Reghini mismo sirvió en el ejército. El Rito Filosófico tuvo su fin en 1919, cuando fue fusionado con la Gran Logia del Rito Escocés. De allí en adelante Reghini será más cauto acerca de cualquier “reforma universal” del Arte.

El Ocultismo y lo Esotérico
En Italia, como en el resto de Europa de alrededor de fines de siglo, el interés popular en lo oculto estaba principalmente enfocado en fenómenos como el hipnotismo y el espiritualismo. Abundaban los manuales astrológicos y mágicos, copiados de clásicos como Cornelio Agrippa y Giovanni Battista della Porta. Al mismo tiempo, los trabajos de los escritores franceses como Eliphas Levi, Henri Durville y Papus, adquirieron considerable número de lectores, habiendo también un número de revistas esotéricas. Reghini mismo tradujo al Swami Vivekananda, al egiptólogo Wallis Budge, y a los cuentos ocultos de Robert L. Stevenson.
Tanto Reghini como Giuliano Kremmerz, activos en Nápoles durante el mismo período, enfatizaron que la suya era una búsqueda del saber y advertían frente a la confusión existente entre la realización espiritual y los ataques de excitación emocional. A este respecto, ellos rechazaron el ocultismo de las sectas, compartiendo la posición de Levi, que insistió en que su ocultismo (un término que el acuñó) se basaba en la fe, la ciencia y la razón.
  Este método experimental hace uso no solo de la lógica sino de la analogía. En los primeros tiempos de su carrera Reghini escribió: “El simbolismo de la arquitectura, de las ceremonias e imágenes es superior al lenguaje común y corriente, debido a la multitud de significados que solo el simbolismo puede expresar, puesto que trabaja a través de la analogía; las formas de escritura jeroglífica e ideográfica son superiores a la escritura corriente debido a la amplitud y precisión de su significado”.
Veinte años después, Reghini expresaba la misma idea: “Existe una tradición oral de conocimiento oculto que no puede ser transmitida en palabras (percibida e interpretada en el sentido profano). Existe todavía en Occidente, una seria tradición que no tiene nada que ver con el alboroto circense, la parodia y la falsa pretensión del hoy llamado ocultismo”.
Reghini se retiró, en algunas ocasiones, con sus amigos Armentano y Giulio Parise, en una aislada torre en la costa de Calabria, ideal para el estudio y la meditación. Reghini tampoco ignoró a la magia ceremonial, si bien una de las pocas referencias directas que hace tiene sobretonos humorísticos, mencionando algunas de las dificultades prácticas de los rituales previos al amanecer, con alarmas de relojes que suenan, tazas de café caliente que queman, lámparas de aceite que chisporrotean, incienso que no enciende y velas que se apagan, todo lo cual va en detrimento de la necesaria “concentración espiritual”.
A través de todas sus actividades Reghini siguió siendo un Pitagórico. Que significaba esto para el en términos prácticos? El se dedicó a la recolección diaria de sus actos -una práctica que se remonta a Pitágoras- así como al “éxtasis filosófico”, que es en realidad un tipo de meditación. El practicante tiene que sentarse cómodamente en un lugar tranquilo, vaciándose de todos los pensamientos y emociones; el puede estar en la oscuridad o tener una luz detrás de el. “Entonces, cuando el alma está purificada, parece surgir una luz clara y brillante de la cual nada puede ser ocultado”, dice un antiguo texto. “Y entonces se siente un dulce placer, sin comparación a nada en este mundo, y...una placentera comezón se siente dentro de la cabeza... Las personas mejor dotadas para este éxtasis son aquellas cuyo cráneo esta abierto, a través del cual los espíritus pueden escapar.... Yo creo que este es el éxtasis Platónico, aquel que Porfirio menciona que alcanzó Plotino por siete veces.”
Esta práctica tiene importantes implicancias como una forma de “yoga occidental”. Ella no tiene las connotaciones de una evaluación de los actos como buenos o malos sino, más bien, resalta la importancia de la rememoración de sí mismo. Los magos renacentistas Tommasso Campanella y Giordano Bruno, probablemente estuvieron familiarizados con esta meditación.
Reghini también señalaba que el investigador tenía como objetivo la transformación de su alma por medio de técnicas como el control de la respiración, la meditación y la recolección, y que dicha transformación tenía que realizarse durante toda su vida.

La Utopía Pagana
En tiempos de Reghini la palabra “pagano” todavía tenía connotaciones negativas y fue ampliamente utilizada, no para indicar una religión históricamente documentada, sino como sinónimo de inmoralidad y materialismo. No obstante, Reghini entendió que era el mejor término para apoyar su posición. En un artículo de 1914 titulado “Imperialismo pagano”, el exhortó al renacimiento espiritual de la cultura italiana en un nuevo tipo de “imperio”, que llevaría a la excelencia en cada campo del esfuerzo humano. Este logro requeriría libertad y tolerancia, si bien la historia a mostrado que, a diferencia del paganismo Greco-Romano, las religiones Abrahamicas han dado lugar, demasiado frecuentemente, al amargo fruto de la intolerancia religiosa.
El ambiente de vanguardia en el que las ideas de Reghini maduraron, también estuvo focalizado en el problema de crear una nueva “religión secular”, libre de los defectos del Catolicismo, mas todavía basada en valores espirituales.
Sin embargo, para Reghini toda “cruzada” anti-Cristiana sería una contradicción en sí misma; en cambio el prefirió hacer la clásica distinción entre religión popular e iniciática, desarrollada subsecuentemente por Guénon y otros. Así mismo, condenó el materialismo y el anticlericalismo rabioso de algunos integrantes de la comunidad Masónica, y pudo  haber abrigado el sueño de ver el día en que la Iglesia Católica adoptara la doctrina de San Francisco de Asís, abandonando el poder político y financiero para dedicarse a las buenas obras.
Aspirando a la perfección espiritual, Reghini creía que la Masonería no debía ser sectaria. En su trabajo de 1922 sobre el significado de los tres primeros grados Masónicos, analiza el simbolismo de la iniciación de un Maestro Masón, haciendo notar que la muerte y resurrección ritual de Hiram evocaba a Osiris, a Dionisos y a Jesús; el iniciado, decía, tiene que comprender que su conciencia no depende de su existencia física solamente. Igualmente critica a sus Hermanos anglo-americanos por interpretar el Landmark XIX, que requiere la creencia en Dios, como queriendo significar que debían ser necesariamente Cristianos, recordándoles que la escuadra y el compás son puestos encima de la Biblia.
 El también comenta que tanto la Masonería continental como la anglo-americana están más obsesionadas con los títulos altisonantes que con la perfección espiritual del iniciado.
Epílogo
Llegados a esta etapa Reghini, Guénon y Evola tomaron caminos separados. En 1930 Guénon, que continuaba siendo ambivalente con respecto a la Masonería como una verdadera fuente de iniciación, dejó Europa para dedicarse por completo a los estudios islámicos en El Cairo. Evola abandonó prontamente su intransigente “imperialismo pagano”, condenando a la Masonería sobre la base de que no podía proveer una iniciación espiritual genuina. El asumiría un punto de vista radicalmente opuesto al de Reghini, viendo a la Iglesia Católica como la sucesora del Imperio Romano, al mismo tiempo que desarrollaba su particular enfoque del racismo que influenciaría al régimen fascista.
Hacia 1930, Reghini se dedicó a la enseñanza y al estudio de la interpretación pitagórica de los números, la proporción y la armonía, vistas no simplemente como un juego intelectual sino como la clave de la vida. Su enfoque recuerda el de Thomas Taylor, neoplatónico inglés del siglo XIX (cuyos trabajos cita) en la correlación de la realidad espiritual y material con los números y las proporciones. Su libro sobre la reconstrucción de la geometría Pitagórica, conteniendo nociones “sobre las que los Masones harían bien en meditar” ,  fue publicado en 1935 y fue elogiado por su valor científico por la Academia de Italia, equivalente a la Royal Society (de Inglaterra).
Habiendo la Segunda Guerra Mundial llegado a su fin, Reghini intensificó su trabajo sobre los números Pitagóricos. Tal vez, sintiendo que le quedaba poco tiempo, dejó instrucciones detalladas concernientes a sus manuscritos. A las cinco de la tarde del caluroso 1º de julio de 1946, fallece en su estudio, cara al sol, en una villa campestre cerca de Bolonia.
En uno de sus últimos trabajos acerca de la relación entre la matemática y la búsqueda espiritual, Reghini hacía hincapié en que la verdadera filosofía implicaba la experiencia directa del buscador:
La moderna ciencia occidental es ciencia objetiva experimental, lograda externamente por medio de instrumentos que ayudan a los sentidos; su propósito es observar, comprender, y tomar en cuenta la inevitable alteración (el principio de Heisenberg) hecha por el observador sobre las condiciones de observación. En la Masonería, el Hermetismo, el Pitagorismo, y las ciencias esotéricas de todos los tiempos, el observador es también el objeto de la experiencia, considerado internamente y directamente sin limitar el campo a ningunas imaginarias columnas de Hércules; no tanto un asunto de teorización como de sentimiento y vida.
 Y cual es en realidad el propósito de la filosofía -el amor a la sabiduría- sino, como el neoplatónico Porfirio dijo, el de “liberar nuestra mente de las limitaciones y cadenas?

http://tradicional.com.ar/ptah/pitagorico_moderno.htm

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