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viernes, 22 de septiembre de 2017

Los masones en la Independencia Colombiana

Los masones en la Independencia Colombiana

"Colombianos, las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad"
Francisco de Paula Santander


La masonería, luego de su paso por Norteamérica, se introdujo a Suramérica por el Caribe hacia finales del siglo XVIII. Dicha oleada masónica llegó junto con las ideas de la Ilustración, y en muy poco tiempo, logró convertirse en promotora del pensamiento libre en un territorio donde reinaba el oscurantismo, la intolerancia ideológica de la Iglesia y la persecución de toda forma de pensamiento diferente, tal como lo ilustra la historiadora española Iris Zavala:

"En el siglo XVIII la Masonería fue apóstol de la ciencia y el progreso. Al combatir el culto a la tradición y fomentar la libertad de pensamiento, preparó el camino de la revolución política que se produjo más tarde. Ya difundidas las teorías igualitarias y sociales entre los grupos de poder, dejaron de ser privativas de la nobleza y de la élite, pasando al dominio de la burguesía y de la juventud. Una vez establecido como grupo en el poder, el Oriente masónico enajenó a la burguesía liberal, cuyos jóvenes crearon sus propias asociaciones (…) Ellos defendieron como principio vital la libertad e igualdad de los ciudadanos, poniendo así en marcha el concepto de democracia popular".[1]

Por otra parte, para el profesor José Antonio Ferrer Benimeli, la introducción y desarrollo de la francmasonería en América, fue un claro reflejo de la situación de la masonería en la Europa del siglo XVIII y comienzos del XIX:

“Mientras en toda la América hispana la masonería estuvo prohibida y perseguida tanto por los Tribunales de la Inquisición como por los edictos de los reyes, las antiguas colonias inglesas siguieron la tradición y el ejemplo de Gran Bretaña de forma tal que la institución masónica a la que pertenecían importantes hombres de la política y el ejército logró una rápida implantación con la creación de Grandes Logias en las trece colonias entre 1778 y 1794. Por otro lado a medida que los colonos avanzaban hacia el oeste los masones que se instalaban en las nuevas zonas solicitaban autorización para crear logias, germen de futuras Grandes Logias en los estados que se iban formando”.[2]

El origen de la masonería colombiana es inglés, específicamente del Rito Escocés antiguo y aceptado.[3] La primera logia en la Nueva Granada fue fundada entre 1770 y 1774, al parecer y según varios investigadores masónicos, en la ciudad de Cartagena. La logia se denominó Britania No. 1 y funcionaba bajo los auspicios de la Gran Logia Provincial de Jamaica. En 1808, se constituyó en la misma ciudad, la logia Las Tres Virtudes Teologales, también dependiente de Jamaica. Luego en 1820, Santander creó en Bogotá la logia Libertad de Colombia, que posteriormente cambiaría su nombre por el de Fraternidad Bogotana. En 1821 y 1822 y también dependientes de la Gran Logia Provincial de Jamaica se fundaron las logias Beneficencia, en Cartagena, y La Concordia, en Medellín.[4] La de Las Tres Virtudes Teologales, es pues, la primera logia reconocida oficialmente en Colombia. Sus miembros aparecen firmando la primera declaración de independencia del Virreinato de la Nueva Granada.[5]

La vías de penetración de las ideas masónicas por América del sur fueron varias: el comercio, las expediciones de científicos y los viajes de revolucionarios españoles desterrados a las Indias. José Antonio Ferrer Benimeli coincide también en esta apreciación, que considera que la constante movilidad de los comerciantes, expedicionarios y militares fue fundamental en el proceso de expansión de la masonería por todo el mundo.[6] Particularmente, tuvo gran importancia la ruta mercantil entre Cartagena, Honda y Quito, por la cual hay evidencia de que transitaron no solo mercancías, sino también ideas y libros, gracias entre otros, a la acción de ilustrados como el santafereño Antonio Nariño y Álvarez (1765-1823).[7] La logia bogotana de Nariño, llamada "El Arcano Sublime de la Filantropía", se constituyó en el año 1793, con la ayuda de ciertos notables hombres de ciencia españoles enviados a Santafé de Bogotá, quienes secretamente pertenecieron a la masonería. Uno de ellos fue el joven francés nacionalizado español Luis Francisco de Rieux y Sabaires (1755-1840) quien habría arribado a Cartagena hacia 1784.[8] De Rieux venía de desempeñar el cargo de médico en el Hospital Militar Real de San Carlos en Cartagena de Indias, pertenecía a una logia francesa y se le atribuye a él que Nariño se haya iniciado en los misterios de la masonería.[9] El 13 de diciembre de 1793, Antonio Nariño imprimió la Declaración de los Derechos Humanos y del Ciudadano, ante la posibilidad de una posible insurrección como la de los Comuneros de 1781 en la provincia del Socorro, Nariño es denunciado y llevado a prisión.[10] El historiador Eduardo Ruiz Martínez, comenta lo siguiente sobre la fundación de la logia de Nariño:

"La francmasonería, vínculo de moda entre los intelectuales europeos, es una receta inglesa, con ingredientes franceses, para exportar la revolución. Los venerables maestros recorren el mundo ayudados y protegidos por sus "hermanos". Irreversibles causas históricas, sociológicas y económicas están señalando que la independencia de las colonias americanas es una realidad a corto plazo. Los objetivos secretos de esta sociedad son, pues, los de trabajar en forma decidida por la emancipación de la colonia”.[11]


Las cuatro figuras más importantes en la lucha por la independencia de los países suramericanos fueron masones: Francisco de Miranda (1750-1816), Simón Bolívar (1783-1830), José de San Martín (1778-1850) y Bernardo O’Higgins (1778-1842). Precisamente, el general Francisco de Miranda fundó en 1797, junto con otros criollos, una de las más importantes logias de la época, la “logia Lautaro”. La masonería, tanto inglesa como francesa, jugaron un papel importante en el proceso de gestación del movimiento independentista de América del Sur, a través de la participación activa de sus miembros en los ejércitos patriotas.[12] Tras las victorias militares que consiguieron la Independencia, en los comienzos de la vida republicana, la masonería tuvo una importante presencia en la política de la Nueva Granada. El 14 de diciembre de 1819 se lleva a cabo el Congreso de Angostura que le da vida a La Gran Colombia, evento en el que los masones Simón Bolívar y Francisco Antonio Zea (1766-1822) son elegidos presidente y vicepresidente, respectivamente.[13]

En 1820, la logia Libertad de Colombia No. 1 fundada por Santander tenía ubicado su templo en una vieja casona en la actual calle 14 entre carreras quinta y sexta de Bogotá. En 1826, el templo masónico se trasladó a la calle novena entre carreras octava y novena.[14] En 1828 dejan de funcionar las logias bogotanas, debido a la prohibición decretada por Bolívar el 25 de septiembre luego de darse la llamada conspiración septembrina, en la que presuntamente se iba atentar contra su vida. Ese mismo año en junio, en la Convención de Ocaña, los roces entre los dos próceres conllevaron a una fuerte división. El bando de Bolívar pretendía un gobierno fuerte y centralista, y el de Santander el establecimiento de una república federal. Santander se constituyó en la figura más sobresaliente e importante de la Orden masónica, por eso fue investido con el grado 33 por el Supremo Consejo del Grado 33 de Caracas y el Supremo Consejo del Grado 33 de Cartagena lo honró con el título de Gran Protector de la Masonería Colombiana.[15] En 1842 se reactiva la masonería, con la llegada de la compañía dramática española Fournier Belaval y González, cuyos artistas eran masones. Ellos fueron los fundadores de la legendaria logia bogotana Estrella del Tequendama en 1849.[16] En 1858, se funda la logia Filantropía Bogotana No. 16, donde el general Tomás Cipriano de Mosquera fue su fundador y la dirigió como Venerable Maestro.[17]

El común denominador de la vida del país en las tres primeras décadas posteriores a la Independencia, era la de una población rezagada, y si se quiere conformista, en la que predominaba una “conciencia individual y colectiva del pueblo en la más inerte pasividad”,[18] tal como lo afirmaba Lázaro Mejía Arango, quien escribió extensamente sobre liberalismo radical del siglo XIX. También señala, que en el país existió una marcada vigencia de las estructuras coloniales después de la Independencia:

“Hasta muy avanzado el siglo XIX, en Colombia se mantuvieron vigentes, con transformaciones menores, el espíritu y el orden coloniales. En esencia, la estructura económica y social del país se preservó y los pocos cambios introducidos no alcanzaban a modificar el modo de vida general ni mucho menos a eliminar los escollos enfrentados por el ser humano en su empeño de progresar como miembro de la comunidad. Un temor al cambio paralizaba la imaginación de los gobernantes, que preferían preservar las instituciones y el orden jurídico antes que emprender transformaciones, para ellos plenas de riesgos”.[19]

El historiador barranquillero Luis Eduardo Nieto Arteta (1913-1956), se refirió así del apego del país por lo colonial en todos sus aspectos:

“En la época anterior a 1848 se había vivido la existencia colonial: poco ímpetu en el desarrollo económico; ningún anhelo de transformación de la estructura económica de la Nueva Granada. Era que subsistía la “siesta colonial” (…) Se vivía provincialmente. Los granadinos conservaban las costumbres de sus abuelos: vivir sabrosamente, sin la urgencia ni la angustia del trabajo cotidiano, y especialmente, del trabajo que más tarde impondría las nuevas formas y categorías económicas”.[20]
Luego de la Independencia, el país se encontraba en una situación económica precaria debido a la asfixia financiera producida por viejas deudas de guerra y destruido a causa de los constantes conflictos internos. Existía también una fuerte polarización, que hacía que el desarrollo político del país fuera incipiente y lento. El desarrollo regional finalizando la primera mitad del siglo XIX era mediocre. La educación era asunto de las élites, la clase media en gestación estaba excluida por completo de la posibilidad de instruirse. A excepción de los esfuerzos de Santander por fundar colegios y escuelas en todo el territorio nacional, dichos avances se vieron interrumpidos por la guerra de 1839. En la opinión de Mejía Arango, tres acontecimientos de principios de siglo XIX influyeron considerablemente en la suerte del país: la Revolución de 1848 en Francia, la fundación del Partido Liberal (1848) y del Partido Conservador (1849) y la llegada de José Hilario López al poder, que junto a otros liberales reformistas, se propusieron la ambiciosa tarea de modernizar al país.[21]

Por otro lado, otro hecho insólito o por lo menos curioso, fue la existencia de sacerdotes en las logias masónicas. Uno de los casos más sonados es el del sacerdote cartagenero Juan Fernández de Sotomayor y Picón (1777-1849), quien en 1804 se hace cargo de la parroquia de Mompox. Fue perseguido por la Iglesia y la Corona por su fuerte activismo político, pues consideraba la conquista española como ilegítima por haber sido impuesta, lo que en su criterio hacía justa la causa independentista. Su actuación y protagonismo fueron claves en la declaración de independencia absoluta de esta población el 6 de agosto de 1810.[22] Fernández de Sotomayor perteneció a la logia Las Tres Virtudes Teologales con sede en Cartagena.[23] También existieron obispos antioqueños, liberales y masones, un fenómeno más raro aún. Pese a las seis bulas papales expedidas entre 1738 y 1832, que condenaron con la pena de excomunión la pertenencia a la masonería, se conoció el caso de: fray Mariano Garnica (1770-1846), primer obispo de Antioquia e iniciado en la logia Fraternidad Bogotana en 1822; Juan de la Cruz Gómez Plata (1793-1850), obispo liberal y masón sucesor de Garnica en el obispado de Antioquia e iniciado en la logia Estrella del Tequendama y el padre Juan Nepomuceno Azuero Plata (1780-1857), había sido elegido para suceder a Gómez Plata en 1851 pero declinó su designación, fue iniciado en la logia Libertad de Colombia No. 1 en 1820, la misma que fundó el general Santander.[24]

[1] ZAVALA, Iris (1971) "Masones, comuneros y carbonarios", Ed. Siglo XXI, Madrid, p. 68.
[2] FERRER BENIMELI, José Antonio (2009) “Vías de penetración de la masonería en el Caribe” en Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña REHMLAC ISSN 1659-4223 Vol. 1, No 1, Mayo 2009-Noviembre 2009 p.3.
[3] NEIRA, Op. Cit., p.101.
[4] FERRER BENIMELI, José Antonio (2009), Op. Cit., p.5.
[5] NEIRA, Op. Cit., p.102.
[6] Testimonio obtenido en una entrevista realizada por el autor al doctor José Antonio Ferrer Benimeli durante el IX Coloquio de Historia Social y de las Ciencias en Cartagena de Indias el 21 de marzo de 2014.
[7] NÚÑEZ, Jorge (2003) “El aporte masónico al Estado republicano”. Gran Logia Equinoccial del Ecuador. Respetable Logia Eugenio Espejo No. 9 p.7
[8] CARNICELLI, Américo (1970) La masonería en la independencia de América (1810-1830) Secretos de la historia. Tomo I. Bogotá, Colombia p.53.
[9] NEIRA, Op. Cit., p.101.
[10] NEIRA, Op. Cit., p.102.
[11] RUÍZ, Eduardo (1991) “Nariño, el precursor, también era masón y librero” en Revista Credencial Historia, Bogotá - Colombia, tomo II, enero-diciembre de 1991, pp. 13-24.
[12] ARANGO JARAMILLO, Mario (2011) Masonería y poder político en Colombia. Hombre Nuevo Editores, Medellín p.42
[13] Ibid., p.48.
[14] CARNICELLI, Américo (1970) La masonería en la independencia de América (1810-1830) Secretos de la historia. Tomo II. Bogotá, Colombia p.133
[15] ARANGO JARAMILLO, Op. Cit., p.51.
[16] ÁLVAREZ, Ruby Amelia (1998) Entre el gorro frigio y la mitra : La mentalidad político-religiosa del hombre neogranadino 1850-1887. Academia Boyacense de Historia, Tunja p.223.
[17] CARNICELLI, Américo (1970) Op. Cit., Tomo II., p.133.
[18] MEJÍA ARANGO, Lázaro (2007) Los Radicales : Historia política del radicalismo del siglo XIX. Universidad Externado de Colombia, Bogotá p.19
[19] MEJÍA ARANGO, Op. Cit., p.19.
[20] NIETO ARTETA, Luis Eduardo (1996) Economía y cultura en la historia de Colombia. Banco de la República. El Áncora Editores. pp.172 y 174 citado en MEJÍA ARANGO, Lázaro (2007) Los Radicales : Historia política del radicalismo del siglo XIX. Universidad Externado de Colombia, Bogotá p.19
[21] MEJÍA ARANGO, Op. Cit., pp.22-23.
[22] NIETO SIMANCA, José (2011) Mompós conmemora bicentenario de su Independencia absoluta en Boletín Historial No. 31-32 Año LXIX, Academia de Historia de Santa Cruz de Mompox, mayo de 2011 p.15.
[23] CARNICELLI, Américo (1970), Op. Cit.,Tomo I., p.78.
[24] ARANGO JARAMILLO, Op. Cit., pp.53-58.


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