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miércoles, 28 de mayo de 2014

Grandes Iconos Universales VII: La Gioconda, Leonardo Da Vinci, 1503.

Grandes Iconos Universales VII: La Gioconda, Leonardo Da Vinci, 1503.


Florencia, año 1503, momento en el que se va realizar el más célebre retrato de la Historia de la Humanidad, y no es un retrato de un Rey o un Papa, es el rostro de la esposa del gran comerciante y banquero florentino Francesco del Giocondo, Monna Lisa o Lisa Gherardini. Dicho retrato es una buena prueba de que las repúblicas o ciudades-estado italianas, como Florencia o Venecia, gozaban de una preponderancia económica, comercial y cultural muy superior al resto Europa, sólo tendrían parangón con la Brujas flamenca, recordemos elMatrimonio Arnolfini. En Florencia cuya sociedad política estaba dominada por la poderosa familia Médicis, va a surgir un humanismo cívico y un gran renacimiento cultural. Banqueros y comerciantes hacen grandes fortunas y se convierten en Mecenas de este gran Renacimiento humano y artístico, con lo que Florencia es la capital del arte renacentista. Estamos inmersos en el Cinquecento, a inicios del siglo XVI, momento, que para mi, supone el cenit de la Pintura Universal, si exceptuamos a Velázquez. Con LeonardoRafael, Miguel ÁngelTiziano o Veronés la evolución de la pintura es más que sobresaliente. Ya que la pincelada y el color se manejan de forma más suelta, mientras que el dibujo y el contorno pierden su imperio. De forma que, la luz y el color predominan sobre el dibujo. Las formas con claroscuro de sombras y luces adquieren un aspecto redondeado en detrimento de la apariencia plana. La obtención de volumen se convierte en un objetivo capital a través de los sombreados o juegos de luces y sombras. La luz adquiere mucha importancia y se apaga la obsesión por la perspectiva, adquiriendo los cuadros una profundidad natural. Además el paisaje se enriquece en vibraciones lumínicas, fondos neblinosos, rocas, crepúsculos, matices románticos. Y la composición es clara, las figuras se relacionan con las manos y los ojos, se utiliza la perspectiva aérea o el famoso sfumato de Leonardo. 


Leonardo Da Vinci constituye, por su pasión por las diversas formas del saber, el gran arquetipo del hombre renacentista. Sus manuscritos y dibujos nos hablan de su dimensión científica, como destacado anatomista, arquitecto, ingeniero, botánico e inventor. Como filosofo, en sus escritos y tratados se nos muestra como gran regenerador de la cultura clásica y nos demuestra su afán de experimentación. Era un adelantado a su tiempo marcado por una gran genialidad y una fecunda imaginación. llegando a idear el helicóptero, el automóvil o el submarino. Y en sus contadas obras de arte conoces a un Leonardo excepcional, ya que era superdotado para el arte pictórico y para la ciencia. Con Leonardo el arte se hace científico, armonioso y equilibrado alcanzando las más altas cotas de genialidad de la historia de la humanidad. Sus obras son iconos imperecederos, inmutables e inimitables de la civilización occidental, fiel reflejo de esta etapa, el Renacimiento, la más gloriosa del arte.


Leonardo, iniciado en el taller de Verrochio, junto a otros pintores como Botticelli o Perugino, domina la profundidad de forma natural. Empleando y sublimando la perspectiva aérea, con el denominado sfumato, con el que capta el ambiente que envuelve a las figuras. Abandona la definición pictórica de contornos, con el paso gradual de la luz a las sombras, que da volumen a la figuras. Cimero maestro de la composición y de los grandes estudios anatómicos y psicológicos de las figuras humanas, mencionar su famoso Hombre de Vitruvio. Sus rostros nos hablan, nos trasmiten emociones y sentimientos. Como demuestra en La Gioconda, donde además se nos revela como el gran maestro de las luces y las sombras, somete al dibujo a un efecto difuminado, por medio de contrastes suaves de luces y sombras dando volumen y un aire enigmático a la figura de Monna Lisa. Una figura que está inmersa en una atmósfera o refugio rocoso absolutamente irreal, sobrecogedor, agreste, salvaje... con caminos que parecen llevar a ningún sitio, montañas tenebrosas, valles áridos y un río neblinoso bajo un puente, único símbolo de la civilización, de la arquitectura. Es capital el empleo del sfumato, técnica que difumina suavemente los rasgos hasta hacer indefinibles los contornos. El hermoso y enigmático paisaje del fondo, de un matizado tono azul, queda tamizado con un degradado invisible que hace que se confunda con los contornos de La Gioconda, en una conjunción verdaderamente sublime. La composición es de una racionalidad asombrosa, la cabeza de La Gioconda ocupa el centro de la composición de forma equilibrada y apacible, la luz se centra en su rostro que resplandece con vigor.

Leonardo coloca los brazos y las manos de La Gioconda delante del busto para empujar el cuerpo hacia atrás y lograr ese ansiado volumen tridimensional. Para muchos investigadores esa posición de las manos hace suponer que la modelo estaba embarazada en el momento de ser retratada. Es una hipótesis muy plausible si tenemos en cuenta otros precedentes como el mencionado Matrimonio Arnolfini, en el que la esposa Giovanna posa su mano sobre su vientre de embarazada como símbolo esperanza. 


Por otro lado, estamos ante la sonrisa más melancólica y misteriosa de la historia del hombre. Leonardo con su gran domino de las luces y las sombras genera una sonrisa desconcertante. Una sonrisa que no aprecias si te fijas en ella directamente, te das cuenta de esa amarga sonrisa cuando contemplas la globalidad del cuadro. Es una sonrisa sutilmente insinuada que más parece indicar desasosiego y melancólica que alegría. 



La mirada de la Gioconda parece estar dirigida ligeramente a la izquierda, como si en el momento de ser retratada estuviera rodeada por otras personas. Algo muy lógico, segúnVasari, Leonardo tenía un buen séquito de personas a su alrededor cuando pintaba, hasta músicos. Sobre la cabeza tiene situado un velo, símbolo de pureza y castidad. Además se une la ambigüedad del rostro, se podría decir que se caracteriza por la indefinición sexual que la hace parecer casi un adolescente más que una mujer. Curiosamente no tiene ni cejas ni pestañas, para algunos borradas por posteriores restauraciones, para otros aumenta la ambigüedad del rostro. Parece ser que Leonardo nunca las pintó, ya que estamos ante una obra inacabada, que nunca se terminó. ya que Leonardo tuvo este retrato durante toda su vida, y lo sometió a constantes retoques. Unos retoques que abundan en la ambigüedad y el misterio que se desprende del rostro de la Gioconda. 



Por todo lo dicho, La Gioconda es el retrato más famoso de toda la Historia del arte y de la Humanidad, al generar gran número de opiniones, literatura y controversias. Va a ser sometida a múltiples análisis científicos de los que nada en claro se ha sacado, salvo que posiblemente si estaba embarazada y que no estamos ante María Magdalena, ni hay ningún mensaje oculto detrás de La Gioconda. Como insinuaba el iluminado escritor de la “novela” El Código Da Vinci, si es que a veces no sabemos distinguir la realidad de la ficción. Lo que si es real es que fue una obra famosa desde el momento de su creación, el joven Rafaelsiempre se sintió atraído por ella. Para Vasari la “Monalisa era muy bella y Leonardo, mientras pintaba, procuraba que siempre hubiese alguien cantando, tocando algún instrumento o bromeando. De esta manera, la modelo se mantenía de buen humor y no adoptaba un aspecto triste, fatigado”. Una afirmación no probada empíricamente, lo que si está probado y demostrado es que el aire enigmático que Leonardo supo darle a un simple retrato lo convierte en un icono que ha marcado la mirada del hombre y de la humanidad.

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