La conjura de los leprosos y de los judíos 1 de 3
El complot
1. La conjura de los leprosos y de los judíos
“En febrero de 1321, -como se lee en la crónica del monasterio de Santo Stefano di Condom- cayó muchísima nieve. Los leprosos fueron exterminados. Volvió a caer muchísima nieve antes de mediada la cuaresma; luego se produjo un gran diluvio.” Carlo Ginzburg, Historia nocturna. Las raíces antropológicas del relato. Ediciones Península. Barcelona 2003.
Caricatura antisemita porque ilustra las características físicas y personales habitualmente asociadas a los judíos. La expresión facial representa la codicia y el rostro presenta una nariz prominente, barba abundante, cabello rizado y escaso al frente.
Carlo Ginzburg
Los leprosos fueron quemados en casi toda Francia, porque habían preparado venenos para matar a toda la población. El inquisidor dominico Bernard Gui dice que los leprosos habían echado polvos venenosos en las fuentes, pozos y ríos para transmitir la lepra a los sanos y hacerlos enfermar o morir. Parece increíble, dice Gui, pero aspiraban al dominio de las ciudades y de los campos; ya se habían repartido el poder y los títulos de condes y barones. Muchos, tras haber sido encarcelados, confesaron haber estado en reuniones secretas y que sus jefes habían dedicado dos años en urdir la conspiración. La destrucción y la reclusión de los leprosos habían sido autorizadas porFelipe V el Largo, rey de Francia, en el Edicto de Poitiers de 1321, en que por primera vez en la historia de Europa se establece un programa de reclusión masivo de personas. Hasta entonces los leprosos habían vivido en instituciones de tipo hospitalario, casi siempre administrados por religiosos, bastante abiertas al exterior y en las que se entraba por propia voluntad. El pretexto para su reclusión fue el descubrimiento de la conjura.
El complot contra los leprosos tuvo tanto éxito que incluso historiadores modernos creen en él, como podemos ver en Zubiría-Consuegra R. La historia de la lepra, ayer, hoy y mañana. Medicina (Acad Col). 2003; 25,1:33-46). Este historiador afirma que en 1321 el rey de Francia, Felipe V llamado el Largo reprimió un complot que organizaron los leprosos para conseguir el retorno a una vida normal. Estaban resueltos, según se dijo, a envenenar las fuentes de agua de las poblaciones; a esta manifestación de inconformidad se la denominó Sublevación de los leprosos. El Rey ordenó capturarlos y los que confesaron (alrededor de 600) fueron quemados vivos; al resto se lo encerró aún más estrictamente y muchos fueron asesinados.
Job rascando su dolorosa y rezumante piel rodeado de gente. Biblioteca Nacional de París. Francia. Esta imagen del sufrimiento de Job pertenece a un manuscrito del siglo XII llamado “Moralia in Job”. Esta exégesis del libro de Job fue escrita por el Papa Gregorio en el siglo VI.
a) Los leprosos
Recogiendo una ley lombarda del siglo VI, dada por el Rey Rotárico y unas ordenanzas de Pipino El Breve y Carlomagno, los leprosos se consideraron unos muertos-vivos y cuando les diagnosticaban la lepra perdían todos sus bienes, obligándolos a acogerse únicamente a la caridad pública. Civilmente se consideraban muertos, no podían heredar, testar, comprar o vender y tampoco servir de testigos, por la posibilidad de que contagiaran a los sanos. En el año 583, la asamblea de obispos reunidos en el Concilio de Lyón decidió crear las leproserías. Los enfermos podían seguir viviendo relativamente aislados del resto de la sociedad y fuera de los muros de la ciudad y de los conventos. La medicina científica de la Edad Media creía que la causa del mal era la comida o el aire dañados. En el Concilio de Orleáns la Iglesia decidió ocuparse de la alimentación y el vestido de los leprosos. Gregorio de Tours mencionó (hacia 560) hospitales para atender a los leprosos; en esta época se fundó la Orden de San Lázaro para llevar pacientes a estos "Leprosarios". A los enfermos se les prohibía entrar a las ciudades y dedicarse a vender alimentos o bebidas. Cuando los cruzados enfermaron de lepra, dicho mal dejó de ser pecado para convertirse en una enfermedad santa. El año de 1321 el Rey de Francia, Felipe V llamado el "Largo" reprimió un complot que organizaron los leprosos de Francia para conseguir el retorno a una vida normal. Al menos, este fue el pretexto para proceder a su exterminio. Se les acusó –falsamente- de envenenar las fuentes de agua de las poblaciones. El Rey ordenó capturarlos y los que confesaron fueron quemados vivos (600); el resto se encerró aun más severamente y muchos fueron asesinados.
Philippe V le Long. Recueil des rois de France de Jean Du Tillet. Bibliothèque Nationale de France.
Tullido con lepra, de autor desconocido, y está fechado sobre el año 1450. Se encuentra en el Museo de Arte de Basilea
Todo empezó con las habladurías sobre una confesión que hizo llegar a Felipe V Jean Larchevêque, señor de Parthenay, en la que uno de los jefes de los leprosos declara haber sido corrompido con dinero por un judío, quien le había entregado el veneno que había que esparcir por fuentes y pozos. Los ingredientes eran sangre humana, orina, tres hierbas no precisadas y hostias consagradas, todo ello desecado, reducido a polvo y metido en bolsitas provistas de pesos para hundirse en el fondo de los pozos. Detrás de los leprosos y los judíos se escondía el rey moro de Granada que incapaz de vencer a los cristianos por la fuerza, había urdido este plan astuto para desembarazarse de ellos. Pero la conjura fue descubierta y los leprosos fueron quemados, al igual que los judíos en Aquitania. En Chinon, cerca de Tours, se había cavado una gran fosa a la que habían sido arrojados y luego quemados ciento sesenta judíos, hombres y mujeres. Muchos, dice el cronista Guillaume de Nangis, se arrojaban a las llamas cantando, como si fuesen a una boda.
Chinon a orillas del río Vienne. Castillo construido por los duques de Anjou, los Plantagenet, más tarde reyes de Inglaterra. Chinon fue la cuna de Rabelais, autor de la serie sobre Gargantúa y Pantagruel.
Curación de Lázaro de Honrad von Soest. Siglo XV
b) Los judios y los Pastorcillos
El primer sitio en el que se “descubrió la conjura” fue en el Perigord el Jueves Santo (16 de abril) de 1321. Los rumores se extendieron rápidamente por toda Aquitania, zona que había sufrido el año anterior los estragos de la banda de los “pastorcillos”, grupo de muchachos y muchachas adolescentes, procedentes de París, que iban descalzos y mal vestidos, y marchaban enarbolando el pabellón cruzado. Decían que querían embarcar para Tierra Santa. No tenían jefes (excepto el monje Jacob), armas ni dinero. Muchos los acogían benévolamente y los alimentaban por amor a Dios. Reunidos en Aquitania, los Parstorcillos, “para ganarse el favor popular”, afirma Bernard Gui, empezaron a intentar bautizar a los judíos a la fuerza. Los que se negaban eran despojados o muertos. Las autoridades se preocuparon. En Carcassona intervinieron en defensa de los judíos por su condición de “siervos del rey”. No obstante, mucha gente aprobaba la violencia de los Pastorcillos so pretexto de que no había que oponerse a los fieles en nombre de los infieles. Ese mismo año, los cónsules de Carcassona se desplazaron a París para quejarse de los judíos y exponer con brutal claridad su intención de librarse del monopolio del crédito ejercido por ellos y administrar las altas rentas que gozaban los leprosos. Estos ciudadanos de Carcassona instigaron a los Pastorcillos para que saquearan la comunidad judía y llevaran a cabo sus matanzas. En la exposición de sus quejas, además de envenenadores, acusaron a los judíos de practicar homicidios rituales y profanar la hostia consagrada. La zona de Carcassona había sufrido la represión cátara y, entre 1315-1318, una terrible carestía con grandes hambrunas; al parecer, los judíos se habían aprovechado para cobrar altos intereses, lo que estimulo el odio hacia ellos.
Los Pastorcillos surgieron cuando el espíritu de las Cruzadas que invadía Europa ya estaba decayendo. A los poderosos todo les iba muy bien hasta que llegaron las derrotas. Cada nueva Cruzada era un fracaso. El clima de derrota desmoralizaba los cientos de movimientos que pretendían combatir en Oriente y en España en nombre de Dios. El dios del Amor no servía, parecía naufragar. El dios de Mahoma parecía más poderoso que el Cristo. Movimientos como los Pastorcillos reflejaban este estado de ánimo. Emprendieron una cruzada capitaneada por el monje Jacob, partiendo de Picardía hacia Tierra Santa, saquearon cuantos mansos y castillos mal defendidos se encontraban por el camino. Tenían prácticas poco ortodoxas, como la unión de once hombres con la misma mujer. Jacob acabó olvidando el objetivo de la Cruzada y empezó a predicar contra la Iglesia de Roma, la que defendía un dios del Amor y del perdón, un dios débil. Saquearon iglesias y monasterios en Tours y Orleáns, profanaron hostias, azotaron a frailes y monjas. Finalmente fueron declarados fuera de la ley y se organizó una gran cacería encabezada por los mismos burgueses que los habían instigado contra los judíos y los leprosos. En Marsella y Burdeos colgaron a los últimos Pastorcillos y los que lograron escapar a Inglaterra fueron exterminados por los soldados de Enrique III o vendidos como esclavos por los mercaderes que los habían embarcado en sus naves.
Cruzada de los niños según Gustave Doré
c) Nacionalismo occitano y centralismo francés.
Vemos que en Carcassona ha aparecido una clase mercantil agresiva, dispuesta a deshacerse rápidamente de la competencia de los judíos. Esta clase también se queja de los funcionarios regios que violan las prerrogativas de los tribunales locales, y obligan a las partes en litigio a personarse en París, con grave daño y gasto, para la celebración de los procesos. Puede ser que los proyectos de centralización administrativa –dice Carlo Ginzburg- que Felipe V intentaba llevar a la práctica en aquellos meses contribuyeran a agudizar estas tensiones. La tentativa central de debilitar las entidades locales alimentaba, en la periferia, la hostilidad frente a los grupos menos protegidos. Algunos de estos sucesos no eran más que un acto político hecho para asegurar la autoridad del poder central en aquella zona, como sucedió, según Julio Caro Baroja piensa, en la caza de brujos y brujas de Labour y en el proceso de las brujas de Zugarramurdi en 1610. Lo que apunta Ginzburg, como de pasada, en realidad puede ser la explicación de todos estos fenómenos que hemos visto. Carcassona era una ciudad de occitanos, no de franceses, orgullosos de su idioma y de sus tradiciones, rebeldes y poco dispuestos a aceptar el dominio de los francos extranjeros. La mayoría de los fenómenos que estudiamos se desarrollan en el espacio que llamamos la Occitania Catalana, que comprende las siguientes regiones o espacios administrativos: Andorra, Aragó, Catalunya, Illes Balears, País Valencià, Llenguadoc-Rosselló, Alvèrnia, Aquitània, Llemosí, Provença-Alps-Costa d’Atzur, Roine-Alps, Piemont, Sardenya, Còrsega i Vall d’Aosta. Debemos tener en cuenta que en el tiempo de los cataros el Rosselló-Llenguadoc estaba plenamente integrado en el condado de Barcelona y la Corona de Aragón. Destacaremos también que las relaciones entre Occitània y Catalunya eran de tipo familiar, cultural y político, hasta el punto que muchos historiadores aseguran que las cruzadas contra los cataros fueron instigadas por el rey de Francia con la ayuda del Papa, por el miedo que tenían a una eventual unión entre occitanos y catalanes que hubiese dado como resultado una superpotencia económica, social y política, cosa contraria a los intereses del francés y del papado.
EUROPA LLATINA
http://pladelafont.blogspot.pe/2012/03/la-conjura-de-los-leprosos-y-de-los.html
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