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sábado, 10 de diciembre de 2016

LOS GUANTES BLANCOS EN LA MASONERÍA

LOS GUANTES BLANCOS EN LA MASONERÍA


Compendio

Aparte de sus usos prácticos para proteger las manos del frío y de las lesiones, los guantes tienen connotaciones simbólicas. Las viejas ilustraciones de masones operativos en el trabajo no muestran el uso de guantes. Su uso, por tanto, debe haber sido principalmente ceremonial, y su adopción al ritual de la masonería especulativa debe ser explicado por su simbolismo. El escritor italiano Vanni considera que el origen del simbolismo reside no en su uso por ciertos artesanos o como protección contra el frío, sino en su uso militar1. Acarrear armas pesadas, como la lanza, la espada larga, el hacha o la maza, conlleva el uso de guantes para protección a las manos y para mejorar el agarre al empuñarlas. Los guantes fueron hechos en un primer momento íntegramente de cuero, pero con el tiempo terminaron protegidos con una malla de acero. Presentar un guante a alguien representaba renunciar a sus medios propios de protección, otorgando poder al receptante. De otro lado, arrojarle un guante a alguien representa infidelidad y condena, como es el caso de los jueces medievales que arrojaban el guante al convicto.

Los guantes no parecen que hayan sido usados en los tiempos bíblicos. De hecho, los dos nombres para guantes en el idioma hebreo (kfafah y ksaiah) son de acuñación moderna, una se deriva de la palabra mano y la otra del verbo cubrir. Probablemente, el clima cálido de Tierra Santa, hizo a los guantes superfluos.

En la época medieval, el uso de guantes por parte de la aristocracia se hizo más frecuente, fueron usados en algunos deportes (caza con halcones, tiro con arco) o simplemente como una ostentación de gran lujo. En la etiqueta de las cortes, si un caballero ofrecía guantes blancos perfumados a una dama y ella los aceptaba, esto establecía una relación de dependencia entre ellos.

La costumbre de presentar un par de guantes blancos al neófito a la conclusión de la ceremonia de su iniciación tiene una larga tradición histórica, hallándose registrada desde el siglo X. Una crónica relata que en el año 960, los monjes del monasterio de Saint-Alban en Mainz (Alemania), presentaron un par de guantes al obispo en su investidura. La oración pronunciada durante la ceremonia de investidura incluía una frase implorando a Dios que vista con pureza las manos de su siervo.

Similarmente, los reyes de Francia recibían un par de guantes en su coronación. Las manos consagradas del rey, como las del obispo, no deben mancharse por contacto con cosas impuras. Después de la ceremonia, el Hospitalario quemaba los guantes, para prevenir cualquier uso posterior con fines profanos.

Durandus de Mende (1237-1206) interpreta a los guantes como un símbolo de modestia, ya que las buenas acciones realizadas con humildad deben permanecer en secreto. Explica que en la iglesia cristiana de la Edad Media, los guantes fueron siempre usados por obispos o sacerdotes, cuando desempeñaban sus funciones eclesiásticas. Estaban hechos de lino, y eran blancos: “por los guantes blancos denotamos la castidad y la pureza, porque las manos se mantenían limpias y libres de toda impureza.”

El uso de los guantes por los masones medievales está confirmado con pruebas documentales. En el año 1322, en Ely (una ciudad catedral de Inglaterra), el sacristán compró guantes para los masones que participaban en la “nueva obra”, y en 1456, en el Eton College, cinco pares de guantes fueron entregados a los “estucadores de las paredes, como tal vez la costumbre lo hubo requerido”.

Otro documento indica que en el Canterbury College, en Oxford, el Mayordomo Jefe anotó en sus cuentas que “veinte peniques fueron dados como dinero de guante a todos los masones ocupados en la reconstrucción del Colegio”.

En el año 1423 en York (Inglaterra) diez pares de guantes fueron suministrados a los masones setters (“engastadores”) con un costo total de dieciocho peniques.

Existen numerosos informes de guantes que se suministraban a los “picadores” y “capeadores” en Escocia, desde 1598 hasta 1688.

En Inglaterra, durante las épocas isabelina y jacobina (1558-1625) los guantes gozaban de un prestigio que difícilmente lo podríamos apreciar hoy en día. Eran artículos de lujo, tenían un gran simbolismo, y constituían los regalos más preciados.

En 1571, Robert Higford envió un par de guantes a la mujer de Lawrence Banister. En 1609, J. Beaulieu comunicó a William Trumbull que “Milord ha obsequiado 50 chelines y un par de guantes a Monsieur Marchant como retribución por haber enviado al diseño de las escaleras”. En el día de Año Nuevo de 1606, cada uno de los músicos reales le obsequiaron un par de guantes perfumados al rey Jacobo I, y en 1563 el conde de Hereford, quien estaba distanciado con la reina, buscando recuperar su favor, le escribió a Lord Robert Dudley conde de Leicester, amante de la reina Isabel I de Inglaterra, pidiéndole que le entregara en su nombre un par de guantes como prueba de su devoción.
Los guantes eran un regalo acostumbrado en el Año Nuevo, a veces sustituible por el “glove money” (dinero de guante). Asimismo, los guantes constituían un obsequio tradicional de los enamorados a sus novias.

Shakespeare, como sabemos, era el hijo de un fabricante de guantes. En su obra Much Ado But Nothing (Mucho ruido y pocas nueces), la caracterizada heroína declara “…estos guantes el Conde me los envía, tienen un perfume excelso” (Acto III, Escena 4), y en King Henry V (El rey Enrique V), el rey intercambia guantes con el soldado Williams, como una promesa de volver a reunirse después de la batalla (Acto IV, escena 1).

Los documentos citados al principio se refieren a masones operativos. La tradición, sin embargo, se continuó en la Masonería Especulativa. Desde 1599 hay evidencia de que cada masón en su iniciación, recibía un par de guantes (pagados de su propio bolsillo!). Sobre este asunto, el documento más antiguo que se conoce es el Estatuto Shaw, proveniente de la Logia Kilwinning fechado el 28 de diciembre de 1599, el mismo que establece que los miembros de la Orden, en la recepción a su grado, tendrán que pagar una cuota de 10 libras escocesas con 10 chelines para los guantes.

A veces, el nuevo masón tuvo que proporcionar guantes para toda la compañía como parte de su cuota de ingreso. Esta práctica fue conocida como “vestir la logia”. Las Constituciones de Anderson de 1723, en su artículo VII estipulaban que “Cada nuevo hermano a su investidura está en decencia de vestir a la Logia, es decir, a todos los hermanos presentes…”.

Documentos de la Logia de Melrose de los años 1674-1675 demuestran que tanto los aprendices y compañeros de la Orden tuvieron que pagar sus derechos de entrada “con guantes suficientes para toda compañía entera”.

Un documento de Aberdeen de 1670 requiere que el aprendiz debe pagar cuatro dólares reales, así como un mandil de lino y un par de buenos guantes para cada uno de la hermandad. El uso de cuero es notable, pero la abundancia de lino de alta calidad en la región explica su relego. El cuero era más caro que el lino.

En 1724 una Logia en Dunblane, se registra una entrega de guantes y mandiles a los “Ingresantes”, y en 1754, en Haughfoot, Inglaterra, el albergue local establece que “nadie puede ingresar a la Logia sin un par de guantes para cada uno de los miembros (de esa Logia)”.

En la Historia Natural de Staffordshire (1688), Robert Plot, LLD2, relata que era costumbre entre los Francmasones que “cuando alguno era admitido, llamaban a reunión (o a Logia, como se denominaba en algunos lugares), que debe consistir en por lo menos de 5 o 6 de los Ancianos de la Orden, ante quienes los candidatos se presentan con guantes para ellos, e igualmente para sus esposas … “. Esta parece ser la primera mención de la costumbre de presentar un segundo par de guantes para la mujer como parte de la ceremonia de iniciación.
Una exposición llamada Un examen a un Masón, publicado en 1723 en un periódico de Londres, el artículo del suplemento, comienza así: “Cuando un masón es Admitido, después de haber dado a cada miembro presente de la Fraternidad un par de guantes de hombre y de mujer y un mandil de cuero … “.
Esto se convirtió en tradición de todas las iniciaciones, y es mencionada específicamente en los rituales de iniciación franceses del siglo XVIII, como se describe en Las Exposiciones.

Ya en la primera Exposition francesa, que data de 1737, llamada Recepción de un Francmasón, señala que en la ceremonia de iniciación, el candidato “se le ha dado el mandil de un francmasón que es de piel blanca, un par de guantes de hombre para sí mismo, y otro par de guantes de mujer, para la que él tenga la mayor estimación”.

La costumbre, sin embargo, parece haber sido abandonada en Inglaterra y Escocia, ya que desde inicio del siglo XIX ya no es mencionada tanto en los reglamentos como en las actas de las logias. El Ritual de Emulación (postrimerías de 1813) ignora la práctica. En Europa y otros países, particularmente en Logias del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, la tradición permanece en vigor hasta el día de hoy. Por lo general, la presentación de los guantes se produce al final de la ceremonia, a continuación el Maestro de la Logia, agrega algunas palabras en el sentido de que las manos del hecho flamante Masón, ya purificado por la iniciación, no deben ser manchadas otra vez, y con la entrega del segundo par, se pretende hacer hincapié en el alto respeto que los masones tienen con las mujeres en general, y a la más cercana del corazón de él en particular.

Albert Saban menciona una costumbre, según la cual tres pares de guantes blancos fueron entregados a los delegados del Gran Oriente cuando vinieron a instalar una Logia (Venerables Maestros Instaladores), antes de entrar en el Templo Masónico.

La protección del guante no es sólo material sino también espiritual. Por esta razón, cuando se toca el Libro Sagrado, (en la obligación, por ejemplo) la mano no debe estar cubierta. Del mismo modo, cuando se forma la “cadena fraternal” habitual en algunos rituales, las manos no deben usar guantes. Esto es para permitir que la sutil energía del círculo mágico circule libremente.

En los grados superiores del Rito Escocés, guantes de varios colores: blanco, negro o verde, se prescriben en los atuendos de diversos grados, el simbolismo del color se relaciona con el del grado.

Epílogo

Como punto final debo ahora responder al M.W.3 Llorenç Lluell, Grand Master del Gran Orient D’Andorra, a quien en una ocasión pregunté por qué no lavaba sus guantes, repondiéndome él que los guantes no se deben lavar, y al replicar el porque no, me dijo: averígualo!. Pues he aquí lo que he concluido:

Los guantes blancos masónicos usados en logia tocan objetos que detentan una sacralidad ritualística implícita4, es decir, nuestras manos (aunque limpias) considéranse impuras, debido a que nos encontramos inmersos en la gran obra perpetua de perfeccionar nuestro propio templo que es primeramente nuestro cuerpo y segundamente nuestra mente-espíritu. En Logia nos cubrimos las manos con nuestros guantes para no manchar o alterar la sacralidad y pulcritud necesariamente implícita de dichos objetos, y por la razón de que como personas no estamos ostentando ningún nivel de consagración exclusiva por hecho de desarrollar nuestra vida dentro del mundo profano. Por consecuencia si los guantes tocan lo sagrado adquieren por contacto y extensión cierta sacritud conservándola en el tiempo, como el Sudario de Turín. En contraposición a esto es importante puntualizar, tal como se aprecia durante la misa católica, que son los sacerdotes los únicos que acceden al Santíssimo y al copón o cádiz de hostias que simboliza lo sagrado, y lo hacen a mano desnuda por ser personas de vida consagradas íntegramente a su doctrina de fe.

Es en señal de respeto a lo que consideramos dentro de Logia sagrado que dichos guantes no deben reciclarse para su uso mediante el lavado, porque solo lo pulcro o virgen de origen puede ser considerable sacro y, el lavado desvirtúa la pulcritud de origen que es lo que esotéricamente cuenta. El medio de purificación final o dispensación para ellos no sería el agua sino el fuego; cosa que tratándose del algodón al final casi no quedan ni siquiera cenizas.

1 Cita: Masonic Papers, The Gloves por R.W.Bro. Leon Zeldis. Freemasons Press review.
2 LLD: Acrónimo de Leader Lodge Developer (Líder Revelador de la Logia)
3 Most Worshipfull : Muy excentísimo.
4 Cuando el Templo de trasmuta a Logia, es decir cuando por medio del ritual y la presencia de los francmasones, los objetos en ella cobran un sentido más allá de su existencialismo físico, lo hacen ante los ojos de los iniciados, es la alquimia masónica.

http://www.justicia7.es/los-guantes-blancos-en-la-masoneria/

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