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viernes, 11 de agosto de 2017

EL MASÓN ANTE LOS VALORES

EL MASÓN ANTE LOS VALORES
Francisco Espinar Lafuente, 33º

Los valores son el reflejo en la Tierra de metas que nos vienen de la transcendencia. Los valores humanos son las líneas de actuación que tienden a conducir al hombre hacia su destino.

Ellos tienen un fondo esencial, que es común a todas las religiones y a todos los pueblos, pero que se va adaptando al progreso del conocimiento. Este fondo común recae sobre “el amor y los que ahora se llaman “derechos humanos”, sobre la búsqueda de “la ciencia (que ha de estar racionalizada), y sobre una “educación omni-comprensiva. El masón ha de aceptar esta ley común universal, que se simboliza en la Logia por una de sus tres luces, esto es, por la Biblia o el libro equivalente en las restantes religiones.

El ser humano es una conjunción entre un cuerpo, bio-físico, y un Yo (que llamamos “alma”) que emerge dentro de aquél, y que ha de perdurar más allá de la muerte. Por eso el masón ha de rechazar el escepticismo, el pesimismo, el relativismo moral, y el hedonismo.

En el hombre hay un arrastre de pasiones, generalmente negativas, que constituyen lo que Freud llama “el Ello”. La actuación humana es, en gran parte, “libre”, pero se halla inclinada por el influjo de los genes, y a la vez, por los del medio social y las circunstancias que nos van rodeando. El ser humano no es naturalmente “bueno (como creía Rousseau), ni tampoco naturalmente “malo (como resultaría de algunas religiones) sino que es un ser “desfalleciente”. La vida se desarrolla en una lucha continua entre el Yo, que tiende hacia el bien, y los factores negativos que lo desvían.

La sociedad, y la propia Naturaleza, son también tan ambivalentes como los individuos. A éstos les corresponde determinados “atributos”, que fijan su posición dentro de aquéllas, como son la época en que viven, su sexo, su pueblo o nación, la religión en la que creen, su ambiente de familia, su profesión o clase social, el bando en el que se alinean. El individuo, dentro del perspectivismo universal, es un punto particular de “perspectiva”. Y ésta viene influida por todo el complejo de esos atributos.

Los individuos, cualesquiera que sean los atributos que les correspondan, las deficiencias con que nacieran, o las habilidades que puedan adquirir, son todos iguales en dignidad, así como en su derecho a progresar hacia el bien, por el hecho de que todos poseen un Yo, que les ha descendido de lo alto.

Se podría considerar al masón como “un hombre sin atributos”, pero ello no sería totalmente exacto. Es cierto que él tiende a ser cosmopolita (lo que no excluye el amor a la propia patria), y a tener una religiosidad que no es la de los dogmas (aunque la haga compatible con una confesión a la que se adhiera). Pero, en principio, su meta es el bien de la Humanidad, el de todos los seres humanos, no sólo el de los presentes, sino también el de los que han de sucedernos en el futuro. Aunque a este bien va asociado el de otras especies vivientes, que merecen ser protegidas, tanto de animales como de plantas. Lo cual no excluye que preste una atención especial a lo que le resulte más propio.

Con esas matizaciones, el masón debe intentar actuar como “un hombre sin atributos”, en la medida en que pudiera acercarse a ese límite. Un hombre universal, sin ninguno de los ídolos de la tribu. (Bacon). Lo esencial en él es buscar “la verdad”, que es una guía de dirección que permite evitar que nos extraviemos.

Ello confluye en que se deba aceptar “la realidad del Otro (del que tenga atributos distintos a los nuestros) tratando de comprenderlo, y, en lo que fuere justo, de ayudarlo. Por otro lado, el masón debe ser “tolerante con las debilidades humanas (aunque nunca justificar los desvaríos), creer en la buena fe de las personas (mientras que no se demuestre lo contrario), y, en general, proceder con “imparcialidad”. La imparcialidad es algo así como el amor, extendido por igual a todas las partes. Los masones, en ningún caso, pueden ser extremistas. Tienen que sustraerse a las presiones que le lleven a ello, sean las del Poder o la de las masas.

El masón es consciente de la gradualidad de todas las cosas. No debe, por tanto, recaer en el maniqueísmo. Ni “los buenos son siempre buenos, ni “los malos son todos malos. Además del negro y el blanco existen los grises. (Lo cual no excluye que haya oposiciones “de dirección”, como el Norte y el Sur, o como el bien y el mal). Por ello no juzguemos a los demás con patrones genéricos. Las culpas deben recaer únicamente sobre los individuos. La división global “en dos bandos es la peor plaga que les puede aquejar a las sociedades.

De todo ello se desprende que el masón debe ser un amante de la paz, de la mediación, de la conciliación y del diálogo. Debe ser un verdadero “ciudadano del mundo”. Y, como tal, no sólo tiene que actuar en esas direcciones, sino también que propagarlas con la palabra y el ejemplo.

FIAT LUX.

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