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martes, 27 de febrero de 2018

Los Antiguos Manuscritos (Old Charges) y las Constituciones de Anderson

Los Antiguos Manuscritos (Old Charges) y las Constituciones de Anderson
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El 17 de enero de 1723, en la capital del Reino de la Gran Bretaña, la Gran Logia de Londres aprobó un Reglamento interno, conocido como las Constituciones de Anderson, a partir del cual guió sus trabajos, ordenó las relaciones entre los masones y propuso una historia mítica de la Masonería basada en la Biblia, que se remontaba literalmente hasta Adán y Eva en el Paraíso Terrenal.


Las Constituciones de Anderson contaban con 92 páginas, que fueron publicadas por la imprenta de William Hunter, por encargo de John Senex y John Hooke. Además, estaban divididas en cuatro partes:

Primera parte: Contiene una serie de preceptos o deberes de un francmasón, y cuenta una historia del arte de la Masonería desde la Creación, basada en el relato bíblico y en la cronología del Obispo irlandés James Ussher, quien llegó a la conclusión en 1650, en su libro Anales del Mundo, que de acuerdo con el inicio del año judío, la creación del mundo ocurrió a las tres de la tarde del lunes 23 de octubre del año 4000 antes de Cristo. En 1701 se insertó esta cronología en la versión autorizada de la Biblia inglesa.

No queriendo contrariar sus deberes de pastores anglicanos y presbiterianos ni la versión bíblica oficial inglesa, los ministros religiosos que redactaron las Constituciones de Anderson fueron fieles a ella y elaboraron en consecuencia una historia del arte de la construcción acorde.
 De aquí nace la costumbre de fechar los textos masónicos añadiendo 4000 al número de años del calendario gregoriano; incluso hoy, muchos textos de la Orden se están fechando con base en la cronología de Ussher. Por ejemplo, el año 2009 de la era común correspondería al 6009 Masónico, o Año de la Verdadera Luz como suele denominarse.

En esta primera parte, Anderson redactó una historia del arte de la construcción que empieza con la identificación de Adán como el primer masón que existió, el segundo fue Caín y su genealogía continuó pasando por Noé y Abraham, Asiria, los israelitas invadiendo Canaán, las Pirámides de Egipto, Moisés, Salomón y su Templo, Hiram, Grecia, Pitágoras, los romanos, los bárbaros y por último su natal Britania.

Se trata de una historia mítica de la Orden que debe interpretarse como alegorías, símbolos y leyendas que velan para el profano y revelan para el iniciado principios consustanciales a la Orden y contemporáneos al origen mismo de la civilización. Así por ejemplo el término “masón” debe interpretarse como sinónimo de constructor, pero no de constructor de edificios materiales sino del “templo interno”, donde mora la Divinidad.

Segunda parte: contiene los llamados Antiguos Manuscritos o Leyes Fundamentales. El nombre original completo de este acápite es Las Antiguas Leyes Fundamentales o Reglas para los Francmasones; que fueron sacadas de los Antiguos Documentos de las Logias de Ultramar, de Inglaterra, de Escocia y de Irlanda, para uso de las Logias de Londres. Estas leyes deben leerse siempre en la ceremonia de recepción de un nuevo Hermano, y siempre que el Maestro lo crea oportuno.

Tercera parte: Reúne las 39 Antiguas Ordenanzas Generales, compiladas por George Payne.

Cuarta parte: Contiene las aprobaciones respectivas y cuatro cantos masónicos.

Esta codificación se tiene universalmente como el punto de partida formal del Derecho Masónico moderno.

Las Constituciones de Anderson son consideradas como el hito que marca el nuevo ciclo histórico de la Orden. Es decir, el paso de la Masonería operativa a la especulativa. En la primera, todos los integrantes de las logias pertenecían a gremios de constructores; en la segunda, durante un proceso paulatino, fueron sustituidos por personas ajenas a los mismos y a quienes se les llamó “aceptados”. Ellos introdujeron sus creencias religiosas (protestantes, anglicanas) y sus opiniones filosóficas (deísmo y otras), ajenas a las de los miembros de la masonería estrictamente operativa, de religión católica, y centrados en su quehacer profesional.

La historia de Noé (o Noah) de la inundación y de las dos columnas (una de mármol, a fin de que resistiera el fuego; y la otra de ladrillo, a fin de que resistiera al agua) sobre las que se grabaron todo el saber de la Humanidad, aparece en la mayoría de las antiguas constituciones manuscritas. Incluso el período “Noaquita”, aludiendo a Noé, es una denominación muy utilizada en la literatura masónica del siglo XVIII para referirse a los masones.


Incluir a Noé en las Constituciones de Anderson no es algo que nos deba sorprender, pues Anderson utilizó para su texto el hilo histórico tradicional predominante a comienzos del siglo XVIII. Noé es mencionado explícitamente en ambas, tanto en la primera versión de 1723 como en el documento de 1738. En la edición de 1723 sostiene que el masón debe observar la ley moral “como un verdadero descendiente de Noé”. Se supone que ése fue “el primer nombre de los masones, según algunas tradiciones antiguas”, y que todos los hombres coinciden en “los tres grandes artículos de Noé”. Por otra parte, en la versión revisada de 1738, se llega a afirmar que “un masón está obligado por su condición a observar la ley moral, como verdadero Noachita”.

Por su parte, Lawrence Dermoff, Gran Maestre de la Gran Logia de los Ancient York Masons (1752), tomaba a los términos masón y noaquitas directamente como sinónimos. Se trata de recordar los remotos orígenes de la Masonería de los constructores, señalando su indeleble carácter noaquita, carácter afirmado explícitamente en los más antiguos Manuscritos Masónicos (Old Charges), carácter éste definido como fundamental para el desarrollo de la nueva y la última edad que se iniciaba a partir de la alianza establecida entre Dios y los hombres, luego del Diluvio universal.

Así, por ejemplo, en el arcaico texto llamado York Constitution (926 d. C.), que fue redactado y promulgado por el rey Athelstane de Inglaterra, en un acápite titulado “Las leyes u obligaciones presentadas ante sus Hermanos Masones por el príncipe Edwin” se lee el siguiente artículo: “La primera obligación es honrar sinceramente a Dios y obedecer las leyes de los noaquitas, pues ellas son leyes divinas que deben ser obedecidas por todo el mundo. Por tanto, ustedes deben evitar todas las herejías y no pecar contra Dios”.

Por otra parte, en el manuscrito masónico titulado Regius Poem (circa 1390), Noé y el Diluvio Universal aparecen estableciendo un límite en el tiempo de la humanidad.
Las siete leyes de Noé

Anderson manifiesta en sus Constituciones que todos los hombres coinciden en “los tres grandes artículos de Noé”. Se refería a las tres primeras leyes de Noé, de las siete conocidas: 1) No matar. 2) No robar. 3) No adorar falsos dioses.

La Alianza Noaquita, establecida entre Dios y la humanidad a través del patriarca, es inobjetablemente preabrahámica; por lo tanto anterior al Judaísmo, al Cristianismo y al Islam. De este modo, la Masonería, o más propiamente la masonería de los constructores, dado que el propio Noé era un constructor en madera, es claramente más antigua y tiene prelación sobre las formas abrahámicas. No obstante, debe decirse que también el Judaísmo conserva claramente conciencia de este código aplicable a “a todo el mundo”, como dice la York Constitution antes mencionada. Según el judaísmo rabínico, estas siete leyes se aplican a toda la humanidad como descendiente de Noé, luego del Diluvio Universal.

Por otra parte, la observancia de las leyes noaquitas no exime del cumplimiento de todos los restantes mandamientos propios de las otras religiones particulares. Tradicionalmente, las leyes de Noé son siete, según consta en el Tosefta (Sahedrin 9:4) y en el Talmud (Sanhedrín 56 a/b); pero con el correr de los siglos, por afinidad y correspondencia, se han ampliado sensiblemente sus especificaciones. Los símbolos de la Alianza Noaquita se han conservado ritualmente en la Masonería tradicional, y son el Arca y el Ancla, la Paloma con la Rama de Olivos y el Arco Iris.

Para que no queden dudas, las leyes básicas de Noé son las siguientes:
No matar.
No robar (incluye el secuestro).
No adorar falsos dioses (prohibición de la idolatría y del politeísmo en general).
No cometer desviaciones sexuales.
No comer partes de un animal con vida.
No blasfemar.
Establecer cortes de una justicia recta y honesta, para aplicar estas leyes.
Conclusión

Al respecto, el erudito masón Andrew-Michael Ramsay (1686- 1743), autor del conocido discurso sobre el origen de la Orden, decía: “La Francmasonería es, realmente, la resurrección de la religión noaquita, aquella del patriarca Noé, la religión anterior a todo dogma que nos permite superar las diferencias y las oposiciones de los distintos credos”.

En los distintos textos oficiales de la Masonería se insiste en que todo masón tradicional debe ser fiel a sus orígenes y que sus acciones deben ser espiritualmente constructivas y edificantes, pero para eso debe conocer a fondo los cimientos auténticos del Arte Real. Además de los siete mandamientos de Noé, el conocimiento del simbolismo y de sus leyes es otro de los pilares fundamentales de la casi olvidada Ciencia Central de la Masonería.

https://cbqs.wordpress.com/2016/12/01/los-masones-son-esclavos-noaquidas/

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