El símbolo de la luz
Alfredo Corvalán
En todos los sistemas antiguos predominó la veneración a la luz, como símbolo de la verdad. En todos los misterios, el candidato pasaba por una profunda oscuridad, hasta que, una vez terminadas las pruebas, era admitido en un santuario intensamente iluminado, en donde llegaba a la luz perfecta y pura, y recibía las instrucciones necesarias para proporcionarle el conocimiento de la verdad divina, al que había aspirado y que proporcionaba la orden. Luz es, por lo tanto, sinónimo de la verdad y del conocimiento; sin embargo, la oscuridad es sinónimo de falsedad e ignorancia
Luz es sinónimo de la verdad y del conocimiento.
Este simbolismo no sólo se encuentra en las órdenes iniciáticas, sino también en las lenguas. Así, por ejemplo, la palabra hebrea aur significa luz; pero su plural aurim, denota la revelación de la verdad divina. La palabra luz del antiguo lenguaje egipcio tiene una particularidad digna de estudio. Para los egipcios la liebre era el jeroglífico de los “ojos que están abiertos”; jeroglífico que adoptaron porque suponían que este animal nunca cerraba los órganos de visión, estando siempre alerta, por temor a sus enemigos. Más tarde, los sacerdotes adoptaron la liebre para simbolizar la iluminación mental o luz mística, que se revelaba a los neófitos en la contemplación de la verdad divina, durante la iniciación.
Por otra parte, la liebre era también el símbolo de Osiris, el Dios principal egipcio; lo cual demuestra la íntima conexión que existía, según aquellos sacerdotes, entre el proceso iniciático de los ritos sagrados y la contemplación de la naturaleza divina. Ahora bien, la palabra liebre que se aplica a este animal es arnabet, la cual se compone de las palabras aur, luz, y nabat, contemplar o mirar. Por lo tanto, la palabra que significa en egipcio iniciación, quiere decir en hebreo mirar la luz. Esta coincidencia no puede ser accidental en dos naciones tan íntimamente unidad en la historia, como Egipto y Judea. Esto demuestra que en aquella época prevalecía el sentimiento de que la comunicación de la luz era el objeto principal de los misterios.
El culto de la luz, ora en su pura esencia, ora en forma de culto solar o del fuego, fue una de las más primitivas y universales creencias del mundo. La luz era la fuente primordial de todo lo santo e inteligente; las tinieblas representaban, por el contrario, el mal y la ignorancia.
La iniciación precede en la Masonería a la revelación del conocimiento, del mismo modo que la obscuridad precedía a la luz en las antiguas cosmogonías. Por eso dice el Génesis que en el principio “la tierra se hallaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre el haz del abismo”. La cosmogonía caldea enseñaba que en el principio “todo era tinieblas y agua”. Los fenicios suponían que “el principio de todas las cosas fue un viento de aire negro, un caos oscuro como el erebo (infierno)”.
Pero ante el mandato divino, la luz surgió de estas tinieblas y la sublime frase “sea la luz” se repite sustancialmente en todas las antiguas historias de la creación, en forma idéntica. Lo mismo ocurre en la Masonería: de las tinieblas misteriosas surge el fulgor deslumbrante de la luz masónica. La una debe preceder a la otra, del mismo modo que la tarde a la mañana. Esta relación de las tinieblas con la luz es una parte bella e instructiva de nuestro simbolismo.
El Génesis y las cosmogonías (ciencia de origen y evolución del universo) hablan del antagonismo de la luz y las tinieblas. La forma de esta leyenda varía en cada nación, pero es fundamentalmente la misma siempre. Bajo el símbolo de la creación del mundo, se oculta un cuadro de regeneración e iniciación.
“Ojos que están abiertos”.
Plutarco decía que morir es iniciarse en los grandes misterios, la palabra griega que significa morir quiere decir también ser iniciado. El color negro, que es el color simbólico de las tinieblas, lo es también de la muerte. Por tanto, las tinieblas y la muerte son símbolos de la iniciación. Y por esta razón, todas las antiguas iniciaciones se celebraban por la noche.
Los misterios se celebraban siempre por la noche. La misma costumbre existe en la Masonería. La muerte y la resurrección se enseñaron en los misterios, igual que en la Masonería. La iniciación era la lección. La fruición entera, autopsia o recepción de la luz era la lección de regeneración o resurrección.
La luz, es por lo tanto, un símbolo fundamental en la Orden y contiene en sí la esencia misma de la Masonería especulativa. Es por ello que ha recibo el nombre de luz y sus miembros han sido denominados apropiadamente hijos de la luz.
http://www.gadu.org/antologia/el-simbolo-de-la-luz/
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