Cubriendo el templo, para estar a resguardo de la indiscreción profana…
José Nicolás Quiles Pérez
Una frase que todo masón conoce es la que reza, “ved si estamos a cubierto de la indiscreción profana” ¿Qué implica estar a cubierto? ¿Por qué esta solicitud curiosa al comenzar los trabajos?. Muchos responden estas interrogantes de la manera más trivial y evidente, diciendo que la necesidad de resguardar el secreto masónico, hacia que los masones de las logias se reunieran a cubierto, para evitar las indiscreciones de aquellos que no siendo iniciados, pudieran presenciar las acciones de los que estaban en logia; sin embargo, si revisamos un poco más en profundidad, esta cuestión de la cobertura en logia, vemos otras aristas, que sin restar importancia a la expuesta hasta este punto, nos ayudan a comprender un poco más, la variedad de profanos indiscretos que pudieran entrar en los trabajos, de no estar el G:.T:. haciendo su trabajo.
Lo anterior nos lleva a una pregunta importantísima, que nos hacemos los masones en logia, y no es otra que ¿Qué venís a hacer aquí? a lo que el masón responde invariablemente, “a someter mis pasiones y mis vicios y construir templos a las virtudes”. Analicemos esta respuesta, con mayor detenimiento; para ello, preguntemos ahora, ¿Quiénes son los profanos de los que los masones debemos cubrirnos?. Una primera respuesta, a priori, que no deja de ser cierta, es que profano es todo aquel que no haya sido iniciado en la masonería o que no conoce los S:.P:. y T:. con los que nos identificamos, lo cual es correcto en esencia y apodícticamente adecuado. Sin embargo, y más allá de lo evidente de este planteamiento, la pelea real del masón se presenta contra las pasiones y los vicios, que son naturales a todo hombre y que siendo el templo como lo es; tierra sagrada, debería estar a cubierto entonces de vicios y pasiones, que son comunes a todos y que el iniciado debe aprender a dejar atrás.
La profanidad de la cual los masones debemos cubrirnos, es justamente entonces, la generada por las pasiones y vicios, que jamás deberían poder entrar a nuestras logias. Dejando pasiones y vicios del lado profano, el espacio así creado en el interior del ser, debe ser llenado con las virtudes, que al contrario de las pasiones y vicios, no son naturales al hombre, por lo que se hace necesario un “trabajo”, que la masonería considera análogo a la construcción, por lo que el habitáculo natural de la virtud, no puede ser uno diferente a un templo. Así el masón, está obligado a construir templos, para que sean los habitáculos de las virtudes que este necesita albergar dentro de sí, en el espacio dejado por los vicios y las pasiones, que debieron ser abandonadas del lado profano del templo. Cobra así, gran trascendencia, el oficio constructivo, para los masones especulativos.
Ahora bien, conocido ya el nombre del enemigo a combatir, pasemos a ver como se hace tal cosa y como se garantiza la cobertura del templo masónico, que vale la pena acotar, es análogo al interior del ser. Convenimos en definir tierra santa como el espacio donde queda garantizado de alguna forma, la ausencia de vicios y pasiones, lo cual se logra mediante la limpieza y claustro del recinto, que lo deja preparado así, para el ejercicio ritual de una ceremonia, que facilita el objeto para el cual se reúnen en su interior los hombres; en el caso de la masonería, el objeto corresponde a la construcción de templos a las virtudes.
Revisemos por un instante, aquello que viene a ser el templo por excelencia de cada hombre, que no es más que su cuerpo físico, por ser el habitáculo de su alma. ¿Cuáles son las puertas del templo que representa el cuerpo humano? A todas luces la respuesta es clara. Son dos; la cabeza, que procesa la entrada al cuerpo de todo aquello que contacta al hombre con el mundo y su pelvis que viene a representar una salida del templo hacia el mundo de la manifestación, haciendo la salvedad de que la boca y la nariz vienen a ser puertas de dos direcciones, una dirección que ingresa fragmentos del mundo denso manifestado al cuerpo, que en el caso de la boca, está representado por la ingestión de lo que la tierra produce y en el caso de la nariz, que ingresa al cuerpo fragmentos del mundo manifestado más sutiles, mediante el aire que el hombre respira y las partículas que en él se suspenden; la otra dirección, que para el caso de la boca está representada en la palabra, que deviene de la idea que nace en el interior del hombre y se manifiesta a través de ella y el caso de la nariz que entrega al mundo manifestado la exhalación del hombre y con ello su aliento vital. En la pelvis, por otra parte, encontramos la otra puerta, representada en el ano y sus excresencias o desechos, que entrega el hombre a la manifestación después de haber procesado la materia densa que entro por la boca en su momento y el pene, en el caso masculino que entrega al mundo la semilla humana, en el semen producido en el interior del cuerpo, para crear vida, en combinación con su contraparte femenina, cuya vagina que, en este caso, es realmente una entrada en lugar de salida.
Así pues, en el templo que es el cuerpo humano, todo sucede entre la cabeza y la pelvis. Siguiendo la analogía, en el templo masónico, hay dos puertas, representadas por los solsticios y que se ubican la una a la entrada del oriente, en el abismo y la otra al occidente, entre columnas. La zona llamada el parvis o el espacio entre las columnas y la puerta física del templo, donde se ubica el G:.T:., tiene particular importancia, pues siendo la puerta por donde entra la densidad del mundo manifestado; es la zona, donde el G:.T:. sutiliza lo denso y le persuade de estar ordenado inicialmente, para que pueda ingresar y llegar a las columnas en la condición adecuada, que permite seguir introduciéndose al ambiente cubierto real y efectivamente, de tal manera que todo sucede en el templo entre solsticio y solsticio, en la cuadricula; con dos importantes guardianes, uno al oriente llamado V:.M:. y uno a occidente llamado G:.T:. No olvidemos que al oriente, en el templo masónico correctamente construido, debería haber una cúpula y en su parte alta un óculo o agujero, por donde ingresa lo sutil del mundo manifestado, mientras que por la puerta opuesta, la que vigila el G:.T:. ingresa al templo la manifestación densa del mundo.
Ahora bien, ya hemos definido a groso modo y de manera muy superficial una analogía básica entre el cuerpo humano y el templo. Hemos visto que ambos tienen dos puertas que abren y cierran según la forma en que el corpus captura el mundo manifestado. Entendemos también, que el templo tiene dos claros guardianes de estas puertas; V:.M:. y G:.T:.; el primero tiene la función básica de densificar lo sutil, que ingresa por el óculo y el segundo que sutiliza y ordena, aquello que llega a la puerta del templo de forma densa y en aparente caos. Es así como se garantiza que a la cuadricula, donde ya dijimos que se hace el trabajo de la construcción de templos a las virtudes, solo llega lo que ha sido normalizado por estos dos guardianes de las puertas. Garantizándose así que lo que allí se encuentra tiene una densidad única para que pueda ser trabajado de forma uniforme, vale decir, sin pasiones ni vicios. Esta aportación de material normalizado a los obreros del taller, es básicamente lo que los masones llamamos piedra bruta o piedra de tallar, toda igual y uniforme aunque con volúmenes caprichosos, que por efecto del trabajo de los obreros, va a convertirse en piedra útil a la obra, nuevamente toda igual y uniforme, pero en el volumen pertinente y necesario, con ubicación específica, para construir el alojamiento o templo de la virtud, que es el objeto último de la obra.
El material normalizado con el que el masón trabaja en la logia, dado que no está constituido de vicios ni de pasiones, es un material especialmente susceptible de ser transformado con facilidad, tal como lo era la piedra franca, pero por ese mismo hecho, es susceptible de verse afectado por pasiones y vicios que puedan filtrarse a la logia; de allí la importancia de la cobertura del templo. Cubrir el templo de pasiones y vicios, pasa necesariamente por que cada QH:. que ingresa, esté a su vez, cubierto de tales circunstancias en su templo interior; lo cual sucede en los momentos previos al ingreso, donde los asuntos profanos deben quedar fuera y al momento de ser retejado y por ende reconocido, como masón capacitado para ingresar a tierra santa. No olvidemos que el masón, es un hombre “justo y de buenas costumbres”, lo cual lo capacita para, siendo “justo”, estar en equilibrio y por tanto libre de pasiones y siendo de “buenas costumbres”, queda teóricamente libre de vicios, por lo que al ser reconocido como masón, por otro masón, se está reconociendo, siempre teóricamente, que se está libre de pasiones y vicios y por tanto autorizado para trabajar en tierra santa.
Vale aquí recordar que los vicios y las pasiones son naturales al hombre, por lo que la cobertura debe ser vigilada permanentemente, así que, el trabajo no es tan simple como cerrar las puertas, sin embargo, este acto simbólico, tiene un efecto muy importante en el interior del ser, pues recordemos que hablar de masonería, es hablar de oficio y el oficio solo se da, en el hecho de actuar y hacer, de donde, se hace necesaria la emulación de ese cierre y cobertura, con el gesto que cierra la puerta.
Queda así el templo cubierto y a resguardo de los profanos, faltando entonces determinar, como trabajar en las virtudes, para que llenen el espacio dejado libre por vicios y pasiones; pero ese es tema de otro artículo, conformándonos en este, con plantear una forma de cubrir el templo y de comprender que esta cobertura va mas allá del simple aislamiento físico del templo, como en muchos casos, yo diría, inocentemente se cree.
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