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viernes, 5 de enero de 2018

El Sacrificio

Nicolás Quiles





Antes de entrar de lleno en el tema del sacrificio, debemos entender algunas consideraciones importantes sobre el origen de los cultos y religiones. En el principio, cuando la población del mundo conocido estaba distribuida en pequeñas villas, los cultos locales estaban a la orden del día, y eran más bien una expresión de la armonía natural. A medida que las ciudades van ganando tamaño y complejidad, sus habitantes se interconectan y se crean relaciones entre los distintos cultos. Va ganando fuerza el concepto de religión, observándose una personalización de las deidades, atribuyéndose características cada vez más humanas a los dioses; de tal forma que el culto era, en su origen una serie de ritos orientados al comportamiento del entorno natural y a medida que se avanza en la cultura; la práctica del bien colectivo, típica del culto original, va cambiando por la del bien individual, sobre la cual se orienta mas la religión. Así vemos como, los ritos orientados, en los cultos a la fertilidad de la cosecha, la llegada de las lluvias entre otros fenómenos naturales, importantes para la vida cotidiana de la comunidad, se transforman en ritos de adoración a la diosa de la fertilidad o a dioses que controlan el clima, en el caso de las lluvias, cargado de peticiones particulares y sumidas a deseos personales de los creyentes. 



Lo que antes era un rito dedicado al principio fecundo contenido en la tierra, como es el caso de las fiestas a Tellus y Ceres, donde se inmolaban vacas preñadas, se evisceraban, retirándoseles los no natos para ser quemados, quedado las cenizas en custodia de las Vestales; Estas cenizas se usaban después, en la lustración de los Parilias. La inmolación de la vaca no era originalmente un homenaje a Tellus, era más bien un medio para secundar su trabajo de facilitar a parición, pues la vaca porta en su seno al no nato tal como Tellus (la tierra) porta en su seno la semilla, que le han sido confiadas y que posteriormente al germinar, serán alimento de los hombres. Las cenizas, por otro lado, tiene la misteriosa virtud de ser ingredientes poderosos para librar de toda influencia perniciosa a los hombres, las casas y los rebaños. Se supone aquí que la fecundidad de la tierra y la de la vaca proceden de un mismo principio, son una misma cosa y el hombre al eviscerarla está cumpliendo con el principio de ayudar a la fecundidad de la tierra. El rito no es una imagen, es una acción, que por analogía y por la convicción de que ambas son la misma cosa, al influir el hombre en una lo hace también en la otra. 



Las relaciones de los hombres con sus dioses no tienen, al principio, ese carácter moral que, en un comienzo, sólo estaba oscuramente implicado en lo que se podía llamar concepción mágico-religiosa del universo. El sacrificio, la presentación, el abandono, la destrucción de objetos naturales o fabricados para otro fin que su destrucción común, y según nosotros normal, tiene el objeto de alcanzar las potencias misteriosas que, se supone, gobiernan el mundo. Pertenecen al sistema de ritos por los cuales los hombres, en los grados inferiores de la cultura, creen cooperar en la acción de estas potencias, o incluso crearla, promoverla y regirla, en la medida en que es necesaria y bienhechora, o bien, por el contrario, creen librarse de esa acción, alejarla, eliminarla, según que sea juzgada temible y funesta.


Los cultos y religiones, conservan de los tiempos históricos, ritos de las épocas más antiguas, con una concepción diferente del mundo y de los dioses, así como también de la relación de estos con el universo. Los ritos no atienden en absoluto las preocupaciones del individuo sobre la vida moral o sobre su destino personal en otro mundo; buscan poco o nada de la perfección espiritual y moral, o el porvenir eterno de las personas. Es esto, en esencia, lo que hace que hombre, los sienta defectuosos e incapaces de satisfacer sus necesidades en este sentido, dirigiendo su atención hacia las religiones que si le ofrecen una respuesta en ese sentido. Y es allí donde se observa como el hombre va haciendo de los ritos originales dirigidos a influir sobre los principios que gobiernan el mundo y la existencia, una alabanza al dios por el cual se personifica el principio, humanizándolo y llegando hasta la adoración, sin ya recordar el origen y principio del rito.



Conviniendo entonces que el rito se basa en principios que gobiernan la existencia, la muerte representa un principio del cual el rito se vale para ejercer cambios. Sin embargo, ninguno de los cultos se posa en la preparacion del hombre para su muerte. Son las religiones, las que comienzan a desarrollar la estimulación de un trabajo moral que prepara al hombre para el cambio que implica la muerte. Por ello, no extraña que los sacrificios fuesen, en la epoca de los cultos una parte importante del ritual, que tenia una moral distinta. No extraña ver sacrificios rituales de animales y hasta humanos en la antigüedad como una practica comun, sin embargo, estos sacrificios, en su origen no estaba dirigidos a la adoración de deidades o peticiones para obtener los favores de estos, si no mas bien, como parte de el principio de animación y de cambio que la muerte representa. La muerte de la vaca no es una adoración a Tellus, si no una ofrenda para la activación de su principio. En algunos cultos el sacrificio de un ser vivo, expresa el apoderamiento y activación de las características que le son propias a ese ser en vida.

La ofrenda entonces no tiene sentido, en el rito por si misma, sino como parte de la combinación adecuada de acciones, que activa principios e influye sobre el entorno. Quiza esta pretención de poder humano por sobre el poder natural es lo que a llevando a las religiones, en primer lugar a combertir el sacrificio en ofrenda y posteriormente a cambiarlo por la ofrenda como señal de adoración y finalmente a retirarlo de los rituales mas modernos, con la excusa de la civilización y la proposición de que el sacrificio es una expresion de barbarie, lo cual, para nada es cierto. Si la colocamos en su justo lugar; por el contrario, el sacrificio y la ofrenda bien empleadas demuestran un profundo conocimiento de los principios de la existencia y un comprención poco comun de los misterios iniciaticos.



Si nos quedamos en la consideración rasa de que el sacrificio es tan solo un medio de reconocer, por una suerte de tributo la autoridad y soberanía de la deidad, o una simple forma de apaciguar su descontento con ofrendas y expiaciones voluntarias, estaríamos siendo realmente simplistas y nos quedaríamos solo en el análisis superficial de lo que el sacrificio constituye.



Una de las más terribles y preocupantes consideraciones del humano, casi desde su origen, es el tema de la vida y la muerte. En efecto, es un tema escabroso de abordar, pues se hace extremadamente difícil, establecer consideraciones de algo que no se ha “vivido”, aunque este término, en sí mismo es contradictorio, pues ¿Cómo se puede vivir la muerte?. Sin embargo, la relación vida-muerte es pertinente en un mundo donde la dualidad reina y aseguramos que, para que haya vida debe haber muerte, de la misma forma que para que haya luz debe haber oscuridad.



Visto así, podemos desarrollar toda una batería de planteamientos en los que hablamos de vida después de la muerte, basados en la ciclisidad de las cosas del mundo manifestado. Pero pienso que una clave importante aquí es la frase “para que exista la luz debe haber oscuridad” y es así como, por analogía, para que haya vida tiene que haber muerte y viceversa. Desde esta visión, el sacrificio no es otra cosa que la animación de la vida desde el reconocimiento de la limitación humana y en la búsqueda de que la activación de principios, para hacer que estos tiendan al equilibrio compensando la muerte acaecida, regalando vida.


Desde un punto de vista menos teológico y quizá más filosófico, el enfrentamiento con la muerte, nos convierte en testigos observadores de un fenómeno que no terminamos de comprender y que nos ha mantenido en una permanente interrogante. Muchos ritos ubican el sacrificio como una acción más bien moralmente correcta, casi siempre basados en el abandono de cosas y seres que son importantes, cuyo significado simbólico pareciera presentar la idea de que se paga por ver, en cuyo caso, mientras más importante es el sacrificio, mas se espera como reacción al universo para compensarlo. Baste para explicar esto que veamos como en muchos ritos paganos antiguos, el sacrificio de vírgenes se orientaba a la fertilidad, quizá pensando en que al sacrificar un vientre sano, joven y que aun no ha cumplido su función primordial, llamara la atención hacia la compensación devolviendo justamente lo que se le ha quitado.



Infinidad de culturas han practicado el sacrificio humano y más modernamente, el de animales, una vez que la moral ha logrado conseguir un pensamiento de rechazo hacia el sacrificio humano. Es así, como vemos, que el sacrificio humano ha pasado de ser honorable y hasta enfrentado con orgullo a ser un acto criticable moralmente al menos. Sacrificio, abandono, destrucción de objetos naturales o fabricados, en esencia son una forma de cambio de estado ejercida sobre ellos en el espíritu de que dejando atrás encontraremos en el camino, de que dando recibiremos, lo cual implica un reconocimiento de una conciencia superior y un equilibrio que el universo mantiene por la fuerza de su esencia misma, que siendo dual tiende a equilibrar lo que se ha desequilibrado.

Como final para este articulo, no quiero yo implicar con él que el sacrificio es una práctica deseable, sino mas bien que debemos entender que la supuesta barbarie de los antiguos, no es tal, muy por el contrario, a cada paso demostraban un profundo conocimiento y comprensión del funcionamiento armónico del universo. Comprensión y conocimiento que hemos abandonado progresivamente y que hemos degenerado en las practicas rituales actuales, sin embargo y aun cuando el hombre en su ignorancia ha tratado por todos los medios de, inconscientemente abandonar el rito, no ha logrado su objetivo, pues el rito permanece encubierto en nuestro accionar y esto se debe a que el rito no es otra cosa que acción y en consecuencia, el rito hoy aun cuando está influido desde diversas aristas, en su esencia se mantiene sin influencias, esperando oculto entre los velos de los rituales a que un ojo acucioso lo descubra.

Dejo ahora al lector una reflexión que ya había colocado en el blog pero considero pertinente que permanezca en este artículo para que todos podamos comentar sobre ella, ya que me parece que da alguna pequeña luz en la oscuridad de la caverna donde todos estamos inmersos y de la que tratamos de salir a diario.

El único trabajo del hombre que no implica voluntad es morir. La muerte es un trabajo que incluso hacemos sin esfuerzo alguno. Cada segundo que vivimos nos acerca más a la muerte irremediablemente. ¿Por qué le tememos? Si ha nacido con nosotros y es nuestra permanente compañera. Sentimos una terrible ansiedad por ella, pues sabemos que es inevitable. No conocemos que pasa después de ella y eso nos produce terror, pero no dejamos de avanzar hacia su encuentro. Y ella pacientemente espera, en la certeza de que la encontraremos, pacientemente aguarda, sin ansiedad, sin desespero, en la certeza de que no escaparemos. Tan potente es que hasta nuestros dioses han ido al infierno y regresado, pero para ir allí han tenido que morir primero. Así entonces, ¿Qué nos preocupa?¿Qué nos inquieta?


http://masoneriaysimbolismo.blogspot.pe/2011/09/el-sacrificio.html

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