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miércoles, 31 de octubre de 2012

HERBERT ORE: LOS ASSESINOS II



LOS ASSESINOS II

Autor Masón: HERBERT ORE BELSUZARRI.

Los assessinos organizaron los Taouq, corporaciones de constructores que, después de una laboriosa iniciación, estaban capacitados para levantar templos y castillos con técnicas precisas y que se remontan, igual que el Templo de Salomón, al antiguo Egipto. En sus estatutos secretos se recoge; "Allá donde construyáis grandes edificios, practicad los signos de reconocimiento". Ello nos recuerda a los Templarios y sus sucesores los francmasones, que actuaban del mismo modo.

Si los Templarios, como todo parece indicar, aprendieron de los assessinos su organización piramidal, y sus reglas secretas de la construcción, no sería extraño que también de ellos aprendieran los conocimientos de la cábala, la gnosis y la alquimia, lo que les propició alcanzar su peculiar posición en la Europa medieval cristiana. El saber es poder, y el saber oculto otorga a quienes lo practican un aura de dioses o demonios. Gran parte del misterio que envuelve a assessinos y templarios, y más tarde a francmasones, radica en el conocimiento de ciertos saberes inaccesibles a los profanos.

Y es en este terreno del saber oculto donde germinan las leyendas, la hermenéutica que rodea a estas sociedades secretas. Los iniciados saben que los mensajes que les conducirán al Conocimiento han de hallarlos entre el simbolismo de la sabiduría antigua, el hermetismo, la cábala y la gnosis y el sendero que los conducirá hasta él ha sido marcado por los assessinos, los templarios y la antigua francmasonería.

Para los assessinos la dualidad eran las dos caras de una misma cosa, cielo e infierno eran lo mismo, el bien y el mal no existiría fuera de la virtud de la obediencia ciega al imán.

La segunda mitad de siglo XIII vio el fin definitivo, tanto en Siria como en Persia, del poder político de los assesinos, cuyas fortalezas fueron tomadas por las tropas de los soberanos de esos dos países. Su historia sus secretos, sus escritos y rituales se perdieron en ese siglo XIII, cuando el último Viejo de la Montaña conocido se rindió a los mongoles de Genghis Khan. Algunos de los discípulos assessinos consiguieron salvarse refugiándose en la India, de ellos algunos refundaron la orden ismaelita cuyo actual imán es el Agha Khan, de los otros, si es que aún existen, nunca más se supo.

Otra rama salida de los ismaelitas fue la religión de los drusos, quienes, establecidos en el macizo del mismo nombre, dieron mu­cho que hacer a las tropas francesas de Siria. Los fundadores de la secta fueron Hakem, sexto jalifa fatimita de Egipto, y su conseje­ro, el persa Hamza, que convirtió a los dru­sos del Líbano a la doctrina (siglo XI). El Libro sagrado de los drusos es el Kitab-al Híkmat ("Libro de la Sabiduría"). He aquí, un resumen de sus creencias fundamentales: "Dios es uno; se ha manifes­tado a los hombres en varias oportunidades por su encarnación, visible por última vez en la persona de Hakem Biamr Alá; Hakem no murió; desapareció para atestiguar la fe de sus fieles, pero reaparecerá en su gloria y ex­tenderá su imperio sobre el mundo. Sostienen, además, que Dios creó primero la Inteligencia universal, y que ésta se reveló a la tierra en cada una de las manifestaciones divinas: cuan­do Dios se encarnó en Hakem, ella tomó la forma de Hamza. Veamos ahora la reen­carnación: el número   de   humanos   es   siempre   el  mismo, y sus almas pasan sucesivamente por diferentes cuerpos, subiendo o bajando en la escala de los seres, según hayan observado o descuidado los preceptos de la verdadera reli­gión y la práctica de sus siete mandamientos." Los drusos están divididos en dos clases: los yákil o "guerreros" y los ákil o "ancianos", únicos admitidos en los Misterios. Para llegar a ákil, el neófito debe salir victorioso de tres pruebas temibles: después de prolongado ayu­no, resistir el hambre ante una mesa colmada de manjares apetitosos; luego de cabalgar tres días en el desierto, no tocar una jarra de agua fresca; en fin, ha de ser capaz de no ceder a la voluptuosidad, durante toda una noche a solas con una bella mujer.

Como los drusos y los asesinos, los ansaríes o nusairíes, herejes musulmanes que habitan la cadena montañosa del mismo nombre (Líbano), proceden de los ismaelitas. "Los ansaríes creen en un solo Dios, existente en síy eterno: son, pues, unitarios. Afirman, sin embargo, que ese Dios se encarnó siete veces en la persona de Abel, Set, José, Josué, Asaf, Simón (Cefas) y Alí. En cada una de esas manifestaciones, Dios se sirvió de otras dos personas divinas, una de las cuales era emanación de su propia esencia, creada por él, y la segunda era creada por la primera." Fácil­mente se adivina la influencia de las gnosis cristianas en toda una serie de especulaciones. En sus Misterios celebran una suerte de misa bajo las apariencias del vino, rito destinado a procurar la iluminación: la Divinidad se oculta en la luz, pero se manifiesta en el vino, servidor de la luz" (Abd-el-Nur). Creen en la metempsicosis: después de cierto número de transmigraciones, las almas de los creyentes se trasforman en estrellas en el "mundo de Luz". Vemos, pues, como las doctrinas gnósticas tuvieron gran influencia sobre los musulmanes heterodoxos.

Grados de iniciación de los ismailitas nazaríes.

Por lo que sabemos, los ismailitas utilizaron grados de iniciación desde época muy temprana, quizá desde el período en el que surgieron los qarmatianos o incluso los Hermanos de la Sinceridad. Pero a finales del siglo XI tales grados fueron reorganizados por Hasan- i Sabbah, que les dio nuevos nombres, cuando estableció la secta conocida como los Asesinos.

Al principio hubo siete grados de iniciación, el primero de los cuales, el de imán, era hereditario en el sentido de que el imán debía ser necesariamente un descendiente de AH y Nizar. Los restantes seis grados estaban divididos en cuatro grupos, según el grado de iniciación al que se perteneciera. Así, la jerarquía podía dividirse a su vez en los «completamente iniciados», los «parcialmente iniciados» y los «no iniciados», como sigue:

Grupo A: descendiente                                               1 Imán
de Alí y Nizar
Grupo B: completamente                                            2 Da'i 'd-Du'at (jefe da'i)
Iniciados                                                                     3 Da'i 'l-Kabir (superior da'i)
                                                                                    4 Da'i (da'i ordinario)
Grupo C: parcialmente                                               5 Rafiq (camarada)
Iniciados
Grupo D: no iniciados                                                6 Lasiq (partidario)
                                                                                    7 Fida'i (autosacrificado)

De estos últimos grupos «no iniciados», los lasiq habían hecho juramento de fidelidad al imán. Tanto los lasiq como los fida'i habían oído hablar de los misterios de las doctrinas esotéricas y aspiraban ellos, pero los miembros de estos dos grados no poseían conocimientos más allá de las doctrinas públicas y exotéricas.

La figura clave en estas fases de la iniciación es el da'i. Esta figura es en muchos sentidos característica de Persia, similar en cierto modo a los misioneros pero de un mayor carácter en cuanto a aprendizaje y conocimientos, gracias a lo cual era capaz de impresionar a las gentes que conocía y estimular su curiosidad y su deseo de saber más. Su intención consistía en proporcionar la información suficiente para «enganchar» al prosélito potencial, para explicar después que los misterios divinos sólo podían ser desvelados a quienes hubieran prestado un juramento de fidelidad al imán o representante presente de Dios sobre la tierra. Ya hemos visto cómo el da'i de Attash utilizó este procedimiento para atraer a Hasan-i Sabbah hacia la naciente secta ismailita de Persia.

En su explicación general sobre los procedimientos utilizados por el da'i, basada en los escritos del historiador an-Nuwayri, Silvestre de Sacy mostró como el da'i despertaba el interés en su oyen mediante el planteamiento de preguntas simples, del estilo de:

¿Por qué empleó Dios siete días para crear el universo?», o «¿Por qué los Cielos fueron creados de acuerdo con el número siete, así como las Tierras?». A continuación preguntaba:

¿No quieres reflexionar sobre tu propio estado? ¿No deseas meditar ahora atentamente sobre ello y reconocer que quien te ha creado es sabio, que no actúa por casualidad, que siempre ha actuado con sabiduría, y que ha sido por razones secretas y misteriosas por las que ha unido lo que ha unido, y separado lo que ha separado? ¿Cómo puedes pensar que sea permisible no dirigir tu atención hacia todas estas cosas, después de haber escuchado las siguientes palabras de Dios (Qur'an, li, 20-21): «Hay en la tierra señales para aquellos que creen con una fe firme; y por vuestro propio bien, ¿no estaréis dispuestos a considerarlas?».

Así, continuaba dando más ejemplos extraídos del Corán, indicando cómo de las ambigüedades y las preguntas no contestadas de esa obra se podía derivar una interpretación esotérica.

La siguiente fase de la tarea del da'i consistía en obtener el juramento de fidelidad, cuya parte clave adquiría la siguiente forma:

Entonces, comprométete colocando tu mano derecha sobre la mía y prométeme, con toda clase de seguridades y con el más inviolable de los juramentos, que nunca divulgarás nuestro secreto, que no prestarás ayuda a nadie que actúe en contra nuestra, sea quien fuere, que no nos engañarás, que nos dirás siempre la verdad, que nunca te aliarás con ninguno de nuestros enemigos en contra nuestra.

La naturaleza secreta, herética y política de la secta se ve enfatizada por la repetida insistencia sobre el hecho de que el neófito no debía actuar nunca contra la secta en ningún sentido.

Aunque los detalles de las fases de la iniciación de la que se derivan estos pasajes proceden de un historiador que escribió hacia el año 1332 sobre los drusos, podemos suponer que tales procedimientos no diferían mucho de los adoptados por los Asesinos aproximadamente por el mismo período. La mayor diferencia consiste en que aquí los grados se habían aumentado de siete a nueve, qui zá para concordar con las nueve esferas celestiales, es decir, las siete esferas planetarias, más la esfera de las estrellas fijas y la del Empíreo. Vale la pena citar todo el pasaje, que tomamos de la narración de E. G. Browne:

Segundo grado: Al neófito se le enseña a creer que la aprobación de Dios no puede obtenerse simplemente observando las prescripción del islam, a menos que reciba del imán, a quien se ha confiado su custodia, la doctrina interna de la que tales prescripciones no son mas que meros símbolos.

Tercer grado: Se instruye al neófito en cuanto a la naturaleza y número de los imanes, y se le enseña a reconocer el significado del número Siete en los mundos espiritual y material que ellos represetan. De ese modo, el neófito es definitivamente separado de la Imamiyya de la secta de los Doce, y se le enseña a considerar a los seis ultimos de sus imanes como personas desprovistas de conocimieto espiritual e indignas de respeto.

Cuarto grado: Ahora se le enseña al neófito la doctrina de los Siete Períodos Proféticos, la naturaleza del Natiq, el Sus o Asas restantes seis Samits (imanes «silenciosos») que sucedieron al último así como la abrogación que hizo cada Natiq de la religión de su predecesor. Esta enseñanza implica admitir que Mahoma no fue el timo de los profetas y que el Quran no es la última revelación hecha por Dios al hombre (lo que sitúa definitivamente al prosélito al margen de la órbita del islam). Con Mahoma b. Isma'il, el séptimo y ultimo Natiq, el Qu'im (<<El que se elevó»), el Sahibu'i-Amr (<<Maeestro de la materia»), se pone fin a las «Ciencias de los antiguos» (Ulum´l awwalin), y se inaugura la doctrina esotérica (Batini), la ciencia de la interpretación alegórica (Ta'wil).

Quinto grado: Aquí se sigue instruyendo al prosélito en la ciencia de los números y en la aplicación del ta'wil, de tal modo que rechaza buena parte de las tradiciones, aprende a hablar desdeñosamente del estado de Religión, presta cada vez una menor atención a la letra de la Escrirura, y procura la abolición de todas las observancias externas del islam. También se le enseña el significado del número Doce y el reconocimiento de las doce Hujjas o «Pruebas» que gobiernan primariamente la propaganda de cada imán. Éstas se hallan tipificadas en el cuerpo humano por las doce vértebras dorsales, mientras que las siete vértebras cervicales representan los siete profetas y los siete imanes de cada uno.

Sexto grado: Aquí se enseña al prosélito el significado alegórico de los ritos y obligaciones del islam, tales como la oración, las limosnas, el peregrinaje, el ayuno y otras similares, convenciéndole de que su observancia externa no es una cuestión importante y de que pueden ser abandonadas, ya que sólo fueron instituidas por legisladores sabios y filosóficos como un medio de moderar al rebaño vulgar y no iluminado.

Séptimo grado: En éste y en los siguientes grados sólo pueden ser iniciados los da'is dirigentes que ya han comprendido plenamente la verdadera naturaleza y objetivo de su doctrina. En este punto se introduce la doctrina dualista de lo preexistente y de lo subsecuente, destinada en último término a minar la creencia del prosélito en la doctrina de la unidad divina.

Octavo grado: Aquí se desarrolla y se aplica la doctrina mencionada últimamente y al prosélito se le enseña que por encima de lo preexistente y de lo subsecuente hay un Ser que no tiene nombre, ni atributo, de quien no puede decirse nada y al que no se puede rendir culto. Este Ser sin nombre parece representar el Zerwan Akarana (<<el tiempo ilimitado») del sistema zoroastriano, pero... hay aquí cierta confusión y en el seno del ismailismo fue corriente la existencia de diversas enseñanzas al respecto, todas las cuales, sin embargo, estaban de acuerdo en que, según palabras de Nuwayri, «quienes lo adoptaban ya no podían ser reconocidos más que como dualistas y materialistas». Al prosélito también se le enseña que un profeta es conocido como tal no por sus milagros, sino por su capacidad para construir e imponer una especie de sistema que es a la vez político, social, religioso y filosófico ... Se le enseña además a comprender alegóricamente el fin del mundo, la resurrección, las futuras recompensas y castigos y otras doctrinas escatológicas.

Noveno grado: En éste, el último grado de la iniciación, se ha eliminado prácticamente todo vestigio de religión dogmática, y el iniciado se ha convertido en un filósofo puro y simple, libre para adoptar el sistema o la mezcla que sea más de su gusto.

 Este pasaje ilustra claramente hasta qué punto los ismailit eran heréticos al negar los principios esenciales del islam. Tambien ilustra los grados de iniciación por los que, según podemos asumir razonablemente, se obligaba a pasar a un adepto Asesino.

El jefe da'i o «jefe propagandista» era el Gran Maestre, que llegó a ser conocido como el «Jefe de la montaña» a través de su título más común de Shayku'l-jabal. De este título procede la forma incorrecta de «el Viejo de las Montañas», adoptada en la Europa occidental después de su frecuente uso por parte de los cruzados y de escritores como Marco Polo. Para proporcionar un cierto marco referencia, Browne comparó al Da'i Kabir con los obispos, cada una de los cuales era responsable de un «mar» particular. La mayor parte de los miembros iniciados eran los da'is, pero en su conjunto la mayoría de los ismailitas pertenecía al séptimo grupo según los grados de los Asesinos, los fida'is, concepto que se traduce de modo diverso como «autosacrificados», «los autodevotos» o «los ángeles destructores», y cuya legendaria lealtad y brutalidad inspiraron leyendas. Los fida'is fueron los verdaderos «asesinos». (Edward Burman, Los Asesinos, La Secta de los Guerreros Santos del Islam, Ediciones martinez Roca SA, Barcelona – España 2002, Pág. 59 al 64).

TOMADO DE: LAS INICIACIONES A TRAVEZ DE LA HISTORIA.

Herbert Ore - Las Iniciaciones Atravez de La Historia

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