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jueves, 7 de abril de 2016

Fundamentos para la otra historia del Perú II

Fundamentos para la otra historia del Perú II
30 enero, 2016por Alan Brain


Representación de Manco Cápac de 1751. (Imagen: New York Public Library. Composición: Alan Brain)

En la entrega anterior planteamos la necesidad de revisitar la historia del Antiguo Perú ya que la historia “oficial” del mismo, no evoluciona, ni incorpora nuevos puntos de vista sobre nuestro pasado, así estos ameriten ser considerados seriamente.

Debido a este carácter pétreo, la historia oficial del Antiguo Perú no ha podido responder a varias interrogantes fundamentales que nos permitirían comprender mejor nuestro pasado y recuperar el sitio que nuestra cultura se merece en el proceso de evolución de la humanidad.

En esta entrega continuaremos explorando las razones que han provocado la petrificación de la historia del Perú Antiguo y que la han congelado en el tiempo como una fotografía.

Ahora, nos toca hablar de cronistas de la conquista desterrados, de mitos peruanos a los que nunca se les dió valor y de una comunidad sectaria de historiadores y arqueólogos que hace de muralla ante nuevas teorías que los obliguen a reescribir la historia del Antiguo Perú.
Los cronistas “excéntricos”

Como sabemos, hasta ahora, los únicos documentos que pueden proveernos de información sobre la forma de vida y la cosmovisión de los habitantes del Antiguo Perú son las crónicas, que algunos de los conquistadores españoles escribieron relatando las historias que escuchaban de los nativos en su pasos por las tierras del imperio incaico.

El cronista oficial nombrado por Francisco Pizarro (1478 – 1541) para que contara los sucesos de la conquista de las tierras del Antiguo Perú, denominadas como Nueva Castilla para los conquistadores, fue Francisco López de Xerez (1497 – 1565) . La corona española utilizaba los relatos de Xerez, quién además era secretario de Pizarro, como fuente oficial para conocer y juzgar las acciones de los conquistadores en estas tierras.


Representación de Francisco Pizarro entrando en Cajamarca. (Imagen: New York Public Library. Collage: Alan Brain)

Pero Xerez no fue el único español que escribió lo que se vivió en las tierras del Antiguo Perú. Muchos de los españoles que estuvieron involucrados en los épicos acontecimientos de la captura del Inca en Cajamarca se sintieron tentados de hacer de cronistas y escribir su versión de los hechos. Cada uno de ellos, con un interés particular.

La mayoría de estos cronistas no eran “oficiales” puesto que no habían sido encomendados por la corona española sino que decidieron escribir motivados por razones de diferente índole. Probablemente, algunos escribían para hacer el trajinar de la conquista más llevadero, otros para defender el honor de un amigo o un familiar trastocando de manera rocambolesca los hechos a favor del mismo, y unos pocos escribían con objetividad y aprecio por los habitantes del Antiguo Perú.

Los textos de estos cronistas estaban influenciados por el fuerte bagaje cultural cristiano occidental y por los acontecimientos de la aguerrida guerra de reconquista española. De allí que Santiago Matamoros pasase a ser en estas tierras el Santiago mata indios.

Tan originales como valientes e incultos, los españoles que llegaron a Sudamérica no tuvieron mejor idea que dividir América del Sur en cuatro regiones: Nueva Castilla, Nueva Toledo, Nueva Andalucía y Nueva León. Todos, nombres inspirados en regiones de su madre patria. Es decir, los españoles, cronistas y no cronistas, identificaban todo lo que encontraban en las nuevas tierras con algo de España. Esto también sesgó el contenido de varias crónicas.


La crónica del padre jesuita José de Acosta (1540-1600) en su edicion de 1590.

No hay que olvidar que la conquista del Perú se organizó con el único fin de enriquecerse con el oro de los incas. Estos empresarios sin responsabilidad social, como diríamos hoy en día, estaban en constante búsqueda de riquezas y, era tal su codicia, que ante la mera sospecha de oro eran capaces de abandonar a sus familias y viajar por meses hacia lugares desconocidos y acabar comiéndose la suela de sus propios zapatos para sobrevivir en un mundo que les era desconocido y ajeno. Un mundo al que no pertenecian. Este detalle es importante para comprender las continuas pugnas de poder entre los “socios” (benigno sustantivo que la historia les ha regalado): Luque, Almagro y Pizarro.

Estas pugnas de poder entre los tres “socios”, permiten entender mejor el contexto y la razón por la que fueron escritas muchas crónicas. La versión de los hechos de un Almagrista dista mucho de la de un Pizarrista.

No podemos olvidar a la Iglesia Católica, que imponía una fuerte censura en la mente de estos cronistas, a través de su presencia, omnipotente y casi omnisciente, incluso en las nuevas tierras de la corona.

La peor forma de censura tenía rostro y nombre, Francisco Pizarro. El futuro Marqués que había venido a estas tierras con la única intención de hacer fortuna, no quería que la corona se enterase de los abusos que él y sus hombres cometían contra los habitantes del Antiguo Perú puesto que esto complicaría su posición ante el Rey.


Francisco Pizarro. (Collage: Alan Brain)

Casi por afición, este modo de hacer historia, las crónicas, se extendió a todo acontecimiento relacionado con las culturas que los españoles encontraron en esta parte del mundo. Las crónicas españolas de la conquista tocan temas tan variados como la flora y fauna del Antiguo Perú, la historia Inca y los mitos de creación incaicos.

Uno de los cronistas más fiables, según la historia oficial del Antiguo Perú, es Pedro Cieza de León (1520 – 1554) , cuyo relato trasluce imparcialidad y amor por el conocimiento ya que toca temas que poco importaban a los otros cronistas pero que él consideraba importantes para entender su visión del mundo.

Cieza, quién era un simple soldado en el ejército español, escribió una de las crónicas más fiables sobre infinidad de aspectos relacionados con la historia del Antiguo Perú. Su crónica brilla entre la mediocridad y la intención escondida de tantas otras.

Es sobre lo relatado en la crónica de Cieza y en las crónicas de otros cronistas considerados como fiables que se construyeron las bases históricas del pasado precolombino del Perú, así como de lo acontecido en el Antiguo Perú desde el desembarco de los españoles.

A grandes rasgos, basándose en los factores mencionados líneas atrás, la historia oficial del Antiguo Perú ha dividido a los cronistas en dos grupos: los cronistas tildados de “fiables” y los tildados de “excéntricos” o “poco fiables”.


Segunda parte de la Crónica del Perú de Pedro Cieza de León (1520 – 1554), edición de 1881.

Los historiadores peruanos, han tildado de “excéntricos” a los cronistas que presentan información que no se encuentra corroborada en las crónicas redactadas por los cronistas oficiales de la conquista. La mayor parte de datos interesantes sobre el imperio incaico y las culturas que lo precedieron caen en esta categoría.

Entre estos cronistas, tildados como “excéntricos”, tenemos a: Gutiérrez de Santa Clara (1522 – 1603), Blas Varela (1545 – 1597), Fernando de Montesinos (? – 1652), Juan de Betanzos (1510 – 1576), Miguel Cabello de Balboa (1535 – 1608) y Pedro Sarmiento de Gamboa (1532 – 1592), entre otros.

Si bien es cierto que en el quehacer del historiador es necesario cruzar información para poder ponderar el valor histórico de un relato, también es cierto que no se puede contemplar la historia como una ciencia exacta. La información que proveen los cronistas “excéntricos” no tiene que ser descartada por el simple hecho de no ser corroborada en ninguna otra crónica “fiable” o por tratar temas tan exóticos como la existencia de gigantes en el antiguo Perú. Tampoco se trata de asumir que todo lo que mencionan los cronistas “excéntricos” es cierto pero varios de los datos que nos proveen merecen ser investigados seriamente.

Como sabemos, el imperio incaico permitía a las poblaciones conquistadas incorporar a sus dioses locales al panteón incaico en calidad de dioses menores. Como consecuencia de esta práctica, la compleja cosmovisión Inca es un sincretismo de cosmovisiones de las diferentes culturas que poblaron el Antiguo Perú, tan amplia como para permitir que varios cronistas hayan recibido información a la que nadie más tuvo acceso.


Fragmento del documento original de la crónica “Miscelánea Antártica” del cronista Miguel Cabello de Balboa (1535 – 1608). (Imagen: New York Public Library.)

Uno de los cronistas tildados de “excéntricos”, Miguel Cabello de Balboa, relata el siguiente hecho sobre la muerte del Inca Huayna Cápac: “hizo su testamento según la costumbre de los Ingas, que consistía en tomar un largo bastón o especie de cayado y dibujar en el rayas de diversos colores, por las que se tenía conocimiento de sus últimas disposiciones; se le confió enseguida al quipucamayoc o notario…”

En este fragmento, el cronista nos cuenta que Huayna Capac “escribió” las disposiciones sobre su testamento dibujando signos en el bastón. Un sistema de signos que puede comunicar “disposiciones” es capaz de comunicar conceptos complejos. Por consiguiente, podemos asumir que Cabello de Balboa se refiere a un sistema de símbolos de escritura.

Cabello de Balboa continúa relatando el singular hecho: “habiéndose embalsamado el cuerpo del difunto, como era costumbre, los albaceas y el quipucamayoc se reunieron y estudiaron con atención lo que los quipus y los nudos significaban. Después de haber estudiado con el cuidado y la fidelidad necesarios la verdadera interpretación, declararon que el sucesor y heredero único y universal del imperio era un hijo muy amado del difunto rey, llamado Ninan Cuyuchic….los quipus decían también de qué manera habían de trasladar el cadáver del rey al Cuzco y hacer la entrada solemne en la ciudad.”

De nuevo, es evidente que estamos ante una serie de conceptos complicados de desarrollar y que solo se podían haber comunicado a través de un sistema complejo de escritura. Eso no es todo, al parecer, Huayna Capac no solo escribió las instrucciones de su testamento en el bastón sino que también lo escribió con nudos en los Quipus. Esta doble manifestación de sus instrucciones podría significar que, de alguna manera, los dos sistemas de símbolos se complementaban mutuamente para lograr un significado más preciso.


A la izquierda, representación de un quipucamayoc interpretando un grupo de quipus tomada de la crónica atribuída a Guamán Poma de Ayala (1534 – 1615). A la derecha, uipu database project de Gary Urton.

Sin profundizar en un tema que es muy complejo y merecería un artículo aparte, este pasaje de la crónica de Cabello de Balboa debería ser un indicio suficiente para otorgar el beneficio de la duda a la existencia de la escritura en el Antiguo Perú. Más aún, si otro cronista “excéntrico” como Fernando de Montesinos menciona el mismo tema.

Sin embargo, la posición de la historia oficial del Antiguo Perú es contundente. Aquí está expresada en las palabras de John H. Rowe (1918 – 2004), el arqueólogo norteamericano creador de la división cronológica en Horizontes Culturales del Antiguo Perú:

“Ninguna forma de escritura fue nunca usada en el área de los Andes antes de la conquista española. Sugestiones han sido adelantadas que algunos motivos encontrados en cerámica, trajes y piedras representan símbolos jeroglíficos, pero ellos son todos muy pocos y demasiado colocados simétricamente para ser concebidos como símbolos lingüísticos. Algunos son probablemente motivos heráldicos y otros pueden representar adivinanzas o juegos, pero la mayoría son puros adornos.“ (John Rowe, The Andean Civilization).

Para los Divulgadores, el daño que Rowe la ha hecho a la historia del Antiguo Perú es tan grande que aún es imposible cuantificar sus efectos.

Historiadores y antropólogos como Sabine Hyland y Gary Urton, siguiendo una larga tradición que empezó con Leland Locke (1875 – ?), Radames Altieri, Carlos Radicati di Primeglio (1914 – 1990) y William Burns Glynn (1923 – 2014), están a un paso de descifrar el sistema de escritura andino basándose en evidencias contundentes que podrían ser definitivas.


A la izquierda, la investigadora Sabine Hyland mostrando su más reciente hallazgo, una tabla de quipus que permitiría decodificar el sistema de escritura incaico. A la derecha, el reconocido historiador Gary Urton estudiando un grupo de Quipus.

Podemos afirmar, sin exageración, que estamos en los albores de una nueva historia del Antiguo Perú que, por primera vez, podría mostrarnos una versión distinta de lo que fue el Perú prehispánico y el establecimiento del dominio español en estas tierras.

El caso del testamento de Huayna Cápac relatado por Cabello de Balboa es solo un ejemplo de la valiosa información recogida por los cronistas tildados de “excéntricos” que ha sido desterrada por la historia oficial del Antiguo Perú.

Para escribir la otra historia del Antiguo Perú necesitamos tomar en cuenta a los cronistas “excéntricos” y otorgarles el beneficio de la duda.

Los mitos son la biblia oral del antiguo Perú

Nuestra sistemática desvalorización de los mitos del origen de la civilización en el Perú se inició cientos de años atrás.

Los españoles llegaron a las tierras del Imperio de los incas, a inicios del siglo XVI, con la Biblia en una mano y la espada en la otra. Rayando en el fanatismo, la cosmovisión católica de Pizarro y sus secuaces no tenía resquicios ni resquebrajaduras: solo existía un Dios y su palabra se encontraba en la Biblia, aquellos que adoraban a otros dioses, eran pecadores y merecían la muerte. Posición muy similar a la del grupo musulmán ISIS que no tiene miramientos en asesinar a quienes no comulgan con su radical interpretación de las enseñanzas del profeta Mahoma.

Sin embargo, si los españoles tenían la Biblia, los Incas tenían el “libro” de sus mitos de creación que transmitían oralmente de generación en generación. Ambos “libros” hablaban de dioses y de hombres, ambos se remontaban a tiempos inmemoriales y ambos eran sagrados.


¿Wiracocha o Jesús? Desde un punto de vista histórico, ¿por qué Jesús es más importante, divino o sagrado que Wiracocha?

Si los españoles tenían a Jesús y al dios del pueblo hebreo, los Incas tenían a Wiracocha y al dios Sol. Si los españoles tenían a Adán y Eva, los incas tenían a Manco Capac y Mama Ocllo.

Desde la lucidez que debería otorgar la distancia espacio-temporal, las dos cosmovisiones son igual de válidas. Cada una de ellas, evidentemente, debería cobrar más fuerza en la región en la que se originó.

A nadie le parece extraño que los descendientes del imperio de los Incas, los peruanos de hoy, adoren al dios del pueblo hebreo y hayan adoptado como propios los mitos de creación del pueblo hebreo. Mitos, que fueron inspirados en los relatos de creación egipcios, asirios y sumerios. No es extraño puesto que la mitad del mundo se encuentra en la misma situación.

¿Habría que preguntarse si les parecería extraño ver a un grupo de jóvenes israelíes celebrando el Inti Raimi o el Qoyllur Riti en el centro de Jerusalén?.

Más aún, ¿sería extraño ver a ese mismo grupo de jóvenes israelíes reunidos con sus padres y hermanos menores relatando la historia de Wiracocha, Manco Capac y Mama Ocllo?

La respuesta es un rotundo sí. Por supuesto, es extraño, es casi surrealista.

Entonces, ¿por qué no es surrealista ver a un grupo de peruanos organizando sus vidas en torno a las enseñanzas de los mitos de creación del pueblo hebreo?


¿Manco Cápac y Mama Ocllo o Adán y Eva?. A la derecha, representación de Adán y Eva de Lucas Cranach ( 1472 – 1553). A la izquierda, representación anónima de los fundadores del Imperio Inca.

Porque la mitad del planeta lo hace, porque los mitos de creación hebreos empaquetados por la Iglesia Católica con el sello del carpintero que no era carpintero, conquistaron el mundo.

Regresando a la conquista, los conquistadores, cegados por un fanatismo proporcional a su enfermiza adicción por el oro, vieron que los incas no adoraban al dios de Jesús y se preguntaron si estos eran seres humanos.

Fieles a la Biblia, los españoles sostenían que si estos indios eran seres humanos tenían que descender de Adán y Eva. Si no descendían de la pareja que pobló el jardín del Edén, no podían ser seres humanos sino simples bestias de carga algo carentes de inteligencia y de alma.

Ahora bien, si descendían de Adán y Eva había que resolver el problema de cómo llegaron a este continente y como perdieron la fe católica. En el libro de Génesis, la Biblia dice que “después del Diluvio, salieron del arca de Noé sus hijos Sem, Cam y Jafeth y de ellos se pobló toda la tierra”. Entonces, ¿Los indios descendían del africano Cam, quien fue desterrado por haber visto desnudo a su padre Noé? ¿o eran descendientes de Jafeth, a quien Dios destinó a habitar en tiendas, como las que usaban algunos indios? ¿Quizás, eran descendientes de Sem, el antepasado de los semitas? ¿Son entonces semitas los indios?

Los españoles sostenían que si los indios eran descendientes de las tribus de Israel, entonces se les podía conquistar y castigar por haber dejado de adorar al único Dios.


A la izquierda, el Inca Sinchi Roca. A la derecha, el inca Viracocha. Ambos forman parte de la cronología “oficial” de los gobernantes Incas. (Imagen: New York Public Library.)

La controversia terminó con la Bula Sublimis Deus que redactó el Papa Pablo III en 1537, devolviéndole el alma a los indios: “se atreven a afirmar que los Indios occidentales y meridionales y otras gentes que en estos tiempos han llegado a nuestro conocimientos – con el pretexto de que ignoran la fe católica – deben ser dirigidos a nuestra obediencia como si fueran animales y los reducen a servidumbre….los mismos indios que como verdaderos hombres que son, no sólo son capaces de recibir la fe cristiana, sino que según se nos ha informado corren con prontitud hacia la misma…”

Así como en los párrafos anteriores, no hemos mencionado los mitos de creación inca, la mayoría de los españoles también los ignoraron. Todo giraba en torno a cómo los indios encajaban en los relatos de la Biblia. No tenía ninguna importancia a quién adoraban los incas y por qué. Solo algunos cronistas hambrientos de conocimiento, que habían desarrollado una sincera apreciación por la cultura inca, decidieron indagar y divulgar.

Para poder sobrevivir, los incas se convirtieron, a la fuerza, a la fe católica y abandonaron su cosmovisión o la camuflaron en celebraciones sincréticas que sobreviven hasta nuestros días. La magnitud del trauma que representó la imposición brutal de la fe cristiana en nuestras tierras queda reflejada en las decenas de festividades locales que aún sobreviven en cientos de comunidades andinas, amalgamas de fe católica y creencias primigenias peruanas. Estas fiestas son el testimonio de un pueblo, el andino, que no terminó de aceptar la sombra de la fe católica y se resistió a desterrar de su memoria sus mitos de creación.


Atahualpa capturado. (Imagen: New York Public Library.)

Los conquistadores, siguiendo los pasos de Cortés en México, sabían que los incas serían dominados más fácilmente una vez que su fe se viera doblegada.

Es así como se destruyeron templos, palacios y representaciones de sus divinidades. Las pocas evidencias que podrían haber existido de los mitos de creación del Antiguo Perú fueron trastocados u ocultados sistemáticamente durante la conquista española.

Más adelante, cuando el Perú se independizó del yugo español, la república peruana abrazo una identidad más relacionada a España que a las tradiciones que podrían haberse generado de las culturas y mitos del Antiguo Perú. Esto porque quienes estuvieron involucrados en los procesos que llevaron a la Independencia estaban más cerca de España que del Perú profundo.

Los intelectuales de entonces veían a España como sinónimo de modernidad, bienestar, desarrollo y cultura, olvidando el riquísimo bagaje cultural de nuestros pueblos precolombinos.


Acta de la independencia del Perú.

Sin embargo, la población autóctona, supo crear celebraciones sincréticas para camuflar su verdadera biblia oral, aquella a la cual seguían siendo fieles desde lo profundo del ande hasta los valles costeños y que regía su organización social y política.

Así hemos llegado hasta nuestro días, y las cosas no han cambiado mucho.

Si Heinrich Schliemann (1822-1890) hubiese contemplado los relatos griegos de Homero con la misma indiferencia con la que la mayoría de peruanos contemplan los mitos de creación incas, Schliemann nunca habría descubierto la ciudad de Troya.

Los Etnohistoriadores

Vale la pena dedicarle un pequeño párrafo a los historiadores peruanos, quienes no han ayudado a que la historia del Antiguo Perú se revitalice y constituya la base de nuestra esquiva identidad.

A lo largo de varias décadas, y aunque parezca increíble, los miembros de esta especie de comunidad de historiadores tradicionales,han demostrado más interés por entender el funcionamiento del sistema colonial impuesto por los españoles, que por la historia y la cosmovisión del imperio que estos últimos conquistaron.


Luis E. Valcárcel, uno de los primeros historiadores peruanos que estudió el Antiguo Perú.

Aquellas ovejas negras o valientes pensadores que tempranamente se ocuparon de la historia del Perú prehispánico fueron calificados, de manera casi despectiva, como “etnohistoriadores” y sus hallazgos son aún vistos con escepticismo por una comunidad que no sabe cómo aproximarse al estudio de una civilización, como la incaica, que supuestamente no desarrolló una escritura y que, por lo tanto, no dejó textos escritos, en el sentido tradicional de la palabra.

Felizmente la aparición del historiador rumano John Murra (1916 – 2006), en los años sesenta, obligó a los historiadores peruanos a reconocer el valor de la llamada etnohistoria y a tomar en consideración, bajo nuevas luces, los valiosos aportes de quienes fueron pioneros en este terreno, como Luis E. Valcarcel (1891 – 1987). Murra, le dió sus letras de nobleza a la etnohistoria.

Mención aparte merece el historiador y hombre de letras, Raúl Porras Barrenechea (1897 – 1960), cuya inagotable curiosidad intelectual, calidad humana y exquisita prosa, descubrió, clasificó y estudió con envidiable erudición a los cronistas españoles que escribieron sobre el Perú precolombino.

En la decada de los sesentas, su obra “Los Cronistas del Perú” intentó por primera vez, organizar a todos los cronistas conocidos hasta entonces, cronológicamente y según el tópico sobre el que trataban sus crónicas. Esto ayudó muchísimo a la comprensión de aquellos españoles, muchas veces casi iletrados, que escribieron sobre lo que los naturales de estas tierras les contaron sobre su pasado.


El historiador y sabio peruano Raúl Porras Barrenechea. Luz y guía de Los Divulgadores.

Antes de Porras Barrenechea, encomiables esfuerzos de gente como Jiménez de la Espada (1831 – 1898), González de la Rosa (1841 – 1921) , José de la Riva Agüero (1783 – 1858) o William Prescott (1796 – 1859), habían allanado el camino con sus descubrimientos, ediciones y eruditas polémicas sobre los cronistas.

Al margen de la especie de discriminación realizada contra los historiadores que deciden investigar el Antiguo Perú, existe otro problema: el hermetismo.

En una sociedad, como la peruana, más cercana a las apariencias que a los hechos, tiene mucho más peso la palabra de un historiador reconocido que una sólida investigación histórica.

Esto es lo que se desprende del caso de los controversiales Documentos Miccinelli, presentados por la Dra. Laura Laurencich.

Esta colección de documentos plantea la existencia de una crónica perdida del sacerdote mestizo Blas Valera, en la que se afirman hechos que presentan una versión diferente de la captura de Atahualpa. En esta versión, Pizarro habría envenenado previamente a los generales del Inca para facilitar su captura en la plaza de Cajamarca.


Uno de los manuscritos de la colección de los Documentos Miccinelli que la Dra. Laura Laurencich ha presentado como evidencias.

El tema es amplio y es imposible desarrollar, como se debe, en el presente artículo. Por ahora, basta con explicar que a pesar de toda la evidencia presentada por la Dra. Laurencich en diferentes foros mundiales, a pesar que más de cinco peritos italianos han confirmado la legitimidad de los documentos y a pesar de que una eminencia en la historia del Perú como la investigadora Francesca Cantú haya avalado las investigaciones de Laurencich, las vacas sagradas de la historia del Antiguo Perú no se han dignado a tomar en serio el tema. No solo no han publicado ningún libro o artículo digno sobre el asunto sino que han llegado a difamar personalmente a la Dra. Laurencich.

Este tema será motivo de una serie de entregas puesto que su complejidad y la magnitud de sus revelaciones así lo merece.

En estos dos artículos hemos esbozado los motivos por los cuales Los Divulgadores consideramos es urgente y necesario que se revisite la historia del Antiguo Perú.

Sin duda, nuestro pasado prehispánico es más rico, diverso y determinante en el desarrollo de la civilización en este planeta, que lo que nuestros historiadores nos han contado por varias décadas. Hay muchísimos ejemplos que lo confirman y Los Divulgadores nos hemos ocupado ya de algunos de ellos.


Las interrogantes sobre la s culturas que se desarrollaron en el Antiguo Perú son aún demasiadas. (Foto: Alan Brain)

Hay que reconocer que existen ligeros indicios en la historia oficial del Antiguo Perú, que podrían indicar un saludable cambio de rumbo. Un ejemplo claro es la publicación de una especie de nueva historia del Perú, editada por la Universidad Católica, que tiene un primer tomo titulado “Caral, la civilización más antigua de América” y un segundo tomo titulado “Chavín, el gran centro ceremonial andino”.

Esto último, es mucho más cercano a la realidad que considerar a Chavín como el primer Horizonte cultural peruano. La verdad empieza a abrirse paso entre tanto dogmatismo al que nos han acostumbrado. En todo caso, Los Divulgadores creemos que una de las claves del problema se encuentra en los mitos de creación del Antiguo Perú y la relación que los peruanos han desarrollado históricamente con los mismos.

La poca importancia que los peruanos le hemos otorgado a sus mitos no es más que la consecuencia natural de un país dividido que no ha logrado reconciliarse consigo mismo después del trauma de la conquista.


Aunque las líneas que lo separan sean difíciles de ver, el Perú sigue dividido culturalmente. (Foto: Alan Brain)

Pasando por alto la estadística, que esta vez no necesita torturar a los números para evocar verdades, mientras los habitantes del ande son quienes mantienen viva la tradición milenaria de una de las civilizaciones más antiguas del mundo, los habitantes de las grandes ciudades de la costa miran a España con sueños de grandeza y aún agradecen la conquista. Los primeros viven aislados en los lugares más remotos de un país que paradójicamente les es ajeno y no les pertenece, los segundos controlan los destinos de un país que no tiene ningún interés por sus orígenes.

El boom gastronómico y turístico es capaz de pintar un Perú en el que costa, sierra y selva están unidas bajo una misma identidad, pero esto solo una ilusión. Para la mayoría de quienes controlan los destinos del Perú en todas sus esferas de poder, los habitantes del ande peruano son piezas de museo, figuras de postal, compañeros de selfies, personajes pasajeros de un fin de semana de vacaciones y, sobretodo, una base potencial de votos.


El autor en la Puerta del Sol, Inti Punk, en las alturas de Ollantaytambo. (Foto: Monica Carlson)

A casi nadie le importa, de manera sincera, en qué creían los habitantes del Antiguo Perú…a nosotros sí. Es hora de un cambio, nuestra historia nos lo demanda. Para Los Divulgadores es una deuda y un deber que debemos asumir cuanto antes.

Fuentes:

– Raúl Porras Barrenechea, (1969). Mito, tradición e Historia del Perú. Ediciones IRPB.
– Raúl Porras Barrenechea, (2014). Los Cronistas del Perú. Editorial: biblioteca Abraham Valdelomar.
– Luis Guillermo Lumbreras, (1983). Orígenes del estado en el Perú. Editorial Milla Bartres.
– María Rostorowski, (2003). Pachacutec, 50 años después. Ediciones IEP.
– Brigitte Boehm de Lameiras, (1987). Fernando de Montesinos: ¿Historia o mito?. Revista Relaciones.
– Ruth Shady, (2011). La mujer que cambió la historia del Perú. Diario El Comercio.
– David G. Beresford Jones and Paul Heggarty, (2010). Broading our Horizons : Towards an Interdisciplinary Prehistory of the Andes. Boletin de Arqueologia PUCP/N.° 14.

http://losdivulgadores.com/blog/2016/01/30/fundamentos-para-la-otra-historia-del-peru-ii/

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