El error de la Biblia en el Ara del templo
Por Máximo E. Calderón
Corría el año 1886, y en su discurso frente a los masones alemanes reunidos en Estrasburgo el 12 de septiembre de ese año, el Emperador Federico III – máxima autoridad de la Masonería alemana – expresaba que los cimientos que "caracterizan sobre todo nuestros propósitos”, son “la libertad de conciencia y la tolerancia".
La Masonería adogmática de raíz continental, abraza plenamente estos ideales, y el Gran Oriente de Francia lo deja bien claro a través de tres principios fundamentales:
- El principio de libertad absoluta de conciencia; ya que sus miembros pueden ser creyentes de la religión que fueren, agnósticos o simplemente ateos.
- La defensa de las instituciones y los ideales laicos; como medio para garantizar lo mejor posible la libertad de todos.
- Los valores republicanos y sociales; ya que el mejoramiento de la sociedad es considerado un objetivo de la Masonería.
Si bien el Gran Oriente de Francia había nacido en 1773 y es la más antigua Obediencia masónica que hoy existe, hasta el año 1877 mantenía los mismos requerimientos dogmáticos que la Gran Logia Unida de Inglaterra, de creer obligadamente en un Dios revelado y también en la inmortalidad del alma, concepto este que dejaba muchos huecos ya que nunca en la Masonería se explicó en forma efectiva que cosa sería eso llamado alma.
Fue precisamente en 1877, en que siguiendo los pasos que cinco años antes hubiera marcado el Gran Oriente de Bélgica, en un irrestricto espíritu de laicismo, el GODF decide retirar de sus rituales toda referencia a Dios y a la inmortalidad del alma, y a renglón seguido retira también el uso de la Biblia en los actos masónicos. La libertad absoluta de conciencia debía estar ante todo. Pero también la historia.
Es de destacar en un aparte, los logros de ideales laicos promovidos por la Masonería en Argentina a través de los tiempos, como por ejemplo: el Registro Civil y el matrimonio civil, la laicidad de los cementerios, la creación de la Cruz Roja argentina, y la reforma universitaria de 1918, entre otros.
Pero volviendo a los conceptos laicistas tratados antes, es interesante ver que no son excluyentes respecto a las concepciones masónicas más esotéricas y ocultistas, ya que como destaca Herrera Michel, dentro de la Orden encontramos “masones que poseen una fuerte concepción esotérica, formados en otras escuelas iniciáticas o de una notable inclinación espiritual, pero que no reconocen un Ser Supremo. Son personas que en el hinduismo y en la Teosofía se conocen con la palabra sánscrita “nástika”, que significa ateo, precisamente porque no reconocen la existencia de un dios ni de una verdad revelada contenida en un libro sagrado.
En este sentido, hasta Madame Blavatsky usó la expresión en el primer tomo de la “Doctrina Secreta” al afirmar que todo ocultista es un nástika ya que el ocultismo es incompatible con la creencia en la existencia de un dios”.
Un libro de ley “sagrada”
El Landmark XXI de Albert Mackey, prescribe la obligatoriedad de utilizar un “libro de la ley” en logia, y aunque este argumento es condición no negociable para los seguidores de la Gran Logia Unida de Inglaterra, debemos tener en cuenta dos cosas muy importantes. Estos Landmarks fueron redactados recién en 1858, o sea que no pertenecen a la tradición de la Masonería especulativa, y además no tenemos un consenso sobre cual listado de Landmarks sería el correcto, ya que son varios los que hoy coexisten, siendo inclusive algunos de ellos contradictorios entre sí.
El Gran Oriente Federal Argentino, cuyo órgano oficial de difusión era la revista Verbum, publicaba a principios de la década de 1950, un estudio que comenzaba con las siguientes palabras:
La Biblia, también llamada entre los masones "Libro de la Ley Sagrada" o "Volumen de la Ley Sagrada", fue y será la manzana de la discordia dentro de la Orden, que impide la universalización de nuestra noble institución por falta de cabal conocimiento acerca de la época en que se introdujo como uno de los útiles de los Talleres o Gran Luz, y la falta de jurisdicción que tienen las Potencias simbólicas para exigir de sus congéneres la presencia de tal Libro ya sea durante los trabajos de Gran Logia ya en el de las Logias subordinadas. Tal circunstancia, que mantiene un cisma internacional entre Potencias de tronco inglés y las que soportan su influencia, por una parte, frente al Gran Oriente de Francia y las del grupo latino, que ha meditado y estudiado muchísimo esta cuestión, por la otra, debe desaparecer por la mutua comprensión, la recíproca tolerancia y la necesaria universalización de la Orden que, no debe depender del capricho de obcecadas Potencias, ya sea cuando estas actúan directamente, ya cuando lo hacen por intermedio de otras que le sirven de personeros.
Llegado el momento en que los masones le explicamos a nuestros Aprendices, cuales son las llamadas Tres Grandes Luces de la Masonería, en general todas las corrientes coinciden en que hoy estamos hablando de tres elementos cargados de profundo simbolismo, como son el Libro de la Ley, la Escuadra y el Compás. Erróneamente muchas corrientes creen que al hablar de Libro de la Ley estamos hablando de La Biblia, o en su defecto de algún otro libro llamado sagrado que también podría ser El Corán, la Torah, el Rig Veda, el Libro de los Muertos, el Tao Te King, o inclusive hasta El Libro de Mormón, que resulta un volumen de índole sagrado para los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos Días, muy ligada en sus comienzos a las logias masónicas de los Estados Unidos.
Hay hasta quienes yerran al hablar del Libro de la Ley, y hablan directamente de un libro “sagrado”, o un llamado “volumen de la ley sagrada”. Pero esto es un error.
No existe tal ley sagrada, ya que la Biblia no es una ley ni un código (como el de Hammurabi), sino que es un libro de relatos variados, el cual incluye en su interior algunas leyes dictadas al pueblo hebreo en el Antiguo Testamento, y nada más.Considerar a la Biblia como un “libro de la ley”, e imponer ese libro como obligatorio para los masones, está mostrando un profundo desconocimiento de las raíces, la historia, los objetivos y el simbolismo de nuestra augusta Orden, aunque al día de hoy sean muchos los que creen que en el Ara del Templo masónico debe estar una Biblia, o algún otro libro de ese estilo.
No existe prueba alguna de que la Masonería Operativa europea utilizara una Biblia como símbolo masónico sagrado, ni tampoco la posterior Masonería Especulativa surgida en 1717.
Sin embargo en la Masonería Dogmática Moderna dirigida por Inglaterra, ha pasado a ser un elemento imprescindible y de conditio sine qua non para todos los altares que quieran preciarse de “regulares”.
La intransigencia dogmática anglosajona, ha sido muy claramente denunciada por Oswald Wirth cuando afirmaba: “Ellos quieren tener su Masonería particular y renunciar al universalismo proclamado en 1723 por Anderson”.
Luego Jules Boucher siguió citando a Wirth, donde también expone claramente un concepto con el que nos identificamos: “Es verdaderamente inútil continuar esta discusión. Los anglosajones, al exigir la Biblia, niegan la universalidad de la Masonería y, si encaramos el problema desde ese punto de vista, la irregularidad está de su lado y no del nuestro.
A este respecto, Boucher también cita a Edmon Gloton, con una frase iluminadora: “La Biblia es uno de los obstáculos que separan la Masonería latina de la Masonería anglosajona” (A Simbología Maçônica, Editora Pensamento, pág. 138).
Si damos importancia a la pureza de la tradición masónica, debemos procurar conservar y respetar esa tradición, por historia, por valores, por fidelidad a nuestras raíces, y porque consideramos que la Masonería debe estar totalmente alejada de los dogmas, aunque sea este un objetivo empírico e ideal, y pueda expresar falencias en algún momento, por el solo hecho de ser nosotros humanos.
En cuanto a los períodos históricos citados más arriba, tomamos la mas concienzuda clasificación que pudimos encontrar ajustada a historia, salida de la pluma de Henrique Candido Camargo, Gran Inspector General del Rito Moderno de Brasil:
“En lo que concierne a las tres Masonerías, vemos que la Operativa existió hasta 1723, la Especulativa o tradicional hasta el 27 de diciembre de 1813, cuando nació la Dogmática Moderna debido a la unión de la Gran Logia de 1717 con la de 1753, cuando surgió la Gran Logia Unida de Inglaterra”.
Las luces de la Masonería
Tal como mencioné ut supra, decimos por convención que las grandes luces de la Masonería son la Escuadra, el Compás, y el Libro de la Ley. Pero eso es lo que se enseña hoy; no siempre fue así.
Haciendo un poco de historia, si nos remontamos al ritual de “Los Modernos” (1717), ellos no utilizaban ningún altar ni cosa que se le pareciera. Solamente utilizaban el tapete de la logia, el cuadro de grado se dibujaba en el piso para borrarlo después, y quien oficiaba de Venerable Maestro tenía en su mesa un libro (al cual nadie llamaba libro de ninguna ley), el que posiblemente durante un tiempo fue una Biblia, y luego fueron las Constituciones de Anderson.
Sobre este citado libro, el Venerable Maestro de la logia hacía reposar su espada, que además de simbolizar la Justicia, era también un rasgo distintivo de nobleza.
La Escuadra y el compás no ocupaban un lugar especial, ni tenían tampoco una disposición distintiva como hoy se utiliza. Por otra parte, sobre este volumen que estaba en posesión del presidente de la logia se efectuaban los juramentos, pero no se hablaba aún de luces. Ni mayores, ni menores.
En 1751 entra en escena un grupo de masones de origen irlandés, que enfrentado políticamente a la Gran Logia de Londres, se autoproclama como heredero de las antiguas tradiciones y acusa de innovadores a la Organización creada en 1717. Este grupo funda también su propia confederación, a la que deciden llamar Gran Logia de libres y aceptados masones de Inglaterra, tildando peyorativamente como Los modernos a la Gran Logia de Londres y Westminster, y quedando ellos con el apelativo de Los antiguos, apelativos estos que se conservan hasta hoy para mejor análisis de la historia masónica.
Cuando hacen aparición en escena “Los Antiguos”, ellos serán en realidad los encargados de modificar los usos y costumbres de la Masonería especulativa. Esos cambios serán llevados al papel y publicados por primera vez en “Ilustraciones de la Masonería” de William Preston, que desde 1760 venía enseñando que las luces de la logia eran la Escuadra, el Compás, y la Biblia, y en 1772 lo publicó en su libro.
En la primitiva Masonería especulativa de Los Modernos, las tres luces de la logia eran simplemente el Sol (luminaria diurna), la Luna (luminaria nocturna), y el Maestro presidente de la Logia, ya que es quien representa la sabiduría del Rey Salomón. La Biblia no constituía luminaria alguna, y así se mantuvo sin alteraciones por casi un siglo.
Es recién el 27 de diciembre de 1813, que ambas grandes logias insulares deciden unirse en un solo cuerpo, y tras casi cinco años de negociaciones se logra la fusión en lo que vendrá a ser la Gran Logia Unida de Inglaterra. Acabó así un período de más de sesenta años en que ambas Grandes Logias se habían acusado mutuamente de irregulares y espurias.
Este nuevo cuerpo fusionado realizará una mixtura de los rituales de “Antiguos” y “Modernos”, creando por primera vez la idea de Luces mayores y Luces menores de la Masonería, adoptando como luces “mayores” lo que venía utilizando la Gran Logia de Inglaterra, y como luces “menores” al Sol, la Luna, y el Maestro presidente, tal como utilizaba la Gran Logia de Londres de 1717.
En ningún momento se habló de que las luces menores, o las luces de la logia, fueran el Venerable Maestro y sus dos Vigilantes, lo cual si bien hoy es de uso bastante común, configura un severo error conceptual ya que la verdadera luminaria del Taller es una sola, por ser esta la representación simbólica de Salomón.
La Biblia como libro
Según el consenso general, la Biblia es una compilación inspirada de libros santos de tiempos ancestrales, pero en realidad es una compilación realizada por Constantino y su Concilio de Nicea del año 325, en donde se descartaron entre 50 y 250 libros que andaban dando vueltas, para conformar lo que hoy se conoce como la Santa Biblia.
Según se cuenta, los supuestos libros que no debían estar levitaban por los aires mientras los Obispos rezaban, aunque la realidad marca que el corpus se conformó por votación de cada uno de los libros, existiendo registro de cuantos votos se emitieron en favor y cuantos votos en contra de la permanencia de cada texto.
Hubo purgas y añadiduras posteriores, pero la colección gruesa y primera se realizó justamente durante el Concilio del año 325 de nuestra era.
En cuanto al Antiguo Testamento, es lisa y llanamente la Tanaj de los judíos, con algunos agregados decorativos que se hicieron para hacer “coincidir” ciertas profecías, un agregado de algunos libros del Canon de Alejandría llamados “deuterocanónicos”, y un ordenamiento más o menos cronológico de acuerdo al conocimiento que en aquél momento poseían los obispos católicos.
Si bien es popularmente conocido que el Nuevo Testamento vio la luz en Asia Menor en el año 325, pocos conocen que el Antiguo Testamento tampoco es tan antiguo como podría parecer. La propia Tanaj judía es un ordenamiento realizado en el Siglo II de nuestra Era por la escuela de Yamnia, que hoy es conocido como el Canon palestinense.
Como quiera que sea, la Biblia entonces describe hechos o supuestos hechos ocurridos en Palestina, Egipto, Mesopotamia, Siria y toda la cuenca oriental del Mediterráneo, no teniendo la validez de un documento histórico, sino más bien un monumento literario, con cuño simbólico.
Sus relatos más antiguos y representativos, son recreaciones de leyendas y tradiciones mesopotámicas que fueron aprendidas por el pueblo hebreo mientras estuvo cautivo en Babilonia.
Como dice Alfonso Sierra Partida en su La Biblia – El gran mito literario: la Biblia no es un libro original, que resume leyendas y tradiciones antiguas, transformando conceptos religiosos, sublimando personajes, y aunque lo haga del modo que se estime más bello y elevado, con mayor sensibilidad, indiscutiblemente no está exenta de las probadas limitaciones.
El mismo autor afirma sintetizando su estudio:
- La Biblia no es un libro original.
- La Biblia no es un libro revelado.
- La Biblia es un libro escrito por hombres.
- La Biblia no es un documento histórico.
- La Biblia no prueba la existencia de Jesucristo.
- La Biblia no es un libro profético.
- La Biblia no es un libro moral, por el contrario muchas veces es inmoral.
- La Biblia presenta contradicciones y absurdos.
En conclusión: la Biblia es simplemente un monumento literario.
Tan variados son los conceptos que se han tenido sobre las partes más o menos sagradas o más o menos simbólicas de La Biblia, que los masones han ido variando el lugar en donde abren ese dichoso libro al momento de las Tenidas, de acuerdo a interpretaciones que supuestamente tendrían relación con el grado en que se estaría trabajando.
El Libro de marras se hallará abierto, sobre un pedestal o altar, durante el tiempo que realiza la Logia sus tareas, señalando alguno de sus importantes pasajes, prestando a sus actos solemnidad.
Algunos Talleres siempre lo abren en el Salmo 133, el cual hace alabanza a la reunión fraternal en armonía, más otras logias hacen la diferencia de abrir el libro en la Primera Epístola de Juan, o en el Evangelio según San Juan, o la Cámara de Maestros en el libro de 1º Reyes, con la supuesta leyenda del arquitecto Hiram, el cual por más que se busque y se rebusque nunca podrá ser encontrada ni en Reyes ni en ningún lado.
Por lo menos no como se relata en la leyenda masónica.
Para el Primer Grado también se la ha encontrado abierta en el libro de Ruth; para el segundo Grado en Jueces, para el tercer Grado en 1º Reyes capítulo VII, aunque también tenemos referencia de que se ha abierto el Grado de Aprendiz con el Génesis XXII ó XXVIII, 1º Reyes VI y 2º Crónicas III para el grado de Compañero, y Amós X y 2º Crónicas VI para el grado de Maestro.
Por otra parte y según las instrucciones para Estados Unidos del Crosse´s Chart, la Biblia se abre para el Grado uno en el salmo 123; para el Grado dos en Amós VII, y para el Grado tres en Eclesiastés XII.
La Biblia en la logia antigua y moderna
Según algunos autores que analizan esta situación en forma parcial, la Biblia es un símbolo que no puede faltar en el Altar del Templo, y tiene el mismo valor simbólico que la Escuadra y el Compás, ya que son las grandes luces de la Masonería.
Sin embargo como dijimos antes, nunca existió la Biblia en la logia como algo importante, y de hecho la Masonería primitiva de la Gran Logia de Londres usó por noventa años las Constituciones de Anderson como libro fundamental. Mucho tiempo después de Anderson, a alguien se le ocurrió introducir la Biblia y hasta darle una historia que en realidad nunca tuvo.
El propio James Anderson en sus Constituciones de 1723, solamente menciona La Biblia en el capítulo de “Las leyendas de la Masonería”, y comenta la traducción que de ella hizo el rey Athelstan a la lengua sajona. En ningún momento la describe como Volumen de la Ley Sagrada, volumen o libro de la ley, ni siquiera se refiere a ella como una de las luces de la logia o de la Masonería.
Más allá de que según algunos documentos fundacionales antiguos, se hubiera utilizado la Biblia para realizar juramentos, del mismo modo en que juran los funcionarios al asumir sus cargos políticos, las minutas de la Gran Logia de Inglaterra de los “Antiguos” nos demuestran que la Biblia fue colocada en los altares masónicos por William Preston recién después de 1760.
Según Mauricio Javier Campos, todo permite suponer que este ingreso de la Biblia al Ara se habría realizado para intentar contrarrestar el éxito de los doctores Anderson y Desaguliers, que al haber generado una Orden descristianizada, le habían asegurado la universalidad que hizo posible su crecimiento.
También opina Campos que otra razón para la decisión de Preston podría haber sido sin dudas el enfrentamiento que existía entre su Gran Logia de los “Modernos” y la de los “Antiguos”, ya que para eliminar cualquier acusación de irreligiosidad, habría realizado esa maniobra buscando acercarse a la posición de Anderson, respecto a la imposibilidad de ser masón siendo irreligioso.
Volvamos ahora al punto de los juramentos, y tratemos de encontrar cual ha sido la importancia que ha tenido originalmente la Biblia para la Masonería tradicional.
En la antigüedad y ya desde antes del Siglo XIII, los juramentos se prestaban en las ceremonias en las que eran requeridos, sobre los restos de santos, de mártires o sobre las reliquias declaradas santas por las autoridades eclesiásticas y únicamente retiradas de su relicario en ocasiones solemnes y especiales.
La admisión de jóvenes aprendices por una logia operativa o el aumento de salarios a compañeros – únicas jerarquías que originalmente existieron – no tenían tanta importancia como para exigir otra cosa que declaraciones verbales. Muchos autores piensan que los masones operativos prestaban su promesa u obligación sobre su herramienta más preciosa, que era la escuadra.
La existencia del libro entre los operativos
El Manuscrito Regius o de Haliwell, de entre 1300 a 1390 aproximadamente, es considerado como el primer documento que contiene en forma específica los Antiguos Deberes. El Manuscrito Cooke data aproximadamente entre 1430 y 1450; y un tercero, conocido con el nombre de Gran Logia, dataría de 1580.
Todos estos libros, cada uno versión aproximada de otro anterior, preceptúan los Old Charges (Antiguos Deberes), lo mismo que los que le siguieron que no son sino copias las unas de las otras, hasta que en 1717 se fundó la Gran Logia de Londres y Westminster.
Seguramente esos Antiguos Deberes constituyeron el único Código legislativo o "Libro" por el que los masones operativos reglaban la actividad en las logias y en las relaciones con la comunidad en general.
El empleo de algunos de estos "Libros" era tan antiguo como esencial entre nuestros antepasados operativos, y en prueba de ello se nos recuerda la declaración que el Príncipe Erwin (mencionada en la parte histórica de las Constituciones de Anderson) hizo presentar ante la Gran Asamblea de York, en estos términos: "Un libro que revela cómo fue fundada la Orden", respecto del cual ordenó "que él sea leído y explicado cuando se admite a un masón y se le otorga su título".
Aquí se habla expresamente de un libro, pero queda claro que en ningún momento se está hablando de una Biblia.
Muy frecuentemente aparece en estas Constituciones la frase: "entonces, cada uno de los más antiguos de la Asamblea, sostendrá un libro sobre el cual ellos [los que ingresaban a la logia] extenderán su mano y sus preceptos le serán leídos".
¿No es esto el acto de prestar la promesa de acatamiento a esos Antiguos Deberes?
Varios de esos documentos terminan así: "Estos Deberes, a los que doy lectura, y todos los demás que se refieren a los masones, debéis observarlos con ayuda de Dios y de este libro que queda en vuestra posesión".
Y el detalle final que aleja aún más a la Biblia de los altares masónicos tradicionales, es el hecho de que las primeras confraternidades de masones operativos formadas en la Edad Media, estaban totalmente compuestas por católicos, y la propia Iglesia Católica Apostólica Romana había prohibido a los fieles el uso de traducciones de la Biblia a lenguaje vulgar, a partir de los Concilios de Toulouse y de Tarragona.
Peor aún, la Santa Sede se volvió más severa aún a partir del Siglo XVI a causa de la Reforma, y era imposible pensar que algún laico tuviera en sus manos una Biblia, ya que ese hecho podía ser castigado con la pena capital.
Yo mismo recuerdo relatos de nuestras abuelas, que en sus años mozos estudiaban la religión católica directamente de los catecismos, pero nadie había visto jamás una Biblia, y estaba prohibido al vulgo poseer una de ellas y leerla.
Un libro de la ley que no es una Biblia
Se nos ha dicho que la Masonería rechaza todo tipo de dogmas, y se ha aclarado infinitas veces que la Masonería no es religión. También sabemos perfectamente que ni la Masonería Operativa, ni la Masonería especulativa en sus orígenes, tuvieron jamás una Biblia o cualquier otro libro considerado “sagrado” para utilizarlo en sus trabajos.
Aunque respetamos a quienes quizá desde el desconocimiento o quizá desde la obligación utilicen un libro religioso en sus altares masónicos, no hay Tradición en el uso de la Biblia o cualquier otro libro considerado Volumen de una Ley Sagrada en las ceremonias masónicas, y constituyen un agregado apócrifo y confuso, que contraría el espíritu universalista de la Orden.
Sin embargo la actual Masonería dogmática promovida por la Gran Logia Unida de Inglaterra, y quienes por desconocimiento o conveniencia siguen sus preceptos, saben perfectamente que es condición insalvable para un candidato a su Orden, creer en Dios y en la inmortalidad del alma.
¿Dónde queda entonces la negación del dogmatismo y la libertad de conciencia?
Casi llegando a la mitad del Siglo XX, la Masonería anglosajona “oficial” de la República Argentina emitió el siguiente comunicado:
Como una contribución al claro conocimiento que todos los hermanos deben tener sobre los principios masónicos, transcribimos a continuación la declaración recomendada por la reunión de todos los Grandes Maestres de las Grandes Logias Estaduales de Norteamérica y promulgada por la Gran Logia de Massachusetts, que dice:
La Francmasonería es una sociedad caritativa, de benevolencia, educativa y RELIGIOSA. Sus principios son proclamados con la amplitud necesaria para que los conozcan mejor los hombres. Sus únicos secretos son su método de reconocimiento y su instrucción simbólica.
Es RELIGIOSA porque enseña el monoteísmo; el volumen de la Ley Sagrada está abierto sobre sus altares en cualquier momento que una Logia está en sesión; el respeto a Dios está siempre presente en sus ceremoniales, y a sus hermanos se le dirigen constantemente lecciones de moralidad.
Para los que seguimos la Masonería que consideramos tradicional, nos queda muy claro que la Orden para nosotros no es religión, y cada uno de los Hermanos es libre de profesar la religión que desee o de no profesar ninguna, ya que la libertad es uno de los pilares fundamentales sobre los que se edifica nuestra Institución.
Aunque hoy existan ritos más o menos devocionales, como los llamados Ritos Egipcios, que declaran orígenes mitológicos y floridas leyendas en su historia simbólica, todos son posteriores a 1760 que es cuando la Biblia ingresó en los altares ingleses, por lo tanto si utilizan un llamado “Volumen de la ley sagrada”, han caído en un error de interpretación que si bien hoy forma parte indisoluble de sus sistemas, han tomado distancia de la tradición y del trasfondo ideológico de la Masonería primitiva.
Aún a pesar de que el formato base de estos ritos es el del Rito Francés o Moderno, el cual es absolutamente laico.
El Gran Oriente de Francia – tanto como la Gran Logia de Inglaterra en sus orígenes – jamás planteó la utilización de una Biblia como libro sagrado y/o de uso obligatorio entre los masones.
Hay Obediencias que utilizan como Libro de la Ley un volumen de las Constituciones de Anderson, la Constitución nacional, el Código Civil, la Constitución de la Obediencia respectiva, el Reglamento de la Logia, o un libro en blanco.
En la República Argentina, la primera Potencia masónica en utilizar un Libro en Blanco en el altar fue el Gran Oriente Federal Argentino (GOFA), que funcionó entre los años 1935 y 1956, cuando se fusionó con la Gran Logia del Rito Escocés, para crear la actual Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones.
La segunda Potencia argentina en utilizar un Libro en Blanco como libro de la ley, es la Gran Logia Simbólica Argentina, fundada el 6 de septiembre de 2009.
El libro en blanco, también es utilizado en logias del Gran Oriente de Francia, y de Le Droit Humain, y simboliza la más alta aspiración del espíritu humano, ya que esas hojas en blanco significan la “Tábula rasa” en la que el masón podrá escribir su propio devenir.
No existe ley positiva para la inocencia con que llegamos a vivir en este plano de la materia, y la ley más excelsa de la moral contenida en lo que Platónllamó el Mundo Real o Mundo de las Ideas, no puede ser representada con letras ni traspasada al papel.
En el mundo sensible o mundo material, solo existen reflejos del mundo ideal del Topos Uranus, y la más elevada ley del espíritu es absolutamente personal, por lo cual jamás podría ser transcripta al papel. De igual modo las leyes escritas por el hombre cambian, y lo que hoy se considera correcto podría cambiar el día de mañana. La ley natural no cambia y es inmutable.
No existe apreciación más elevada que entender que el verdadero masón, al tomar posesión y hacer uso de las herramientas que la Orden enseña a usar, puede aspirar a ser dueño y señor de su destino, y será quien escriba su propia historia en las hojas en blanco que tiene ante sí. El Libro en Blanco representa la ley del Espíritu.
En 1950 la Revista Verbum del Gran Oriente Federal Argentino publicaba: En conclusión, cesemos de cambiar vanas palabras, instruyámonos para no ser obligados a confesar que no sabemos "ni leer ni escribir", cuando nuestros jeroglíficos tradicionales no deberían ser indescifrables para nosotros... No es suficiente ajustar obreros ficticios, decorados con insignias, celosos cumplidores de gestos rituálicos, pero incapaces de trabajar realmente. Son necesarios iniciados efectivos para regenerar la sociedad humana corrompida, no masones de parada, inofensivos desde todo punto de vista, tales como se los fabrica en serie en la industria masónica anglosajona".
"El Soberano Gran Comendador del Gran Colegio de Ritos del Supremo Consejo del Gran Oriente de Francia, prefiere un libro de madera (...), simbolizando el conjunto de perfectos conocimientos o un libro que contiene sus inmaculadas páginas blancas al cual atribuye un profundo valor simbólico: emblema de fuente de verdad que debe animar a todo masón que considere que la verdad de hoy puede ser el error de mañana y viceversa, recordando siempre la blancura de ese libro (...).
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