“LOS LIMITES DEL HOMBRE”
(Caballero Kadosch 30°)
La idiosincrasia en la que fuimos formados, nos distingue del resto de la humanidad. Nuestro contacto o relación con nuestro entorno, formo nuestro tejido o estructura psicológica que nos soporta y ayuda a interpretar la realidad que nos rodea y la nuestra propia.
La realidad cósmica es una y la realidad humana es otra. Que tienen puntos de coincidencia cierto es, sin embargo, la realidad cósmica es única, mientras que la humana pudiese llegar a ser tan plural y diferente, como grados de consciencias y mentes existan en ella.
Comúnmente se puede apreciar que las personas suelen identificarse a través de esta estructura psicológica de sus ideas, inclusive creen ser el conjunto de experiencia y conocimientos que les fueron inculcadas desde el momento de su nacimiento hasta el momento actual. Nuestra personalidad o lo que creemos ser, nos hace seres virtuales dado que descansa sobre el conocimiento que portamos de nosotros mismos, no de la esencia original. Nacemos con nuestra mente en “blanco”, y son nuestros padres, maestros, guías religiosos y sistemas de gobierno entre otras voces de autoridad quienes nos dan una formación social, un nombre, nacionalidad y religión entre otras cosas más. Todo esto va formando nuestra estructura mental o psicológica que nos identifica como individuos y nos permite o facilita nuestra relación con el universo que nos rodea.
La idea de lo que somos, no es propia ni original, sino implantada o formada por voces y voluntades ajenas a nosotros. La búsqueda de nuestra verdadera identidad requiere libertad, sin embargo y un tanto paradójico, el hombre piensa en forma relativa, incluyendo el concepto que tiene de su propia libertad.
La libertad mental del hombre, está condicionada y limitada por su propia consciencia, de tal modo que las cadenas más férreas y tiranas que lo sujetan, no son exactamente materiales, sino psicológicas. Las ideas, conceptos y creencias en las que fuimos formados, en muchas ocasiones nos impiden o dificultan cuestionarnos por confort, superstición, ignorancia o por indolencia.
Una noche viendo un programa del National Geographic en la televisión, Un Judío de familia fundamentalista, deseo y fumo a escondidas, un cigarrillo en “Sabbat”, y decía que temblando de miedo, esperaba que Dios le enviara un rayo desde el cielo y lo matara por tal pecado o infracción. Lo anterior se debía a las ideas que religiosos y familiares habían sembrado en su mente. Obviamente no pasó nada… El hombre para avanzar en su proceso evolutivo, muchas veces debe vencer las limitantes que el mismo u otros le han impuesto.
Todo ser humano busca la “confirmación y aceptación” por sus ideas, creencias y conceptos por la sociedad con la que convive, y busca convencer a través de evidencias que trata de encontrar en el universo material u objetivo que le rodea. El creyente religioso cree confirmar la existencia de Dios tomando como evidencia la existencia de vida en la tierra, la visión de una noche estrellada, o la manifestación de fuerzas y eventos de la naturaleza entre otras cosas más. Pero eso que creemos ver de la naturaleza solo es una parte de un todo, o menos aún, porque solo viene siendo aquello que nuestros sentidos y consciencia son capaces de percibir e interpretar, o sea que no es la realidad definitiva y absoluta. La historia se encarga de confirmar lo anterior al recordarnos que en el pasado, el hombre creyó como verdad cierta y absoluta que la tierra era plana, que el átomo era la parte más pequeña e indivisible de la materia y que la tierra era el centro del universo entre otras cosas más.
Dios la causa primera se pierde en lo infinito volviéndose inefable e incognoscible como el hombre lo es para la célula biológica de su cuerpo. Los Dioses y Demonios “del hombre”, viven su interior, y son fuerzas constructivas o destructivas que emergen como pulsiones que influencian sobre sus actos, pensamientos y emociones.
La existencia y acción del Dios Causa Primera, debe ser cósmica, y de ningún modo a nivel individual o de grupo; “El universo reposas en las leyes de la creación” de ahí la frase de Isaac Newton: “A toda acción corresponde una reacción”, o la frase “El hombre es el arquitecto de su propio destino”, y no a la acción de un Dios que está al pendiente de premiar o castigar al hombre.
El hombre es un animal de hábitos y costumbres. La inercia de nuestros actos, pensamientos e emociones, nos sujetan como las langostas que intentan salir del cubo en que se encuentran, más las que están debajo la sujetan impidiéndoselo.
El peor y más severo adversario que tiene el hombre es él mismo, y su consciencia marca los límites de su realidad. Avanzar implica ampliar o romper con viejos esquemas mentales y emocionales, que en última instancia, solo se tiene a sí mismo para hacerlo.
Cuando Moisés frente a la zarza ardiendo en el monte Horeb le pregunta a Dios por su nombre, éste le contesta: “EHYEH ASHER EHYEH” (Ex. 3:14) que algunos escritores traducen como: “YO SOY EL QUE SOY”, mientras que otros lo traducen como: “YO SOY EL QUE SERÉ”.
“Debajo de cada palabra hay muchas más”
Fraternalmente.
Lázaharo Hael,’,
Nota:
Palabras, símbolos y alegorías, no son verdades por sí mismas, solo señalan hacia ellas.
El presente son reflexiones y meditaciones personales, no representan necesariamente la opinión de la orden.
No escribo para todos, sin embargo, todo son invitados a leer.
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