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miércoles, 12 de abril de 2017

La flagelación de Cristo

La flagelación de Cristo

La flagelación en sí no fue un castigo exclusivo para Jesús. Lo mandaba la ley. La flagelación era el preámbulo a toda ejecución. Había una excepción: los ciudadanos romanos condenados a decapitación no eran flagelados, sino fustigados con la fusta. Esto se hacía, según Tito Livio, en el mismo lugar del suplicio, inmediatamente antes de la decapitación.

Los condenados a crucifixión eran flagelados habitualmente durante el trayecto que había entre el lugar donde se dictaba la sentencia y el del suplicio. En este aspecto, en el caso de Jesús se hace una excepción, ya que su flagelación se realizó en la misma sala del tribunal, y no como era costumbre. Solo se reservaba este acto, para aquellos que la flagelación se sustituía por la pena capital. 

Aunque Jesús será condenado a muerte, en un principio, esto no entra en los planes de Pilato. Solo pretende darle un castigo para calmar a sus opositores. Sobre él pesa una condena por blasfemar considerándose “el hijo de Dios”, una acusación que no era objeto de la ley romana, considerando a Jesús inocente.

Puesto que esta primera acusación no tiene efecto alguno, los miembros del Sanedrín lo culpan de considerarse el “Rey de los Judíos”, algo que visto desde la Lex Iulia, atentaba contra de la figura del Emperador, dejando a Jesús bajo la figura de un rebelde, capaz de levantar revueltas contra Roma. Una vez más Pilato interroga a Jesús sin sacar nada en claro.

Para callar las exigencias del pueblo, Pilato decide aplicar sobre Jesús un castigo que sustituya la pena capital, ya que no ve ningún mal sobre Jesús. Lo preparan para la flagelación, para ello lo atan a una columna de media altura y de tal manera, que el reo no pueda desplomarse.


Para la flagelación el instrumento utilizado es el flagrum taxillatum. Se componía de un mango corto de madera, al que estaban fijos tres correas de cuero de unos 50 cm. En cuyas puntas tenían dos bolas de plomo alargadas, unidas por una estrechez entre ellas; otras veces eran los talli o astrágalos de carnero. El más usado era el de bolas de plomo.

Se desconoce el número de latigazos que recibió Jesús. Según la ley hebrea eran 40, pero ellos por escrúpulos de sobrepasarse, daban siempre 39. Pero Jesús fue flagelado por los romanos, dónde según sus leyes no había un número limitado de latigazos. Sólo tenían la obligación de dejar a Jesús con vida, ya que, como hemos dicho, Pilato no pretende acabar con la vida de Jesús.

Cuando los clásicos latinos nos hablan de esta flagelación, nos dicen que el reo quedaba irreconocible en su aspecto y sangrando por todo el cuerpo. Así quedó Jesús. Todas las partes del cuerpo de Jesús fueron objeto de latigazos. Eso sí, respetaron la cabeza y la parte del corazón, porque hubiera podido morir, como les había sucedido con otros.

Las correas de cuero del flagrun taxillatum, cortaron en mayor o menor grado la piel de Jesús en todo su cuerpo: en la espalda, el tórax, los brazos, el vientre, los muslos, las piernas. Las bolas de plomo, caídas con fuerza sobre el cuerpo de Jesús, hicieron toda clase de heridas: contusiones, irritaciones cutáneas, escoriaciones, equimosis y llagas. Además, los golpes fuertes y repetidos sobre la espalda y el tórax, no sólo afectaron a la parte exterior, sino que órganos como los riñones o el hígado, también tuvieron que verse gravemente afectados con la flagelación.

Cuando el castigo terminó y Jesús fue desatado, tuvo que desplomarse sobre el charco producido por su propia sangre. Los verdugos lo cogieron, le vistieron con un manto púrpura, le pusieron una corona de espinas y le dieron una caña a modo de cetro para ironizar su argumento de “rey de los judíos”. Fue presentado por Pilato al pueblo como ecce homo “este es el hombre” o “he aquí el hombre”. 

http://lexsodalis.blogspot.pe/2014/04/la-flagelacion-en-si-no-fue-un-castigo.html

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