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domingo, 13 de mayo de 2018

EL UNO Y EL TODO

EL UNO Y EL TODO
Nicolás Quiles


Las Sefira del árbol de la vida son 10 ubicadas en tres columnas y distribuidas en grupos a lo largo de estas, agrupadas en triadas en las columnas laterales, con cuatro en la columna central, así formamos 10 sefira, sin embargo hay una más pero esta no se representa.

De arriba hacia abajo, encontramos grupos de tres sefira ubicadas en las tres columnas del árbol. Solo una sefirot en la parte superior y solo una sefirot en la parte inferior. La sefirot superior representa el cielo y la sefirot inferior representa la tierra, la materia, lo manifestado. Y como es en el mundo, todo está entre cielo y tierra, entre acción y pensamiento, entre derecha e izquierda. En general, todo está incluido entre las sefira del “árbol de la vida”.


Pitágoras y sus seguidores, entendían el mundo en números, lo cual no es diferente de lo planteado en el “árbol de la vida”. Según los pitagóricos el uno era el número de la totalidad y por tanto generador de todos los demás, pues siendo el todo; en él se incluye el mundo y lo divino.

Siendo que del uno, nace el punto; y a su vez, de este parte el universo. Uno es el todo y lo mínimo también. Nada de esto acepta discusión. A partir del uno, el punto, si le anexamos otro punto, tendremos la posibilidad de una recta como una sucesión de puntos coliniales, es decir, sobre la misma dirección y sentido. Con la recta aparece la primera dimensión. Así, la combinación de rectas paralelas, nos ofrece la oportunidad de la obtención del plano y por tanto, de la segunda dimensión. Siendo este plano, así formado, una sucesión de líneas paralelas, o lo que es lo mismo, un conjunto de puntos dispuestos de forma particular. A partir del plano y tomando un punto fuera de este, podemos encontrar una línea que partiendo del punto externo corta al plano en un punto también. Por tanto, haciendo el ejercicio inicial pero ahora sobre la nueva recta obtenida tendremos, una diversidad de planos y si de esos, tomamos los planos paralelos al que se obtuvo inicialmente, tendremos así la tercera dimensión del mundo manifestado. Y todo ha sucedido a partir del uno, del punto, a partir de la unidad, a partir de un origen tan infinitamente pequeño, que ni siquiera tenía una dimensión, cuando se separa de todo el resto. Así la totalidad no es más que una suma de unidades que a su vez configuran todo lo manifestado, entonces el uno y el todo son lo mismo. De lo expuesto, podemos decir que, ese todo de este mundo puede ser la unidad de un mundo superior; con lo cual repitiendo el ejercicio, en el otro mundo, tendremos la totalidad del mundo superior, pero aun así todo partió del punto inicial, de la unidad primigenia, del origen infinitesimal, del uno. Así uno, todo y universo, son en esencia la misma cosa, pues uno no es más que sumas de los otros.


Lo expuesto no es más que el célebre principio de que “lo que es arriba es abajo”. Luego, lo complejo y lo simple son por tanto lo mismo, ya que realmente todo lo es. Ahora bien, esta idea es la que permite la comprensión del todo a través de la comprensión de la unidad, puesto que el todo está integrado por la unidad repetida infinitas veces. Por ello, los pitagóricos tenían por lema “todo es número”, como en efecto sucede.

En los últimos tiempos, la humanidad dejo de estudiar la unidad y se dedico a estudiar el todo, pero comprendió que estudiar el todo es complejo, pues supera nuestro alcance y por ello, pensó en describir el todo a través de estudio de las partes que lo conforman, idea que, a mi entender es equivocada, porque saltan a mi mente preguntas como ¿Cuántas partes tiene el todo?, ¿Es posible que, sin considerar todas y cada una de las partes, podamos describir el todo? La ciencia moderna dice que sí y con el devenir del tiempo comenzó a estudiar partes y clasificarlas. La ciencia quizá comenzó bien, comenzó parte por parte y las detallo, sin embargo, aun después de 1000 años, no tiene, a mi entender, la respuesta a la primera pregunta planteada, pero su excusa es que si aparece una parte nueva del todo, la estudiara cuando la determine, cuando la identifique y la clasifique. Cerca de mil años le han dado, a las ciencias, la habilidad de evadir la respuesta a la pregunta de ¿Cuántas partes tiene el todo? Así pues, las ciencias han determinado lo conocido en segmentos, solo parcialmente, pues siempre aparece un nuevo segmento para completar la descripción de alguna cosa y por tanto, nunca se define o se describe por completo el todo. Al no describir completamente el todo, las ciencias tampoco pueden describir la unidad, pues esta y el todo son la misma cosa, como vimos antes.


La gran diferencia entonces es que, puesto que el hombre es parte del todo, le es imposible la observación de este, desde su seno; se encuentra inmerso en él. Sin embargo, puesto que el punto primordial, el origen es el fundamento del todo, y por tanto fundamento de todo lo contenido en él, es fundamento también del hombre y de todo lo que lo integra. Por ello este es factible de observación por parte del hombre, pues se reconoce a sí mismo como contenedor de esa esencia común. De lo que se concluye entonces que, estudiando el microcosmos, entendemos el macrocosmos, lo cual guarda perfecta coherencia, en tanto que punto, mundo, microcosmos y macrocosmos son a su vez, unidad y todo al mismo tiempo.

El problema se ha resuelto entonces y se trata de encontrar ese punto primordial y definirlo, estudiarlo y comprenderlo, parafraseando a las ciencias. Hasta entonces y en el mismo instante, habremos comprendido el todo necesariamente, pues son la misma cosa.

Llamemos al punto primordial “origen”, y el problema se resume entonces a conocer el origen primordial y a comprenderlo. Habremos entonces, comprendido el todo. En lugar de acercarnos a este desde lo tangible, haciendo el esfuerzo supremo de describir todo lo tangible, para luego darnos cuenta que lo intangible también está incluido en el todo, dada la unidad, pues si así no fuera, estaríamos hablando de dos cosas y no de una; busquemos el origen en sí mismo. Claramente, en ese punto original, está incluido necesariamente lo tangible y lo intangible, ya que la condición de origen obliga a que contenga todas las partes del todo necesariamente.


La pregunta realmente crítica es pues, ¿Dónde está el origen? Un buen acercamiento a este origen se da desde el mundo de las ideas, el mundo teórico y así los cosmólogos definen el origen del universo desde una partícula que contenía todo lo que hoy es manifestado ante nosotros y lanza sus teorías de la gran expansión, los matemáticos definen el origen de todo lo manifestado como el punto, pues como vimos, de el parte toda la construcción de lo tangible. Pero ninguna de las ciencias nos habla de lo intangible, que aun cuando es aceptado que está allí, dado que las ciencias no disponen de un modo de percibirlo, describirlo y clasificarlo, se limitan solo a referirlo como una idea vaga.


Es posible, al hombre, describir lo manifestado a través de las ciencias, porque lo manifestado es, de hecho, materia capaz de impresionarnos, lo manifestado se percibe por los sentidos y por ello es susceptible de ser descrito. Sin embargo, aquello que no nos impresiona sensorialmente, pero nos afecta desde niveles diferentes, las ciencias lo llaman misterios, las religiones milagros, son hechos casuales, fortuitos o más vulgarmente “raros”, pues no pueden ser otra cosa a la vista de los que ven en el punto solo materia. Ver solo materia es sesgado y limitante, pues como dijimos al comienzo, si el punto o el origen es lo mismo que el todo, allí están incluidos lo tangible y lo intangible, pues es la única manera de que ese origen sea finalmente igual al todo.

Llegados a este punto, de seguro tenemos algunas ideas claras; a saber, que el origen y el todo son la misma cosa; que en el origen, así como en el todo, están contenidos lo tangible y lo intangible, pues necesario es que ambos tengan una fuente primordial; y quizá lo más duro de roer, es que si somos parte del todo, también somos parte del origen y este por tanto, está contenido en nosotros mismos. De lo anterior, es necesario concluir que buscar fuera de nosotros mismo ese origen es absurdo, pues solo percibimos de él, en todo caso, la parte tangible de este y como vimos, permanentemente haríamos una descripción de este, deficiente y escasa, limitada por nuestra propia capacidad de percepción.


Llegados aquí también, se debe estar intuyendo ya que, ese origen, es más fácil de determinar si buscamos en nosotros mismos, la parte de ese origen que nos integra con el todo. Queda así en mesa, la proposición de que el origen está en nuestro interior y lo que percibimos de ese origen fuera de nosotros no es más que una imagen de lo que ese origen es en realidad. Ahora de esto, entendemos que Sócrates haya dicho su famosa frase; “Conócete a ti mismo”, y es porque solo percibiendo, el origen que está contenido en nosotros, podemos haciendo una abstracción, visualizar el origen en su totalidad y no parcialmente, como lo percibimos cuando lo buscamos fuera de nosotros.

Ahora aparece en escena una importante apreciación. Todo, antes de ser cosa, fue idea, con lo cual podemos caer en la trampa de que la idea es el origen, sin embargo, y siendo más arriesgado, toda idea, antes de serlo fue intención y la intención no es más que expresión de la inquietud, algo que perturbo nuestra paz y nos hizo cavilar sobre un punto y con la cavilación, ese punto que fue inquietud, pasa a convertirse en idea, y si somos más testarudos y continuamos trabajando, con suerte la idea se hace cosa y se manifiesta. Parece entonces que el, tan buscado, origen está en la intención, está en la inquietud, lo cual se prueba asegurando que no hay cosa que no haya sido pensada antes y no hay pensamiento que no haya sido producto de ideas que a su vez fueron motivadas por inquietudes.

Si entendemos la definición de inquietud, como falta de quietud, sucedió entonces algo en el universo que produjo esa falta de quietud, un universo o un punto estático cambio su estado por alguna razón y se hizo inquieto, esta necesidad de cambio produjo la intensión, entendida esta como el propósito o voluntad de hacer algo y esta voluntad hizo necesaria una idea. Una idea que solventara el estado de cambio, lo que explica en el hombre la necesidad de hacer, la necesidad constante de generar ideas, producto de la búsqueda de la estabilidad perdida, ideas dirigidas a reencontrar al hombre con su estado inicial, con su estado original estático y no cambiante, lo cual es similar, por todo lo expuesto a el comportamiento mismo del universo, cuyo estado de constante cambio, claramente busca un punto de equilibrio perdido en algún momento del devenir de los tiempos.


Lamentablemente a este punto, la razón se queda corta, pues ya Kant en sus obras demuestra que la razón no es vía adecuada para describir a Dios. Este es un concepto que no pertenece a la ciencia natural (entendiendo ciencia natural como las ciencias de la razón). Kant asegura que existe, de hecho, una ciencia que si es capaz de describirlo, pero no por la vía de la razón y no es otra que la ciencia metafísica. Sin embargo, la gran pregunta es ¿Qué motivo la inquietud inicial? ¿Que hizo que ese cambio de lo estático a lo dinámico fuese tan poderoso que ha mantenido al todo en constante intención? ¿Cuánto poder se necesita para que la intención, que no es más que voluntad, constantemente genere las ideas que se materializan en cosas y que su más alto anhelo no es otro que volver al estado estático inicial?

Volvamos por un segundo al pensamiento pitagórico. El uno es el punto, el punto estático, sin dimensión, no puede ocupar un lugar en el espacio y por ser estático y sin movimiento, tampoco es afectado por el tiempo, vale decir, esta fuera del tiempo y del espacio. Sucedida la inquietud que genero la intención y con ella la idea, ese uno o punto paso de estático a dinámico y fue hasta entonces que aparece el antes y el después y con ello dos puntos, uno ubicado en el estado estático y otro en el momento dinámico, el uno y su espejo, lo que es y lo que fue, la dualidad, el dos con él la recta y con la recta la primera dimensión. Dada esencialmente por el estado inicial y el estado actual, que automáticamente inquieta. La proyección de esa recta generada por el punto y su imagen, por el punto y su par, da lugar al tercer punto, que implica el futuro, lo que será una excelente definición del tiempo, pues tenemos, lo que fue, lo que es y lo que será, así entre el uno y el tres se generan espacio y tiempo. Con el cuarto punto podemos implicar el cuatro, o lo que es lo mismo, que el dos (que antes fue un punto estático y uno dinámico), ahora formado por dos puntos dinámicos, generan el plano y con ello la segunda dimensión espacial. Entre 1 y 4 todo se ha consumado, pues el cuatro también es el numero de los cuatro elementos de la materia, luego no extraña que 1+2+3+4=10 o lo que es lo mismo que la vuelta al comienzo, pero en un plano diferente y la conexión entre este nuevo plano y el primigenio genera el espacio de tres dimensiones.

Revisemos el árbol de la vida, que partiendo ahora de Keter, o la sefirot mas alta, en su emanación inicial, contiene y es contenida por Binah y Chokma, vale decir el dos o la dualidad, la una enfrenta a la otra, la una espejo de la otra y junto a Keter la trinidad, propia de la divinidad, separada del resto pero como emanación o consecuencia de estas, las siguientes cuatro sefira, dos por cada columna, emanadas de el extremo de la columna misma, ocupada ya sea por Binah o por Chokma. Son entonces emanadas Geburah y Hod desde Binah y Chesed y Netzach desde Chokmah, configuran el cuatro, los elementos del mundo, que mediante la belleza, que con la fuerza del fundamento se ligan para emanar la intención de la materia, misma que está representada por Malkuth, llamada también el reino, el mundo de la manifestación.


En ambos casos, ha sido la geometría la que intervino para ordenar y crear, lo que en un principio fue inquietud y luego intención, ahora se ordena en forma de idea y esta a su vez ordena la materia para crear la cosa, para hacerse presente en el mundo físico. Lo que comenzó en el mundo metafísico, ahora se plasma en el mundo físico.

Ya sea inquietud en el mundo de la divinidad o inquietud en el mundo manifestado, ambos tienen su dualidad o su inquietud en el mundo físico y por tanto su idea y su manifestación de igual forma en correspondencia con el principio de que lo que es arriba es abajo. Así, unidad, dualidad, ternario y cuaternario, tienen su correspondencia en lo diverso y por tanto en el todo, tal como se mantienen contenidos en la unidad, en el punto estático, porque de el emanan.

Origen y Universo son uno. El árbol de la vida, entre otras cosas, es una explicación de cómo se produce el proceso de creación y es aplicable a todo en el Universo, pues todo ha sido creado en algún momento. El proceso de creación se inicia en un cambio, que se produce con el paso de un estado estático a un estado dinámico, por lo que necesariamente hay que concluir que todo lo creado es dinámico y está en constante cambio. Lo que aún pertenece al mundo no manifestado, no ha sido creado y por tanto es estático, con lo cual está en espera de ser inquietado, para comenzar el proceso dinámico que lo crea. Lo anterior también implica que el proceso de creación es constante y no se ha detenido desde que comenzó, ello explica la continua intervención divina en todas las cosas que integran el todo, pues es desde el origen primigenio, desde donde manan los procesos que inquietan las cosas para que sigan el proceso de cambio. Así, uno, origen, Keter, y divinidad son una misma emanación original y primigenia, del mundo no manifestado y puede decirse que su manifestación no puede tener forma explícita en el mundo manifestado, a menos que sea una representación humana con el objeto de poder ser explicada.

La terrible paradoja es que el universo entero es cíclico, todo se repite una y otra vez, desde el principio de los tiempos y hasta su final, todo lo que existe en el universo esta transitando un ciclo, de alguna forma. Lo cual dice también que si tuvo un inicio, necesariamente tiene un final que completa el ciclo y así todo Keter es un Malkth y viceversa, por tanto, es lógico pensar que lo que es hoy dinámico, mañana volverá a ser estático, al completar su ciclo. Así pues, dado que el todo partió originalmente del uno, del punto primigenio, necesariamente volverá a este en algún momento. Así llama el hombre al ciclo del sol año, al ciclo de la luna mes, al ciclo de del giro terrestre día y al ciclo del hombre vida; por lo cual, el hombre es un visitante del mundo manifestado, su estadía en él es una visita limitada, y tiene fecha de termino. Su periodo dinámico transcurre junto a todo lo demás del mundo manifestado y terminara el día en que regrese a su estado estático, su estado inicial.

http://masoneriaysimbolismo.blogspot.pe/2012/04/el-uno-y-el-todo.html

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