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martes, 17 de julio de 2012

HIRAM ABIF Y EL MAESTRO SECRETO ( IV )

HIRAM ABIF Y EL MAESTRO SECRETO ( IV )
Escribe: Herbert Oré Belsuzarri.

Por esta razón, para la transmutación se exige una mínima cantidad de piedra filosofal o polvo de proyección, resultado de un sabio y profundo discernimiento: La Piedra Filosofal es la que valoriza la semilla interior y le da el poder de germinar, como mística levadura que hace fermentar y levanta la masa, haciendo aparecer exteriormente su Vida Elevada.


Aquí se nos muestra otro sentido de la Leyenda de Hiram, que puede aplicarse tanto a las transmutaciones metálicas como a la íntima sublimación del hombre: siempre es la Vida Superior latente –muerta o dormida- que tiene que ser encontrada, reconocida y vivificada por medio de la Palabra que produce el milagro de la resurrección. En el simbolismo de este grado, dicha vida se halla concentrada en el corazón –habiéndose vuelto cenizas la forma ilusoria- y este corazón embalsamado (con las esencias santificantes de la Eternidad) tiene que trasladarse por encima del Ara o Piedra Cúbica, para que la transmita.

La atención se concentra en la esencia interior de las cosas, se descubren los tesoros escondidos u ocultos en ellos, como el mismo Hiram en su tumba, y adquirimos el mágico poder de manifestarlos por medio de la Palabra o Verbo interior, reconocimiento y afirmación que constituye el principio de la realización.

Hay que buscar en toda cosa el punto de origen y la realidad central causativa, fijar sobre ésta la punta del compás de la Comprensión, con la seguridad de que el otro extremo del compás producirá por sí mismo una adecuada manifestación exterior, en el círculo de la existencia en el cual se mueve. Pero, si en vez de fijar esta punta sobre el centro, la fijamos sobre la periferia, no debemos sorprendernos si nos extraviamos y las cosas que deseamos se alejan de nuestro propio círculo.


Por esta razón, para la transmutación se exige una mínima cantidad de piedra filosofal o polvo de proyección, resultado de un sabio y profundo discernimiento: La Piedra Filosofal es la que valoriza la semilla interior y le da el poder de germinar, como mística levadura que hace fermentar y levanta la masa, haciendo aparecer exteriormente su Vida Elevada.


Aquí se nos muestra otro sentido de la Leyenda de Hiram, que puede aplicarse tanto a las transmutaciones metálicas como a la íntima sublimación del hombre: siempre es la Vida Superior latente –muerta o dormida- que tiene que ser encontrada, reconocida y vivificada por medio de la Palabra que produce el milagro de la resurrección. En el simbolismo de este grado, dicha vida se halla concentrada en el corazón –habiéndose vuelto cenizas la forma ilusoria- y este corazón embalsamado (con las esencias santificantes de la Eternidad) tiene que trasladarse por encima del Ara o Piedra Cúbica, para que la transmita.

La atención se concentra en la esencia interior de las cosas, se descubren los tesoros escondidos u ocultos en ellos, como el mismo Hiram en su tumba, y adquirimos el mágico poder de manifestarlos por medio de la Palabra o Verbo interior, reconocimiento y afirmación que constituye el principio de la realización.

Hay que buscar en toda cosa el punto de origen y la realidad central causativa, fijar sobre ésta la punta del compás de la Comprensión, con la seguridad de que el otro extremo del compás producirá por sí mismo una adecuada manifestación exterior, en el círculo de la existencia en el cual se mueve. Pero, si en vez de fijar esta punta sobre el centro, la fijamos sobre la periferia, no debemos sorprendernos si nos extraviamos y las cosas que deseamos se alejan de nuestro propio círculo.


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