Otro grupo de argumentos es, que la
masonería también posee ceremonias solemnes, para las grandes ocasiones de la
vida, seguidas por prácticas litúrgicas.
Estas son tres: la ocasión de nacer, de
formar familia y de morir. Cada religión reserva un ramillete de lo más bello
de sus ceremonias para comunicar en estos momentos. Una lo denomina ritos, otra
magia y la Iglesia con todo derecho los llama sacramentos. El hecho con que la
masonería también pide la palabra para estas tres ocasiones fundamentales de la
vida, demuestra su concepto de sí misma, porque ni a la Real Academia Española,
ni tampoco al Círculo de Prensa jamás se les va a ocurrir lo mismo.
Lowton es el nombre del hijo de un masón
que ha sido adoptado por una Logia. Esta adopción acontece en medio de un rito
simbólico de significado profundo, que los masones conciben como un equivalente
del bautismo.
Mucho más interesante es el Reconocimiento
Conyugal, que denominan impropiamente de Matrimonio Masónico. La belleza de su
liturgia y su riqueza sólo es superada con la de la iglesia ortodoxa. No lo voy
a describir, porque cualquiera puede presenciarlo, ya que se efectúa en
"Tenida Blanca". Citaré sólo una frase de la introducción del
Venerable: "El espíritu de unión, de amor y de paz, que emana de nuestra
Institución y de nuestros trabajos, puede contribuir mucho a mantener en la concordia
la indisolubilidad del matrimonio". No hace mucho, estuve presente en un acto
de reconocimiento conyugal y observé todos los detalles del acto solemne: decoración
floral, un pequeño altar, el colocar de las alianzas en los dedos y cuando el
Venerable extendió sus brazos encima de la cabeza de los jóvenes, consagrando el
acto de ratificación del matrimonio, tuve la impresión de que no existe
dialéctica que pudiera restarle su carácter sacerdotal y la Institución en cuyo
nombre esto se efectúa, tiene que ser una de las tantas religiones.
La tercera gran ocasión de la vida es,
cuando se sale de ella. Los masones dicen que se fue al Eterno Oriente.
Al oírlo por primera vez, confieso que
me sonó algo peculiar, y lo tomé con cierta reserva; me pareció un legado de
los libros de Carlos May donde los indios al morir van al Eterno Coto de Caza.
Traté de desligarme de los pre juicios y de la idea afincada en mí por mi
educación, según la cual después de la muerte, se sube al cielo; para ser justo
en mi apreciación llegué a juzgar que el Eterno Oriente es una expresión simbólicamente
indicada; puesto que no subimos al cielo ni vamos al Oriente después de la
muerte, porque el Más Allá está fuera de la forma, del espacio y del tiempo;
pero para indicar una dirección, Oriente expresa el nacimiento de la luz y éste
puede significar la nueva vida.
Una vez al año los masones recuerdan sus
muertos en medio de ceremonias funerales. Con estas ocasiones todos dan vuelta
sus mandiles que están forrados por atrás de negro y guardan una pequeña
calavera aplicada de paño blanco; se coloca en el medio del templo un catafalco
con un modesto ataúd negro, del mismo modo como en las misas de exequias y lo
rodean don velas y adornos de flores. Esta recordación de los muertos, aunque
está vestida de negro, se denomina Tenida Blanca, porque está libre a la
participación de profanos. Por lo general, la frecuentan muchos de los
parientes y amigos de los masones. Los visitantes son recibidos por el Maestro
de Ceremonias en la entrada del Templo Grande, quién los conduce a sus lugares.
La ceremonia comienza con la entrada de las autoridades de la Gran Logia,
igual, como cuando un obispo hace su entrada con su cortejo solemne, sólo que
éste último con su cola, báculo pastoral, ínfula, etc., es más majestuoso. Pero
aquí entre los masones tampoco faltan los anchos collares de oro, que ostentan
las autoridades de la Gran Logia y la actitud solemne. No voy a describir la
ceremonia con detalles, porque cualquiera puede presenciarla: se efectúa en
medio de los diálogos usuales entre los cuales, en un momento preciso el primer
Vigilante se acerca al ataúd y, lo golpea tres veces con el mallete y a la
pregunta del Gran Maestro, si recibió respuesta del Hermano, contesta que no,
ya que éste se fue hacia el Eterno Oriente. Todas las veces que participé de
estas recordaciones, me puse a observar al público, que en todos los casos
demostró: emoción, devoción y profundo silencio. Más de una vez, recordé en
esos momentos las afirmaciones, del Cardenal Caro, de las ceremonias masónicas:
"Lo grotesco en lo solemne" y me pregunté: ¿Con qué derecho se puede
burlar de una ceremonia simplemente porque ésta es efectuada por otros? Todas
las ceremonias del mundo son grotescas al mismo tiempo que solemnes, de acuerdo
a la predisposición de ánimo con que se participe de ellas. Sería más
instructivo sacar en conclusión de esta ceremonia, que la institución, que la
adhiere a su programa, cree en la inmortalidad del alma.
Cualquiera que fuera guiado por
intenciones maléficas; no podría acaso burlarse de las ceremonias de la
religión católica para ridiculizarlas? Y sería el mismo error el que se comete
contra los masones. Después de la encíclica Pacem in Terris esta conducta la
pueden seguir únicamente aquéllos, para quienes la palabra de Roma es vana o un
simple camuflage.
La conclusión en cambio está en pie: he
aquí que la masonería puede ser considerada como religión, porque dispone de
una liturgia desarrollada. Este hecho se colma con la norma según la cual el
Venerable con el motivo de su instalación promete en su juramento, guardar las
"dogmas masónicas". Las dogmas son siempre base de las religiones.
Entre las demás ceremonias masónicas
está el año litúrgico con sus fiestas como por ejemplo los días del solsticio y
el jueves de la semana santa, cuando se hace la cena mística de los del grado
18.
Pese a todos los argumentos enumerados,
mi opinión responsable y sentada es, que la masonería no es religión. Con la
ayuda de mis estudios de teología y filosofía, analicé para mí todos los
detalles de esta cuestión, Para poder hablar de religión, deben haber presentes
tres factores sin que falte ninguno de ellos: primero un sistema de dogmas
sobre Dios y sobre su criatura dependiente de Él y quien tiende retornar hacia
Él; segundo: un sistema de normas morales; tercero: un culto organizado que
reconoce el poder Supremo de Dios y la dependencia de Él. (Tanquerey: Brevior
Sinopsis Theologiae Dogmaticae, pág. 11). Ya la primera condición falta en toda
la masonería: no tienen ningún sistema de dogmas. He investigado los
reglamentos masónicos, todo el sistema de sus reglas, todos los textos de su
liturgia y exceptuando el juramento del Venerable, no he encontrado ni un
punto, que hablara de un sistema dogmático. La palabra dogma en el texto señalado
según mi convicción, debe ser por un error, puesto que el que lo redactó no ha
previsto las consecuencias del grave significado de esta palabra, que puede tener
relación únicamente con los principios masónicos y en ningún modo puede ser empleada
sin un sistema dogmático existente. Si a toda costa quisiéramos hablar de
dogmas, la masonería reconoce uno solo: la libertad y la tolerancia y esto es demasiado
poco como base de una religión. La segunda razón perentoria es, que la masonería
no posee sacerdotes dedicados al ejercicio de un culto, cosa que es parte
esencial de una religión. Los protestantes niegan al sacerdocio como sacramento
fundado por Cristo, pero en la práctica no pudieron menos que adoptar el
sistema e instruir en escuelas superiores de teología a sus pastores. Y si aquí
o allá, los masones ejercieron alguna actividad similar a la de un sacerdote, a
ésa jamás la traducen en una transmisión de la gracia divina. No debemos
olvidar que la masonería en todo tiempo negaba rotundamente que fuera una
religión, y a mi entender, nadie sabe mejor que ella misma lo que quiere ser, y
los fines que persigue.
Aunque posee un sistema de moral
definido, éste no es suficiente para integrar una religión, del mismo modo,
como las instituciones educacionales profanas también tienen su sistema de
moral, sin embargo a nadie se l e ocurre que por eso la denominaran como
religión.
A lo que respecta a las prácticas de su
liturgia, está lejos de imputarles fuerza sobrenatural alguna, cosa que es
elemento indispensable en la liturgia de todas las religiones; pues bien, si
falta el elemento indispensable, queda el simple simbolismo que es propiedad
eterna del hombre. Es tan eternamente humana que las religiones mismas también
lo adoptaron de la misma fuente para sus fines. Y si bien tienen el mismo
origen en la aplicación, difieren por su naturaleza.
Las liturgias masónicas no son más que
interpretaciones de la psicología humana.
Sus ritos parecidos a las prácticas
religiosas se sostienen, no para ejercer una religión, sino porque éstos
encierran una fuerza eterna para enlazar a los hombres, motivo por el cual
también las mismas religiones los adoptaron. Hasta el yudo posee ciertos ritos,
sin dejar de mencionar a los clubes universitarios. Yo mismo he experimentado
en distintas oportunidades en Alemania cuan rica en símbolos es la vida universitaria.
La Masonería recibió la mayoría de sus ritos como legado de las asociaciones de
cofradía de los masones operativos y éstas como todas de esa época estaban
llenas de los más diversos símbolos y de prácticas de sucesos simbólicos. Éstos
fortalecieron en parte la unión entre ellos, y, por otra parte, sirvieron fines
profanos para una defensa lógica y permitida frente a los intrusos, quienes sin
autorización alguna, querían penetrar en los secretos del oficio. El conocimiento
de algunos ritos y su práctica, fue adoptado a fin de mantener una estricta
disciplina interior. Los oficiales de cofradías deambulaban a través de los distintos
países a fin de ampliar sus conocimientos sobre el oficio, para probar su calidad
de operarios instruidos, tuvieron que conectarse hábilmente a través de estos
ritos. Después de que se incorporaron en las obras y llegaba el día de pago, la
suma de los salarios dependía de los grados que ostentaba cada uno. Como en ese
tiempo carecían de lista de salarios, el obrero le dijo al oído al pagador la
palabra secreta, o sea la que determinaba su grado o instrucción, y la cantidad
de dinero correspondiente. Este fue el origen de la "palabra de paso"
que vive hasta hoy en la masonería y su ejercicio pertenece a su liturgia. Un
ejemplo es, cuando se cierra una tenida, el Venerable, pregunta: ¿Cuál es el
segundo deber del segundo Vigilante? Cuidar que cada obrero reciba su salario.
Vistas a través de su evolución
histórica, las liturgias masónicas pierden inmediatamente su significado
religioso y se apreciará la fuerza educativa que encierran. Descubren alguna
enseñanza ante el hombre, sin querer instituir vínculo alguno entre Dios y el
hombre, base esencial para una religión. Un factor primordial para la liturgia
religiosa es el reconocimiento, por parte de la misma del supremo poder de Dios
y de la dependencia de él. Como la liturgia masónica no hace mención de este
factor, no puede tener carácter religioso.
El conjunto de esas pequeñas reglas, que
en su totalidad p arecen fortalecer la presunción de que estamos ante una
religión, se dispersan una vez que nos ponemos a juzgar sin prejuicio. El hecho
de que no se pueda colgar cuadros en sus "templos", no prueba nada,
ya que con ese criterio las salas de los tribunales serían también templos,
puesto que no se puede colgar en ellas por ejemplo, una linda reproducción del
cuadro "Silenio ebrio" de Rubens. En los salones de conferencias por
regla general está prohibido fumar, como también el silencio exige respeto, sin
que esto despierte devoción religiosa alguna. La apelación con insistencia al
Gran Arquitecto del Universo tampoco significa que la Institución se deba
convertir en secta alguna, sino el simple reflejo de su fe en Dios, que cree
estimar al recordarlo a menudo. Pero deja liberado el ejercicio religioso de
esta estima, a la convicción o libre albedrío de cada uno; más aún, espera de
sus miembros que pertenezcan a alguna religión. Este hecho en sí es argumento
completo de que no se considera capacitado para desempeñar exigencias
religiosas, aunque ante la observación superficial impresione lo contrario. El
único gesto sacerdotal en toda la liturgia, es el brazo extendido en pos de
bendición del Venerable, con motivo del Reconocimiento Conyugal a lo que se
puede alegar, que un gesto es muy poco para hacer una religión; además, en
todos los actos consagratorios y juratorios juega papel importante la espada
extendida encima de las cabezas que es una remembranza de los tiempos de
caballería. Huelga decir, que este gesto típico, quedaría de pésimo gusto en el
caso del Reconocimiento Conyugal, don de sobre las cabezas de la pareja nueva,
en vez de la espada, en este único caso, el Venerable extiende sus brazos.
Para terminar, debo añadir que jamás ni
por un segundo me he sentido como miembro de una nueva confesión. A la
afirmación de un hermano entusiasta, al querer persuadirme que la Logia era un
templo verdadero, yo le respondí, que entonces la masonería es una religión y
en caso que esto fuera cierto, me vería obligado a abandonar la Institución.
DR TÖHÖ TÖM NAGY, JESUITAS Y
MASONES, Buenos Aires 1963, Págs. 212-2189
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