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viernes, 28 de abril de 2017

PEREGRINAJE E INICIACIÓN

PEREGRINAJE E INICIACIÓN


El proceso iniciático verdadero, que puede tardar varios años o alcanzar solo un cierto nivel, o no producirse nunca, es el tema central y más misterioso de todo esoterismo. Y ello por la simple razón de que sólo lo conocen quienes lo han experimentado verdaderamente (1).

La iniciación es una realidad inherente al conocimiento de lo Sagrado y se halla presente en todos los pueblos y culturas a lo largo de la cinta del tiempo; siempre está relacionada con la muerte y el renacimiento.

¿En qué consiste el conocimiento iniciático? Nos ha sido transmitido, hemos bebido del cáliz de la Tradición Hermética y hemos aceptado su danza (recibir, aceptar y devolver), a la que queremos ritmarnos con humildad veraz. Se trata de una danza eterna, que el hombre reconoce en sí y que toma formas diversas, de acuerdo con cada etapa histórica, pues la multiplicidad es reflejo de la unidad del cosmos, de la harmonia mundi, también la música de las esferas según Pitágoras. A esta danza se han sumado toda una cadena de sabios, aedos, sacerdotes, chamanes, etc., hombres y mujeres de todos los tiempos (2) , conformando la historia de las civilizaciones que nos precedieron; nos une a ellos la búsqueda sincera de la Verdad. No es tarea fácil, pues nos hallamos, como la doctrina de los ciclos cósmicos enuncia, al final del período de un gran ciclo de la humanidad. Esto significa luchar con ahínco para transformar la fuerza disolutiva predominante (Tamas para la tradición Hindú) en un aliado (3); y del mismo modo que el amor de Isis le impulsa a recoger los fragmentos de Osiris, se trata de reconstruir en uno mismo, en lo más hondo de su corazón (Athanor), el acto creacional mismo: la autogeneración, el Misterio de la cosmogonía representado en el alma a través de las transformaciones alquímicas a que se ve sometido el adepto, siempre abierto a las influencias celestes. 

La Alquimia tiene aquí un papel esencial, pues es esa disciplina de la Tradición Hermética que discurre por sendas simbólicas que combinan con la Astrología y la Aritmosofía, mostrando la analogía entre Macrocosmos y Microcosmos. Porque el cosmos es uno, porque la conciencia de la unidad del Ser Universal es la meta de toda conciencia individual que, aguijoneada por la medicina (4) inoculada por la Ciencia Sagrada, hace de su entrega al conocimiento en espíritu, alma y cuerpo su razón de ser. Siempre en búsqueda de ese Deus Absconditus, tan eternamente presente como ausente. Por eso, en la última obra de teatro que nuestro Maestro dejó escrita, se dice, a propósito de la búsqueda iniciática y la Historia Sagrada:

La Historia es una proyección del Sí Mismo y existe en el corazón del iniciado. En ese corazón en el que no hay ni antes ni después (5).

Por tanto, hacer historia es, también, hacer memoria (6). Así, del latín initium, que significa entrada, ingreso o arribo, deriva el término iniciación; es decir, la acción de iniciar, de dar comienzo a algo. Un proceso que puede describirse en tres aspectos o cualidades del tiempo narrativo: ab initio, in medias res, et in extremis. Así, ab initio nos interroga por el proceso “desde el principio”; es el acto de remontarse a las causas que están en el origen de toda manifestación, aquello que permanece más allá del tiempo y el espacio que encuadra la existencia pasada, presente y futura; alude, pues, a la búsqueda de los primeros principios y constituye el núcleo de la enseñanza Metafísica (7) que debe ser vivenciada en el interior del corazón de cada adepto, y que pretende rememorar en el hombre el “sentido de eternidad”. In medias res o, lo que es lo mismo, “en medio del proceso o de la cosa”, nos sugiere el laberinto que el peregrino debe recorrer, y del que también podríamos decir representa los vericuetos y peligros del camino, y cuyo objetivo no es otro que la perenne búsqueda de la Verdad. Finalmente, in extremis quiere explicitar que ciertamente la narración comienza por el final, en sus postrimerías, y esto último alude a los nacidos en esta fase final del Kali Yuga, que viven –vivimos– en un medio del cual hay que salir a contracorriente. A contrapelo, tal es la labor del iniciado en los Misterios: in extremis del presente ciclo de humanidad (8).

Ahora bien, una vez aceptado, el camino iniciático ha de ser recorrido; es más, el iniciado debe reactualizar su entrega al servicio de “la voluntad del Cielo” constantemente: del mismo modo que la creación está permanentemente haciéndose, el iniciado realiza sus trabajos usando el símbolo como herramienta, siendo el cosmos entero el símbolo de la creación universal. Un rito permanente que en el silencio y la soledad aviva las capas más profundas del alma:

En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía, sino la que en el corazón ardía (9).

Un rito iniciático que debe despojarse de la piedad religiosa: no se trata de una plegaria, por no contener petición alguna, más bien diríamos que se trata de una invocación silenciosa, sin intermediarios entre el hombre y el Creador, buscando la comunicación directa con el Principio supremo, y que los indios de América del Norte designaban como “Gran Misterio”. El trabajo iniciático es un trabajo para ser ejecutado en la soledad y por solitarios.

…he de creer a Platón cuando asegura que entre los Dioses y los hombres existen ciertos poderes divinos, que les sirven de intermediarios, por su naturaleza y por el lugar que ocupan, y que tales poderes rigen todas las manifestaciones de la adivinación y los milagros realizados por los magos. (Apuleyo, Apología 43, 2).

Los arcanos mayores del Tarot (10) –esa baraja de naipes cuyos orígenes permanecen desconocidos– son un auténtico vehículo simbólico. Por eso nos serviremos de ellos para trazar unas pinceladas en torno a la iniciación hermética, tema con el que comienza la singladura de LETRA VIVA. Una vez más recurriremos al número 3 para señalar la unidad implícita que lo manifiesta; así, escogemos tres arcanos que nos permitirán aludir a diferentes aspectos de este proceso denominado iniciación, cuyo propósito es guardar la Tradición Viva (11); pues los herméticos escuchan y se ritman a los latidos del corazón de la vida espiritual de la humanidad.


Comencemos por El Mago, símbolo del iniciado en los Misterios y portador de la unidad en sí mismo, tal como lo indica este arcano primero, al que corresponde el número 1. Sobre su cabeza reposa un sombrero cuya figura en ocho apaisado rememora el movimiento continuo con el que se manifiesta todo en el cosmos. Es pues el Mago un puente entre el Ser y su Principio, el No Ser, entre lo no manifestado –que nunca podrá serlo por su propia naturaleza supracósmica– y la manifestación, que emerge a partir de un punto afirmado en el seno del infinito, sabiendo que no hay dualidad entre el Ser y el No Ser, y que además sólo puede haber un infinito, pues:

… el infinito es necesariamente “uno”, porque dos Infinitos que no fueran idénticos se excluirían el uno al otro; resultando de esto que no hay más que un Principio único de todas las cosas, y este Principio es lo Perfecto, pues el Infinito sólo puede ser tal si es lo Perfecto (12).

También observamos que este Mago “juega” con los principios y elementos de la manifestación: los tres principios de la Alquimia (azufre, mercurio y sal) y los cuatro elementos de la materia (fuego, aire, agua y tierra). Y lo hace con una actitud que podríamos designar como sin esfuerzo: sostiene una varilla en una mano y una bola o moneda amarilla en la otra; todo con la apariencia de espontaneidad, como si fuera un juego fácil y no un trabajo arduo, sin seguir con su vista el movimiento de sus manos. Una verdadera concentración (13) en la luz del amor y la paz del desapego. Vemos, pues, que este símbolo del Hombre Verdadero transforma el trabajo en juego gracias al silencio que ha imprimido en su alma y que le permite el contacto con el cielo, o sea, con el mundo espiritual:

El viento sopla donde quiere, y oyes su voz; mas no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu. (Juan III, 8).

Tratase también de un segundo nacimiento al que alude toda iniciación y que conlleva la muerte del hombre viejo; la muerte, como veremos enseguida, se convierte en pieza clave del proceso iniciático. 

Un apunte más sobre este arcano. Puesto que se trata de un intermediario entre el cielo y la tierra, se encuentra implícito en la actitud de El Mago aquello que la Tabla Esmeralda proclama, y que es la base de la analogía (14):

Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo, para realizar los milagros de la unidad. 

Tenemos pues, al iniciado que tras una muerte simbólica debe peregrinar. Ahora nos serviremos de un naipe bien especial, pues no tiene número asignado: El Loco. La iniciación es una elección libre, y como tal, a esa decisión le correspondería el naipe del enamorado, quien tocado por la flecha del espíritu debe elegir entre un amor terrenal y otro celestial, entre lo pasional y lo espiritual. Pero la decisión ya ha sido tomada y el camino debe ser emprendido. Así que el Loco muestra el camino y sus avatares, pero sobre todo sus peligros y adversarios, como por ejemplo la necedad. Es también un arcano del Amor y la Fe, pues vestido como los bufones de las cortes medievales, hace el recorrido de modo quijotesco, debiendo soportar el hazmerreír de muchos contemporáneos suyos; una realidad histórica que muchos iniciados han debido padecer a ojos de auténticos ignorantes. Una locura de amor que arrostra dos fuerzas: la simbolizada por el perro mordisqueando sus pantalones (el medio que no cesa de intentar impedir que se haga el camino), a quien no presta demasiada atención, y la derivada de su propia locura por creerse sabio, pues como dice Platón "la locura es una disposición que impide captar la verdad" (15). Y también:

¡Nadie se engañe! Si alguno entre vosotros se cree sabio según este mundo, hágase necio, para llegar a ser sabio; pues la sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios. (I Corintios III, 18-19).

El refranero castellano tiene asimismo alguna que otra aportación interesante al respecto: "dime de qué presumes y te diré de qué careces".

Sabiendo que:

Lamentablemente se confunde a la humildad con la tontera. El humilde sabe que no tiene nada. El tonto quiere quedarse con lo que nunca tuvo. Dos actitudes mentales completamente diferentes. El segundo se resigna, lo hace a su pesar y con odio; el primero acepta y participa de la Obra con amor. Advirtamos otra clara diferencia: la unidad se desdobla produciendo el binario y nunca el binario podría ser el origen de la unidad. En esos pequeños detalles, al parecer molestos, e inatendibles, nos hemos derrochado toda una civilización. Sólo un mundo ignorante puede imaginar que el átomo de los griegos, es decir, el concepto de lo irreductible, pueda ser reducido. Se supone que enfatizando estas calumnias ante la opinión pública, lo irreductible deja de ser tal, o desaparece. Si decimos: que lo reductible es lo irreductible, que la uniformidad es la unidad, que la substancia es la esencia, que existir es ser, que la personalidad o la individualidad es el Yo, que la humanidad es lo divino, que lo cósmico es el infinito, que lo espiritual es material, que lo más bajo es lo más alto, que lo grande y múltiple es lo valioso, que nuestras miserias son importantísimas, no diremos sino lo que dice el amo invertido de este mundo (16).

El arcano de La Muerte nos pone ante una cuestión esencial y crucial de la iniciación hermética: el adepto experimenta en sí continuos procesos de muerte y nacimiento. 

Análogo a la muerte son el olvido y el sueño, pues son manifestaciones desigualmente intensas de un único principio o fuerza que arrastra todo fenómeno a su desaparición, en diferente grado y al nivel que fuere. Uno se olvida de sí mismo al dormirse y vuelve a acordarse de sí mismo al despertar. Es el mecanismo del olvido el que funciona cuando muere, y el del recuerdo cuando se nace. 

La Trimurti hindú, con sus tres deidades principales, Brahmâ (creador), Vishnú (conservador) y Shiva (destructor o transformador), sintetiza y engloba el proceso cosmogónico que se plasma en el universo y se reproduce en todas las cosas una vez han sido manifestadas, pues todo lo creado pasa necesariamente por esa transformación.

Hay, pues, en esta labor dolores proporcionales a los apegos, posesiones y determinaciones psíquicas que actúan movidos por las pasiones bajas del alma; el adepto debe irse desprendiendo de todas esas capas, cortezas o simplemente deshechos de la psique (residuos psíquicos), también de acuerdo con ciclos y ritmos; el Rito interior se hace indispensable. No existe, por tanto, el llamado “confort espiritual” que tanto se proclama en esta nuestra sociedad consumista a través de diferentes modas del hipermercado espiritual, propio de este fin de ciclo, y que nada tiene que ver con lo sagrado y su hacer: de ahí el término sacrificio entendido como “hacer sacro”, cuyo propósito es vivir inmerso en lo sagrado. Estamos hablando de una realidad que siempre “es”, pero que debe ser desvelada. El iniciado, mediante sus trabajos de concentración, meditación u oración intenta ritmarse con el corazón del mundo, viajando por los diferentes estados del Ser Universal, los de abajo y los de arriba, si así pudiera expresarse; es, en cierta medida, un guardián de ese corazón que transmite la vida por doquier, con generosidad y rigor. El cosmos es, pues, un ser vivo; mejor, es la manifestación del Ser Universal, que emerge de un punto inextenso en el insondable abismo del infinito que es el No Ser; la identidad de ambos es el Misterio.

El Demiurgo del universo por tanto, con mucha mayor prioridad, imprime estos símbolos en las almas, gracias a los cuales pueden ser capaces de morar en sí mismas, y de nuevo volverse a los orígenes de su ser. A través del símbolo de la unidad les confirió la estabilidad; a través del intelecto, les ha dado a conocer el poder de la 
metanoia (17).

En síntesis:

La aventura del Conocimiento se describe muchas veces como un viaje o peregrinaje. "Un viaje de mil millas comienza ante tus pies". Esencialmente, el peregrinaje se relaciona con la búsqueda del Centro del Mundo, donde se establece la comunicación interna con los estados superiores de uno mismo. Se trata de alcanzar la Patria Celeste, que es la verdadera morada del hombre, pues, como mencionan diversas tradiciones, el hombre es un extranjero en esta tierra. La palabra "peregrino" no quiere decir sino eso: extranjero. "Vosotros no sois de este mundo". Así, desde que intuimos que no somos de "aquí", la vida misma, con sus avatares, sus luchas, sus pasiones, luces y sombras, se convierte en un símbolo ejemplar de esa búsqueda interior. A partir de ese momento cualquier acontecimiento o suceso revelará siempre algo, se tornará significativo y simbólico. Más concretamente, las denominadas peregrinaciones a los lugares santos o sagrados, se consideran como las etapas del proceso iniciático, vinculado a la idea de laberinto y de "perderse para encontrarse".

También las pruebas simbólicas de la Iniciación se denominan "viajes", en las cuales, además de la influencia espiritual que transmiten, se psico-dramatizan ritualmente las inhibiciones y tendencias negativas del ego, agotándolas al emerger al exterior. A pesar de sus múltiples dificultades, el peregrino, en su viaje interno y externo, recorre un camino arquetípico, en donde el símbolo es vivido (ritualizado) y se le revela con toda la potencia de su energía ordenadora permitiéndole conocer simultáneamente la realidad de un tiempo mítico, en el que lo prodigioso se hace coetáneo con la realidad horizontal.

Todo se da en la "rueda de la vida", espejo y receptáculo de las energías del cosmos, las que el peregrino, en efecto, ha de reconocer en sí mismo para llegar al centro o corazón inmóvil de la rueda, allí donde se produce la identificación con lo Universal y el retorno a su verdadero origen (18).

Notas
1 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Iniciación”. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. 
2 Cadena Áurea. 
3 Aprovechando la magnitud actual de las fuerzas disolutivas. Ver también la figura del “aliado” en el chamanismo Tolteca en la obra de Carlos Castaneda. Y también la estrategia de las Artes Marciales, que aprovechan la fuerza del adversario.
4 Dice Paracelso, a propósito de lo que denomina “ens veneni”, que el veneno está en la dosis. El hombre es, para Paracelso, un extracto completo de toda la machina mundi, por eso fundamentó toda su “ciencia médica” en la influencia astral, lo que denominó Ens Astrorum y que representa la estructura histórica y cosmológica que gobierna y sostiene a los seres humanos en su entorno y con su historia: el curso del cielo en nosotros.
5 Federico González Frías, Rapsodia. Obra en tres cuadros. Symbolos, Barcelona, 2015.
6 También leemos, al respecto del término historia: La palabra historia quiere decir ‘investigación’, y el historiador era el ‘histor’, el ‘testigo de los hechos’, y considerado por ello en la antigua Grecia el hombre-memoria. (Francisco Ariza, “La Historia como una Ciencia de la Cosmogonía”, en Symbolos telemática).
7 “Le hemos dado a la palabra ‘metafísica’ la connotación etimológica de ‘más allá de la física’ y creemos que es la más clara, si entendemos, como los antiguos, que la física es la ciencia que estudia los fenómenos de la naturaleza, en toda la extensión de este término, y que lo que concierne al conocimiento metafísico es sobrenatural, y a la vez supra-humano y supra-cósmico, pues traspasa lo sensible y trasciende el mundo de la manifestación. [...] Mientras el intelecto individual, limitado por los sentidos, lo corpóreo y lo transitorio, se halla encerrado en sus propios límites, el intelecto trascendente y universal conoce directamente los principios inmutables y eternos. El hombre puede alcanzar este dominio de lo metafísico, pero no en tanto ser individual y transitorio, sino en cuanto que participa de esta inteligencia superior y está ligado a ella por una toma de conciencia de sus verdaderas posibilidades espirituales, que son más que humanas. Nuestra realidad individual es apenas una manifestación momentánea del ser verdadero, uno de sus múltiples estados, y el conocimiento metafísico trasciende al hombre mismo, y aun al cosmos, pues es absolutamente ilimitado. Es obvio que no nos estamos refiriendo a un conocimiento ordinario y profano sino a una experiencia de otro orden que trasciende todo lo que pudiera ser imaginado. Mientras los estados particulares del ser tienen una manifestación espacio-temporal, el ser mismo, en su principio metafísico, es eterno, y desde la eternidad todos esos estados son ahora, en la simultaneidad”. Federico González y colaboradores: Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Acápite 28: “Metafísica”. En la web: http://introduccionalsimbolismo.com/
8 En relación con los ciclos cósmicos, ver en la revista telemática Symbolos el capítulo titulado “Tiempo solar y tiempo polar”, de Francisco Ariza: http://symbolos.com/fariza_tiempo_solar_y_polar1.html
9 Juan de la Cruz, Noche oscura, canción 3 del alma; cf. Vida y obras completas de San Juan de la Cruz, Ed. Católica BAC, Madrid, 1964.
10 Veáse, de Federico González, El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico. Ed. Kier, Buenos Aires, 1993. En la web: http://simbolismoyalquimia.com/el-tarot-de-los-cabalistas.htm
11 Otro modo de designar a la Tradición Primordial o Unánime y cuya disciplina es la Philosophia Perennis.
12 René Guénon, Mélanges, “El Demiurgo”. Gallimard, París, 1976. En Symbolos: http://symbolos.com/s8rguen.htm
13 Si la unidad es el principio teórico, la concentración es su expresión práctica, sin que en realidad exista una dualidad entre estas dos facetas. La gnosis es entonces la vivencia interior de la búsqueda de la verdad y se fundamenta en la unidad básica subyacente en la multiplicidad de los fenómenos del mundo; sin esa conciencia de unidad todo sería dispersión y multiplicidad; gracias a ella se reconoce la esencia única de los seres y las cosas.
14 “La analogía es la relación entre un objeto y otro objeto, entre un plano y otro plano, que vibran a la misma frecuencia. Se ha dicho que la analogía es correspondencia rítmica. Y el símbolo es la unidad analógica entre un plano y otro plano, o un objeto y otro objeto. También pudiera decirse que él es el mensajero de una energía-fuerza, que lo conforma, y que actúa mágicamente a su través”. Federico González, El simbolismo de la rueda. Ed. Kier, Buenos Aires, 2006.
15 Platón, Diálogos VII, Definiciones. Biblioteca Gredos, Madrid, 1992.
16 Federico González, En el Vientre de la Ballena. Textos alquímicos. Ed. Obelisco, Barcelona, 1990.
17 Proclo. Fragmento tomado de Symbolos: http://antologiaesoterica.com/099proclo_timeo.htm
18 Federico González y colaboradores. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, acápite “Los peregrinajes”. Revista Symbolos Nº 25-26. En la web: http://introduccionalsimbolismo.com/

http://letraviva.es/Peregrinaje-e-iniciacion

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