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lunes, 29 de enero de 2018

La Orden del Gran Arquitecto del Universo

La Orden del Gran Arquitecto del Universo
José Manuel Moreno Campos

El nacimiento de la masonería especulativa o filosófica se establece en 1717, cuando durante la Fiesta de San Juan cuatro logias masónicas londinenses deciden fusionarse y revitalizar la vieja Orden en la denominada Gran Logia de Londres y Westminster, encargando posteriormente a James Anderson y Jean Théofile Désaguliers la redacción de unas constituciones que serán aprobadas en 1723.

A partir de aquí hay que prestar atención a un argumento, y es el de si existían logias y masones antes de las denominadas Constituciones de Anderson.

Las nebulosas circunstancias en que se desarrollaron estos acontecimientos han llevado a los historiadores a establecer diversas teorías sustentadas, a su vez, en diferentes líneas de investigación que han intentado establecer cuáles fueron realmente los hechos y fundamentos que dieron origen a la masonería moderna. Y entre estas teorías es hoy la más aceptada la denominada “teoría de la transición”, que el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, Académico, sacerdote jesuita y uno de los mayores expertos en masonería, José Antonio Ferrer Benimeli defiende y razona. Según esta “teoría de la transición”, la masonería especulativa moderna no supone más que la continuidad en el tiempo de la antigua masonería operativa de los maestros canteros medievales que había entrado en crisis cuando finalizó el periodo de construcción de las grandes Catedrales góticas y el Renacimiento volvió la mirada hacia el antropocentrismo y la medida humana. Las logias decayeron y durante el siglo XVII empezaron a admitir entre sus miembros a cofrades no relacionados con la construcción. Además, durante este siglo se darán dos acontecimientos que serán determinantes para la Orden. Por un lado el Gran Incendio de Londres de 1666, que hará que muchos masones de las islas británicas se desplacen hacia allí para participar en la reconstrucción de la ciudad, y, por otro, las interminables Guerras de religión que asolaban Europa desde la Reforma luterana y que enfrentaban a los cristianos por todo el continente y las islas. Consecuencia de ello fue que las logias, integradas ya mayormente por “masones aceptados” no constructores, empezaron a discutir en sus “tenidas” o reuniones acerca de cuestiones no necesariamente relacionadas con el viejo arte de la cantería, sino más bien filosóficas y orientadas a la reflexión sobre los problemas morales y sociales de la nueva Europa. Pero hay que resaltar que todo este proceso se produjo sin ruptura.


En este sentido, las mismas Constituciones de Anderson establecen su herencia operativa haciendo suyo el término maçon (del francés, albañil) de los canteros iniciados medievales y apelando a Escocia como custodia del Antiguo Arte en los años difíciles (“El cuidado que los escoceses tuvieron con la verdadera Masonería fue después muy útil en Inglaterra”[1]), así como designando a Adán primer Maestre de la Orden (“Adán, nuestro primer Padre, creado a imagen de Dios, el Gran Arquitecto del Universo, debió de tener escritas en su corazón las Ciencias Liberales, particularmente la Geometría (…).Indudablemente Adán enseñó Geometría a sus hijos y el uso de ella en las varias Artes y Oficios convenientes al menos en aquellos primitivos tiempos…”[2]) y a Hiram Abhif hito fundamental de su Historia (“Así es que después de la construcción del Templo de Jerusalén, progresó la Masonería en las naciones vecinas, pues los numerosos artífices que a las órdenes de Hiram Abif habían tomado parte en la obra, una vez terminada se dispersaron por Siria, Mesopotamia, Asiría, Caldea, Babilonia, Media, Persia, Arabia, África, Asia Menor, Grecia y otras partes de Europa, donde enseñaron esta liberal arte a los hijos de varones eminentes cuya destreza sirvió a los reyes, príncipes y magnates para construir grandiosos edificios, y llegaron a ser Grandes Maestros, cada uno en su propio territorio, y porfiaron entre sí en el cultivo del Arte Real”[3]). Finalmente, también remarcan las Constituciones la importancia de la antigua simbología constructiva y esotérica (“el Gran Maestre, con significativas ceremonias y tradicionales usos instalará al candidato entregándole un ejemplar de la Constitución, el Libro de la Logia y los instrumentos de su cargo, no todos de una vez, sino uno después de otro; y después de cada entrega, el Gran Maestre o su Diputado leerá el deber u obligación pertinente a cada cosa”[4]).

Por tanto, aquella masonería operativa del medievo, simbólica y secreta para reservar los misterios del oficio a los iniciados, en la que las logias se constituían donde se erigía la Catedral, donde estaba la piedra, que trataba de expresar con su ritual y sus obra cuanto de trascendente hay en el Universo, y de la que conservamos cerca de doscientos estatutos, renacía, o se refundaba, en una nueva masonería especulativa erigida sobre los pilares de aquélla y sobre la necesaria fraternidad universal. Con vocación universalista e inspirada de principios cristianos, la masonería especulativa establecía la obligación de cumplir la Ley moral y creer en Dios como Gran Arquitecto del Universo, si bien respetando “cualquier credo o denominación que los distinga” (Punto capital I de los deberes de un francmasón en las Constituciones de Anderson), y entendiendo a La Orden como “centro de Unión y medio de conciliar la verdadera Fraternidad entre personas que hubieran permanecido perpetuamente distanciadas” (Punto capital I de los deberes de un francmasón en las Constituciones de Anderson). Esa Fraternidad era ideal indispensable para, a la luz de la Razón y superadas las diferencias religiosas, extender principios universales que hicieran progresar al género humano. La nueva masonería, por tanto, busca una nueva construcción, pero no ya la de las antiguas catedrales de sillares y argamasa, sino la de una catedral espiritual y universal en la que cada masón sea una piedra de la misma, la gran catedral de la fraternidad humana.

Establecidos los fundamentos, la Gran Logia de Londres y Westminster fijó la obediencia de todas las logias que se constituyeran con posterioridad para poder ser consideradas regulares. Se iniciaba un nuevo camino.

Pero este camino no iba a ser fácil. La obediencia exigida por la Gran Logia de Londres y Westminster convertía en irregulares a todas las antiguas logias establecidas en Escocia e Irlanda. Éstas no aceptaron la eliminación de buena parte del componente tradicional místico de la antigua masonería por parte de esta nueva masonería especulativa que, pese a la asunción de muchos elementos simbólicos de los masones operativos, proyectaba su ideal a la luz de la Razón y había suprimido oraciones del viejo rito, como el Poema Regius (1390). Surge así en 1751 la Gran Logia de Masones Libres y Aceptados de Inglaterra. Ello derivó en una división a lo largo de todo el siglo XVIII entre Modernos y Antiguos Masones. Fueron años de trabajo febril y gran actividad, rivalidades e irradiación de los principios por todos los sustratos sociales. Finalmente, en 1813 los Grandes Maestres de las dos Grandes Logias Madres, ambos hijos del rey Jorge III, deciden unirse para constituir la Gran Logia Unida de Inglaterra que ha llegado a nuestros días. Apenas veinte años antes, en Francia, los principios de Igualdad, Libertad y Fraternidad se habían convertido en la bandera revolucionaria que cambió el mundo para siempre.

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