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martes, 19 de mayo de 2020

La masonería actual.

La masonería actual.
Un punto de vista clerical

En enero de 1968 la prensa occidental divulgó una decisión del Episcopado. Escandinavo, fechada en octubre de 1966, que permitía a dichos obispos conceder autorización para continuar inscritos en la logia a los masones que quisieran ingresar en la Iglesia Católica. Con este hecho se ha querido ver un cambio en la posición de la Iglesia respecto a la masonería. Se sostiene la tesis de que la masonería actual no es la misma de hace un siglo, que hay que distinguir entre la masonería regular anglosajona y la de los países latinos, y que sólo a esta última se habían dirigido las reprobaciones pontificias de los dos últimos siglos. Ante noticias que presentaban como inminente una declaración pontificia en tal sentido, la Radio Vaticano hizo público el 16 marzo 1968 el siguiente comunicado: "Según recientísimos informes de la prensa diaria de varios países, la Santa Sede habría autorizado la permanencia en la organización masónica a personas convertidas al catolicismo, y tendría la intención de mudar profundamente la disciplina canónica acerca de la misma masonería. Por el competente Dicasterio de la Santa Sede hemos sido autorizados a desmentir tales informaciones como carentes de fundamento".

Es verdad el cambio experimentado por la masonería en la actualidad, incluso la masonería irregular ha perdido en parte su carácter sectario y anticatólico. Por otra parte, el diálogo personal con los masones, como con todo el mundo, por parte de los cristianos individualmente, forma parte de la convivencia humana y del trato apostólico que todo cristiano con la debida preparación está obligado a vivir; cosa distinta es el diálogo con la masonería en sí, como asociación o como doctrina, que exige prudencia y personas competentes, si en alguna circunstancia fuese oportuno o conveniente; incluso la Iglesia podría levantar las penas disciplinares vigentes actualmente como los que dan su nombre a una secta masónica; pero esto no significaría la aprobación de la masonería. Tampoco podría decirse que, a partir de ese momento, los católicos podrían inscribirse en la masonería, o que los masones podrían ser simultáneamente miembros activos de la masonería y de la Iglesia. La cualidad buena o mala de una doctrina o institución es intrínseca a ella misma, anterior e independiente de cualquier declaración del magisterio. La masonería no es inconciliable con la Iglesia porque ha sido condenada; sino al revés: Ha sido condenada porque es inconciliable; y continuará siéndolo -aunque la Iglesia, por motivos psicológicos o pastorales, decida suprimir la excomunión mientras no cambien substancialmente sus principios anticristianos. No es la diferencia, aprobación o reprobación oficial que lo convierte a una doctrina en buena o mala. Ej. El hecho de que no se condene expresamente el Islamismo no significa su aprobación, ni permite a los católicos formar parte simultánea de la Iglesia y del Islam; o si la autoridad eclesiástica levantara la excomunión que recae sobre los que procuran eficazmente el aborto, no por eso el aborto dejaría de ser pecado moral: es siempre -con excomunión y sin ella- un atentado grave a la ley moral.

Lo mismo ocurre con la inscripción en la masonería: con excomunión y sin ella, un católico no puede formar parte de una secta o sociedad masónica (pecaría mortalmente), pues se hallaría en peligro próximo e inmediato de apostasía, y estaría cooperando en el mal. Mientras no cambien los principios ideológicos de la masonería, esta es inconciliable con la doctrina católica. La masonería ha cambiado, aunque más en su aspecto externo; no suele aparecer como perseguidora de la Iglesia, ni hace mucho hincapié en el secreto; presenta a algunos de sus miembros públicamente, celebra grandes reuniones, saca fotografías en la prensa, proclama sus ideales de fraternidad universal; y esto, también en los países latinos, donde tradicionalmente actuaba en forma violenta. Sin embargo, en los puntos fundamentales, en sus presupuestos doctrinales sigue siendo una mezcla de naturalismo, racionalismo, indiferentismo religioso, deísmo, etc.; aunque en su forma más radical, tal como lo resumía León XIII, no son ya tan virulentamente sostenidos, en el sentido de que muchas logias no insisten tanto en ellos y centran más su atención en realizaciones prácticas de tipo humanitario o de vida social de todas formas aquellos principios continúan de alguna forma presentes.

Es siempre un gran riesgo -en muchas circunstancias, pero en concreto por lo que se refiere al diálogo con la masonería- la abdicación de la fe en nombre de un humanismo radical sin Dios. En aras de unos valores que se presentarían como unos ideales o superiores, al menos desde un punto de vista práctico e inmediato, invocando una fraternidad filantrópica, se prescinde fácilmente, primero, de Dios como autor del orden sobrenatural y de la Redención, y se excluye, por tanto, toda religión revelada. Al recluir la fe a un mero plano de convicciones de conciencia se termina por eliminar a Dios de la vida de los hombres, reduciéndolo a una mística expresión de la Humanidad, del Universo, etc. Y de esta forma se destruye el orden moral, privado ya de fundamento.

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