Herbert Oré Belsuzarri.
Es notorio que habla en plural, como si se dirigiese a una asamblea inter pares, imaginemos celebrada con alarmada urgencia a bordo de la colosal Nave Nodriza Insignia de la Flota Colonizadora. Hay otros muchos vestigios escritos en distintas mitologías, culturas y civilizaciones de la desbordada y al mismo tiempo preocupada por no decir temerosa actitud de los “dioses venidos de las estrellas” al comprobar el “Terrible Crimen” emancipador perpetrado por su díscolo y “descarriado” colega, secundado con más o menos manifiesta o silenciosa complicidad desde las bambalinas por sus más jóvenes pero sinuosas, caprichosas y manipuladoras “parientes próximas” en confuso e indeterminado grado.
El hablar en plural de los dioses también narran los mayas: Entonces vino la Palabra; vino aquí de los Dominadores, de los Poderosos del Cielo, en las tinieblas, en la noche: fue dicha por los Dominadores, los Poderosos del Cielo; hablaron: entonces celebraron consejo, entonces pensaron, se comprendieron, unieron sus palabras, sus sabidurías. Entonces se mostraron, meditaron, en el momento del alba; decidieron [construir] al hombre, mientras celebraban consejo sobre la producción, la existencia, de los árboles, de los bejucos, la producción de la vida, de la existencia, en las tinieblas, en la noche, por los Espíritus del Cielo llamados Maestros Gigantes. Maestro Gigante Relámpago es el primero. Huella del Relámpago es el segundo. Esplendor del Relámpago es el tercero: estos tres son los Espíritus del Cielo. Entonces se reunieron con ellos los Dominadores, los Poderosos del Cielo. Entonces celebraron consejo sobre el alba de la vida, cómo se haría la germinación, cómo se haría el alba, quién sostendría, nutriría. (Popol-Vuh o Libro del Concejo de los Indios Quiches, Sexta Edición 1977 Editorial Losada SA, Buenos Aires, Pág. 6).
De idéntica manera lo hacen los incas cuando hablan de Wiracocha y su enviado Wiraccochan o Tunupa. (“El Creador del Mundo: Con Tici Viracocha” http://es.scribd.com/doc/76235892/Herbert-Ore-El-Creador-Del-Mundo.)
Asi mismo fue una decisión de los dioses dar “Realeza” a un determinado grupo de hombres para que gobiernen en sus nombres y esto revoluciono la relación entre los dioses y el hombre. Los anunnaki consideraron necesario dar a la humanidad la «Realeza» como intermediaria entre ellos y la ciudadanía humana. Todos los registros sumerios atestiguan que esta importante decisión se tomó durante la visita de Anu, en el Consejo de los Grandes Dioses. En un texto acadio (la Fábula del Tamarisco y la Palmera Datilera) se describe la reunión que había tenido lugar «en días muy lejanos, en tiempos pasados»:
Los dioses del país, Anu, Enlil y Enki,
convocaron una asamblea.
Enlil y los dioses hicieron consejo;
entre ellos estaba sentado Shamash;
entre ellos estaba también Ninmah.
En aquella época, «aún no había realeza en la tierra; los dioses eran los que gobernaban». Pero el Gran Consejo decidió cambiar aquello y conceder la realeza a la humanidad. Todas las fuentes sumerias coinciden en que la primera ciudad real fue Kis. Los hombres a los que designó Enlil como reyes recibieron el nombre de LU.GAL, «Hombre Poderoso». Nos encontramos con el mismo registro en el Antiguo Testamento (Génesis 10): cuando la humanidad estaba estableciendo sus reinos:
Kis engendró a Nemrod;
él fue el primero en ser un Hombre Poderoso en el País...
y los comienzos de su reino:
Babel, Erek y Acad,
todas ellas en la tierra de Senaar [Sumer].
Mientras el texto bíblico dice que las tres primeras capitales fueron Kis, Babilonia y Erek, las Listas de los Reyes Sumerios afirman que la Realeza se trasladó de Kis a Erek y, luego, a Ur, omitiendo cualquier mención a Babilonia. Esta aparente discrepancia tiene un motivo: creemos que tiene que ver con el incidente de la Torre de Babel (Babilonia), que el Antiguo Testamento registra con no poco detalle. Creemos que fue un incidente que tuvo que ver con la insistencia de Marduk en que debía ser él, en vez de Nannar, el que debía poseer la siguiente capital de Sumer. Está claro que sucedió durante el reasentamiento en la llanura de Sumer (la bíblica Senaar), cuando se estaban construyendo nuevos centros urbanos:
Y mientras viajaban desde el este,
encontraron un valle en el País de Senaar y se asentaron allí.
Y se dijeron unos a otros:
«Hagamos ladrillos, y cozámoslos al fuego»;
y los ladrillos les sirvieron como piedra, y el betún les sirvió de argamasa.
Fue entonces cuando un instigador anónimo propuso el proyecto provocó el incidente: «Venid, construyámonos una ciudad, y una torre cuya cúspide alcance los cielos». «Y Yahveh bajó a ver la ciudad y la torre que los humanos estaban construyendo»; y dijo a sus anónimos colegas: «Esto no es más que el comienzo de sus empresas; de ahora en adelante, nada de lo que se propongan hacer les será imposible». Y Yahveh les dijo a sus colegas: «Venid, bajemos y confundamos su lenguaje, para que no se entiendan entre ellos». Y el Señor «los desperdigó desde allí por toda la faz de la Tierra, y ellos dejaron de construir la ciudad».
Es un dogma de los recuerdos históricos sumerios que hubo un tiempo en que la humanidad «hablaba al unísono». Y también afirman que la confusión de lenguajes, junto con la dispersión de la humanidad, fue una decisión deliberada de los dioses. Al igual que el Antiguo Testamento, los escritos de Beroso daban cuenta de que «los dioses introdujeron gran diversidad de lenguas entre los hombres, que hasta aquel momento habían hablado todos el mismo lenguaje». Al igual que en el relato bíblico, las historias de Beroso relacionan la diversificación de lenguas y la dispersión de la humanidad con el incidente de la Torre de Babel: «Cuando todos los hombres hablaban la misma lengua, algunos entre ellos se propusieron erigir una grande y elevada torre que les permitiera trepar hasta el cielo. Pero el Señor, enviando un torbellino, confundió sus intenciones, y le dio a cada tribu un lenguaje propio». ( Zecharia Sitchin, La Guerra de los Dioses y Los Hombres, Ediciones Obelisco S.L., Barcelona-España 2002, Pág. 88 y 89).
El plural utilizado por Yahvé en este celebérrimo pasaje del Antiguo Testamento, igualmente canónico y aceptado en común por las tres grandes Religiones derivadas del Gran Inspirado primigenio, el Patriarca Abraham, progenitor ancestral de judíos, cristianos e islámicos, que clamorosamente aglutina sobre su “persona” el poder y atributo de desaparecer la adoración de todos los demás integrantes de la familia divina. Tal sorprendente hecho de “avaricia divina” es conocido entre sus fieles e infieles como “monoteísmo”. Es decir Abraham es el patriarca progenitor del monoteísmo que es practicado por los judíos, cristianos e islámicos, todos ellos hijos de un mismo padre en su ideología religiosa, pero a la vez, enemigos acérrimos a través de la historia de la humanidad, que ha costado millones de vidas por reclamarse cada cual como la “verdadera y única religión dueña de la verdad”.
El Antiguo Testamento nos proporciona, de hecho (Génesis 17:1-16), el modo y el momento en que Abraham se transformó, de noble sumerio, en un potentado semita occidental, tras la alianza establecida con su Dios. En un ritual de circuncisión, su nombre sumerio AB.RAM («Amado del Padre») se cambió por el acadio/semita Abraham («Padre de una Multitud de Naciones») y el de su esposa SARAI («Princesa») se adaptó al semita Sarah. ( Zecharia Sitchin, La Guerra de los Dioses y Los Hombres, Ediciones Obelisco S.L., Barcelona-España 2002, Pág. 129).
Abraham sale de Ur y se va con su familia y seguidores a Canaán y a otras tierras por designio de Yahveh, que son narrados en Génesis del 12 al 26, en idéntica manera a las tablillas sumerias, solo que en ellas se dice que Abraham fue un miembro del ejército de Marduck/Set/Yahvhe o Jeovhá que guerreo contra los otros dioses por la posesión de tierras e instalaciones que los anunnakis habían construido en ellas, y que como parte de estos conflictos Sodoma, Gomorra y otros pueblos fueron destruidos por una gigantesca explosión nuclear que dejo estéril y árida esa zona, así como también contamino las aguas superficiales existentes, como represalia de los otros dioses contra Marduck que intentaba hegemonizar.
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