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jueves, 24 de noviembre de 2016

TEMPLARIOS Y MASONES I





Los orígenes tanto de templarios como de masones son inciertos, ocultos por un halo de leyenda y ocultismo que hacen que los datos objetivos sean parciales sesgados y probablemente poco ceñidos a la realidad, no obstante y antes de entrar en un enfoque esotérico o mistérico del tema debemos situar a ambas organizaciones muy brevemente en un contexto de aproximación histórica a sus realidades.

Oficialmente la orden de los templarios fue fundada en Jerusalén en 1119 por Hugo de Payns y otros ocho caballeros franceses más, su primera denominación fue la de pobres caballeros de Cristo. Tenían como misión proteger a los peregrinos que acudían a Tierra Santa para visitar los Santos Lugares. Más tarde Balduino II, rey de Jerusalén, los instaló en un palacio cercano al antiguo templo de Salomón, aunque parece ser que su primera ubicación fueron las caballerizas de dicho templo, a partir de aquel momento se les denominó Caballeros del Temple. Su ideólogo fue San Bernardo de Claraval, que redactó su regla, severa y ascética.

 

Durante la época de las Cruzadas, los templarios participaron muy activamente en la defensa de Palestina, donde poseían numerosas fortalezas. Al mismo tiempo actuaron como banqueros de los peregrinos, siendo los inventores de la letra de cambio, por lo que obtuvieron cuantiosas riquezas. Al ser expulsados los cristianos de Palestina, los templarios se retiraron a Chipre. También tenían comunidades, o templos, en Europa. En la península Ibérica se establecieron durante el siglo XII, (cuestión esta que merece todas mis reservas pues existen datos que señalan su presencia en épocas anteriores) primero en Cataluña, Aragón y Navarra y posteriormente en Castilla y León. Tenían a su cargo la defensa de las fronteras y participaron en numerosas expediciones contra los musulmanes (conquista de Lérida, Tortosa, Cuenca, Valencia, Mallorca, batalla de las Navas de Tolosa, etc...). A la muerte de Alfonso I el Batallador fueron nombrados herederos, junto con otras órdenes militares del reino de Aragón; a cambio de su renuncia a la herencia recibieron diversas fortalezas. En Francia, los templarios se habían convertido en banqueros de los reyes. Felipe IV de Francia, el Hermoso, ante las deudas que había adquirido con ellos, convenció al papa Clemente V de que iniciase un proceso contra los templarios, acusándoles de impiedad (1307). El gran maestre de la orden, Jacques de Morlay, y 140 miembros fueron arrestados. A pesar de ser considerados inocentes en una primera instancia por en el concilio de Vienne, Clemente V disolvió la orden y creó una comisión que reemprendió el proceso. Fueron condenados a prisión, pero el consejo real de Felipe IV los sentenció a muerte por relapsos. El rey francés se apoderó de sus bienes mobiliarios, aun entregando sus posesiones a los hospitalarios.

En los otros países europeos las acusaciones no prosperaron, pero, a raíz de la disolución de la orden, los templarios fueron dispersados, y sus bienes pasaron a la Corona (Castilla), a otras órdenes militares ya existentes (Aragón y Cataluña) o a órdenes de nueva fundación (Montesa en Valencia y de Cristo en Portugal).

De la masonería lo que sí sabemos es que su historia está íntimamente ligada a la historia de los constructores, arquitectos y albañiles de la antigüedad.

Pretender que la masonería es una fraternidad milenaria es un error, se dice que la masonería jugó un papel importante en la construcción del Gran Templo de Salomón, algunos documentos masónicos van más allá y la sitúan en el antiguo Egipto, Grecia o Roma. Pero lo cierto es que diversas fuentes aluden a que la masonería no existía ni remotamente por aquellos años y la leyenda del Gran Templo no es sino una metáfora diseñada muchísimo después para ilustrar los principios y valores de la masonería.

De cualquier forma, la masonería es una fraternidad de una notable antigüedad, los primeros indicios de su existencia se remontan al siglo XIII, época en que algunos albañiles (en francés maçons) comenzaron a organizarse en gremios y a independizarse del control que los benedictinos ejercían sobre ellos. Los nuevos gremios ya independientes equivaldrían a los sindicatos actuales, y su principal objetivo era monopolizar la construcción de las catedrales y castillos, que sin duda alguna eran los proyectos de mayor rentabilidad de la época. Sus lugares de descanso eran simples chozas o talleres (en francés loges) lugares donde también llevaban a cabo sus reuniones. Como era común en aquella época, los gremios se adornaban de ceremonias y de un riguroso proceso de admisión y selección de nuevos miembros, con el fin de proteger sus técnicas y conocimientos como maestros constructores creadores del arte gótico. La transmisión del conocimiento, siempre de forma oral, era de acuerdo con la jerarquía en las obras: maestro, compañero o aprendiz.


Con el tiempo los gremios fueron creciendo y diseminando en varias ciudades. Como no existían los certificados, comenzaron a adoptar palabras que les permitían comprobar su jerarquía en otra ciudad. De esta forma, si alguno de ellos decidía emigrar a otra parte sólo tenía que entrar en contacto con alguien de su jerarquía en el gremio y hacerle saber la palabra secreta, lo que le aseguraba entrar con un mejor sueldo que el de aprendiz y no estar en observación durante varias semanas.

A finales del siglo XVI los gremios estaban a punto de desaparecer tras la entrada del estilo renacentista que los había sacado del mercado. Deseosos de conservar su organización, dado que la fraternidad no sólo les ofrecía seguridad en el empleo sino un status en la sociedad, comenzaron a adoptar miembros honorarios, personas ricas e influyentes que aceptaban entre sus filas y que les servían de tutela y protección frente a la nueva competencia. Dado que la organización ya no estaba compuesta sólo de constructores, los gremios comenzaron a identificarse como Fraternidad de los Masones Libres y los Aceptados.

Una de las primeras evidencias de esta evolución es el diario de Elías Ashmole, el fundador del Ashmolean Museum de la Universidad de Oxford, que en 1646 detalla su iniciación en la casa de su suegro en Warrington.

La fraternidad fue evolucionando con el paso del tiempo, las políticas y procesos de selección eran muy rigurosos y el nivel cultural de los miembros era muy alto en comparación con el resto de la ciudadanía de aquella época, lo que motivó que pronto se convirtieran en el destino favorito de los intelectuales.

En el siglo XVIII la composición de la fraternidad había cambiado por completo. Los miembros dedicados a la construcción habían pasado a ser la minoría y los intelectuales habían asumido el control de la organización. El 24 de junio de 1717 cuatro logias de Londres acordaron reunirse en la Goose and Gridirion Alehouse (la Taberna del Ganso, destruida en 1894) para formar la primera institución formal que regiría a la fraternidad en lo sucesivo: La Gran Logia Unida de Inglaterra.

Como era de esperar, la creación arbitraria de una institución directora de toda la masonería no fue bien recibida por todos y en 1751 se fundó en Londres una segunda gran logia: La Gran Logia de Antiguos, Libres y Aceptados Masones, idéntica a la primera pero con un ceremonial distinto para el grado de Maestro. Los partidarios de la nueva gran logia se hacían llamar antiguos porque decían representar fielmente los principios de la fraternidad original. Los partidarios de la primera institución fundada en 1717 pasaron a llamarse, irónicamente, los modernos. Ya para esas fechas se habían reclutado a destacados personajes y miembros de la nobleza europea y en 1786 uno de ellos, Federico II de Prusia, encabezó el primer intento de unificación de la fraternidad al proponer un reglamento.

Sin embargo, la rivalidad entre ambas terminó en 1813 con la reforma a la Gran Logia original, que pasó a llamarse Gran Logia Unida de Inglaterra de Masones Antiguos, Libres y Aceptados. Al unificarse acordaron crear una Logia de Reconciliación que en 1816 presentó su propuesta final de liturgias y estándares completamente laicos. Desde entonces se acordó reconocer a la Gran Logia Unida como autoridad rectora de la masonería a nivel mundial.

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