¿Estuvo en Asia el
jardín del Edén?
Mientras
algunos estudiosos creen que la clave para hallarlo se encuentra en antiguas
referencias bíblicas, otros optan por localizar, mediante la arqueología, el
sitio donde los humanos practicaron la agricultura por primera vez.
Por Leonardo Vintiñi - La Gran
Época
“Tomó, pues, Dios al hombre, y lo puso en el huerto del Edén, para que lo labrara y lo guardase”
Génesis 2:15
En
el Edén todo era perfecto. El clima era benigno y los frutos de los árboles se
hallaban al alcance de la mano. Era un vergel bañado por aguas, donde el hombre
no tenía más preocupación que pasear sobre la suave hierba, jugar con los
animales, nadar en los estanques y divertirse con su compañera. Un paraíso
donde todos los días eran soleados y solamente existía la ocupación de cuidar
un jardín, en cuyo centro se alojaba un misterioso árbol de cuyas ramas colgaba
un misterioso fruto, y en cuya deliciosa carne se hallaba la única prohibición
que Dios había mandado a la primera pareja de humanos.
Pero
ciertamente el hombre mordió el fruto y su desnudez se le hizo evidente.
Entonces fue expulsado y el don de la inmortalidad le fue vedado para siempre.
Lejos
ya de aquel paraíso terrenal, los descendientes de la primera pareja se
esparcieron por el mundo adquiriendo nuevas costumbres y conocimientos,
olvidando que aquel lugar donde sus ancestros habían vivido como los dioses
había existido alguna vez. O recordándolo tal vez, pero sin atreverse a
regresar por temor a Dios.
Pero
el anhelo por el hogar primigenio no podía permanecer dormido para siempre. Un
día, el hombre sintió deseos de regresar y ver cómo era aquel prodigioso
espacio en el que los padres de la humanidad habían pasado los primeros días.
Tomando como referencia algunos pasajes de textos antiguos, muchos exploradores
se embarcaron en su búsqueda; más los resultados, hasta hoy, siempre fueron
inciertos. ¿Halló alguien el paraíso perdido? ¿Se hallaba aquel en algún punto
no explorado del planeta? ¿O fue una simple metáfora del comportamiento humano
ante los senderos del bien y del mal?
Los mapas O-T y el
Edén chino
En
la Edad Media, una serie de curiosos mapamundi, confeccionados mayormente por
beatos y otros eruditos religiosos, comenzaron a circular por Europa. Dada su
disposición elemental, en la que a primera vista una masa de agua en forma de
“T” dividía en tres a una Tierra circular, estos mapas fueron conocidos como
“O-T”.
Los
mapas O-T se hallaban cargados de referencias religiosas, indicando, por
ejemplo, dónde se hallaban los descendientes de Noé. Pero uno de los detalles
más llamativos de esta cartografía era que en casi todos ellos se mostraba, en
el extremo norte, un sitio fácilmente identificable como el huerto del Edén.
Situado ligeramente sobre la mitad derecha de Asia, un recuadro con los cuerpos
o caras de Adán y Eva, a veces retratados junto a la serpiente engañadora,
señalaban muy claramente a China como el sitio donde se halló el primer jardín
de la humanidad.
Geografía bíblica
En
más de una ocasión, distintos grupos de arqueólogos proclamaron haber hallado
los “restos” del jardín del Edén después de analizar fósiles de los alimentos
cultivados más viejos de la historia. Sin embargo, ninguno de estos hallazgos
parece coincidir con la idea de un vergel divino como el que se nombra en las
escrituras, lo que ha llevado a la mayoría de los estudiosos a buscar claves en
los propios textos de la religión.
La
referencia bíblica más sólida para ubicar el Edén puede hallarse en Génesis
2:10, donde se habla que allí se encontraba “un río para regar el huerto” que
se repartía en cuatro brazos. Estos brazos eran llamados Pisón, Gihón, Hidekel
y Éufrates.
Dos
de los ríos nombrados, el Éufrates y el Hidekel (más conocido como Tigris),
discurren aún hoy por las tierras de la Mesopotamia de Oriente Medio,
atravesando e irrigando las zonas de Turquía, Siria e Irak, y desembocando
juntos en el Golfo Pérsico. Este hecho ha llevado a que la mayoría de los
investigadores centre su atención sobre este lugar a la hora de fundar nuevas
teorías.
Sin
embargo, sobre el Pisón y el Gihón –los otros dos cursos de agua de los que
habla el Génesis–, poco se conoce, y se cree que pueden haber sido antiguos
ríos cuyos lechos se encuentran hoy secos.
Las
divergencias entre la hidrología moderna y la citada en las antiguas escrituras
ponen en tela de juicio las interpretaciones realizadas sobre la ubicación real
del Edén. Algunos estudiosos afirman que las nociones geográficas de los
autores de la Biblia fueron erróneas. Otros, que una interpretación más
flexible podría indicar que los cuatro ríos nombrados no necesariamente se
hallan en la Mesopotamia. Esta última afirmación se ve reforzada por las mismas
escrituras, que narran que diez generaciones después de Adán un gran diluvio
alteró toda la geografía del planeta, lo que habría convertido toda búsqueda de
referencias en una tarea inútil.
¿Una simple metáfora?
El
Edén como una simple metáfora del hombre y su relación con el creador también
ha sido una posibilidad contemplada desde el principio de las religiones. Así
como en las antiguas tradiciones judeocristianas, la historia del Edén puede
ser hallada en muchos textos de otras culturas.
Un
paralelismo con el paraíso bíblico puede ser hallado en el Poema de Gilgamesh,
una antigua historia sumeria; en la isla de Avalon, donde según los celtas, los
manzanos daban fruto todo el año; o en el jardín de las Hespérides, que según
la mitología griega se encontraba custodiado por tres bellas ninfas.
Aunque
en la tradición china también se hablaba de la caída del hombre, el mensaje
casi carecía de metáforas como las de Adán, Eva y el jardín sagrado. Según los
antiguos chinos, cuando un dios de alto nivel baja su nivel de conciencia,
necesariamente es descendido a dimensiones inferiores. Si no se puede manejar
correctamente en tal nivel, entonces desciende nuevamente. Cuando ya no quedan
niveles para descender, debe adecuarse al nivel humano, donde lo divino es
invisible a los ojos y todos los seres sufren hasta el día de su muerte.
Si
la historia del Edén representa la caída del hombre al mundo humano tras perder
su estatus divino, se podría interpretar entonces que el Edén quedó atrás, en
un espacio que es invisible al ojo e impalpable al tacto humano, al que solo
podremos llegar o atravesar tras elevarnos espiritualmente. Pero mientras que
de alguna esperanza humana de hallarlo en la Tierra, difícil será acallar en
las preguntas que una mínima pizca de curiosidad hará brotar a cualquiera en su
mente: ¿dónde se hallan los restos fósiles de Adán y Eva? ¿Continúan los
querubines y la espada ardiente custodiando las puertas del huerto? ¿Se
marcharon hace tiempo? Y si allí se encontraran aún hoy, ¿nos dejarán ingresar
una vez que lo hallemos?
http://www.lagranepoca.com/estuvo-en-asia-el-jardin-del-eden
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