Egiptomanía y Masonería egipcia
La predilección por los motivos artísticos y la inspiración místico-religiosa basada en el antiguo Egipto es llamada “Egiptomanía”. La fascinación por la tierra de Khem no es nueva, sino que su primera manifestación data del período clásico, cuando los nobles griegos y romanos gustaban adornar sus hogares con estatuas y adornos egipcios, mientras que los filósofos y científicos de desplazaban a los templos sagrados del Nilo para capacitarse en diversas áreas del conocimiento.
Mucho más tarde, en el siglo XV, Marsilio Ficino trabajó con dedicación en la Academia Platónica de Florencia traduciendo los textos antiguos del “Corpus Hermeticum” y dejándose fascinar por la tradición egipcia. Como vimos antes, Ficino consideraba a Hermes Trimesgisto como uno de los “primitivos teólogos”, mientras que los jeroglíficos egipcios eran para él “símbolos de naturaleza divina que sólo podían ser comprendidos por iniciados”. (1)
Pero la egiptomanía alcanzó su máximo esplendor después de la expedición de Napoleón Bonaparte a Egipto entre 1798 y 1799, cuando los mejores científicos y artistas de Francia acompañaron al célebre corso para adentrarse en los secretos de esa cultura olvidada.
Rito egipcio de Cagliostro
Unos pocos años antes de la expedición napoleónica (1784), el iniciado Alessandro Cagliostrohabía creado en Europa el primer rito masónico inspirado en la tradición egipcia. Dicho rito, denominado “Rito de la masonería egipcia Superior” poseía tres grados simbólicos: Aprendiz Egipcio, Compañero Egipcio y Maestro Egipcio.
Cagliostro –al que Blavatsky llamó “el último rosacruz”– fundamentaba su sistema afirmando que “Toda luz viene de Oriente; toda iniciación de Egipto” (2), una frase que se convirtió en una especie de mantra entre los círculos ocultistas y hasta el día de hoy se sigue repitiendo.
Otro aporte importante de esta época fue la ópera “La Flauta Mágica” del masón Wolfgang Amadeus Mozart que se representó por primera vez en Viena en el año 1791 y que muestra diversos aspectos iniciáticos de un Egipto mítico. Según Jacques Chailley ésta es una “opéra maçonnique” y Jan Assmann comenta que lo es “pero no sólo en el sentido esotérico, sino sobre todo en el exotérico, es decir, en el sentido de un mensaje de doble fondo, que quiere llegar tanto a los iniciados como a los “profanos”. En esta ópera los mensajes y referencias francmasónicas no aparecen de ningún modo en clave, sino que se resaltan abierta y llamativamente. La ópera se pone al servicio de los ideales francmasónicos como un medio de actuación pública”(3).
Escena de la ópera «La Flauta Mágica»
También del período pre-napoleónico es el interesante “Rito de los Arquitectos Africanos”, creado en Berlín en el año 1767 por Friedrich von Kóppen, que escribió junto a J. W. B von Hymnen una obra titulada “Crata Repoa”, en la que intentaba representaba la iniciación de los antiguos misterios egipcios.
Mientras que el escrito “Crata Repoa” describe siete grados:
1º Pastophoro
2º Neocoris
3º Melanophoris
4º Cristophoris
5º Balahate
6º Astrónomo
7º Profeta,
el Rito de los Arquitectos Africanos desarrollado en Alemania y Francia presentaba ocho grados:
1º Aprendiz
2º Compañero
3º Maestro
4º Discípulo de los Egipcios
5º Iniciado de los Misterios Egeos
6º Cosmopolita
7º Filósofo Cristiano
8º Caballero del Silencio
MacGregor Mathers en la Golden Dawn
El viaje de Napoleón volvió a poner el foco en Egipto y revolucionó los ambientes ocultistas de la época. Como una de las consecuencias de esto, muy pronto aparecieron ritos masónicos de contenido egipcio como el de Misraím (1814), el de Memphis (1838), que se fusionaron más tarde bajo el título de “Rito Antiguo y Primitivo de Memphis y Misraím”, el que aún sigue trabajando en nuestros días “a la gloria del sublime artífice de los mundos”.
Las corrientes rosacruces (que eran esencialmente cristiano-alquímicas) comenzaron a recibir influencia egipcia, adoptando prácticas y símbolos que eran ajenos a la tradición rosacruz pero que llamaban la atención y atraían por su estética. A lo largo del siglo XIX esta influencia fue creciendo hasta la aparición de la Orden de la Aurora Dorada (Golden Dawn) en Inglaterra y la Antigua y Mística Orden Rosae Crucis (AMORC) en los Estados Unidos de América.
El tarot y su vínculo con Egipto
El primero en hablar de un origen egipcio del mismo fue Antoine Court de Gébelinquien –al observar a sus amistades usar las cartas del tarot como un entretenimiento– llegó a la conclusión de que en estos inocentes naipes se escondían los secretos del mítico Libro de Thoth.
En su obra “Le Monde primitif, analysé et comparé avec le monde moderne” (1781) este investigador escribió: “Si se nos dijera que existe en nuestros días una obra del antiguo Egipto, un libro que se salvó del incendio que redujo a cenizas sus magníficas bibliotecas y en el que se trata de las más puras doctrinas, referentes a ciertos asuntos muy importantes, es seguro que una gran mayoría se apresuraría en conocer un libro tan extraordinario y precioso. Si a esto añadimos que el tal libro se ha divulgado en una gran parte de Europa y que desde hace siglos está al alcance de todo el mundo, la sorpresa sería todavía mayor; pero llegaría a su colmo si afirmáramos que jamás se sospechó de su origen egipcio, que le tenemos muchas veces entre las manos sin saberlo, que nadie se ha preocupado en descifrar una sola de sus hojas, y que el fruto de tan elevada sabiduría es considerado como un conjunto de figuras extravagantes sin mérito alguno. ¿No se diría que deseamos divertirnos a costa de nuestros lectores? Pues bien, ese libro existe. Lo repetimos, ese libro egipcio, único vestigio de sus soberbias bibliotecas, existe; y es tan común que ningún sabio se ha dignado ocuparse de él. Antes de nosotros nadie sospechó su ilustre origen. Este libro está compuesto por 77 páginas y también por 78, dividido en cinco clases, cada una de las cuales ofrece aspectos tan variados cuanto instructivos y entretenidos. Digámoslo de una vez: este libro es el Tarot”. (4)
La influencia de Court de Gébelin en los escritores posteriores fue capital y aunque no aportó pruebas de sus afirmaciones ni hizo referencias categóricas a fuentes bibliográficas o arqueológicas, en los ambientes ocultistas post-napoleónicos que sentían una fuerte atracción por Egipto, la hipótesis del origen egipcio fue aceptada casi sin titubear. [Véase también: «Divagaciones sobre Egipto y el Tarot»]
El reconocido ocultista francés Eliphas Lévi se hizo eco de esta afirmación y en sus obras profundizó en esta relación del Tarot con la tierra de los faraones: “La base de la ciencia jeroglífica absoluta era un alfabeto en el que las deidades estaban representadas con letras, las letras representadas con ideas, las ideas eran convertibles en números, y los números eran signos perfectos. Este alfabeto jeroglífico fue el gran secreto que Moisés encerró en su Cábala; su origen egipcio es conmemorado en el Sepher Yetzirah, en el que se lo refiere a Abraham. Ahora bien, este alfabeto es el famoso Libro de Thoth, y el Conde de Gébelin fue quien adivinó que había sido preservado hasta nuestros días en forma de cartas del Tarot”. (5)
El “Libro de Thoth” al que se refiere Lévi en las anteriores líneas era un tema recurrente de mediados del siglo XIX, cuando se encontraron referencias al mismo en antiguos papiros que lo describían como “poderoso y mágico”. Según la leyenda que relata Jacques Bergier en su obra “Los libros malditos” uno de los papiros traducidos cuenta que varios magos y consejeros del faraón conspiraron en su contra utilizando hechizos mágicos tomados del Libro de Thoth que buscaban la muerte del monarca. Sin embargo, el faraón descubrió la conjura y más de cuarenta funcionarios y nobles involucrados en ella fueron ejecutados sin piedad. Como consecuencia de las brutales represalias el libro mágico fue destruido y olvidado, pero la historia cuenta que volvió a aparecer una y otra vez a lo largo de la historia.
En ocasiones, el Libro de Thoth es relacionado con el Libro de Enoch, un texto profético de carácter apócrifo que se nombra en la epístola de Judas del Nuevo Testamento (ver Judas 1:14-15).
De acuerdo a las influyentes concepciones de Lévi, “Enoc parecería idéntico al Hermes Trismegisto egipcio, mientras el famoso Libro de Thoth, escrito integralmente en jeroglíficos y números, sería la Biblia oculta, anterior al libro de Moisés y llena de misterios, a la que el iniciado Guillermo Postel alude con tanta frecuencia en todas sus obras, bajo el título de Génesis de Enoc”. (6)
La “Royal Masonic Cyclopaedia” de Kenneth Mackenzie coincide con esta postura y señala que “algunos escritores masónicos han tratado de identificar a Enoch con Thoth o Menfis, el Hermes griego y hasta con el Mercurio latino, y ciertamente que, si estos personajes son distintos unos de otros, en el sentido profesional o de la «fe profesada» bien puede asegurarse que todos ellos pertenecen a la misma categoría de escritores sagrados, o Iniciadores y Registradores de la antigua y oculta Sabiduría, dado que los «Sabios», los Iniciados o Edrisis a que alude la sura XIX del Corán, llevaron a Egipto el nombre colectivo de «Thoth», el inventor de la Música, de la Astronomía, de las demás ciencias y, en fin, de «las cartas» o escrituras. Por eso se dice entre los judíos, según Bar-Hebraeus, que Enoch «fue el inventor de todas esas cosas, y el primero que redujo a sistema la complicada marcha de los astros. En Grecia fue llamado Orfeo y en todas las demás naciones recibió nombres equivalentes”. (7)
Sobre este instructor universal Hermes-Henoch hablaremos la semana próxima para irnos despidiendo de Egipto y ligarlo con el hermetismo, eje del esoterismo europeo posterior.
Autor: Phileas del Montesexto
Imágenes
Templo masónico en Filadelfia
Templo rosacruz en San José de California
Spencer Lewis, Imperator de la Orden Rosacruz AMORC
Sátira inglesa sobre la expedición de Napoleón a Egipto
Decorados para la Flauta Mágica
La egiptomanía está presente en Sudamérica en el interior de los cementerios (Foto: Santiago de Chile)
Esfinge masónica en Washington D.C.
Notas del texto
(1) Galtier, Gerard: “La tradición oculta”
(2) “Mémoire pour le comte de Cagliostro”, citada por Marc Haven, en “Le Maitre Inconnu Cagliostro”
(3) Assman, Jan. “La flauta mágica”
(4) Court de Gébelin, Antoine: “Histoire naturelle de la parole, ou Précis de l’origine du langage & de la grammaire universelle. Extrait du Monde Primitif”
(5) Lévi, Eliphas: “Historia de la magia”
(6) Lévi: Op. Cit.
(7) Mackenzie, Kenneth: “Royal Masonic Cyclopaedia”
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