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viernes, 27 de septiembre de 2019

Ensayo sobre los orígenes de los Grados y Rituales simbólicos (El anverso y el reverso de la historia) Iª parte

André Dore 

Siguiendo con la tónica de ir exponiendo trabajos , no solo sobre el Rito Francés, sino también sobre los cimientos históricos traigo hasta este pizarrón la traducción de un trabajo de esclarecimiento, de uno de los mejores historiadores franceses sobre Masonería, André Doré, que además de ser miembro honorario del IDERM es un destacado francmasón. Aquí les dejo con este trabajo que dividiré en cuatro partes.
VG


Las ignorancias y las incertidumbres son los obstáculos principales contra los cuales chocan los investigadores inclinados a trabajar sobre la historia de la Francmasonería, de ahí las singulares complacencias que se permiten tanto los supuestos historiadores obstinados en camuflarse detrás una sucesión de leyendas religiosamente repetidas desde hace dos siglos mitad leyendas operativa, y como no también templaria, salomoninense, rosacrucista, o porque no hasta hermetista etc.

Y ello a pesar de la existencia de algunos precisos, el resto es bastante indeterminado al menos en lo que respecta al origen de la Orden Masónica, lo cual nos conduce a colocarnos ante demasiadas propuestas del tipo de “parece que”.

Cuando la Masonería especulativa se organiza en Londres en 1717. Ella se titula, y se muestra como la hija de la masonería operativa. En realidad ella sucedió a una Masonería “aceptada” que se creó como tal, a partir del final del siglo XVI por admisión en las hermandades de masones de personajes ajenos al oficio, a los cuales se designó en la segunda mitad del siglo XVI bajo el término de “Masones aceptados”.

Es cierto que las Logias, ya que había Logias en la sociedad, incorporaron de buen grado el hecho de tener un protector, de forma preferente un noble , y a un clérigo, este era el encargado del trabajo administrativo que exigía toda la gestión de la obra, ya que los obreros eran prácticamente todos ellos analfabetos, y a veces, por tanto, era bienvenido un capellán para estas labores; aunque luego más tarde todos los proveedores girarían en torno a la empresa, al oficio.

Este proceso tomó como punto de referencia de su nacimiento Escocia, pero mientras que en este país los masones aceptados sólo formaron una pequeña minoría durante el siglo XVII, Inglaterra vive muy al contrario todo este proceso con una eclosión de Logias estrictamente “aceptadas” ya desde de los primeros años, es decir que no va a incluir a ningún obrero del oficio en dichas logias, según se atestigua partir del segundo cuarto de siglo de 1600, certificado por documentos incuestionables.

Es un hecho, que no por ello dejaban de cohabitar este tipo de talleres con los , semi-operativas, o semi “aceptadas” que veían poco a poco desaparecer de entre su personal a los profesionales, en parte debido a la disminución de las grandes obras de carácter religioso o feudales, lo que hizo que se fueran transformando, con algunas excepciones, en Logias especulativas entre 1700 y 1730. A partir de tal cuestión se plantea la siguiente pregunta: ¿Qué justificación aporta al hecho de ver hombres ajenos ajenos al oficio se integraran en agrupaciones profesionales, o de Logias, incluso no teniendo nunca el apoyo del oficio?

Los documentos por su contenido confrontados con el clima intelectual de la época y no responden con lo que explican, aunque sugieren explicaciones probablemente bastante exactas. A este respecto existen cuatro clases de documentos, rigurosamente autentificados.

En primer lugar los manuscritos, alrededor de unos 150 que informan de las reglas y condiciones, y las normas que presidían la vida de las cofradías de masones, dichos operativos, este término viene más tarde recogido en el vocabulario masónico de finales del siglo XVIII. Tales manuscritos se extienden a lo largo del siglo XV hasta principios del siglo XVIII, de entre todos ellos sacará la Gran Logia Unida de Inglaterra sus famosos y sacrosantos “ Landmarks”.

Luego están las “Minutes” que recogen las Actas de las tres Grandes Logias, la Madre Logia de Kilwining 1598, la Gran Logia de Edimburgo de 1696, cuyos anales llegan hasta nuestros días, de forma ininterrumpida; y la Gran Logia Inglaterra de 1723 que llega tras varias transformaciones a día de hoy, a lo cual se debe añadirse los diferentes archivos de numerosas y variadas Logias que vienen siendo aportados desde principios del siglo XVIII.

A esto siguen las obras conocidas bajo el nombre de “Divulgations”, que pretenden revelar los secretos masónicos. Muy a menudo de carácter libelista, lo cual pide casi siempre una crítica de cierto tono sobre su contenido.

En fin, finalmente toda están de por medio la serie de los rituales, y todos los manuscritos que se cuentan por centenares, en un período que va de los años de 1750, fecha de su aparición hasta 1800, incluidas la exégesis que a menudo revelan liturgias aberrantes.
Nunca se han aclarado bien los móviles profundos que, a finales de junio de 1717, impulsaron a algunos miembros de cuatro Logias de Londres a constituir la Gran Logia de Londres y que posteriormente se transformará muy pronto en la Gran Logia de Inglaterra. Se ignora por ejemplo el origen de estos talleres, excepto su existencia, sabemos que una data de 1696, las otras se sabe que después de 1700, eran solamente “aceptadas”, como así lo demuestran las “minutes” de las Actas de la Gran Logia de Inglaterra que se reproducen un cuadro en 1723.

Tres de entre ellas, su membresía se componían fundamentalmente de artesanos y comerciantes, ninguno de los cuales tenían derechos, ya que detrás de su nombre no aparecía la mención “Esquire”, orientativo de un nivel social que tenían sobre el común. Por contra la cuarta logia contenía en su haber 2 duques, 3 condes, un marqués, tres Lores, un barón, a cuatro caballeros militares de alto rango, varios ministros religiosos, y 24 “Esquires”, entre ellos a George Payne, Desaguliers y Anderson que no figuraban antes en ningún otro lugar al menos antes de esta fecha. Entre todos ellos había numerosos científicos, miembros de la Royal Society, sociedad donde tenía y sentaba su cátedra Newton..

¿Quién nos puede decir porque razón a todos estos nobles personajes se asociaron con “gentes modestas” sin que este término tenga nada de peyorativo, y por qué, para ello, utilizaron la vía aún tan modesta como como era obra de los humildes canteros? ¿Y por qué 1717?

Quizá fue con el fin de evitar una confusión que corría el riesgo de instalarse debido al número creciente de Logias que se extendían sobre todo en Inglaterra.

O “ser el Centro de la unión” así como lo escribiría algunos años más tarde, el Pastor Anderson, bajo la dirección de Payne y Désaguliers, lo que respondía a una necesidad latente de sociabilidad después de las tormentas que sacudieron al país durante varias décadas7
O el deseo de dotar de una doctrina a estos grupúsculos prácticamente aislados, pero que se reclamaban de una misma identidad al amparo de un secreto ilusorio e inexistente y que se reunían para banquetear participando así del impresionante entusiasmo general que conoció un tiempo ideal para las sociedades de gourmets, y un tanto báquicas.

O descubrir este secreto no especificado venido del muy borroso pasado, y susceptible de vincular los espíritus a certezas aseguradoras. En tanto que eran científicos, miembros de la Logia “au Gobelet et au Raisin”, sujeta a una determinada forma de disciplina científica que les conduciría necesariamente a centralizar, organizar, dirigir. Pero el enigma sigue siendo estando presente y entero.

En cualquier caso, la Gran Logia de Inglaterra se extendió muy rápidamente en todo el Reino, en base a la creación de nuevas Logias, bien porque reuniera aquellas logias las dispersas si es que las hubo. En todo caso en ese tiempo concluía la vida de la moribunda Gran Logia de York, operativa.

Parece que Francia fue el primer país que debió beneficiarse de la nueva moda. Fue en primer lugar de reubicación de los Estuardistas, y de los escoceses camino del exilio. Según la memoria de Lalande, por mucho tiempo tenido por sospechoso, pero rehabilitado por el investigador Pierre Chevalier que tras recientes investigaciones, viene a decirnos que cuatro masones ingleses, partidarios de Carlos-Edouard Stuart, conocidos y bien identificados constituyeron una logia en París, en 1725, o en 1726, bajo el nombre de Saint-Thomas, en honor a Thomas Beckett. Charles Radclyffe, futuro conde de Derwentwater en 1731, se convertirá en Gran Maestro de las Logias francesas,fue probablemente el animador y el Maestro de Logia.

Nunca se ha sabido dónde se había recibido masón, ni incluso si lo hubiera sido. Se dejó entender que Ramsay le habría dado esta calidad. Ahora bien, éste fue admitido en marzo de 1731 en la logia Horn de Londres, y Radclyffe que había nacido en 1693 había dejado Inglaterra en 1716. En cuanto a Maclean, también Grande Maestro, después del duque de Wharton (1728 a 1731) - y antes de Derwentwater que lo fue en 1736, había nacido en Calais, residió en Edimburgo hasta 1721, luego en París de 1721 a 1726, y vuelta a Escocia en 1726 a 1728, y volviendo a entrar en Francia donde sirvió en el seno del ejército francés. Por tanto no se sabe dónde se había recibido como masón.

La implantación de la Masonería fue por tanto en Francia una labor lenta que se desarrolló en el curso de los años que siguieron a la creación de la Logia de Saint Thomas. Y su desarrollo sigue siendo siempre muy confuso. Si nos atenemos a los documentos auténticos, veremos que nacieron dos nuevas Logias, una en 1729, las Arts Sainte-Marguerite, y otra en 1730. Según el Registro del Gran Logia de Inglaterra, del 17 de marzo 1731 y fue constituida regularmente el 3 de abril de 1732, bajo el número 90 y el nombre “The King' s Head” butcher de Row AT París lo que se puede traducir en « à l'enseigne du Roi » rue de la Boucherie.

En la Logia Saint Thomas se puede encontrar a Louis d´Argent o en la Saint-Thomas n° 2, ya que procedía de una enjambrazón de la primera logia del mismo nombre, o también “Au Louis d´Argent”, del hecho King's Head et Louis d'Argent de hecho extraen su identidad de la moneda en curso en aquella época, que llevaba grabada la efigie del Rey de Francia. Luego vienen la Logia Duque de Richmond, en la cual se sabe que trabajaba en 1734, o en París, o a Aubigny-sur-Nère en el berri de Louise de Keroualle, duquesa de Portsmouth, lugar donde recibió a Desaguliers, Montesquieu y algunos otros en 1735 la logia de Bussy-Aumont, en 1736 la logia Constos-Villeroy que toma el nombre de su dos sucesivos Venerables.

En cuanto a las provincias, encontramos logias en Burdeos 1732, en Valenciennes 1733, en Metz 1735, etc. Según se desprende del cuadro de las Logias del Reino de Francia redactado el 6 de noviembre de 1744, había en dicha fecha y desde 1726 unas 20 Logias en París, 19 en provincias y, bastante sorprendente, 5 Logias militares, lo que representa 44 en total. Es a partir de este momento el embrión de que lo que debía convertirse la nueva Orden Masónica en Francia.
No se puede decir cuándo se constituyó la primera Gran Logia de Francia. El documento más antiguo conocido data de 1705 y lo menciona con este título: “Normas y deberes de la orden de los Francmasones del Reino de Francia.” En cuyo documento Mac Lean es calificado de “el presente Gran Maestro de la muy Honorable Fraternidad de los Francmasones del Reino de Francia” y su antecesor, el duque de Wharton “Gran Maestro de las Logias del Reino de Francia”.

En el texto se da poder al Barón Scheffer de constituir Logias en Suecia indica “… que estas subordinaran a la Gran Logia de Francia”, procede recordar que cuando se armen “en Gran Logia, sólo con la reunión de los oficiales maestros y los Vigilantes de las Logias de París bajo la Presidencia del Gran Maestro.

Ahora bien, ni los Reglamentos de 1743, ni las Constituciones concedidas a la Logia de Lodève en 1744, ni los estatutos de 1745 elaborados por la Logia San Juan de Jerusalén de París, ni tampoco los de 1755 mencionan ninguna Gran Logia de Francia al menos como una directora autoridad suprema. Las Logias, en casi toda su totalidad, y sobre todo las de provincias, se colocaban ellas mismas bajo la obediencia de un Gran Maestro al que solicitaban la protección y más aún la garantía de regularidad, criterio principal en la época.

Esta tendencia se generalizó a partir de 1743, después de que el conde de Clermont accediera a la Gran Maestría. Es en base a su instigación cuando se estableció “el segundo día de la primera semana del tercer mes del año de la Luz 5747 de la era vulgar 1747” con este documento se quería consagrar la hegemonía de un organismo central director del conjunto de las Logias del Reino de Francia, y el cual parece haberse escapado a la sagacidad de los investigadores.


“Reglamentos de la Muy Respetable de la Gran Logia de Francia, elaborados para todas las Logias regulares del Reino, bajo los auspicios del Muy Serenísimo Hermano, Louis de Bourbon, conde de Clermont, Gran Maître del Orden en Francia”. Es un manuscrito de 15 páginas que contienen 121 artículos numerados de 1 a 121, y que concluye con por las siguientes menciones:

“Deliberado resuelto y detenido (sic) (a) el T.R Logia de Francia constituida regularmente el segundo día.
Copia cotejada (sic) por nosotros el Secretario General, sobre el original, por mandato, firmado por Labadie.

Extraído sobre la copia enviada a la Logia de la Douce Egalité de l´orient davignon

No se sabe nada de la Logia Douce Egalité sin embargo sí que está certificada por dos otros documentos- Labadie (o Labbady, o Labady) Maestro de la Logia Escocesa de Salomón, personaje conocido y removido, que será sustituto por la provincia por el Secretario General de la Gran Logia de Francia: Zambault en 1765. No se podría, con esta simple información, fijar una fecha precisa de esta copia.

El texto de 1747 es importante en el sentido de que determina por primera vez un procedimiento destinado a contabilizar el conjunto de las Logias del Reino y sus miembros, y el hecho de darles “…Constituciones y Reglamentos Generales para establecer la uniformidad del Trabajo” a cargo de una Gran Logia, que debe reflejar el Cuadro General de la Obediencia y de sus componentes. Más todo ello aporta una serie de medidas que fijan minuciosamente el funcionamiento de las Logias, los informes que podían tener entre ellas, así como con la Gran Logia, las condiciones de su regularidad y la de los masones. A través de diversos artículos se comenta la formación de un embrión de un Secretariado administrativo con seis inspectores que circulaban por toda Francia, y costeados sus gastos como tesorero, secretario etc.

El texto de 1747 no tiene nada de común en su redacción con los de 1755 y 1760, ni sus principales disposiciones; estos dos últimos estatutos parecen ignorar que haya habido una Gran Logia de Francia. Será necesario esperar al 19 de mayo de 1763 para que se cree el primer sello, al mismo tiempo que los nuevos estatutos que institucionalizarán la Gran Logia de Francia.

Lo que no impedirá que, hasta el momento en que el Gran Oriente le sucede, que se instalará el 12 de agosto 1774 en alquiler en los locales del Noviciado de los Jesuitas, no poseerá Secretariado permanente ni cualquier lugar para sus archivos. Las reuniones se hacían al domicilio de los miembros que quisieran dar asilo a la estructura.

Aunque esta masonería haya venido de Inglaterra, en ningún momento la masonería francesa conoció una Gran Logia inglesa de Francia, es decir, una Gran Logia Provincial de Francia bajo la dependencia de la Gran Logia de Inglaterra.

Otra comprobación, y un tanto extraña, es que en ninguna parte, en la sucesión de estatutos y Reglamentos no se encuentra el menor artículo por el cual se establezca a esta Orden Masónica el hecho de darle un objetivo o una finalidad. Todos los textos sólo tienen por objeto fijar las condiciones de regularidad administrativa de las Logias y de sus miembros. Incluso los “estatutos de la Orden Real de la Masonería en Francia” ni en el primer acto legislativo del Gran Oriente de Francia en 1773, ni los de 1777, y de 1787 de la segunda Grande Logia de la Francia dicha de Clermont, disidencia del Gran Oriente, ocurrida a consecuencia de la supresión por este último de la inamovilidad de los Maestros de Logia, ni los textos de éste de 1806, describen una vocación de la Francmasonería.

Quizá satisfechos con lo que decía el Libro de las Constituciones de Anderson, que por otra parte no parece que haya preocupado a muchos.[ He de recodar en este punto que las Constituciones de Anderson apenas si fueron manejadas hasta mediados del siglo XIX, ver pots sobre Anderson]

Por esta razón, en 1776, una circular del Gran Oriente declaraba “el objetivo que perseguimos consiste en expedir entre nuestros prosélitos una comunicación activa del sentimiento de fraternidad y ayuda de todas las clases, y hacer revivir las virtudes sociales, para recordar las prácticas, y por fin por hacer nuestra asociación útil a cada uno de los individuos que la componen, y útil a la Humanidad misma”. Con todo, sólo en 1826 en un texto estatutario se precisará oficialmente la finalidad del Orden: “De la Constitución, arte. 1Er. El Orden de los Francmasones tiene por objeto el ejercicio de la beneficencia, el estudio de la moral universal, Ciencias y Artes, y la práctica de todas las virtudes.»

¿Eso quiere decir que durante un siglo las Logias funcionaban sobre el vacío? Las actas que dan cuenta de la actividad de los talleres y de la obediencia hacen justicia de este temor.

La solidaridad, el respeto de los hermanos en la necesidad podemos decir que fue real y los actos de beneficencia se extendieron rápidamente en favor de los pobres y desheredados. Con la evolución de los rituales, la recitación de los catecismos se introducirá la afirmación de las normas morales que todos los masones que se obligarían a cumplir al menos teóricamente.

Por el contrario no resulta claro en el sentido masónico moderno de este la tipología de los Trabajos. De tarde en tarde, se encuentran algunas raras recepciones de los hermanos Oradores que requieren un deseo de reflexión sin que ello levante ninguna respuesta. Todo, al contrario, el reloj que la vida profana no perdía ninguno de sus atributos en la logia.

¿Y entonces se plantea la siguiente cuestión sobre la naturaleza del mensaje que la Masonería establecía para los hombres, el cual por otra parte era capaz de atraerlos, cualquiera que fuera su condición, para hacerlos francmasones? Esto que nos lleva muy lejos en el tiempo.

Las Hermandades del oficio existieron a partir de la alta Edad Media, encargadas organizar la profesión, y de proteger a sus miembros y ayudarlos cuando la necesidad se hacía sentir. Los Constructores dejaron numerosos rastros, algunos los cuales se remontan hasta el siglo XI. Desde mediados del siglo XIV hasta el principio del siglo XVIII es posible seguir su notable evolución de forma casi ininterrumpida.

Ninguna justificación permite decir, que la leyenda que se ha constituido en un tópico, todo este desarrollo descienda de los Collegia Romanos, o más tarde de los Maestros Comacinos, filiación refutada por aquél que incluso la había avanzado en su momento. Sólo se trata de asociaciones británicas vinculadas, incluso superficialmente a la masonería especulativa. No hay ningún rastro en la Francia de algo que pueda asemejar a lo que ocurrió al otro lado del Canal.

La Hermandad de los Canteros y de los masones de Estrasburgo, el Steinmezten, no han dejado de llamar la atención. Agrupaba a los trabajadores de la parte occidental de los territorios alemanes y dejó en 1459 una carta denominada de Ratisbona, que regulaba los informes de los miembros de la Asociación en el ejercicio de su profesión, tanto entre ellos como entre estos y sus empleadores. Una modificación introducida en 1628 permitía “a los hombres piadosos” pudieran integrarse en los trabajos. No se sabe más nada de sobre la actividad interna de la Asociación.

Las obras fueran estas religiosas o civiles, eran muy importantes y el número de obreros por tanto en algunas ocasiones era también muy a menudo considerable. Cuatro eran las categorías de trabajadores, estaban los encargados de desarrollarlas, los jornaleros, los aprendices, los aprendices “aceptados”, y los compañeros; todos ellos bajo la dirección de un Maestro la obra, que designaba a uno o a dos Vigilantes para asistirlo.

Este sistema sólo se estableció firmemente hacia finales del siglo XVI. Cada obra instalaba una “ Logia” que servía al mismo tiempo de taller, aunque las piedras eran cortadas en el lugar de su extracción, esta logia servía a la vez de refectorio y de “club”, y en cuyo seno se discutían los acontecimientos del día, y en ella cada uno recibía las instrucciones relativas a su tarea. La Logia constituía de este modo una unidad con sus propias normas establecidas mediante concierto entre el encargado de la obra, y el capítulo, o el promotor que había hecho el pedido.

A menudo se cambiaba de una obra a otra, aunque había obligación de terminar la que se había emprendido. Pero la falta de dinero paraba frecuentemente los trabajos, implicando con ello el aplazamiento de la obra, y la dispersión parcial de los miembros de la Logia. Esta vida colectiva y estos acontecimientos implicaba, la ayuda mutua mutua que los obreros establecían, como la prescripción hecha de enseñar al menos hábil, lo cual suscitaba sentimientos de solidaridad, rápidamente transformados en verdadera fraternidad.

Hábitos que se instauraban y que tenían fuerza de ley, relativamente uniformes, pero diferentes en detalles. Regulaban el uso y la posesión de las herramientas, las condiciones de trabajo, las ventajas en especie asignadas como complemento al salario. Los jornaleros, tomados in situ y casi siempre vía requerimiento, permanecían fuera de la Logia. Los aprendices, bajo contrato, sufrían un período de pruebas al final del cual o se rechazaban y por tanto se volvían jornaleros, o eran admitidos pero siempre como aprendices, esta admisión por la que debían pagar era concretizada por una recepción.

Era una ceremonia muy simple, y tenía lugar a puerta-cerrada y celebrada por el Maestro de Logia delante de los Compañeros y los Aprendices anteriormente recibidos en asamblea. La ceremonia comportaba primero la lectura de las normas que regulaban el oficio, luego la prestación del juramento que obligaba el aprendiz “registrado” o “aceptado” al secreto más absoluto, la comunicación de una “palabra”, la “palabra del masón”, que se murmuraba a continuación entre los presentes, se daban las señales de reconocimiento, y para terminar se realizaba un banquete.
Algunos textos dejan entrever que antes o durante esta comida, se procedía a alguna clase de “novatada” que sufría nuevo aprendiz admitido. Todo ello duró entre los operativos hasta el año de 1710 en que se acusó a Desaguliers haberlo suprimido, por incompatible con la dignidad de los personajes “aceptados”.

El manuscrito n° 1 a la Gran Logia de Inglaterra, datado de 1583 expresa el procedimiento del juramento: «... uno del ancianos tiene el Libro, y se presta la obligación colocando sus manos encima, y se leen los preceptos”. No se precisa cual es el Libro en cuestión. El término sigue siendo pues ambiguo y persiste una duda sobre su identidad, pudiera tratarse de la Biblia o el Reglamento de la profesión, pero lo más probablemente es que fuera este último.

La primera referencia indudable sobre la presencia de Biblia en le desarrollo de la “Obligación” figura un siglo más tarde, en 1685, en el manuscrito Colne n° 1. En ninguna otra parte, ni en las más antiguas actas de la Gran Logia de Edimburgo que se remontan a 1598, ni contienen tal cosa las actas de la Logia Saint Mary' s Chapel de 1599, ni los de la Madre Logia de Kilwining n° 0, de 1642, en ninguna de ellas se indica que haya una Biblia entre el material de la Logia. Esto confirmado además está por los textos más recientes de las Logias que siguieron siendo operativas como Aldwick 1701, o Swalwell 1725, etc.

La primera mención observada de la compra de una Biblia, y acompañada de dos recopilaciones de canciones, figura en una orden otorgada en 1766 por la Madre Logia de Kilwining, aunque la propuesta había sido hecha en 1726, 1744, 1749, y había permanecido como tal sin consecuencia alguna.

Prichard indica en su “divulgación de 1730”, su empleo, que generalizará en los años 1750 - 1760. En Francia, muy a menudo la biblia fue sustituida por los Evangelios. . La divulgación “Recueil Précieux de la maçonnerie adonhiramite” de Guillemain Saint Victor, 1781, indica que “…. el juramento era pronunciado con la mano derecha sobre el Evangelio” mientras que un manuscrito del finales del siglo XVIII, lo da como hecho “… sobre los santos Evangelios”. El Gran Oriente en los Rituales del Rito Francés en 1782 establece que se presta la obligación sobre el Libro de las Constituciones.

Dos clases de secretos eran los que destacaban: los del oficio que el aprendiz descubría a medida que avanzaba en su calificación profesional, y consistentes en los medios y señales de reconocimiento, y más concretamente en la “palabra” del masón. Los primeros se referían al tamaño muy preciso de la piedra, al ensamble de los bloques, a la construcción de los soportales, bóvedas, cúpulas, etc; que eran distintos a la geometría pura de los Compañeros de la cual se servían para preparar los dibujos y los planos.

Los masones “aceptados” sólo tenían que hacer de ello una enseñanza cuyos elementos se fueron perdiendo poco a poco; a principios del siglo XVIII, los “aceptados especulativos” sólo conservaban algunas pizcas de estos secretos que “equiparon” infligiéndoles un sentido moral, o un significado simbólico resultante de toda la masa de ciencia extraña que inundaba Europa. Los secretos operativos no dejaron ningún rastro de conocimiento especulativo de carácter esotérico.

“The Mason' s Word” no dejó de intrigar los historiadores ingleses de la Masonería. El uso de esta “palabra” es muy antiguo, puesto que se le encuentra en las tradiciones egipcias, hebraicas, e incluso védicas; y en la Edad Media lo encontramos en los hombres del oficio que se reconocían por medio de dichos término.

Es de origen escocés y no hay ninguna certeza de que existiera en las Logias inglesas “aceptadas” del primer cuarto del siglo XVIII, fuera de la región inmediatamente fronteriza con Escocia. Su presencia está garantizada entre los “aceptados operativos” en las Logias Saint Mary' s Chapel, Aïtksonhaven, Dunblanc, etc a partir del siglo XVI. Tenemos dado que su comunicación era uno de los elementos esenciales de la Recepción de los Aprendices. Era único para el conjunto de los miembros. Con el tiempo emigra a Inglaterra a través de los intercambios ininterrumpidos de trabajadores entre los dos países. Los “aceptados” la duplicaron, quizá para saldarse con los operativos.

Hicieron una para los aprendices (o la conservaron), y otra para los Compañeros, y, más tarde al haberse convertido en especulativos, había otra para los Maestros Esta desviación de la “palabra” de origen escocés, recordémoslo, no tenía tampoco ningún valor esotérico, aunque generó a partir de los años 1735-1740 toda la serie de las palabras “sagradas” que tomaron prestados los innumerables grados venidos más tarde y que constituyeron lo que hoy se conoce por Escocismo. De un medio de reconocimiento se transmutó en un símbolo, el de una “verdad perdida”, de una “palabra perdida”, recogiendo así las famosas fórmulas orales encontradas en los cuentos de hadas, cuya potencia mistérica abren todas las puertas. En 1753, el virulento propagador irlandés la Masonería dicha del “Antients”, Laurence Dermott lo definía como “el tuétano de la masonería”.

La masonería operativa sólo conoció dos grados, más una función, la de Maestro de Logia, elegido por sus Compañeros y esto hasta 1710 al menos. La presencia del Templo de Salomón en la leyenda de la Orden se inscribe en el marco de los enigmas no resueltos. Al menos de las 150 versiones manuscritas solamente dos de ellas hablan del tal templo, el Régius, 1390 poema en verso, y el Cooke, más explícito que su predecesor, es la más antigua referencia que tenemos de los “Deberes del operativos”.

Él narra muy brevemente la historia de la masonería del oficio, representando parcialmente lo que dice la Biblia. En él se concede un lugar mucho más importante a la Torre de Babel y a Nemrod y a Salomón su Templo. 76 líneas de texto contra 28, donde mencionan detenidamente los dos pilares en los cuales se grababan las siete artes liberales de las ciencias y artes (cuyo rastro, entre paréntesis encontramos al 30º grado del Rito Escocés). Estos dos pilares donde uno era brillante mientras el otro permanecían en la sombra con el fin de proteger los preciosos conocimientos del tiempo de la destrucción y la venganza de Dios.

A principios de 1700 volverán de nuevo tímidamente los muy raros “Old Charges” todavía en curso, sino para desaparecer inmediatamente en beneficio de las dos columnas de Salomón. En el mismo período, el registro de la Gran Logia de Edimburgo, plantea la cuestión: « ... ¿Dónde está la primera Logia”? responde “… en el porche del Templo de Salomón”. Exactamente antes de 1700 la Gran Logia de York menciona las fiestas celebradas en la inauguración del famoso Templo y la muerte de Hiram, su arquitecto, sin que se hable de su asesinato. Diez años más tarde, el Dunfries manuscrito n0 4 dona a las dos columnas salidas de la sombra un sentido religioso cristiano que se ira reanudando más tarde.

Ante lo cual cabe preguntarse ¿Entonces, por qué Salomón? ¿Y por qué después de un silencio que duró 300 años?

¿Hay causa efecto con lo que sucedió en 1765 en Londres, un judío español, Jacob Jéhu de Léon, expuso en una muy bonita maqueta del Templo de Salomón que atrajo una enorme atención, exposición que se continuó con el mismo éxito durante un siglo?
¿O por la publicación en 1688 de una obra “el Templo de Salomón espiritualizado” del escritor anabaptista John Bunyan, autor conocido y considerado?

Vienen a continuación dos acontecimientos, parece que ser George Payne, en ese instante Gran Maestre de la Gran Logia de Londres, en 1721 presenta el manuscrito Cooke de 1410, en la tenida el Santo Juan de Verano, sie3ndo el iniciador de una leyenda salomoniense que no conocieron ni los operativos escoceses, ni los “aceptados” ingleses del siglo XVII. Estamos, 1720-1730, a la orilla de una masonería especulativa donde lo simbólico no conocerá más de límites que antes de finales del primer cuarto del siglo XIX.

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