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sábado, 28 de septiembre de 2019

Ensayo sobre los orígenes de los Grados y Rituales simbólicos (El anverso y el reverso de la historia) 2ª parte

André Dore Grado 33º REAA


Resulta paradójica y hasta extraña, la no mención en los manuscritos que nos describen las ceremonias de recepción de los Aprendices y de los Compañeros sobre las herramientas del oficio. Estas herramientas aparecen por primera vez en 1696 en el acta de Registro de Edimburgo, con respecto a un juramento, donde aparecen en esta formula: “juro, por Dios, la Escuadra y el Compás. ” fórmula repetida en los mismos términos en 1710 y 1714.

En 1710 el Dunfries manuscrito n0 4 cita por primera vez también los tres pilares sin ningún informe o relación con las dos columnas de Salomón, e indica que tenían por significado la Escuadra, el Compás y Biblia. ¿ Es acaso esto el preludio de las Tres Luces que encontraremos un poco más adelante en los talleres?

Será entre 1720 y 1730 cuando se introduce toda la gama de las herramientas que hoy conocemos en las logias: la regla, las tijeras, el mazo, el martillo, la plomada, el nivel, la paleta, etc., herramientas que por la gracia de los especulativos se transformaron en símbolos con la paradoja de que durante siglos aquellos que diariamente ejercían el oficio las manejaron sin hacerles mucho caso, al menos con relación al tema simbólico. [Digamos que eran herramientas para comer y no para especular]

Lo mismo ocurre con los dos símbolos fundamentales de la masonería, la piedra bruta y la piedra cúbica tallada[1]. No han existido nunca, tanto entre los operativos como entre los aceptados, las primeras Logias especulativas del siglo XVIII las ignoraron.

Se vieron nacer estas simbólicas en Francia, alrededor de 1740 época en que fueron tímidamente reveladas, sin que tuvieran por otro lado un significado importante, a lo sumo más tarde, se indica “… una piedra sobre la cual las herramientas se afilan”, y eso es todo sobre la iconografía que nos comunica su existencia.

¿Entonces de donde parte la leyenda de que somos los herederos y el vehículo de una tradición operativa ancestral y simbólica a la cual nos referimos con algún orgullo y veneración?

El masón “aceptado” fue el vínculo entre el operativo y el especulativo, pero ya en el siglo XVII, los “usos” que no los ritos, diferían sensiblemente entre operativos y aceptados, y la divergencia se acentuó hasta que se volvieron prácticamente extraños los unos para los otros.

Sólo los escoceses parecen haber conservado durante mucho más tiempo dichos elementos, por otra parte, antiguos y muy simples, los cuales se intentaron mantener en el seno Logias inglesas. Esta contribución fue probablemente renovada durante un tiempo debido al hecho de los desplazamientos de los masones escoceses, que es lo que permite pensar por analogía, con lo que había pasado anteriormente, los nuevos grados aparecidos en Inglaterra hacia 1730 - y en los cuales no se implicaban – y por tanto se hayan asignado a la masonería escocesa. Se les dio el calificativo de Escocés y a partir de este momento esta palabra cubrió todo lo la que más tarde surgió más allá del grado aprendiz, del Compañero y el Maestro.

¿Qué masonería aportaban pues en junio de 1726, Charles J Radclyffe y sus amigos?

Nada que de otro modo no existiera en la época que nos describe el Registro de la Gran Logia de Edimburgo, o por las Constituciones de Anderson en 1723. En resumidas cuentas, una masonería en dos grados sin apenas simbólica, pero proporcionada de una finalidad muy vaga pero esencial, “Ser el Centro de la Unión”, estructurando para ello un sistema administrativo relativamente limitado a los criterios de la regularidad, y eventualmente una leyenda histórica y gloriosa que le confiriera toda una u nobleza, todo ello combinado de un secreto misterioso sobre la naturaleza del cual todo el mundo se perdía incluidos los que lo poseían.

El Manuscrito de Edimburgo describe el desarrollo de las reuniones: un mínimo de trámites en la llamada de los miembros, una cierta multa pecuniaria a los ausentes, las admisiones cuyo ceremonial perpetuaba el del operativos dado arriba, la novatada, el cotejo de las multas previas, eventualmente el juicio de los delitos, los préstamos de dinero para asistencia, y anualmente la elección de los Oficiales y para terminar, el banquete.

Este procedimiento se había fijado definitivamente en 1640 y se aplicaba aún en los primeros años del siglo XVIII. En algunas Logias se había procedido a aumentar la recepción con una lectura de la historia - legendaria - de la masonería. La obligación seguía siendo sobria; sin amenaza de sanción en caso de violación del juramento. El Chetwode Crawley manuscrito de hacia 1700, el Haugfoot 1702, el Kewan 1714, etc, son quiénes revelan este procedimiento que son de un enorme interés, ya que muestran la transición producida entre los últimos “ ceptados operativos” y los primeros especulativos: ningún manuscrito previo les es comparable, después ellos.

No parece que fuera diferente en Francia; y habrá que preguntarse si no tenemos documentos que confirmen o invaliden tales cuestiones, y en todo caso nos indiquen como de diferentes habríamos podido ser? Una Logia en 1726, una segunda en 1729, una tercera en 1730, todas de origen inglés. Admitamos pues esta simplicidad tanto más fácilmente cuanto que son de muy de corta duración, y no serán comparables con lo que aparecerá en los próximos diez años.

Lo que sólo eran “usos” se volverán “rituales”. Su proliferación desordenada generarán los ritos. Credulidad, vanidad, a menudo demasiada codicia, y la imaginación ayudará a todo ello perdiendo sus derechos la razón. La simbólica masónica va a comprometerse en seguir a veces una vía demencial, a veces dogmática de la que sólo saldrá al cabo de un siglo no sin conservar algunas secuelas. Y como tal afirmación exige una justificación, recuerden que el Tuileur de Ragon que fue dignatario del GODF, en dicho libro da cuenta de más de 1450 grados, y 1450 rituales diferentes, integrados en 48 ritos practicados por 54 órdenes masónicas

La historia de los rituales es extremadamente compleja como la diversidad de los elementos que van a ir incorporándose, y de cuyo origen en parte somos ignorantes. Dos ejemplos sorprendentes: la integración de leyenda salomónica citada más arriba, y la leyenda de Hiram, clave de toda la masonería especulativa escocesa, son completamente ignoradas por las dos masonerías la operativa y “aceptada”, y para terminar de remacharlo todo el asesinato de Hiram es ajeno la Biblia.

Ahora bien, ella es la que suscitó el sistema en tres grados de la masonería simbólica, y su prolongación en los Altos Grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, sin que nunca se hayan podido determinar las condiciones precisas en las cuales se instalaron tales leyendas.
Se puede fijar, sin temor de error, el punto de partida de la masonería especulativa en los años 1720. Lo que sabemos de sus primeras ceremonias proceden de las “revelaciones” o “Divulgaciones”. Digamos que todo lo misterioso atrae y por este motivo se recibieron con enorme éxito, no dejando de crecer ni su demanda ni su edición. En cuanto al contenido, de estas “divulgations” cuanto más revelas, más se tiene por sospechosas, lo que no excluye que mientras no exista un análisis riguroso de los textos nos podemos decir o lo que es más distinguir lo que es auténtico de lo que es falso.

Servían de memorándum, y a través de su difusión es probable que contribuyeran en gran parte al establecimiento de los rituales cuya elaboración se extendió luego con la contribución de elementos más o menos simbólicos venidos de todos los horizontes y que se fijaron en el espíritu de los masones.

La primera aparición en un diario de Londres, el “Flying post” a partir de él - 13 de abril de 1723 bajo el título de “A mason's examination”. Esta sátira virulenta sin gran alcance se reprodujo en carteles que llenaban las calles de la ciudad. Siguió, en 1724 “« le Grand Mystère dévoilé”, que fue republicado en 1725, al mismo tiempo que una versión impresa de unas pretendidas “Old Chargus” conocidos bajo el nombre de “Briscoe Text” y completamente absurdo.

Un poco más serio será los que en 1730 escribirá Prichard, recibido masón más tarde “The Masonry dissected”. Lo que revelaba de la Gran Logia de Inglaterra lo va a tachar inmediatamente de impostura. Pues aportaba numerosos elementos, que fueron reconocidos como válidos más tarde, tanto en la forma de las cuestiones como en sus respuestas, por primera vez aparece una versión muy simple de la Leyenda de Hiram. El conjunto incluía constituir todo lo que era preciso para poder ser un ritual en tres grados. En 1735, una edición pirata de las Constituciones de Anderson de 1723 pareció bajo el título de “Pocket companion” que no aportaba nada nuevo., El libro de Prichard, muchas veces reeditado fue la única “revelación” inglesa durante los 30 años siguientes.

Francia fue en ese sentido mucho más prolífica tanto por el número de obras, como por la diversidad de las revelaciones que fueron apareciendo. La primera fue “la Recepción de un Frey-Mason”, publicado en 1737, por Herault, teniente de policía, cuyo libro tuvo una gran repercusión. Era el extracto de un informe redactado sobre las declaraciones de la Cartón, bailarina a la Ópera, que había obtenido su información de su amante, Lenoir de Cintre. Este texto es bastante poco interesante por las pocas novedades que aportar, le siguieron una decena de revelaciones que terminaron por revelar la casi totalidad de los “secretos” entre comillas, de la Francmasonería, secretos mucho de los cuales eran desconocidos por los propios masones ingleses.

Citemos, después de Herault 1737, y bajo el mismo título

· La Recepción de los Francmasones 1738;
· La Recepción misteriosa de los Francmasones, de 1738
· El catecismo de los Francmasones, de 1740 (revisado y corregido 1749);
· El Almanaque de los cornudos, de 1741
· El Secreto de los Francmasones, de 1742
· El Sello roto, 1745
· El Orden de los Francmasones traicionado, de 1745
· Los Francmasones aplastados, 1747

Algunos de estos textos dieron lugar a varias ediciones. Por ejemplo el “Trahi” por sí solo conoció una buena treintena de ediciones, más los plagios. La bibliografía masónica de lengua francesa, para el período de 1730 a 1790, contiene más de 900 obras de este estilo. Algunos de estos textos tuvieron traducción en inglés y al alemán.

No hay rituales bajo la forma que hoy conocemos, pero las claras narraciones que conocemos nos permiten fácilmente reconstituir el ceremonial de las reuniones. Los catecismos, con cuestiones en base a preguntas y respuestas, volverán a estar en las “Instrucciones” basadas en el de Prichard de 1730 y se irán aumentando regularmente, en cada edición se irán añadiendo nuevos elementos, en entre los cuales podemos citar la introducción de las “las palabras” con su significado simbólico. A principios del siglo, los más antiguos catecismo sólo planteaban quince cuestiones. En 1730, el grado de Aprendiz ya exigía por sí solo un centenar de preguntas y respuestas.

La Iconografía que empezamos a ver hacia 1740, con los cuadros de Logia dedicados a los distintos grados, grabados de recepción, aportan todo un complemento a los textos. Algunas de estas ilustraciones son extraídas de las divulgaciones como l'Ordre des Francs-Maçons trahi 1742, el Catéchisme des Francs-Maçons 1749 o la Franc-Maçonnerie démasquée 1751 las cuales enriquecerán todas las obras parecidas más tarde. Hogarth, Watsonen en sus grabados revelan además aspectos poco conocidos de la vida de las Logias en Inglaterra, pero a veces conjeturados.

A partir de 1750 vemos aparecer ya mandiles magníficamente, bordados para uso de los masones, que se revelarán, como verdaderos “Libros mudos” mostrando a la sagacidad de los curiosos, que puede observar de este modo toda la simbólica que se utilizaba en aquellos tiempos.

Entre 1700 y 1725, las Logias se reunían en las tabernas cuyo nombre daban por otra parte el título distintivo a las propias logias. En Francia, en cambio estas se colocaron inmediatamente bajo la protección de un santo, y a partir de 1735, generalmente llevaban el nombre del Maestro de la Logia. El mundo profano no podía estar presente en las asambleas, y por tanto era necesario sacralizar locales en los cuales había algunos elementos heredados del siglo, que anteriormente no existían. Uno de esos elementos fue el cuadro de Logia. La fecha de su aparición es dudosa. Pero los textos indican que, en el primer cuarto del XVII se dibujaba el cuadro en base a un trabajo de dibujo de tiza o incluso al carbón, estos dibujos se hacían en el suelo y eran la representación de la imagen de la logia; luego se borraba al final de la reunión.

Primeramente la representación de la logia esta tenía forma de cruz y se fue volviendo “oblonga” con las innovaciones introducidas por el Doctor Desaguliers y algún que otro de los “modernos” (final de una cita de 1726).

Se sustituyó la tiza y el carbón, por cintas, clavos y cuadros móviles. Las residencias señoriales donde se tenían lugar las Logias de algunos importantes personajes las moquetas explican seguramente el nuevo procedimiento. Según un catecismo de aquella época “las cintas eran blancas y clavados, las cartas, E para East, S para South.” Más tarde, este decorado cedió paso a una alfombra, luego a un cuadro: en ellas se veían las columnas de Salomón, el sol, la luna, las herramientas del oficio, las dos piedras, etc, sin que eso esté regulado por texto alguno.

Si, en el tiempo de los “aceptados” Logia se encendía por medio de una llama que salía de un tarro “triangular” en el cual se quemaba el espíritu de vino; los especulativos utilizaban antorchas. Hay que tener en cuenta el paso que los operativos y los aceptados del siglo XVII en donde nunca se utilizó el triángulo como símbolo y que el tarro indicado más arriba se convierte en toda una innovación.


Según los manuscritos 1700-1720, las antorchas que luego fueron destinadas a convertirse en “las Luces” eran todavía tres, nunca más. Para el Manuscrito de Edimburgo que es el primero en citarlas, 1698. Representan al Maestro, los Vigilantes y al Compañero. El Sloan, manuscrito 1700, da otra versión, el Sol, el Maestro y la Escuadra. Para el Dunfries, 1710, estas tres antorchas habían devenido en los tres pilares son la Escuadra, el Compás y la Biblia. Dos textos de 1724 y 1725 dicen que se trata del Padre, los Hilos y el Santo-Espíritu. Luego un grupo de tres textos propone audazmente doce luces que son por este orden: el Padre, los Hijos, el Santo-espíritu, el sol, la luna, el Maestro Masón, la escuadra, la regla, las herramientas contadas en este tiempo. Observemos la ausencia muy importante de la biblia y el compás.

Todas ellas crecerán en gran número, y hacia la mitad del siglo uno de los grados escoceses dispondrá de ochenta y una herramientas, de forma paralela además su posición en el seno de la Logia irá variando constantemente. Tanto Prichard 1730 y el Wilkinson, un manuscrito 1730, lass hacen viajar y les asignan el Sol, la Luna y el Maestro de Logia. Y es así como los interpretará Francia entre 1730 a 1760. Luego hubo una nueva variación a partir de esta fecha: serán seis, o tres grandes luces: Biblia, Escuadra y Compás, y tres pequeñas luces: Sol, Luna y el Maestro de la Logia.

Quizá allí había ya seis en 1730, ya que Prichard y Wilkinson, las citan en un momento dado como una fórmula que se percibe por primera vez en un texto masónico y dice: “tres pilares soportan la Logia: Sabiduría, Fuerza y Belleza”,. Frase puramente simbólica, sobreañadida al grupo de las tres luces, Sol, Luna y Maestro de logia, con lo cual no se confunden. El destino de estos símbolos sólo se volverá definitivo en 1760 cuando estén vinculados respectivamente al Maestro de la Logia, al primer y segundo Vigilante. En esta época numerosos diplomas de Logias entregados a sus miembros llevan la máxima de “Fuerza y Estabilidad” parece que se aplicaba a la propia Iglesia con el fin de garantizar su perpetuidad, pero no se la encuentra en la Francia en ninguno de los documentos masónicos.

No tenemos ninguna explicación satisfactoria para la presencia del pavés o cuadro mosaico en la Logia a pesar de un simbolismo bastante evidente. Parece que puede remontarse a la época en que se dibujaba el cuadro de Logia sobre el suelo, y ello haya devenido de del hecho de dividir la logia, seguramente para situar a oficiales a los compañeros y aprendices, y de ese modo se trazaron algunos cuadrados blancos y negros para distinguir los sitios, lo cual por otra parte no tiene nada de probatorio.

En Inglaterra esta alfombra mosaica se bordaba en forma dentelada con los colores azul y rojo, terminado en las cuatro esquinas por un bálano. ¿Hay en ello cierta aproximación con la escaleta dentada que ilustra el “Catecismo de los Francmasones” edición de 1747, representada por una larga cuerda terminada por dos bálanos, y que rodea la parte superior del tablero de logia? Hiram era hijo de una viuda. Nosotros, sus hermanos, somos “los Hijos de la Viuda”. En la heráldica francesa las armas de una viuda se rodean con la misma cuerda descrita más arriba, y el marco del cuadro de estas armas está bordado en base a triángulos blancos y negros. Tal vez esto podría dar sentido a este símbolo que llegó hasta nosotros envuelto en una relativa oscuridad.

A partir de su origen los masones especulativos se inscribieron en el Orden cósmico. Testigos: el sol, la luna, los cuatro puntos cardinales dibujados sobre los cuadros de la Logia y la orientación de ésta, las direcciones en las cuales los masones son llamados a desplazarse: ¿De dónde vienen? ¿A dónde van? los viajes efectuados en el curso de la recepción de un candidato a la admisión, se hace en el sentido de la rotación del sol, la Estrella Flamígera del segundo grado, la Bóveda Celeste, un baldaquino azul derramado de estrellas. Todo eso concreta la voluntad de hacer de la Logia una representación del Universo. A partir de 1710, el manuscrito Dunfries n0 4, y el Trinity College de Dublín 1711, hablan de ello y el catecismo de Prichard 1730, etc, confirma la cuestión: ¿“Cuál es la altura de la Logia? ” Responden: “tan inconmensurable como la del firmamento y sus estrellas. »

El mobiliario de la Logia era de lo más reducido. La mesa del Venerable, el estrado de tres alturas devendrá mucho más tarde con el Maestro y el libro; En la parte baja de ésta, una mesa pequeña y baja sobre la cual se colocaban la escuadra y el compás: en el momento de la obligación, el candidato colocaba la rodilla derecha sobre estas dos herramientas, formando sí escuadra con la otra pierna.

El cuadro de Logia ya citado y las antorchas – tres, o tres grupos de tres, dispuestas indiferentemente en los ángulos de la alfombra, según el tiempo y el lugar. Ni sillas, ni mesas. Los hermanos estaban de pie, el Venerable sentado. Más tarde, siglo adelante, los Vigilantes se beneficiaron también de una mesa cada uno y de una especie de columnata de unos 25 centímetros aproximadamente.
Cuando las circunstancias lo permitían, las dos columnas de Salomón se encuadraban en la puerta de entrada y remataban de un capitel (la Biblia, el Rey III - 15 habla de dos) rematadas con granadas. Salomón había nombrado la primera, la de izquierda, Booz, que parece haber sido uno de sus antepasados, la otra Jakin, pero el texto no proporciona ninguna explicación. ¿Izquierda - derecha, derecha - izquierda? La inversión tuvo lugar en Inglaterra, entre 1730 y 1735, sobre prescripción tras la revelación de estas palabras consagradas en el mundo profano con el fin de atenuar su utilización por personajes que no se habrían admitido regularmente en la logia.[2]

Un grabado inglés, hacia 1750, muestra una mesa, inmensa ocupando la casi totalidad de la habitación, alrededor de la cual varios hermanos permanecen de pie, con la cabeza desnuda asisten a la recepción de un Aprendiz: el Venerable mazo en mano, y tocado de un tricorne se sienta en un extremo, el libro y la escuadra están ante él. Tres pequeñas antorchas en triángulo en las esquinas de la mesa. La actitud de los hermanos, revestidos de un delantal largo, con la baveta bajada en una actitud bastante desenvuelta aunque indudablemente no saben qué hacer con sus manos que algunos meten entonces en sus bolsillos.

Más tarde en 1787, un célebre cuadro que representa la entrega de un premio al F... Robert Burns, poeta y escritor, durante una tenida solemne del Cannongate Lodge de Edimburgo, se ve a los distintos Hermanos diseminados por la sala. Yo no diría que templo, aunque haya un estrado sobre elevado y tres mesitas. De pie, sentados o descuidadamente recostados, charlando alrededor de las mesas dispersadas un poco por todas partes. Curiosa imagen de una reunión masónica que se vinculó mucho más como una recepción muy mundana del “gentry”, pero que se revestían de su delantal y sin cordón.

Los delantales o mandiles eran de piel blanca, s todo su contorno estaba bordado por una cinta de color azul o blanco, así lo había publicado la Gran Logia de Inglaterra el 17 de marzo de 1731. Anteriormente, el 27 de junio de 1726, había pedido que los Maestros de Logia y los Vigilantes “portaran las joyas de la masonería” colgadas de una cinta blanca pasada en torno al cuello, los Maestros la Escuadra, los Vigilantes el Nivel y la Plomada”.

El 17 de marzo de 1731 estas joyas debían ser doradas y enlazadas en base a una cinta azul. Esta decisión no siempre se respetó, y en 1739 la Logia Antiquity aún conservaba el “cordón verde según los antiguos hábitos”. Para otros esta cinta era amarilla, y el delantal blanco pero bordado en rojo. El compás como joya se indica ya en el manuscrito Dunfries n0 4 en 1710 y en el frontispicio de las Constituciones de Anderson 1723, muestran al Duque de Montaigu, Gran Maestro pasándole la joya al Duque de Wharton, su sucesor. El Maestro de banquetes seguirá presentándose con su delantal rojo. En 1742, el Venerable llevaba la Escuadra y el Compás, y los otros oficiales solamente este último. No era imprescindible, pero es la primera mención en Francia de lo que se perpetúa a día de hoy en las logias

El cordón sólo tenía un objetivo: suspender las joyas y distinguir así los oficiales: no poseía ningún otro sentido simbólico. En 1759, un grabado pone de manifiesto que se llevaban estas joyas de un lado a otro, lo que viene a decir que no era el símbolo del pues de la espada en Logia, por lo tanto símbolo de Igualdad. Ningún de los personajes, comprendidos funcionarios, representados sobre los grabados, no llevan guantes.

Dos cuestiones con respecto al ritual. La palabra no aparece en ninguno de los estatutos y Reglamentos de las Grandes Logias. Parece derivar de sí mismo, de la naturaleza de los “acontecimientos” masónicos descritos en las narraciones proporcionadas por las “Revelaciones”. En cuanto a la “cosa” ritual, es decir, la orden de las ceremonias parece haber sido codificada a finales del siglo, al menos en Francia.

La gran dificultad que se encuentran en el estudio rituales es debido a que, hasta en 1858 su impresión estaba prohibida, y por lo tanto son todos ellos manuscritos, nunca datados y sin origen. La única edición impresa antes de esta fecha fue la del Regulador del Masón de, 1801, reproduciendo muy exactamente los rituales establecidos por el Gran Oriente en 1782 para el Rito Francés, pero que estuvo a espaldas a éste. A ir de 1800 una serie de “Thuileur” fueron apareciendo bajo la firma de masones a menudo eminentes, pero masónicamente hablando, lo eran de forma ilegalmente. Reconozcamos también que nunca se ha hecho ningún estudio “científico” del ritualismo masónico, y su enfoque a día de hoy sigue siendo delicado.

La apertura y el cierre de la Logia sólo se establecieron entre 1742 y 1760, y en primer lugar en Francia. El Venerable, Maestro de la logia, cuyo nombre se pidió prestado al Orden de los Benedictinos, informaba a los Vigilantes de que la logia iba a ser abierta. Habiendo sido cubierto el taller se retiraba su sombrero en el momento de la apertura, luego lo volvía a poner. Pero el “Trahi” de 1745 nos aporta dos grabados donde se acuña a todos los asistentes. Luego venía la recitación del catecismo por los oficiales. En 1730, a la cuestión “¿Es usted francmasón? ”el Vigilante respondía“ se me considera como tal”, luego “¿Dónde se encuentra el 1er Vigilante? ¿Cuál es su deber? Y así sucesivamente para cada uno de los oficiales. Los visitantes eran “Tuilés” (el término parece haber existido en la época), en dos ocasiones, antes de entrar, y a continuación en la Logia antes de que pudieran sentarse. La presencia de un profano incluso en el “parvis” era indicada con la fórmula “s”.

En Inglaterra, pasando el siglo la reunión se paraba a modo de recesos y anunciados por cualquier de los Vigilantes que estaba situado en la pequeña columna de que disponía, citada más arriba.

El “trabajo” entre comillas, se detenía, y a veces se servían in situ las bebidas y la comida,. Luego la tenida se reanudaba con el levantamiento de las columnas. No parece que en esa época se haya conocido en Francia, este proceso - se podría decir ventajosamente – que fue sustituido por las Logias de Mesa y su particular ritual. A partir de 1786 los trabajos no comienzan hasta después de que los Vigilantes hayan reclamado a los hermanos las palabras, signos y los toques. Es también en dicha fecha cunado se introdujo la lectura del trazado de los trabajos anteriores y su adopción después de realizadas las observaciones del hermano Orador, un Oficial que Inglaterra siempre se ha ignorado, hasta hoy. El cierre de la Logia más rápidamente ritualizado que la apertura, primero porque se hacía una cadena de unión – que encontramos por primera vez en 1744 - y segundo porque se separaba bajo el “Chant des Apprentis” que venía de las Constituciones de Anderson.

En 1760 “… al final de cada de cada tenida se hacía cantando, se juntaban las manos cruzadas de tal modo que formaran una cadena, se sacudían de arriba abajo los brazos, afectando al mismo tiempo mucho el suelo del pie, lo que no dejaba de sorprender a los extranjeros. »

Catecismo, beneficencia, recepciones eran la gran actividad de las Logias, y eso fue durante mucho tiempo así, má el banquete. Hacia 1750 se instauró la lectura de la historia de la francmasonería, reanudando un hábito de los antiguos gremios operativos. La imaginación desbridada y entusiasta, ayudada en eso por la proliferación aberrante de los altos grados se dio a permanente alegría. Si se quiere admitir al rigor del discurso de Ramsay (1737), afirmando la influencia de los Cruzados sobre el origen del Orden y sobre el desarrollo de su simbólica, haya podido proporcionar una tesis plausible a esta historia (Émile Mâle demostró su contribución incuestionable en el ámbito del arte), perdemos la razón delante Dios que instala su Logia personal, para solo él, o incluso delante de Adán constituyendo las nuestras, para para ser sin duda alguna “el Centro de la Unión”.

Por lo contrario, lo que es innegable es la influencia de las asombrosas divagaciones de los Altos Grados del Ecoscismo que en plena evolución tuvieron sobre el establecimiento de la liturgia de los tres grados simbólicos, especialmente en las recepciones de Aprendices y Maestros, dos psicodramas que conviene examinar en todas sus vicisitudes. Que pasaron a ser en los especulativos del siglo del XVIII de una recepción tan simple como la del aprendiz en las Logias operativas, a las igualmente desnudadas de los “masones aceptados” del 17e.

Damos a esta ceremonia el nombre de iniciación, pero durante décadas sólo se trató de admisión o recepción, y no de iniciación; la palabra hizo su aparición muy tímidamente por otra parte en 1801 en el prólogo del “Regulador de Mason”, y solamente en el cuaderno del Venerable que reproducía a espaldas de el Gran Oriente y bajo su etiqueta, los rituales del Rito Francés en siete grados y cuatro órdenes que había establecido en 1786.

Ello era debido a la obra parecida en 1781 del hermano canónigo Jean Baptiste Claude Robin, miembro de la Logia “las Nueve Hermanas”, al oriente de París, titulado “Investigaciones sobre las iniciaciones antiguas y modernas”, cuyo conocimiento había dado a su taller durante una tenida memorable informado por la Dixemerie?

No se podría en efecto, retener la expresión “… los verdaderos iniciados” encontrada en cursiva p. 7 y 12 en el texto de una virulenta sátira anónima publicada en La Haya en 1745. “Le Tonneau jetté ou réflexions sur la prétendue découverte de l'Ordre des Francs-Maçons”, réfutation “ l'Ordre des Francs-Maçons trahi ” del abad Pérau. Es sintomático también que Convent del Philalèthes organizado de 1785 a 1787 por la Logia “los Amigos Reunidos” en el Oriente de París, consagrado al estudio de la “ciencia masonica”, a sus orígenes y a sus finales, en ningún momento hayan previsto una investigación sobre las iniciaciones o una posible aproximación con los “misterios” antiguos”. Uno sola intervención, la del Hermano Westerholdt, en la sesión del 19 de abril de 1785, hizo mención de su “… alta antigüedad” y añade “… la francmasonería que tiene una analogía perfecta con las iniciaciones. ” Ahora bien esta invitación no trajo ninguna reacción por parte de una audiencia compuesta de los masones más eminentes y los más cultivados toda la Europa. En cualquier caso la palabra “Iniciación” sólo se volvió oficial, masónicamente hablando, en 1826, articulo 217 de la Constitución del Gran Oriente de Francia.

¿Hubo “iniciación” en el sentido iniciático del término? A lo sumo se puede sugerir según el curso de los años 1780 después de las varias tentativas de codificación de los rituales, hechas por una parte por el Gran Oriente de Francia, 1786, y por las Asambleas Generales de Francmasones de Lyon en 1778 y de Wilhemsbad en 1782 del Rito Escocés Rectificado.

Hubo ciertamente “iniciación” anteriormente en esta última fecha. Pero eso sólo afectaba a los círculos lioneses cuyo reconocido misticismo se expresaba bajo la forma masónica. A partir de 1767, Willermoz y sus fieles se ingeniaban a través de un sincretismo donde se mezclaban los dos sistemas de San Martin y de Martinès de Pasqually que se instauraba de extrañas ceremonias a la vez religiosas y mágicas destinadas a reinstalar el hombre decaído, en su pureza primitiva.

Una carta, conservada en Lyon, en el fondo W. 5471, datada de 1768, y dirigida a Jean Baptiste Willermoz por su hermano Pedro Jacques, indican “… se quiere iniciarles, a la buena hora”, dando así prueba de que había “iniciación”. Eso sí sólo se referían a los Altos Grados, reservados a una élite cuidadosamente elegida y en consecuencia muy reducida. Un documento extremadamente secreto, accesible a algunos de los raros cargos electos, “la Instrucción a los Grande Profesos” último grado del Régimen Rectificado de Lyon de 1778, publicado recientemente por Antoine Faivre en la obra le Forestier confirma este hecho. (Lyon fondo W. 5475). Esta clase de ceremonias, dejaba por otra parte ver que eran muy diferentes, y relativas a los tres grados simbólicos. Sin embargo, debido a la minucia y al rigor de ejecución del ceremonial de iniciación consustancial a los altos grados, rigor necesario por su lado mágico, no se excluye el hecho de pensar que haya contribuido a consolidar y estabilizar la liturgia de las recepciones de Aprendiz, Compañero y Maestro destinadas más tarde a convertirse en iniciaciones.

El aspecto esotérico de la enseñanza distribuida en estos talleres de vocación superior aplicada en busca del incognoscible, y el secreto que se perseguía, conducía obligatoriamente a la sacralización ritual en todas sus modalidades. Se hizo insidiosamente día a día, pedazo a pedazo, podría decir que de este modo se instauró el carácter “iniciático” de las recepciones a los tres grados simbólicos. ¿Pero entonces se plantea la siguiente cuestión, de qué clase de iniciación estamos hablando?

La muerte y la desaparición que implicaba tal iniciación aparecían como el mayor peligro en el que podía incurrir el hombre, de ahí su angustia, y la negativa a aceptarlo y la esperanza en una supervivencia, en un más allá diferente. Por lo tanto, la muerte no era ya más que un paso que conducía a un renacimiento en este mundo no manifestado, sino presentido, y que era el ámbito de lo sagrado, un paso, como los del nacimiento a la vida, a la infancia, a la adolescencia, de ésta a la edad de hombre por el ejercicio de la sexualidad, muy sacralizar durante ceremonias rituales. El rito era el único medio de acceder a estos distintos niveles de ser, común a todas las civilizaciones, más primitivas a las más evolucionados conocieron y conocen aún estas prácticas que se guardan secreto, ya que por supuesto aportan una potencia considerable a los que son el objeto

[1] En el Manuscrito de Edimburgo (1696) si que se habla de ello .. ¿Hay joyas en vuestra logia? Rsp. Si, tres, una piedra, una piedra cúbica y un gran óvalo.
[2] También se recogen en algunas investigaciones que estas inversiones fueron realizadas debido a la querella entre los Modernos y los Antiguos para poder evitar las infiltraciones de unos en las logias de los otros.

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