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domingo, 29 de septiembre de 2019

Los orígenes de los Grados y Rituales simbólicos (El anverso y el reverso de la historia) 3ª parte

André Dore. Grado 33º REAA.


Desde hace ya un tiempo tengo el empeño personal de sacar de las repletos arcanos del saber masónico que se producen más allá de nuestras fronteras geográficas y mentales, estos textos que por su sencillez nacen de la reflexión y el estudio de Hermanos muy lúcidos como André Dore, poco sospechoso de atrabiliario masón, como nos califican algunos otros Hermanos cofrades , amén de descalificar, por otra parte, la labor que deseo llevar adelante con mejor o peor suerte, un trabajo realizado con los medios modestos que uno tiene, y con la sapiencia también modesta de quien les escribe, pero eso sí convencido la labor didáctica que debe hacerse en la logia y fuera de ella, con la intención de desasnarnos, y quitarnos las anteojeras que nos han colocado con todos los tópicos que se han creado y nos han metido en la cabeza.

Aquí aporto trabajos nacidos de la investigación que nos ayuden a ver el trabajo de una forma más relativa y relativista para saber quienes somos, de donde venimos y cuales son nuestros bagajes, solo los que no se sostienen en ese campo de la lucidez y del conocimiento masónico "abierto", se agarran al imperativo de la ley y al dogmatismo cerril, que se suele ver con bastante frecuencia y que tiene bastante de “Pensamiento único”

En todo caso aquí queda estas tercera entrega del trabajo de André Doré que espero sea interesante para eso casi 200 lectores que cada semana se bajan de un tirón todos estos textos.

A ellos las gracias porque vosotros sois la esencia de este trabajo, de esta entrega, y sobre Manera al Gran Oriente de Ecuador y al Hermanos como los de la Logia Lux Veritatis ,(Julián, Joaquim…. y otros Hermanos y Hermanas (Lola, Myrian, ST. etc.. que desperdigados bajo la bóveda celeste apoyan para que esto no decaiga, pues ya se sabe en “casa del herrero cuchillo de palo” A todos GRACIAS

Víctor Guerra

Estamos en el siglo XVIII. Un saber extraño circulaba por toda Europa que estaba sedienta de luz. Lo oculto reinaba en los espíritus de los Maestros, cuyo sentido era transportado por el Rosacrucismo que prometía la inmortalidad, por la alquimia, la riqueza, el hermetismo, la potencia, la cábala, el conocimiento, por todo un conjunto combinado que llenaba un misterio susceptible de despertar todas las curiosidades. Un mismo misterio que además aparece en el seno de las Logias masónicas que además lo creían como muy antiguo .

La tentación era grande confrontar esos conocimientos con lo que se poseía y adquirir otros. En realidad las Logias poseían poco bagaje, digamos que era notable su pobreza intelectual y esotérica, y el trabajo de discernimiento resultaba un tanto decepcionante. Era necesario pues alimentar tanta hambre cultural, dar una razón a las logias que ser otra cosa que sociedades “baladíes”. La leyenda de Hiram vino en un momento dado muy bien para amueblar el contenido doctrinal de la naciente masonería especulativa.

Como ya vimos en las entregas anteriores, no se conocía el origen de la leyenda hirámica, ya que apareció en alguna parte bien en Inglaterra o en Irlanda, y esta se estableció gradualmente en el territorio masónico, aunque realmente se asentó de forma definitiva en 1738 con la segunda edición de las Constituciones de Anderson, aunque habrá que esperar a 1760 para que se admitiese definitivamente, al menos en Gran Bretaña, ya que en Francia el proceso de integración fue más rápido. 

Tal cuestión generó toda una serie de Altos Grados que se sumergieron completamente dentro del mundo masónico. estaba claro que el asesinato de Hiram no podía seguir quedando impune. De esta manera nacieron los grados de venganza y las escenas guiñolescas que se fueron dando en el seno de las recepciones por lo que fue necesario atemperarlos con la introducción de los grados caballerescos. Se incorporaron el grado de Maestro como un aumento de grado de Compañero de lo cual que no se sabe ni cómo se había hecho, ni por qué siendo completamente absorbido. 

El increíble entusiasmo por los Altos Grados, y sobre todo por la dramatización de las admisiones tuvo como consecuencia una necesaria estructuración de la liturgia consustancial a la recepción de los Aprendices, con la aportación de elementos de toda clase, contribución que se escalonó entre 1740 hasta hacia 1850.

Nada de doctrina propiamente dicha, nada de vaga filosofía rosacruciana, ni la mística judía, introducidas furtivamente con pizcas el rito cristiano por los “Antiguos” establecido en Irlanda por Laurence Dermott, y luego propagados por él mismo en Inglaterra anteriormente a 1750.

Solamente símbolos… A menudo dispares, prestados; a los cuales se les asignó múltiples significados, un tanto absurdos, e incompatibles con el menor razonamiento lógico e incluso analógico. Algunos de ellos revelan la típica magia ceremonial como es el caso del mazo del Maestro, firma de potencia y soberanía (recordemos que las herramientas como tales símbolos se ignoraban entre los masones operativos), “las regalías” británicas: mandiles, cordones, joyas, ornamentos, las “casullas , los pentaculos, las baterías, los golpeos de pies (hoy desaparecidos, pero conservados en el gremio del Compañerismo) en el curso de la Cadena de Unión, las circunvalaciones de carácter cósmico, las repeticiones, verdaderos “mantras” destinados a integrarse en el inconsciente gestual, que se le identifica a las “mudras” de la India (la del grado de Maestro se encuentra en este país y figura en la escultura de la civilización precolombina de México), etc.

Lo cierto es que se tienen que reconstituir los primeros ceremoniales de recepción de los Aprendices, de los Compañeros y los Maestros de la masonería especulativa. El manuscrito Graham 1726, y las dos divulgaciones: “Maçon's Examination” 1723 y “Masonry Dissected” de Prichard 1730, proporcionan los elementos por cuestiones y respuestas, corroborados por la declaración en diciembre de 1736 de John Coustos, en su pleito con el Tribunal de la Inquisición de Lisboa Lo que era relativamente simple al principio de los tiempos se complicó singularmente a partir de 1740, y Francia no fue extraña a las innovaciones que surgieron.

Todos los textos hacen hincapié en el hecho de que el candidato solicite su admisión por su propia voluntad y exige que proporcione los motivos de su demanda. Cuestión que se patrocina, y que la Gran Logia de Inglaterra hizo de ello una Obligación el 15 de diciembre de 1730. En su recepción el padrino lo lleva a una habitación sin luz, completamente obscura donde permanecen juntos durante un determinado tiempo y sin que sea pronuncia ni una sola palabra. Al final de esta estancia se le pregunta en dos ocasiones si persiste en la vocación para recibirse. Sí su respuesta es afirmativa, se le conduce “… los ojos vendados, despojado de sus metales, ni desnudo ni vestido, ni calzado ni descalzado, pero siempre de una manera decente” delante de la Cámara de Recepción, ante la puerta se efectúan tres golpes que se repiten desde el interior.” Entonces se introduce por el padrino que lo recomienda “… “pobre, sin moneda, ciego e ignorante de nuestros secretos”. Siendo acogido como el más joven Aprendiz de la Logia.

El “ni desnudo ni vestido” no se encuentra en ninguna parte dentro del mundo de los operativos que “se aceptaban”. Parece proceder de la tradición templaria y seguramente tenía por objeto comprobar el sexo del candidato. Ninguna explicación para el pie descalzo, ni para la venda a pesar de la evidencia del símbolo en cuanto a los metales, rechazados por todas las mitologías y por la propia Biblia que los daba por dañinos, aunque todo esto parece ser ignorado en el “Catechisme” 1740, el “Secret 1742 y “ L´Anti-Maçon ” 1748, etc… quiénes dicen “… desprovisto de todos los metales porque cuando se enviaron los cedros de Líbano para el Templo (de Salomón) todos estaban cortados, y no se escuchó ningún golpe de martillo, ni de otros instrumentos cuando se construyó este edificio”.

Está claro que era necesario encontrar una justificación según William Preston, en “Illustration of Masonry” 1772, la iniciación retiraba todo carácter maléfico a los metales “… el metal ( la moneda) no puede hacer distinción entre los Masones dado que se basó en el orden en la paz, la virtud y la amistad”

La Cámara Oscura es el antepasado del Gabinete de Reflexión. Era, y aún lo es hoy completamente desconocida dentro de la Masonería inglesa, y así permaneció también un determinado tiempo en Francia. No se sabe dónde y cuándo se introdujo en la Recepción, aunque muy probablemente fue hacia 1765-1770. Las Logias lo utilizaban entre 1776 y 1780 y en el “Recueil Précieux de la Maçonnerie adonhiramite” de Guillemain Saint-Victor, 1783 este aporta una descripción similar a la que figura en los rituales del Gran Oriente establecidos en 1786.

Una habitación de paredes negras, con la sola presencia de una única vela encendida, un taburete, una mesa sobre la cual un cráneo y todos los ingredientes, sal, azufre, agua, pan, ( el vitriol llegará más tarde). Sobre las paredes, los emblemas de la muerte y una serie de frases escritas en blanco (sentencias) evocan la fragilidad de la vida y la inanidad de las cosas terrestres, más las amenazas si el candidato no abordara su admisión con un corazón puro. 

Hay una clara analogía entre este júbilo silencioso en la “Cámara Oscura” y la solitaria estancia del candidato y la vela de su armadura del caballero en la víspera de su nombramiento con caballero. Durante esa estancia debe redactarse un testamento al modo de como si este fuera el último. En 1786, un manuscrito que viene de la mano del Gran Oriente, añade una innovación, y las cuestiones “de orden”: ¿Es usted un hombre honesto; qué se debe a sí mismo? ¿A su similares, a su patria? Lo cual desapareció en 1858 y luego reaparecido al finales del siglo XIX.

El manuscrito Dumfries n0 4 de 1710 , indica que el candidato entraba en la Logia con “la cuerda al cuello”. Ante la cuestión que le planteaba el Maestro de la logia acerca de tal cuestión respondía: “para colgarme si yo traicionados mi juramento”. Es la primera mención de este símbolo que viene de una “Logia” de aceptados. No se lo encuentra hasta en el 1760, sino en Inglaterra. Y no figura en efecto, en ninguno de los grabados de la serie de las “Recepcions” de 1745, ni en la de la “Recueil précieux”, (edición 1787), ni es citado, ni se le observa en el tablero de Maler, 1786. de Recepción en una Logia de Viena en Austria, que se puede ver en el “Kuntshistoriches Museun” de esta ciudad.

La Recepción continuaba con los viajes; según Prichard, 1730, no había nada más que uno, efectuado a partir de la entrada, y realizado en el sentido de las agujas del reloj y y se concluía con tres pasos delante del Maestro de la toga para la prestación del juramento. En Francia, en la “Recepctión d´un Frey-Maçon” da tres, “en torno al espacio señalado sobre el suelo donde se dibujan a lápiz una gran J y una gran B”, prefiguración del cuadro de Logia, que se instalará en el seno de la logia definitivamente entre 1740 y 1745. 

Su decoración variaba en función del grado, así como la disposición de los símbolos (la escuadra y el compás en particular sólo encontraron su lugar definitivo durante el siglo XIX), según diversos autores. Es por ello que sabemos que tenemos “un “tablero de la toga” de Aprendiz, un verdadero tablero” etc. y así cada uno va aumentando al precedente. La contribución hermetista se nota muy plena en la obra de Lenglet-Dufresnoy, “Historia de la filosofía hermética”, tres grandes volúmenes, aparecidos en 1742, la cual desempeñó un papel considerable sobre la creación y la evolución de un pensamiento esotérico en gestación [ que merece la pena repasar algunas de sus hojas para ver las grandes contaminaciones, dos tomos se pueden encontrar en el libros Google]

Es probablemente a este autor a quien se debe la confirmación del carácter cósmico de lo que debía pasar a ser el Templo masónico, con la presencia del sol, la luna, la bóveda celeste, de la estrella flamígera y la introducción de las circunvalaciones según la marcha aparente del primero. ¡Uno se asombra de que ni uno sólo de los catecismos con todo lo prolijos que eran en sus explicaciones, no proporcionen ni un solo dato sobre el sentido de los viajes impuestos al candidato,¡Seguramente no había!

Será a partir de los años 1780 cuando se informe sobre este primer viaje “… se hace en las bóvedas subterráneas, el segundo, en las galerías superiores, el tercero en torno al templo”, pero sin justificación del porqué era así. Y será necesario esperar a 1832 para que estén asimilados estos viajes a las tres edades de la vida ya que será el Hermano Vasallo, dignatario del Gran Oriente, quien done esa interpretación.

Es también en esta época, 1780, cuando los tres elementos, agua, el aire y el fuego se asocien a los viajes. El proceso de dramatización venido de los Altos Grados los transformó inmediatamente en pruebas simbólicas y purificadoras, en pruebas reales, a la imitación de las iniciaciones antiguas que se constatan en la obra del abad Robin. Esa cuestión se hizo sin orden, y sin directivas. Nada se estabiliza: las variaciones en un ritual a otro son numerosas y yerran en las explicaciones que acompañan a los viajes, lo cual revela una cierta indigencia de un pensamiento que querría ser iniciático pero que aun así con todo no se consolida.

El sentido moral es dominante, y es el objetivo que se persigue y que es reconocido como tal - es intimidar el candidato-, quizá para asegurarse de la firmeza de su carácter. Si el breve contacto con las llamas de la prueba del fuego podía impresionar, en cambio la prueba del agua era anodina, y la del aire no era más que una simple amenaza. El manuscrito del ritual de la Madre Logia escocesa de Marsella, lo cuenta de esta manera:

“Señor, usted va a sufrir todavía (esto son el 3e viaje) una prueba, mucho más fuerte y más dolorosa que las otras: es necesario que viajen por los aires. ¿No teme lanzarse a la atmósfera aéreo y no comprender usted las consecuencias desastrosas de una caída a la cual van a exponerse? »

“El Recipiendario que responde que no, es cuando todos los hermanos piden que se lo exima de un viaje tan arriesgado”. Medió también la impresión del sello al hierro caliente, un simulacro por supuesto; la prueba de la sangre con la que era necesario que firmara el recipiendario su juramento, probando por parte del candidato a los ojos de los hermanos que era bien intencionado, y pleno de piedad gritaba “gracia” , lo que al momento de los preparativos se le concedía, esta misma prueba se volvió con la mezcla de las sangres, aún practicada a día de hoy bajo una forma simbólica. Ella es la de una copa de amargura cuya interpretación no plantea ninguna dificultad. Venía de Alemania, por la vía del rito Rectificado que la practicaba hacia 1755. La prueba de Tierra, vivida en el Gabinete de Reflexión apareció como tal en el transcurso del siglo XIX. 

Todo esto era completamente ignorado y surge precipitadamente en la década precedente a la Revolución, y se perpetuó durante una treintena de años después de la reanudación de 1794. El Gran Oriente había hecho suyo estas innovaciones a las cuales dio un sentido exclusivamente moral codificándolas en su ritual de 1786, y recogido en el Regulador del Masón de 1801, pero sin renunciar a su carácter de intimidación.

“El primer viaje debe ser el más difícil. Debe hacerse a pasos cortos, muy lentamente, con una marcha muy irregular y se aprovechará la disposición del local para hacer este viaje doloroso, con la colocación de obstáculos y dificultades un poco sin orden ni concierto, pero sin emplear ningún medio que pueda herir incomodar el recipiendario. Se lo hará ir primeramente lento, luego un poco más rápidamente. Se lo hará bajar de vez en cuando, como para pasar por un subterráneo, y se le comprometía a franquear una ficticia zanja y con tal fin se le hará ir en zigzag, de modo que no pueda juzgar la naturaleza del terreno que está recorriendo. Durante este viaje, se aplicará el granizo y el trueno con el fin de imprimir en su alma algún sentimiento de temor”.

La explicación de este viaje, las vicisitudes de la vida humana. Si hasta ese momento la Masonería simbólica había escapado a la dramatización ultrajada de los Altos Grados escoceses, parece que esta invitación debe acumularse a las dificultades de la recepción al grado de Aprendiz que tuvo por resultado de añadir lo grotesco a la tragicomedia.

Una enciclopedia de principios del siglo XIX reproducía el artículo Francmasonería sobre la admisión de un candidato. En caso de el primer viaje decía que el recipiendario “… se conducía hasta el borde de una trampilla y se le dice que hay un precipicio al que se le propone lanzarse, si se niega, se le empuja, y cae de veinte pies sobre diez planchas de fuerte papel, a dos pies de distancia una de otra que estallan sucesivamente haciendo un ruido espantoso básicamente se encuentran tras ello una serie de colchones para recibirlo”.

La escena del perjurio merecería adjuntarse también a la antología de las ceremonias escocesas de antes de la Revolución.

“Se coloca una tabla, en medio de la cual se practica un agujero redondo, y es colocada en una esquina de la Logia. Se la cubre con una alfombra que pende hasta el mismo suelo. A un Hermano, generalmente el más pálido, se coloca bajo esta tabla, se arrodilla y hace pasar su cabeza por el agujero justo debajo hay un plato de estaño en cuyo fondo hay un tinte del color de la sangre y la ropa alrededor de la cabeza se la tinte de color de sangre, lo que tiene el efecto ilusorio de parecer una degollación”. Sigue la descripción de la escena a la cual se retira la venda del recipiendario, con los comentarios de uso y la conclusión del redactor “esta prueba terrible a menudo causa una honda impresión”. 

La enormidad de los hechos relatados puede presentar la citada Enciclopedia como sospechosa, aunque está tomado de una enciclopedia muy conocida. Son estas descripciones y algunas otras del mismo orden lo que permitió a P. Méjanel, por otra parte de manera realista, ilustrar las obras del famoso del Léo Taxil contra la Francmasonería. Y llegados hasta aquí, cómo no citar la anécdota citada en la monografía de una Logia parisiense, aún activa hoy , y publicada hacia 1830, y consultable en la Biblioteca Nacional de Paris, que dice que durante una iniciación en los años 1806-1810, se invitó al candidato a descabezar un verdadero cadáver aportado en el Templo a tal efecto. Ni que decir del escándalo que se produjo…

Sin querer poner en duda la realidad de los hechos aquí planteados sería cuando menos imprudente generalizar estos hechos y algunos raros episodios cuya ejecución, por otra parte, debía plantear problemas materiales difíciles de solucionar. ¿Juegos dudosos, ligeramente perversos, pero consustanciales a una fecha en la que el héroe era moneda corriente, o simplemente, certificar la voluntad de afectar a los espíritus que se acercaban a la logia con el fin de valorizar una pseudoiniciación teñida de un misticismo ambiguo, con la cual los actores se identificaban se identificaban inconscientemente?

¡Más reservada y más fiel a las instrucciones del Gran Oriente, era la Logia Isis Montyon al oriente de Paris, que era especialista en las iniciaciones espectáculo, inventó el tablero de bolas y lo introdujo junto con el balancín en 1810 en las recepciones de Aprendiz!

La Prestación del juramento, que se convirtió en la Obligación en el siglo XIX, se acompañaba de amenazas terribles en caso de perjurio. Era la obra de los especulativos, ya que los operativos nunca habían pronunciado tal juramento. Los manuscritos de 1696 a 1710 indican que hay penalidades en la Obligación de los Aprendices registrados pero no da la naturaleza de estos, aunque se atienen a la “cuerda al cuello” de Dumfries n0 4 (1710) ya citado, aunque no era más que un símbolo.

La lengua y el corazón arrancados, la cabeza cortada del Prichard 1730, y los funerales impuestos entre marea baja y marea alta eran los dolores infligidos en los siglos XVI y XVII por un crimen como la traición, y figuraban aún en el código penal británico del tiempo; Francia que los recibió, los conservó hasta hacia 1780. Aunque no hay ningún ejemplo de que fueran aplicados.

En Inglaterra, desde principios del siglo el juramento se prestaba sobre la Biblia. Entre 1727 y 1730 el candidato tenía un mazo en su mano derecha y una paleta en su mano izquierda. En Francia, se hacía sobre la Biblia, y muy a menudo sobre los Evangelios o el evangelio de San Juan, ante Dios, según la “Recueil Précieux. 1782”, generalmente delante del Gran Arquitecto del Universo que seguía siendo Dios, mucho antes de que se le considerase como un símbolo. En 1786, el Gran Oriente añadió tras el Gran Arquitecto, la fórmula “… sobre los estatutos de la Orden, y sobre esta espada símbolo del honor”.

El ceremonial de prestación y la consagración que seguía a las ceremonias sufrieron numerosas variantes. Y se fue volviendo solemne, en base por ejemplo, a que los asistentes estuvieran en muchas ceremonias espada en mano. Dos oficiales conducían el neófito, con los ojos siempre vendados, delante de la tabla del Venerable (aún no se decía el altar o la mesa). El recipiendario de pie, colocaba la rodilla derecha sobre un cojín sobre el cual se colocaba también una escuadra. En la mano izquierda tenía un compás abierto, las puntas sobre el seno izquierdo, la mano derecha abierta completamente sobre el “Libro” a veces levantado levemente hacia el cielo. Repetía entonces la fórmula que le decía el Venerable.

Durante el siglo XVIII el juramento se prestaba en los tres grados. Había a veces, pero raramente, el arrodillamiento de las 2 rodillas sobre el cojín, a menudo se producía una inversión: era la rodilla izquierda para el Aprendiz, y la rodilla derecha para el Compañero, y las dos rodillas para el Maestro y también a veces para el Maestro y el mismo Aprendiz; esta diversidad duró en Inglaterra hasta en el año de 1814.

A veces las dos manos del recipiendario se colocaban sobre el “Libro”, el Venerable tenía entonces el compás sobre el pecho del neófito. La escena del perjurio fue una invención del siglo XIX. No parece que se haya practicado a lo largo del XVIII, la prestación del juramento se renovaba después de la caída de la venda (Régulateur du Maçon, 1801). 

Éste intervenía después de que se hiera reconducido al candidato Occidente. A petición suya, y al golpe de mazo se le daba la luz. El momento podía ser impresionante. Algunos hermanos “llevaban antorchas surtidas de mechas al espíritu del vino, en cuyo seno se había introducido polvo de licopodio. Las sacudían, lo empolva y se encendía al espíritu de vino que quemaba, lo cual producía una enorme llama y una muy viva luz ”. El neófito descubría entonces la asamblea de los masones situados en torno a él que señalaban con sus espadas Tras un silencio, el Venerable tranquilizaba al nuevo aprendiz diciéndole que esta misma actitud era la garante de la ayuda que en adelante le aportarían en caso de necesidad.

Los asistentes volvían a sus columnas y de pie y espada en mano, el Maestro de Logia procedía a la consagración. Se hacía según la época, el lugar y la Logia, por el mazo, luego por la espada, por el mazo y la espada, a veces por el mazo y compás. El neófito de pie, o de pie y una rodilla sobre el cojín y la escuadra que había servido para la Obligación, el Venerable lo constituía Aprendiz Masón “a la gloria del Gran Arquitecto del Universo” según la fórmula que aún hoy es empleada; luego confirmaba su admisión en el Orden realizando sobre su cabeza tres o tres veces tres, pequeños golpes de mazo o espada. 

Tras el abrazo se le entregaba el delantal y los guantes. En dicha época y durante el siglo l XVIII la baveta del delantal de Aprendiz era invisible, la del Compañero estaba a veces adornada con las herramientas y estaba levantada y abotonada con el fin de mantenerla erguida, y la del Maestro estaba bajada. Hasta el momento en que el cordón de Maestro hace su aparición en Logia alrededor de los 1775, solamente la posición de la baveta permitía reconocer el grado de un hermano. En la Edad Media el hecho de llevar guantes solo se asociaba a las ceremonias religiosas y militares.

En los operativos, el patrono ofrecía un par de guantes “al aprendiz registrado” durante su recepción, y sin que haya explicación a este respecto. “The Maçon' s examination”, 1723, indican que el recién admitido recibía dos pares de guantes blancos, una “para él, otro para una mujer”, sin más comentarios. Prichard, 1730, no dice nada al respecto. Pero Herault, en, Réception d'un frey-maçon, 1737, añade “… el segundo par es para la mujer a quien más considere”. Hacia 1760, al volverlos a poner el Venerable decía: “Un masón no debe nunca empapar sus manos en la iniquidad” y en 1786 los “guantes por su blancura informan del candor que debe siempre reinar en el alma de un honesto hombre, y la pureza de nuestras acciones”. 

En cuanto a la mujer “…le rendimos homenaje y a sus virtudes. ” y Goethe ponía de manifiesto que el gran valor de este regalo residía en el hecho “ … de que un masón no podía hacer tal regalo sino una única vez en toda su vida”. Práctica que se ha convertido en tradición, y cuya ofrenda de los guantes se ha perpetuado hasta nuestros días.

Luego venía la invitación al reconocimiento del nuevo Aprendiz, la comunicación de los signos, de los pasos, de la marcha, de las palabras. La primera se hacía por batería y aclamación, vivat, vivat, y semper vivat, sustituida hacia la mitad del siglo por Houzé en las Logias que querían ser escocesas. En Inglaterra los trabajos se paraban, y se realizaba un brindis in situ en honor al nuevo hermano, y los trabajos se reanudaban. En Francia la costumbre que se instaló era que los recién iniciados ofrecieran tras la recepción un banquete, eran tal los abusos que hubo, que fue preciso renunciar a él.

El origen de los signos masónicos sigue siendo misterioso y su introducción en la masonería especulativa podemos decir que no es desconocida. El medio de reconocimiento de los masones operativos residía en la “palabra del masón” y nada indica que hubiera una gestual acompañándola. Apenas es posible encontrar la “señal de orden” en el estatuario medieval como el índice de una tradición “masónica” entre los canteros. O sería necesario tener en cuenta la descripción precisa que da Philon de Alejandría en “la Vida contemplativa” y Flavius Josèphe en sus “Antigüedades Judaicas”, durante el primer siglo de nuestra era. Ni siquiera se puede considerar como tal, como ocurre con la señal de desamparo del Maestro casi universal, como una suerte de arquetipo de la especie humana.

Los pasos y la marcha son señalados en los antiguos textos de 1724, 1725, 1729 y 1730, pero sin una descripción. En 1737 el acta del pleito Coustos en Lisboa indica que se entra en Logia por tres pasos no descritos. Es necesario esperar a 1745 para saber que en Francia y Alemania, en el estadio del masón de pie, estos estaban juntos talón contra talón y que cada paso se hacía en escuadra.

En el “Sceau Rompu »” se dan estos detalles, y añade que la marcha del Maestro constaba de tres pasos en zigzag. “.« L'Anti-Maçon”, de 1748, muestra mediante un esquema tres pasos para cada una de las marchas, los pies en escuadra pero claramente separados, en línea recta para el Aprendiz, en zigzag para los otros dos grados, con esta diferencia para la marcha del Maestro durante del 2e y 3e no había un pie colocado en el suelo, un punto sobre el cual volveremos de nuevo en la recepción a la Maestría.

En realidad no se fijaba nada y la confusión durará hasta el más allá de 1800. En 1760, el “The Three Distinct Knocks” exponiendo la práctica del “Antiguos” indicaba un paso para los Aprendices, dos para los Compañeros y, tres para los Maestros sin especificar cómo se hacían. Confirmaba así la protesta de Laurence Dermott que en su “Ahimon Rezon” se indignaba porque los “Modernos” hubieran cambiado la marcha, la cual si se cree lo que expone “Jakin and Boaz” de 1762, siempre en nombre del “Antiguos” lo definía, en el orden, 1, 2 y 2. Otros, en el curso de los años que siguieron dieron 1+2+3, o 3, 5 y 8 ó 12+3, etc. etc. Lo cierto es que nunca ha habido la menor explicación sobre el posible sentido de la marcha de los Francmasones…

Hemos visto el origen de las “palabras”, descendientes del misterioso “Mason' s Word” de los operativos, sacado de la Biblia probablemente a partir de la primera década de XVIII. Donde los tres grados simbólicos no sufrieron las mismas vicisitudes como otros componentes de la Orden masónica. La inversión de las columnas y en consecuencia de las palabras que la designaban, realizadas por la necesidad de asegurar cierto acceso a los templos no fue más que un episodio menor, y no merece ciertamente el “ruido” que con ello hicieron los “Escoceses” en sus observaciones. A lo sumo se puede indicar que algunas Logias inglesas eligieron la palabra “mahabone” para el tercer grado en vez del término corriente que ha llegado hasta nosotros. Y recuerdan que el Gran Oriente creó la palabra del semestre el 23 de octubre de 1773.

¿En qué momento los Aprendices masones tuvieron tres años y por qué? Todos los catecismos hasta en 1750 les dan: “menos de siete años” por otra parte a los Compañeros se le dan menos de siete años, porque en el ámbito de los operativos era el tiempo que era necesario para pasar de Aprendiz a Compañero camarada-obrero, o Compañero-Maestro, éste por consiguiente tenía “siete años y más”. Un documento de 24 de junio de 1765 realizado con una fórmula muchas veces utilizada hasta nuestros días,:

“P... L... N... Q... N... S... C... ”, por los nombres que nos son conocidos. De esencia pitagórica, venidos por el canal Hermetismo, muy fuerte en esta época, ello cubría bajo un aspecto misterioso, que le daba de la importancia, una ignorancia que no parece haber desaparecido. El uso se establece para acoger al joven hermano con algunas breves palabras de bienvenida, y la recepción se daba por terminada. Luego esta iba seguida de un banquete que también ya hemos comentado y que se denominaba como “Logia de Tabla”, el cual merecería un estudio especial detenido.

Hasta 1730 sólo hubo prácticamente dos grados, la recepción al segundo consistía en la Obligación, la comunicación de un signo no descrito, de una palabra siempre secreta, y los cinco puntos del Compañero. Los documentos previos a 1727, Register House Manuscrit d'Edimbourg, 1696, el Trinity Collège Manuscrit de Dublin, 1711, The Mason's examination, 1723, el Graham Manuscrit, 1726, aclaran bien muy el ceremonial de paso del Aprendiz al grado de Compañero así como los aparecidos hasta hacia 1750 y la consecuencia del Prichard, 1730, por lo que se refiere a la contribución simbólica producida que parte de esta última fecha. Aparte del episodio consustancial al asesinato de Hiram, es un hecho de que el tercer grado se establece por divisiones sucesivas de los dos primeros grados apropiándose concretamente de los principales elementos del Compañero. Algunos entre ellos retornaran más tarde a su fuente primitiva.

El aspirante a Compañero debía ser instruido en los “Misterios” de la Masonería. Se le preguntaba pues, sobre las circunstancias de su admisión, el ceremonial utilizado, él porqué de éste, y también sobre lo que había aprendido.

Las distintas cuestiones y las propias respuestas eran breves. En realidad, se recitaba de “de corazón”, el catecismo que convertía en un estricto ejercicio de memoria, no requiriendo ninguna reflexión. Las 90 demandas de Prichard se refieren a la orientación, el aspecto y el mobiliario de la Logia, al papel de sus oficiales, al “secreto”, a la gestualidad…. Este texto es revelador y precioso, pues con el aprende, y será la única cosa que debe retenerse, “que el fundamento de esta cámara son sus tres columnas o pilares, fuerza, sabiduría y belleza”, y que le techo “es un cielo de nubes embellecidas con toda clase de colores”, y que el “Pave” “se adorna con obras al estilo mosaico”, “que en el centro hay un cometa (la estrella flamígera)” y que “la tour de la Cámara” está tapizada de un brocado de oro que constituye un cierre alrededor”, todos los elementos más aquellas herramientas que son designadas en tablero o cuadro de logia. 

Hay también adivinanzas. Así es como el Maestro «está vestido de una chaqueta amarilla y de un calzón azul», (se trata del compás que en la época es su atributo), y que los secretos están escondidos «en el pecho izquierdo (del masón), que la " llave” que permite el acceso está encerrada en una « caja de oro», la cual «se abre y se cierra sólo con una llave de marfil», colgada y atada «a una correa de seis pulgadas». Solución del jeroglífico: la boca, el palacio y los dientes, y si la lengua es la llave de marfil es que es « guardiana de la palabrería» que son las palabras.

Un aprendiz no podía pasar a Compañero sin “haber servido a su Maestro”, quien hizo “con cal, carbón de madera y una pella de tierra”, significando respectivamente “libertad, seriedad y celo” (traducción edición 1743) o “con la tiza, el carbón de madera y el canal”, sea “Libertad, entusiasmo y celo” (1788). Esta libre interpretación de los símbolos, en este caso una expresión de un humor muy británico, no había debido satisfacer al abad Pérau, cuyo Aprendiz, en el “Trahi” 1742, había trabajado con “la cal, la laya y el ladrillo”, es decir, “ libertad, confianza y celo”, ya que creyó que debería añadir, a modo de nota:

“Es necesario ser Masón para sentir la exactitud de estos emblemas”. Con todo, si se cree el prólogo de una obra de uno de sus competidores en literatura masónica, se había” iniciado” de autoridad, y en esta ocasión se había colocado previamente el término “iniciado” es adecuado, para haberse introducido indebidamente en una Logia, y, descubierto, “bajo un canalón o (una fuente durante una fuerte lluvia) para que el agua lo penetre de la cabeza justo hasta los pies y que sus zapatos se fueran llenando”, lo cual era un castigo reservado a los indiscretos y formulado en los catecismos.


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