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martes, 28 de noviembre de 2017

LA MASONERÍA MEDIEVAL

LA MASONERÍA MEDIEVAL 

1. Los orígenes míticos de la masonería. 

Los orígenes históricos de la masonería han suscitado a lo largo del tiempo numerosos análisis por parte tanto de los propios investigadores masones como los profanos. Y las posibles genealogías oscilan entre los histórico y lo mítico. 

Los propios Manuscritos más antiguos de la francmasonería, llamados Old Charges (Antiguos Deberes), desde el llamado Poema Regius, fechado en torno al año 1390, pasando por el Cooke (1410-1420), Grand Lodge nº 1 (1583), Iñigo Jones (1607) y Dunfries nº 4 (1710), presentan una llamativa genealogía que partiría de Lamech, apareciendo nombres como Jubal, Tubal, Tubalcaín, Noé, Hermes, Nimrod, Abraham, Euclides, Hiram, Salomón, Carlos Martel, San Albano, Athelstan… 

Abandonando territorios míticos y adentrándonos en los históricos, hay tradiciones afirma que la antigua masonería se inició en Egipto, entre los maestros y arquitectos que dirigían la construcción de las grandes Pirámides. Parece lógico que, vista la monumentalidad de la arquitectura egípcia, y el elevado grado de conocimiento que se necesitó para poder construir pirámides y templos, existiese una organización que agrupase a los arquitectos y constructores, alguno de los cuales, como Imhotep, incluso fue divinizado. Y se conservan herramientas y otros materiales que nos recuerdan a las que se han utilizado a lo largo de la historia. 

En una cultura próxima, la babilonia, los gremios de constructores, albañiles y arquitectos aparece incluídos en el Código de Hammurabi (1692 aC). 

Otros autores piensan que la masonería se deriva de corporaciones de operarios creados por Numa, en el 715 aC. Y todavía nos quedarían, entre otros ejemplos, los Collegia Fabrorum romanos. 

Una de las más importantes leyendas de la francmasonería atribuye a Hiram Abif, mítico arquitecto del Templo de Salomón en Jerusalén, la fundación de la orden masónica. 

Otras hipótesis que nos encontramos tienen que ver con aspectos filosóficos, -sin descartar los constructivos-: se buscan los orígenes en los Misterios de Mitra, los egipcios, los griegos o los romanos. 

Hay también quien atribuye el nacimiento de la masonería a los Cruzados, a los templarios que se salvaron después del arresto de su dirigente Jacques de Molay en 1307. Por no hablar de los constructores de la torre de Babel, Julio César, Alejandro Magno, Jesucristo, Zoroastro, Confucio..., o caldeos, esenios, jesuitas, rosacruces, magos, maniqueos, albigenses, terapeutas... 

2. La masonería medieval. 

Pero la más comúnmente aceptada, la que genera una amplia unanimidad, es la teoría que afirma que el origen histórico de la masonería serían las hermandades profesionales de constructores de catedrales que funcionaron en la Edad Media (desde el tallador de piedra al maestro albañil). Los primeros indicios de su existencia aparecen en el siglo XIII, cuando grupo de albañiles (en francés, maçons), deseosos de emanciparse de la tutela de los monjes benedictinos-, constituyeron gremios que llegaron a monopolizar la construcción. Para conservar los secretos y las técnicas del gótico instituyeron tres grados: aprendiz, compañero y maestro, implantaron ceremonias de iniciación y de fidelidad, velaban por sus secretos técnicos y profesionales y poseían una panoplia de palabras, signos, etc., que les servían para reconocerse. 

El nombre que los identificaba aparece por primera vez en Inglaterra, en 1350, durante el reinado de Eduardo III: free-stone-mason, es decir, albañil libre que trabaja la piedra de adorno, y que se distinguie del rough-mason, trabajador tosco, comunmente aplicado a los canteros ingleses. Más tarde, la palabra evolucionará a la actual freemason. 

Respecto a los códigos reguladores, a los modelos organizativos de esta masonería medieval operativa, hay una teoría que remonta el primero de ellos a la época del rey Athelstan de Inglaterra, que dio a estas corporaciones, en el año 926, las llamadas Constituciones de York, cuyo texto original se perdió en el siglo XV. El primero original existente en la actualidad es la Carta o Estatutos de Bolonia, redactados en 1248. Trata de aspectos jurídicos, administrativos y de usos y costumbres del gremio. Le siguen en antigüedad otros documentos como el Poema Regius o Manuscrito Halliwell (1390), el Manuscrito Cooke (1410), el Manuscrito de Estrasburgo (1459), los Estatutos de Ratisbona (1459), los de Schaw (1598), los de Absolion (1668) y el Sloane (1700). Estos documentos suelen conocerse como "constituciones góticas". 

Estos constructores, estos albañiles medievales (de la que formaban parte tanto los obreros encargados de pulimentar los bloques cúbicos, como los artistas que los tallaban, y los maestros que dibujaban los planos) disponían de lugares de reunión, cobijo y trabajo, denominados logias, situados normalmente en las inmediaciones de las obras. Incluso podía ser un edificio permanente. Generalmente era una casa construida en madera o piedra, donde podían trabajar hasta 20 canteros y albergaba también mesas o tableros de dibujo, y en el suelo, en una superficie de yeso, se trazaban los detalles de la obra. 

Dada la itinerancia de muchas de estas corporaciones de albañiles (llamadas en Alemania Guildas), la sede no era siempre la ciudad originaria; el lugar de su trabajo estaba donde construían las iglesias, los castillos, las abadías, etc. 

La logia estaba bajo la autoridad del maestro albañil, que mantenía la disciplina y la concordia de los miembros y aplicaba las normas del oficio de la construcción. 

No todos estos gremios de masones operativos eran iguales, ya que el país en que vivían influenciaba fuertemente para darles caracteristicas particulares y diferenciadoras. Esto hizo que, desde la propia Edad Media se fuese gestando un desarrollo diferente de lo que posteriormente serían distintos ritos masónicos de la llamada masonería especulativa. 

Como las otras corporaciones de oficios medievales, los albañiles tenían sus patronos protectores, honrados con solemnes fiestas: los principales eran san Juan Bautista y San Juan Evangelista (conocidos como san Juan de verano y San Juan de invierno, respectivamente) y, especialmente, los llamados Cuatro Santos Coronados, los Quatuor Coronati, que figuran en lugar destacado en los Estatutos de los masones de la época. 

Estos masones medievales disfrutaban de una situación social relativamente elevada, y tendieron hacia la creación de una profesión arquitectónica cuyos miembros eran considerados como individuos que ejercían un arte liberal, más bien que un oficio básico. 

3. La transición a la masonería especulativa: los “masones aceptados”. 

A finales de la Edad Media, debido a circunstancias como la decadencia del sistema feudal, la menos frecuente construcción de catedrales, castillos o palacios, el nacimiento de la "ciudades libres", la progresiva pérdida de poder e influencia de la Iglesia Católica, su división, la creación de nuevas Universidades, o, ya en la Edad Moderna, el auge de nuevas ideas filosóficas (Iluminismo, Enciclopedismo...), unido a temas más puntuales como, por ejemplo, la decisión del rey de Inglaterra de reconstruir Londres (después del incendio de 1666 que destruyó tres cuartos de la ciudad), con ladrillos en vez de piedra, -material que los masones desconocían su aplicación y trabajo-, las logias operativas comenzaron a perder su fuerza y poder; para poder sustentarse, empezaron a permitir el ingreso en las mismas a personas que no tenían ningún conocimiento de la construcción: miembros de la realeza, de la nobleza, de la banca, de las profesiones libres y del comercio., clientes, benefactores. Se fueron convirtiendo casi en organizaciones de carácter fraternal que, sin embargo, conservaban en parte sus usos y costumbres tradicionales. 

El perfil de estos nuevos masones, a los que se denominaba "aceptados", solía ser el de intelectuales humanistas, interesados por la antigüedad, el hermetismo, las ciencias experimentales nacientes, etc. Las logias de este tipo se convirtieron en un espacio de librepensamiento, y especulación filosófica. 

En Escocia, especialmente, el vínculo orgánico entre la antigua masonería y la nueva parece incontestable. A través de documentos como los de la Gran Logia de Edimburgo, que se reunía en la St. Mary Chapel, y que conserva sus archivos completos desde 1599, se constata que, poco a poco, a lo largo del siglo XVII aparecen en los procesos verbales, al lado de los verdaderos operarios que trabajaban la piedra, otros personajes de los que consta ejercían una profesión totalmente diferente: abogados, mercaderes, cirujanos, etc. 

Poco a poco, las logias “no operativas” se hacen cada vez más numerosas en Escocia, Inglaterra e Irlanda; de ellas nacerá la masonería “especulativa”. 

Otras logias operativas, sin embargo, continuaron como organizaciones de trabajadores, conservando sus usos y constumbres tradicionales, entre los que destacan sus reuniones rituales que permitían la libre especulación y la interpretación ética o moral de los utensilios de la construcción. Estas logias, más que incorporar miembros aceptados, susbsistieron gracias a la transmisión del oficio, generalmente de padres a hijos, o capacitando aprendices. 

Respecto a los rituales de este tipo de logias, se conserva uno fracés de 1655, el Compagnonnage, aunque ya desde 1630 aparecen distintos documentos que aluden a los usos rituales de la masonería escocesa. 

Las logias operativas seguirán funcionando en los siglos siguientes. En Inglaterra, hasta mediados del siglo XX se tienen datos de la existencia de la Venerable Sociedad de Francmasones, Albañiles de Obra Maestra, Edificadores de Muros, Pizarreros, Pavimentadores, Yeseros y Ladrilleros (conocidos como The Operatives) y en Francia aún funciona en la actualidad la Union Compagnonnique des Compagnons du Tour de France des Devoirs Unis.

http://www.gliu.org/wp-content/uploads/2015/03/La-Masoner%C3%ADa-Mediaval1.pdf

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