Las Constituciones: el nacimiento de la autoridad masónica
Desde hace ya años hemos venido estando interesados sobre la reflexión masonológica en sus distintas vertientes, sobre los hechos y realidades masónicas, y no solo desde la perspectiva personal, sino manifestada en una voluntad de conjunto como la que manifiesta el Círculo de Estudios de Rito Moderno y Frances Roëttiers de Montaleau, que además se ha caracterizado por introducir en lengua castellana, no solo nuevos temas de reflexión , sino a diversos autores en general del área francófona, que nos parece importantes que se conozcan en los ambitos castellanos .
Uno de estas grandes personalidades es Roger Dachez, ligado al Instituto Masónico de Francia, que nos abre con este trabajo, que hemos vertido al castellano, unas reflexiones sobre las tan traídas y llevadas, Patentes Masónicas, lo cual abre todo un tapete de ideas y reflexiones.
Agradecemos desde aquí a Roger Dachez toda su disposición y bien hacer, de lo cual hemos sido testigos, pues nuestro trabajo está perlado de muchos de sus trabajos.
Víctor Guerra.
Trabajo de Roger Dachez publicado en su Blog Pierres vivantes el 15 de octubre de 2016.
Uno de los sujetos más frecuentes de querellas y desórdenes, en la masonería francesa principalmente, es la cuestión de las patentes. Hemos visto en numerosas ocasiones algunas Obediencias o Jurisdicciones de altos grados creados nuevamente – por escisión o por divisiones – a iniciativa de miembros “regularmente” iniciados en los grados diversos que estas estructuras pretendían ahora controlar de forma independiente, ir a la búsqueda, a menudo penosa y turbulenta, de la “patente”, que solo, según ellos – ¡y más aun según los otros! – podrían legitimar sus trabajos. El tema no es nuevo y ha llevado a algunos de los más pintorescos – pero a veces también los más desgarradores – episodios de la historia masónica de nuestro país. Sin embargo, una breve reseña histórica nos permite arrojar luz sobre este nuevo día. Me gustaría dar aquí algunas indicaciones que me reservo para desarrollar de manera mucho más considerable en un libro que aparecerá dentro de tres o cuatro años.
¿Qué es una patente?
¿De dónde viene esta idea que un documento, denominado “patente” -Warrant, en inglés- es indispensable para que los trabajos masónicos sean perfectamente indiscutibles, al menos en derecho, si no de hecho?
Sería necesario aquí rehacer toda la historia de la noción jurídica de la patente, pues de allí viene todo.
En el derecho antiguo, una carta patente (ingl. Letters patent) era un acto público (lat. Patere: “estar abierto”) por el cual el rey confería a aquél que dependía de su autoridad, un derecho, un estatuto o un privilegio. Este documento se oponía a la Letter closed o en francés la lettre de cachet (carta sellada) que se dirigía solo a su destinatario, ¡y no necesariamente para ponerlo en prisión!
Se entenderá que la patente es un instrumento jurídico por el cual una autoridad civil permite a una persona, un grupo de personas o a una institución ejercer una cierta actividad, reconociendo la supremacía del titular de la patente y admitiendo, según sea el caso, que pueda decidir la retirada: vemos que en definitiva no es otra cosa que un procedimiento de sumisión política…
La patente en masonería
¿Cuándo apareció la patente en masonería? Una vez más, como en muchas otras áreas, todo comenzó en Inglaterra. Cuando a partir de 1721 y la llegada del primer Gran Maestro noble de la Gran Logia de Londres, John, 2° Duque de Montagu, las logias fueron coronadas por un alto aristócrata, la Gran Logia, ansiosa por afirmar su autoridad, que reposaba sobre unos fundamentos tradicionales que eran al menos bastante débiles, inventó la noción de “regularidad” – que significaba simplemente: “estar sujeto a una autoridad conocida cuyas reglas se siguen” – y la patente que era la manifestación oficial de la misma.[1]
Las mismas prácticas se seguirán en Francia tan pronto como la Gran Logia comenzará, bastante más tarde, y con dificultad para imponer su autoridad sobre las logias del reino.
En todos los casos, el punto más interesante fue que el otorgamiento de patentes dio lugar al pago de un derecho de cancillería... Hoy en día, todas las logias inglesas están provistas de patentes, excepto las que derivan de las cuatro logias conocidas como fundadoras en 1717 (de las cuales sólo quedan tres), que son denominadas time inmemorial (“de tiempo inmemorial”).
La saga de las falsas patentes y de los documentos apócrifos
Se podría escribir una verdadera novela sobre las patentes de las cuales los fundadores de las obediencias o ritos se esforzaron por intentar establecer – a menudo contra toda evidencia – que no habían inventado nada sino simplemente transmitir “pura y sin mancha” o “despertar” una antigua tradición de la que habían “regularmente” recibido el depósito, lo que quedaba claramente evidenciado por la “patente”, es decir, la “prueba pública” que exhibían.
Después de todo, el ejemplo venía de lejos: fue sobre esta base que la Gran Logia de Londres se constituyó en 1717 (o, más exactamente, hacia 1721, afirmando que se remontaba a 1717). Según Anderson, en efecto, sólo había sido "despertada", sus Constituciones -completamente revisadas y dotadas de un plan y, sobre todo, un contenido completamente nuevo en 1723-
siendo sólo el último eslabón de la larga cadena de los Antiguos Deberes, cuyo origen se perdía en la noche de los tiempos -Georges Payne, considerado haber sido el Gran Maestre en 1720- ¿no había mostrado el Ms Cooke, fechado alrededor de 1420? ¿No era eso un "depósito de fundación"?
Luego sigue la larga lista de documentos que posteriormente -aunque todas son manifestaciones falsas y a veces descaradas, o simplemente groseramente fechadas- han servido de base y justificación de origen a instituciones o ritos ahora venerables ¡y que vigilan celosamente que no se haga nada sin una patente entregada por ellos!
He aquí, para hacernos una idea, una lista no exhaustiva:
La patente Gerbier, considerada como de 1721, aparecida en 1785, es una falsificación obvia como ya lo pensó Thory a principios del siglo XIX, pero el capítulo del Dr. Gerbier, que se fundó en esta supuesta patente, fue sin embargo cofundador del ¡Gran Capítulo General del Gran Oriente de Francia!
La patente de Martinès de Pasqually, fechada como de 1738, supuestamente atribuida por Charles Stuard, y que exhibió muy temprano en su carrera para abrir las puertas de las logias e imponer su Rito, que iba a influir en el RER, es de absoluta inverosimilitud tanto en forma como en contenido.
La patente Morin (1761) existió, en efecto, pero las facultades que atribuía a su beneficiario fueron revocadas cinco años más tarde por la autoridad que la había emitido, lo que no impide que sea uno de los documentos fundadores de lo que se convertiría, después de aventuras improbables, en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado.
Las Grandes Constituciones, llamadas de 1786, atribuidas absurdamente a Federico de Prusia, texto de referencia de la autoridad de la REAA, es una grosera falsedad inspirada de un texto emanado de la Gran Logia de Francia en 1763, atrozmente plagiado.
Federico II
El presunto autor de las Grandes Constituciones, cuyos elementos esenciales habían sido escritos por la primera Gran Logia de Francia unos veinte años antes.
El texto también confunde claramente el Santo Imperio y Prusia.
La aventura continúa en la época contemporánea. Así, nuestros amigos ingleses, tan exigentes en términos de "regularidad", es decir, de conformidad con sus propias reglas, y a ninguna otra, no han cesado de crear pura y simplemente nuevos Side Degrees -que nosotros llamamos altas grados en Francia- incluso en el siglo XX. Para citar sólo algunos remarcables, La Orden Augusta de la Luz, creada en 1902, La Orden Masónica de los Preceptores Peregrinos en 1984, La Orden conmemorativa de Santo Tomás de Acre en 1998 y La Orden Masónica de Athelstan en 2005.
Si bien estas creaciones son claramente elaboraciones contemporáneas -aunque muy interesantes e inteligentemente construidas- y por lo tanto carecen de "patentes inmemoriales", sus autores han sentido la necesidad de reclamar, también ellos, un "documento de fundación", incluso de una manera muy vaga y muy indirecta, por ejemplo, al mencionar “antiguos archivos” de los que habrían hecho ¡el descubrimiento providencial!
Sin embargo, estas organizaciones han sido reconocidas por la Gran Logia Unida de Inglaterra como verdaderos "Cuerpos Masónicos", porque en este país es la organización que otorga a las Jurisdicciones el derecho a existir "regularmente" y, por ejemplo, actualmente hay unos 5.000 miembros en las “Courts” (Cortes) de la Orden de Athelstan.
La patente masónica hoy en Francia
La patente en Francia, digámoslo claramente, se ha convertido lo más frecuentemente en un instrumento de gestión de influencia política y del poder manifiesto de una obediencia o de una jurisdicción sobre todas los demás.
Sin embargo, además de todas las consideraciones históricas antes mencionadas, que relativizan en gran medida la noción de patente en masonería, ciertos casos sólo conducen a absurdos: por ejemplo, cuando se solicita -como se ha hecho conmigo en varias ocasiones, en las diversas responsabilidades masónicas que ejerzo o he ejercido- ¡una "patente Emulación"!
¿Apreciamos el grado en que tal petición es grotesca? En primer lugar, porque rigurosamente hablando, sólo la logia Emulación de Londres podría hacerlo. Seguidamente y sobre todo ¡porque ella nunca lo ha hecho!
Atribuye una "etiqueta", de alguna manera, reconociendo que ésta o aquella logia sigue el ritual definido por ella, pero si alguna logia, dentro de la Gran Logia Unida de Inglaterra, decide trabajar "Emulación con algunas alteraciones" o cualquier otro Working, por supuesto recibirá una patente de la Gran Logia Unida de Inglaterra para trabajar los Craft Degrees (les tres grados del Oficio) bajo su autoridad, pero ciertamente no la patente de un Rito -lo que Emulación no es en absoluto, en el sentido francés de la palabra "Rito". Por lo tanto, ¿con qué derecho, en Francia, cualquier autoridad masónica otorgaría una "patente de Emulación"?
Pero vayamos más allá. Cuando René Guilly-Désaguliers y sus compañeros de viaje, en 1968, crearon la Loge Nationale Française, restableciéndolo según las formas del siglo XVIII, el Rito Francés Tradicional (RFT); ¿sintió la necesidad de solicitar una patente al Grand Orient de France -que probablemente no le habría concedido en ese momento, especialmente para una forma del rito francés que no había practicado desde hacía mucho tiempo y que iba entonces contra sus principios y prácticas más establecidos? ¿Era necesario, por lo tanto, que los Hermanos de la LNF prohibieran esta feliz refundación?
Finalmente, podríamos extender la observación a todos los Ritos: si unos Hermanos - o Hermanas, evidentemente - habiendo sido recibidos en uno o más grados de un Rito, constatando que por diversas razones ya no pueden practicarlos en el marco de una Obediencia o Jurisdicción dada, deciden liberarse de ella y refundar una nueva estructura, más en conformidad, según ellos - con o sin razón - con las definiciones de origen, ¿deben prohibírselo a sí mismos porque nadie les dará una patente? Es entonces admitir que todo poseedor de una patente "reconocida" - ¿pero por quién? - cuyos orígenes lejanos son a menudo infinitamente dudosos u oscuros, puede decidir que ¡de ahora en adelante será necesario pasar por él para obtener una en el futuro! Rápidamente vemos a qué absurdas consecuencias nos conduce este razonamiento.
Dejo a un lado a algunos aventureros masónicos contemporáneos - comúnmente llamados estafadores - que pretenden vender patentes "incuestionables" a buen precio, pero cuando una Jurisdicción bien establecida requiere, para reconocer una nueva estructura masónica deseosa de practicar un rito que la primera pretende tener, que obtenga una patente de la misma y estipula que el nuevo titular será incapaz de concederla a otros, ya no tiene relación con la "regularidad iniciática" y es simplemente voluntad de poder y arrogancia política.
De inmediato oigo el argumento de que uno puede oponerse a esta visión de las cosas: "Pero entonces, ahora, ¿todo el mundo puede hacer cualquier cosa y transmitirlo a cualquiera, sin patente? "
Podemos responder a esto varias cosas:
En primer lugar, y para empezar con una sonrisa, cuando se echa un vistazo un poco a distancia sobre las costumbres y las vicisitudes del paisaje masónico francés, a menudo uno se pregunta si ya no se hace un poco de no importa qué ... ¡cubiertos y protegidos de innumerables patentes!
Seguidamente, y más seriamente, eso no es lo que dije, pero sigo sosteniendo que desde un punto de vista tradicional - en el sentido casi gueniano del término, ¡una vez no supone una costumbre en mí! - un grupo de Hermanos y Hermanas que han sido recibidos en un determinado grado en estructuras generalmente consideradas como históricamente justificadas para comunicarlo, son legítimos para transmitirlo a su vez, con o sin patente.
Y si mañana deciden fundar un nuevo Rito y crear nuevos grados - ¡como se ha hecho, especialmente en Francia, a lo largo del siglo XVIII y como siempre lo han hecho y lo siguen haciendo los ingleses! – se les podrá reconocer o no, admitir su existencia o no, pero no se les podrá exigir la posesión de la menor patente para legitimar su acción -ni siquiera pedirles una para que reanuden su creación si así lo desean (a menos que lo hayan presentado en el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial).
Finalmente, la libertad no excluye ni el rigor ni la razón. No es porque se pueda hacer todo que se deba hacer todo. Hay que esforzarse siempre por mostrar discernimiento y sentido común en todas las acciones: éstas son desafortunadamente cualidades a menudo defectuosas en masonería.
La patente fue introducida en el universo masónico en un intento de controlar las acciones de unos y otros. La posesión de una patente en este campo, sin embargo, sólo ofrece débiles garantías, pero en cualquier caso no tenía otro propósito. Si, por el contrario, se considera un criterio de autenticidad tradicional, de "legitimidad espiritual" en la práctica de tal o cual grado de masonería, entonces uno se equivoca en el sujeto y se está totalmente equivocado.
Todos aquellos que, a menudo con genio, crearon entre 1725 y 1760, por encima de los de aprendiz y compañero, la mayoría de los grados que componen nuestro universo Masónico, lo hicieron sin autorización ni patente. Su obra es el patrimonio común y la herencia indivisa de todos los francmasones de buena voluntad, aunque algunos consideran que es útil atribuirse a sí mismo patentes de legitimidad exclusiva.
Lo que garantiza la práctica más justa de la Francmasonería, no son las patentes. Es la sinceridad, el espíritu de verdad, la humildad, el trabajo perseverante y el estudio atento y serio del inmenso y fascinante patrimonio simbólico y ritual acumulado por los masones durante tres siglos.
"Es a través de mis obras que mostraré mi fe”. Santiago, 2:18.
Todo un programa ...
ROGER DACHEZ
[1]Desarrollé este tema en Regularidad y reconocimiento – Historia y posturas, Editions Conforman, 2014.
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