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domingo, 18 de febrero de 2018

El ritual del cristianismo primitivo se deriva de la antigua Masonería… 3 de 3

El ritual del cristianismo primitivo se deriva de la antigua Masonería… 3 de 3

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La mal comprendida alegoría conocida con el nombre de descenso a los infiernos ha hecho no poco daño. La “Fábula” esotérica de Hércules y Teseo descendiendo a las regiones infernales; la del viaje a los Infiernos de Orfeo, quien encontró su camino gracias al poder de su lira (Ovidio, “Metamorfosis”); la de Krishna y, finalmente, la del Cristo que “descendió a los Infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos”, han sido desfigurados por los “adaptadores” profanos de los ritos paganos al transformarlos confusamente en ritos y dogmas de la Iglesia.

En el s. XX tras descifrar las abundantes tablillas de Sumería, se evidenció que los mitos, leyendas o fábulas más antiguos sobre el descenso al inframundo son de origen sumerio, donde el dios Ea o también llamado Enki fue el primero en hacer este viaje que luego sera imitado por Inanna cuya narración es mucho más colorida y abundante, la misma que hemos abordado con amplitud en varios de nuestros libros que pueden ser adquiridos en: https://www.lulu.com/shop/search.ep?keyWords=herbert+ore&type=


Desde el punto de vista astronómico, este descenso a lo infiernos es un símbolo del sol durante el equinoccio de otoño, pues antiguamente se creía que este astro abandonaba las altas regiones siderales, librando un combate con el genio de las tinieblas, quien se adueñaba de lo mejor de nuestra luz. Se creía que el sol sufría entonces una muerte temporal y descendía a las regiones infernales. Pero desde el punto de vista de la mística esta alegoría simboliza los ritos iniciáticos, realizados en las criptas del Templo, que recibían el nombre de “mundo inferior” (Hades). Baco, Heracles, Orfeo, Asclepio y todos los demás visitantes de la cripta descendieron a los infiernos, de donde salieron al tercer día, porque todos eran iniciados y “constructores del Templo inferior”.

Las palabras que dirige Hermes a Prometeo encadenado sobre las áridas rocas del Cáucaso –Prometeo uncido a la ignorancia y devorado por el buitre de las pasiones– se aplicaban a todos los neófitos, a todos los Chrestos, durante las pruebas: “No esperes término a tu suplicio antes de que Dios (o un Dios) aparezca, te releve de tus dolores y descienda contigo al sombrío Hades, a la niebla profunda del Tártaro” (Esquilo, Prometeo), lo cual significa, sencillamente, que hasta que Prometeo (o el hombre) pueda encontrar al “dios”, o Hierofante (el Iniciador) que consienta en descender con él a las criptas de la Iniciación y lo dirija alrededor del Tártaro, no cesará el siniestro y potente buitre de las pasiones de devorar los órganos vitales.

La región oscura de la cripta en la cual se suponía que el candidato a la iniciación abandonaba para siempre sus malas pasiones y perversos deseos. De esta idea derivan todas las alegorías contenidas en las obras de Homero, Ovidio, Virgilio, etc., tomadas al pie de la letra por nuestros sabios. El Flegeton era el río del Tártaro, en donde el Hierofante sumergía tres veces al iniciado, después de lo cual se daban por terminadas las pruebas. Entonces se consideraba que el hombre había vuelto a nacer; había dejado para siempre en la sombría corriente al antiguo pecador y, cuando al tercer día salía del Tártaro, era sólo individualidad porque la personalidad había muerto.

Cada alegoría, como por ejemplo las de Ixión, Tántalo, Sísifo, etc., es la personificación de una pasión humana. El iniciado Esquilo no pudo ser más explícito. Pero Aristófanes, menos piadoso o quizás más audaz que Esquilo, divulga este secreto a los hombres que no se ven cegados por prejuicios de fuerte raigambre en su inmortal sátira relativa al “descenso de Heracles a los infiernos” (Las Ranas). En esa obra se habla del coro de los bienaventurados (los Iniciados), de los Campos Elíseos, de la llegada de Baco (el dios Hierofante) con Heracles, de la recepción con las antorchas encendidas, emblema de la NUEVA VIDA, y de la RESURRECCIÓN desde las tinieblas de la ignorancia humana a la luz del conocimiento espiritual; o sea, a la VIDA ETERNA. Todas las palabras de la brillante y significativa sátira atestiguan la intención secreta del poeta:

Animaos, oh ardientes antorchas…, porque tú, Iaccos, estrella fosforescente del rito nocturno, vienes sacudiéndolas en tu mano…

Las iniciaciones finales se verificaban siempre durante la noche. Por consiguiente, cuando se decía que alguien había descendido a los Infiernos, se quería dar a entender que había llegado a ser un Iniciado perfecto. Y si alguien se siente impulsado a rechazar esta interpretación, no hay mas que preguntarle si puede explicar el significado de una frase contenida en el libro sexto de la Eneida virgiliana. ¿Qué quiere dar a entender el poeta, sino lo que más arriba hemos explicado cuando, al introducir al venerable Anquises en los Campos Elíseos, le obliga a aconsejar a su hijo Eneo que marche a Italia… en donde tendrá que combatir con el pueblo rudo y bárbaro del Lacio; “pero”, añade él, “no te aventures en tan atrevida empresa hasta que hayas “descendido a los infiernos”; es decir, hasta que se haya iniciado.

…Los paganos no fueron los únicos que tuvieron Misterios. Belarmino (de Eccl. Triump. lib. II, cap. 14) asegura que los primeros cristianos copiaron la costumbre de los paganos de reunirse en la Iglesia durante las noches precedentes a sus fiestas, para celebrar vigilias o “veladas”.

Al principio cumplieron las ceremonias con pureza y edificante santidad; pero no tardaron en deslizarse en sus asambleas tales abusos inmorales, que los obispos juzgaron conveniente abolirlas. Hemos leído docenas de libros en los que se habla de la licencia reinante en las fiestas religiosas de los paganos. Cicerón (de Leg. libr.II, capítulo 15) cuenta que Diágonas el Tebano no halló mejor remedio contra semejantes abusos que la supresión de los Misterios.

…Como el cristianismo primitivo era una derivación de la Masonería primitiva, tenía también sus signos, sus palabras de paso y sus grados iniciáticos. “Masonería” es un término antiguo y su empleo no se remonta muy lejos en nuestra era. Pablo se llama a sí mismo “Maestro Constructor”.

Los antiguos Masones recibieron nombres diferentes: la mayor parte de los eclécticos de Alejandría, así como los teósofos de Amonio Saccas y los últimos neoplatónicos eran virtualmente masones. Todos estaban ligados por un juramento al secreto. Todos se creían hermanos y tenían sus signos de reconocimiento. Los eclécticos o filaleteos contaban en sus nutridas filas entre todos los sabios más capaces y más eruditos de la época, a varias testas coronadas. El autor de la Filosofía Ecléctica se expresa de la siguiente manera:

“Sus doctrinas fueron adoptadas por los paganos y por los cristianos de Asia y de Europa, y durante algún tiempo la cosa pareció favorable a una fusión general de creencias religiosas. Los emperadores Alejandro, Severo y Juliano abrazaron su doctrina; pero su influencia predominante en las ideas religiosas despertaron los celos de los cristianos de Alejandría; por cuyo motivo la escuela fue trasladada a Atenas, siendo cerrada inmediatamente después por Justiniano. Sus profesores se retiraron a Persia Y podríamos decir que más lejos aún, es decir, a la India, al Asia Central, ya que encontramos rastros de su influencia en todas las regiones asiáticas. En donde se hicieron numerosos discípulos”.

Hay algunos detalles más bastante interesantes. Ya sabemos que los Misterios de Eleusis sobrevivieron a todos los demás y que, mientras que los cultos secretos de los Dioses menores, como por ejemplo los Curates, los Dactíles, los adoradores de Adonis, de Kabiri y hasta los mismos del antiguo Egipto desaparecían bajo la mano vengadora del implacable Teodosio (El asesino de los tesalónicos, que fueron muertos por orden de este piadoso hijo de la Iglesia), los Misterios de Eleusis no pudieron ser suprimidos con tanta facilidad; porque, en realidad, constituían la religión de la Humanidad, y brillaban con todo su antiguo esplendor, aunque no con su primitiva pureza. Entonces fue cuando aparecieron en escena, por primera vez, los “Constructores del Templo Superior o del Templo de la Ciudad”, quienes trabajaron sin reposo con objeto de introducir su dogma y ritual particular en la naciente Iglesia, siempre querellante y combativa. El Triple Sanctus de la misa de la Iglesia católica es el S.S.S. de los masones primitivos, el prefijo moderno de sus documentos y de toda “plancha” (“Plancha” término masónico que significa trabajo escrito ), que se comienzan con las iniciales de Salutem o Salud. Un masón ha dicho secamente que: “Este triple saludo es el más antiguo de los saludos masónicos” (Ragón).

…Durante los Misterios de Eleusis el vino representaba a BACO, y el pan o trigo (Baco es, Indudablemente, de origen hindú. Pausanias cuenta que Baco fue el primero en conducir una expedición contra la India y colocar un puente sobre el Eufrates. “Aún hoy en día se muestra el cable que servía para unir las dos riberas opuestas, dice un historiador; está tejido con cepas de viña y ramas de hiedra” -XXXIV, 4-. Ariano y Quinto Curcio explicaban la alegoría de Baco surgido de la pierna de Zeus, diciendo que había nacido en el Monte Meru. Todos sabemos que Eratóstenes y Estrabón creían que el Baco hindú había sido inventado por los cortesanos de Alejandro con el único objeto de halagar a su soberano, pues éste se complacía pesando que, como Baco, había conquistado la India.

Pero, por un lado, Cicerón dice que este dios era hijo de Tione y de Nisos; Dionisos significa el Dios Dis, del monte Nys existente en la India.

El Baco coronado de hiedra o Kissos no es otro que Krishna, uno de cuyos nombres era Kissen. Dionisos era, sobre todo, el Dios que liberaba a las almas de los hombres de su prisión carnal, la cual es el Hades o Tártaro humano en uno de sus sentidos simbólicos. Cicerón llama a Orfeo “un hijo de Baco”, y aquí encontramos una tradición que no sólo representa a Orfeo como venido de la India -se decía que era moreno y de tez atezada-, sino que, además, lo identifica con Arjuna, el hijo adoptivo de Krishna. -Véase Cinco Años de Teosofía-. ), a Ceres.

De modo que Ceres o Démeter era el principio productor y femenino de la tierra, la esposa del padre Éter o Zeus; y Baco, el hijo de Zeus–Júpiter, era su padre manifestado. En otras palabras, Ceres y Baco eran personificaciones de la sustancia y del espíritu de los dos principios vivificantes existentes en la naturaleza y en la tierra. Antes de hacer la revelación final de los Misterios, el Hierofante presentaba simbólicamente a los candidatos el vino y el pan, que él comía y bebía para testimoniar que el espíritu tenía que vivificar a la materia; es decir, que la Sabiduría Divina del Yo Superior debía penetrar al Yo interno o alma, tomar posesión de ella, revelarse a sí misma.

La Iglesia cristiana adoptó este rito. El Hierofante que entonces recibía el nombre de “Padre” se ha convertido hoy día –excepto en conocimiento– en el sacerdote “padre” que administra la misma comunión. Jesucristo se llama viña a sí mismo y califica de Viñador al “Padre”. Su parábola de la Última Cena demuestra que conocía perfectamente la significación simbólica del pan y del vino, así como su identificación con los logoi de los antiguos. “El que coma mi carne y beba mi sangre tendrá vida eterna…” Y añade: “las palabras (rhemata o palabras secretas) que os digo son Espíritu y Vida” y lo son porque “el Espíritu es el que vivifica”. Estas rhemata de Jesús son, en verdad, las palabras secretas de un iniciado.

Pero entre este noble rito, tan antiguo como el simbolismo, y su última interpretación antropomórfica hoy en día conocida con el nombre de transubstanciación, media un enorme abismo de sofismas eclesiásticos. Cuánta fuerza tiene la exclamación “¡Desgraciados de vosotros, hombres de Ley!” porque habéis rechazado la clave del conocimiento (y no permitís tan siquiera que la gnosis sea dada a los demás)…

Pero este vituperio no recae únicamente sobre los sacerdotes modernos, pues los masones, descendientes o sucesores de los “constructores del Templo superior” existente en tiempos de los Misterios y que deberían tener mejor conocimiento, escarnecen y se burlan de sus hermanos que recuerdan su verdadero origen. Podríamos citar a muchos grandes sabios y cabalistas modernos pertenecientes a la Masonería, cuyos estudios son mirados con verdadera indiferencia por sus hermanos. Es la historia de siempre. Hasta el mismo Ragón, el más erudito de los masones actuales, se lamente en los siguientes términos: “Todos los antiguos relatos demuestran que las iniciaciones se realizaban en la antigüedad con un imponente ceremonial que se ha hecho memorable para siempre debido a las grandes verdades que divulgaron y al conocimiento resultante de las mismas. Y a pesar de esto, algunos masones modernos que pasan por pseudo sabios califican de charlatán a todo aquel que, por ventura suya, recuerda las antiguas ceremonias y quiere explicárselas”. (Curso Filosófico).
ANITAS VANITATUM: Nada hay nuevo bajo el sol. Las Letanías de la Virgen María vienen a demostrar la verdad de las palabras de Salomón. El Papa Gregorio I estableció la adoración de la Virgen María, y el Concilio de Calcedonia la proclamó Madre de Dios. El autor de las letanías no teme (quizás por su falta de inteligencia) embellecerlas con títulos y adjetivos paganos…No hay ni un solo símbolo, ni una sola metáfora en estas famosas Letanías que no pertenezca a una multitud de diosas: todas ellas son Reinas, Vírgenes o Madres. Estos tres títulos se aplican a Isis, Rea, Cibeles, Diana, Lucifera, Luciná, Luno, Tellus, Latona, Triformis, Proserpina, Hécate, Juno, Vesta, Ceres, Leucotea, Astarté, la celeste Venus y Urania, Alma Venus, etcétera, etc.

Paralelamente al primitivo significado de la Trinidad (significado esotérico, o sea, Padre, Madre e Hijo), encontramos la Trimurti occidental (Dios de tres caras) que, en el Panteón masónico se representa por medio del “sol, la luna y el Venerable”, trinidad que es una ligera alteración de la constituida por el Norte o fuego germánico, el Sol y la Luna.

Tal vez fue el conocimiento íntimo de esto lo que indujo al Maestro Ragón a escribir la siguiente profesión de fe: “Tengo para mi que el Hijo es idéntico a Horus, el hijo de Osiris y de Isis; es decir, el Sol que salva todos los años al mundo de la esterilidad y a todas las razas de la muerte universal”.

…El famoso hebraísta De Malville, traductor de la literatura rabínica, observa que los judíos dan a la luna todos los nombres que se encuentran en las Letanías, los cuales son utilizados para glorificar a la Virgen. Este autor encuentra en las Letanías de Jesús todos los atributos de Osiris –el sol eterno– y de Horus –el sol anual.

Y lo demuestra así: Mater Christi es la madre del “Redentor” de los antiguos masones, o sea del Sol. Los hoipolloi egipcios pretendían que el Niño, o símbolo de la gran estrella central (Horus), era el Sol de Osiris e Isis, cuyas almas habían pasado a animar después de la muerte al Sol y a la Luna.

Los fenicios dieron a Isis el nombre de Astarté, nombre con el que adoraban a la Luna, a la cual personificaban como una mujer adornada con cuernos que simbolizaban el cuarto creciente lunar.

Cuando en el equinoccio de otoño el esposo de Astarté (el Sol) era vencido por el Príncipe de las Tinieblas y descendía a los infiernos, los fenicios representaban a la diosa llorando por la pérdida del esposo que era, al mismo tiempo, su hijo, como llorara también Isis por la de su esposo, hermano e hijo (Osiris–Horus). Astarté sostiene en la mano una varita cruciforme, una cruz regular, y pisa llorosa el cuarto creciente lunar. La Virgen María suele ser representada en la misma actitud: de pie sobre la luna nueva, rodeada de estrellas y llorando a su hijo: Justa crucen lacrymosa dum pendebat fitius (véase Stabat Mater Dolorosa). ¿No es acaso la Virgen la sucesora de Isis y de Astarté?, se pregunta el autor.

Basta escuchar las Letanías de la Virgen recitadas en la Iglesia católico–romana para percatarse de que no se hace otra cosa que repetir los encantamientos dirigidos a la diosa Adonaia (Venus), la cual fue madre de Adonis, el dios solar de tantas naciones; a Milita (la Venus asiria), diosa de la naturaleza; a Alilat, simbolizada por los árabes con dos cuernos lunares; a Selene, mujer y hermana de Helios, el sol dios de los griegos; o a la Magna Mater… honestissima, purissima, castissima Madre Universal de todos los seres, porque es la MADRE NATURALEZA.

Maria es, indudablemente, la Isis Miriónimos, la diosa madre de los diez mil nombres. Y así como el sol, que era Febo en los cielos, se convertía en Apolo en la tierra y en Plutón en las regiones inferiores (después de ponerse el sol), así también la Luna, que era Feba en los cielos y Diana en la tierra (Gaya, Latona, Ceres), se transformaba en Hécate y Proserpina al llegar al Hades. Y ¿cómo nos ha de extrañar que María sea llamada regina virginum, “Reina de las vírgenes” y Casttissima, si hasta las oraciones que se le ofrecen a la sexta hora de la mañana y de la tarde están copiadas de las que cantaban los gentiles (paganos) a las mismas horas en honor de Feba y de Hécate? Sabido es que el verso “Stella Matutina” de las Letanías de la Virgen es una copia fiel del que se encuentra en las Letanías de las Triformis paganas.

El Concilio condenó a Nestorio por haber sido el que, por primera vez, dio a María el nombre de “Madre de Dios”, Mater Dei.

…Ragón ha demostrado plenamente el origen de los términos siguientes:

a) La palabra “Misa” se deriva de la latina Messis (cosecha, la siega, las mieses y frutos recogidos), de la cual viene la palabra Mesías, el que hace las cosechas y mieses, o sea, el “Cristo–Sol”.

b) La voz “logia” utilizada por los masones, endebles sucesores de los Iniciados, tiene por raíz a loga (loka en sánscrito), que significa una localidad y un mundo, y a la palabra griega logos, el Verbo, el discurso, cuyo significado total es un lugar en el que se discuten ciertas cosas.

c) Las reuniones de los logos de los masones primitivos terminaron por recibir el nombre de synaxis, “asambleas” de Hermanos, cuyo objeto consistía en orar y celebrar la Cena, y donde únicamente se utilizaban ofrendas no manchadas de sangre, como frutos y cereales. Poco después, estas ofrendas recibieron la denominación de hostiaem u hostias puras y sagradas, por contraste con los sacrificios impuros (como los prisioneros de guerra, hostes o rehenes) y porque las ofrendas consistían en frutos de la cosecha, las primicias de las messis. Y ya que no hay ningún padre de la Iglesia que mencione, como lo habrían hecho ciertos sabios, que la palabra “misa” viene de la hebrea Missah (oblatum, oblación, ofrenda), esta explicación es tan buena como la otra. (Léase la investigación relativa a Missah y Mizda expuesta en Los Gnósticos, de King.)

Ahora bien, la palabra synaxis tenía entre los griegos su equivalente en la voz agyrmos (reunión de hombres, asamblea), la cual estaba relacionada con la iniciación en los Misterios.

Las dos palabras, synaxis y agyrmos (Hesiquío da el nombre de agyrmnos al primer día de la iniciación en los Misterios de Ceres, diosa de las

mieses, y habla también de él bajo el nombre de synaxis. Antes de que los cristianos aceptaran las palabras misa denominaron a esta ceremonia y a la celebración de sus misterios synaxis, palabra compuesta de sun (con) y ago -yo conduzco-, de donde viene la voz griega synaxis o asamblea.) cayeron en desuso, conservándose en cambio el término missa.

Los teólogos, deséosos de velar por la etimología del término “Mesías” (Messiah) dirán que se deriva de la palabra latina Missus (mensajero, el Enviado); pero en tal caso, también podría aplicarse esta palabra al Sol, que es el mensajero anual, enviado para aportar una nueva vida a la tierra y a su producción. La palabra hebrea Mesías, o Masiah (el ungido, de mashak ungir), difícilmente podría aplicarse en el sentido eclesiástico, ni justificarse su empleo como auténtico, como tampoco puede defenderse que la palabra latina Missah (misa) se derive de la voz latina míttere, missum “enviar”. Y como el servicio de la comunión, corazón y alma de la misa, se basa en la consagración y oblación de la hostia (sacrificio), la cual consiste en un pan ácimo (pan delgado como una hoja) que representa el cuerpo de Cristo en la Eucaristía, ese pan de flor de harina es un desarrollo directo de la cosecha u ofrenda de cereales.

Además, las misas primitivas no eran sino cenas o sencillas comidas de los romanos en donde “ellos hacían abluciones”, eran ungidos y llevaban un vestido senatory. Estas misas fueron consagradas con el tiempo a la memoria de la última cena del Cristo.

Los judíos conversos se reunían en tiempo de los apóstoles en sus synaxis para leer los evangelios y la correspondencia (epístolas). San Justino dice en el año 150 de nuestra era que estas solemnes asambleas se celebraban el día llamado “sun (el día del Señor; y en latín, diez magnus). En esos días se cantaban salmos, y se hacía la “colación” del bautismo con agua pura, y el ágape de la Santa Cena con “agua y vino”. ¿Qué tiene, pues, que ver esta híbrida combinación de comidas romanas y paganas erigida en misterio sacro por los inventores de los dogmas eclesiásticos, con el Messiah hebreo “el que debe descender al abismo” (o Hades),o con Messias (que es su traducción griega)? Nork ha demostrado que Jesús nunca fue ungido como Gran Sacerdote, ni como rey y por esta razón, su nombre de Messías no puede derivarse de la palabra hebrea equivalente, mucho menos cuando la voz “ungido” o “frotado con óleo”, término homérico, es Chis y Chrio, cuyas dos palabras significan ungir el cuerpo con aceite (Véase el Lucifer de 1887: “The Esoteric Meaning of the Gospels”, o sea, “El Significado Esotérico de los Evangelios”.)

Las siguientes frases debidas a un masón de grado elevado, el autor de la Source des Mesures, resuelven este embrollo secular en unas cuantas líneas: “el hecho es” –dice él –”que existen dos mesias: uno de ellos que desciende por propia voluntad al abismo con objeto de salvar al mundo (Desde tiempo inmemorial, tanto en la antigüedad como en nuestros días, todo iniciado pronuncia antes de entrar en la prueba suprema de las iniciaciones las siguientes palabras sacramentales: “y juro dar mi vida por la salvación de mis hermanos que constituyen el conjunto de la humanidad, si semejante cosa se me pidiera, así como morir en defensa de la Verdad…”) es el sol despojado de sus dorados rayos y coronado con rayos, negros como espinas (con lo que se quiere simbolizar su pérdida); el otro, es el Mesias triunfante que ha llegado a la cima del arco celeste y se personifica por el León de la Tribu de Judá. En los dos casos, el Mesias tiene una cruz…”

Cuando se celebraban las Ambarvales, fiestas dadas en honor de Ceres, el Arval o ayudante del Gran Sacerdote, vestido con un traje de inmaculada blancura, colocaba sobre la Hostia (o sea, sobre las ofrendas del sacrificio) un pastel de trigo, agua y vino; cataba el vino de las libaciones y lo daba a probar a los demás. Entonces, el Gran Sacerdote elevaba la oblación (u ofrenda), la cual simbolizaba los tres reinos de la naturaleza: el pastel de trigo (el reino vegetal), el vaso del sacrificio o cáliz (el reino mineral) y el pall (la banda) del Hierofante, cuya extremidad descansaba sobre la copa que contenía el vino de la oblación. Esta banda se fabricaba con lana pura y blanca de vellocino de cordero.

Los sacerdotes modernos repiten los actos del culto pagano, gesto por gesto. Ellos elevan y ofrecen el pan para la consagración, bendicen el agua que ha de verterse en el cáliz, echan encima el vino, inciensan el altar, etc. etc. y cuando vuelven al altar, se lavan los dedos diciendo: “Yo me lavaré las manos entre los Justos y daré la vuelta a tu altar”. Y hacen esto porque el sacerdote pagano obraba de la misma manera diciendo: “Me lavo las manos (con agua lustral) entre los Justos (los hermanos completamente iniciados) y doy la vuelta a tu altar, ¡oh, Gran Diosa (Ceres)!” 

El Gran Sacerdote daba vueltas alrededor del altar, llevando las ofrendas y elevando por encima de su cabeza el cáliz cubierto con la extremidad de su faja fabricada con lana de cordero, blanca como la nieve…

La vestidura consagrada, llevada por el papa, el pallium tiene forma de faja y banda y se fabrica con lana blanca bordada con cruces de color de púrpura. Los sacerdotes de la Iglesia griega tapan el cáliz con la extremidad de la banda que llevan puesta sobre los hombros.

Los Grandes Sacerdotes de la antigüedad repetían tres veces durante el servicio divino su “O Redemptor Mundi”, en honor de Apolo, el Sol: su “Mater Salvatoris” en honor de Ceres, la Tierra; su “Virgo Paritura” en el de la diosa Virgen, etc., y pronunciaba siete conmemoraciones ternarias (¡oh, masones, prestad atención!) El número ternario, tan reverenciado en la antigüedad como en nuestros días, se pronuncia siete veces durante la Misa; es decir, que se dicen tres Introibo, tres Kyrie Eleison, tres Dominus vobiscum, cuyas series parecen verdaderas series masónicas. Y si añadimos a las mismas los tres et cum spiritu tuo, completaremos las siete conmemoraciones triples de la misa cristiana.

Herbert Oré.

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