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viernes, 18 de octubre de 2019

Los objetivos y los métodos de la Masonería

Los objetivos y los métodos de la Masonería 
Sebastian Jans


Decía Roberto Orihuela, destacado masón chileno que la Masonería “no se parece ni en la forma ni en el fondo, ni en su estructura, ni en sus métodos, a los organismos que viven fuera de los Templos”. Tampoco se contrapone a ninguno, y esto porque su objetivo “no existe fuera de la Institución, y al que, dicho sea en verdad, en el exterior no se le presta mayor atención: formar la moralidad integral del individuo”. Desde que el Iniciado recibe la Luz, y ante sus ojos se revelan los primeros símbolos masónicos, se ve enfrentado a un proceso docente que recurre permanentemente a dos variables, dos concepciones del conocer, dos percepciones intelectuales: la racional y la simbólica. Ello le lleva a un juego permanente, dual, que busca racionalizar lo simbólico y a simbolizar lo racional. No se trata de optar por un camino que solo se verifique en el campo de lo simbólico, o, por el contrario, solo en los ámbitos de la racionalidad. Así, se produce lo que viene a ser para algunos un doble juego de planos, que permite por un lado el uso de la razón, que hace de la actividad masónica un verdadero taller de análisis y pensamiento, y por otro, permite la expansión imaginativa, que hace de la actividad masónica un espacio mítico, personal, donde se templan los sentimientos y las sensaciones para construir la riqueza interior del recipiendario.

El ilustre masón chileno, Eduardo Phillips, en su libro “A las puertas del Templo” 7 nos recuerda que “la más antigua definición que se conoce, describe a la Francmasonería como un peculiar sistema de moral, velado por alegorías e ilustrado por símbolos”. “Explicada en términos más explícitos – agrega – ella nos dice que la Orden está solo al alcance de los Iniciados, es decir, de aquellos que conocen el lenguaje en que está expresada”. Luego, reflexiona: “Sin embargo, nadie puede negar el hecho de que cada día abundan más en la Francmasonería los Iniciados que no solo no conocen este lenguaje, sino que no muestran ningún interés por conocerlo, y hasta lo consideran como una de las añejeces de nuestra Orden”. La aseveración de Phillips no es gratuita. En nuestros tiempos, diversas tendencias han querido hacer de la praxis masónica solo un espacio exclusivo de debate de la variante dircursiva o racional, de la expresión oral, capaz de llegar directamente a extramuros con mensajes definidos y específicos. Aquello puede ser, definitivamente, un peligro incluso para los receptores de esos mensajes. Así como advertíamos antes sobre los peligros de un simbolismo puro, ahora debemos advertir sobre los peligros de una racionalidad extrema, que significa siempre una forma excluyente y unívoca de enfrentar la realidad. Lejos está aquello de los propósitos de la Masonería, donde los matices hacen la esencia del transcurrir humano. Tales matices son consecuencia de las experiencias de individuos distintos, de personas que aprenden y aprehenden en tiempos e intensidades diferentes. De conciencias que tienen mayor percepción hacia lo simbólico o, equidistantemente, hacia el mensaje racional, en cuyo caso la Masonería busca equilibrar ambas formas de percibir, haciéndolas concurrir en cada circunstancia a través de sus ritos y de su doctrina. Ello se hace presente en cada etapa de su simbolismo, y en las modalidades docentes a las que recurre, en relación a cada una de esas etapas. El iniciado es instruido con símbolos, se le enseñan símbolos y debe educarse con símbolos. De esta última afirmación se desprende necesariamente una aclaración conceptual, que nos ayude a completar las ideas expuestas.  

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