EL SANTO CÁLIZ. HISTORIA DEL SANTO GRIAL
El Santo cáliz (grial) está compuesto de una copa semiesférica de ágata o cornalina oriental de color rojo oscuro y 9 centímetros de diámetro. El pie, del mismo color y, al parecer, de concha, tiene forma ovoidal, y los ejes de su base miden 14 por 16 centímetros. Lleva una guarnición de oro puro, sobre la cual van montados 26 perlas (pues se perdieron dos), dos rubíes y dos esmeraldas de gran valor. La vara, con su nudo, mide 7 centímetros, y es de oro purísimo, con primorosos adornos burilados de gusto griego, al igual que las asas. La arqueología, al hacer el estudio de esta histórica y excepcional reliquia, nos confirma que el vaso propiamente dicho pertenece a labores helenísticas, labrado en un taller de Palestina o Egipto, cuya antigüedad se remonta a la época comprendida entre el siglo IV antes y el I después de Jesucristo; las perlas, rubíes y esmeraldas que le adornan son posteriores, y pudieron ser sobrepuestas en los Siglos XIII a XIV cuando el Santo Cáliz era venerado en San Juan de la Peña.
Los Santos Evangelios nos dicen que, llegado el día en que había de sacrificarse el cordero pascual, Jesucristo se reunió con sus discípulos en casa del Padre de Familia, quien, según algunos comentaristas, era un noble y acaudalado varón llamado Chusa. Allí celebró la cena ritual de los judíos, tras la cual y, después de lavar los pies a sus discípulos, Jesús realizó la institución de la Eucaristía, para lo cual se proveyó de pan ázimo y de un cáliz.
A la muerte del Señor, son varios los historiadores que opinan que, el Santo Cáliz debió quedar bajo la custodia de la Santísima Virgen, y que San Juan lo usara para celebrar el Santo Sacrificio de la Misa ante la Señora.
A la muerte de la Santísima Virgen debió hacerse cargo de tan insigne reliquia San Pedro, elegido por Jesús como cabeza visible de la Iglesia. Este lo llevaría consigo a Roma, donde celebraría con él, y asimismo, a su muerte, los demás Papas que le fueron sucediendo.
En los primeros tiempos decía públicamente la Misa sólo el Pontífice, asistido por el Clero de la Iglesia. Al tomar en sus manos el Pontífice de Roma el Cáliz Papal, inmediatamente antes de la Consagración, decía las mismas palabras que desde hace siglos vienen diciendo en todo el mundo infinidad de sacerdotes, y oyendo o leyendo multitud de fieles: “Tomando ESTE PRECLARO CÁLIZ, en sus santas y venerables manos… (V. Oñate: “El Santo Grial”, pág. 28 y siguientes).
EL SANTO CÁLIZ EN ESPAÑA
El Santo Cáliz llegó a España por el año 258, cuando San Lorenzo, diácono y tesorero del Papa Sixto II, tratando de salvar a toda costa el Sagrado Cáliz de la Cena del Señor, del peligro que corría en Roma por la persecución del emperador Valeriano, envió dos días antes de su martirio la Excelsa Reliquia, con una carta suya, a la ciudad de Huesca, de donde él era natural.
En Huesca fue venerado el Santo Cáliz hasta el año 712, en que ante el avance arrollador de los árabes que habían invadido España, el Obispo de Huesca Acisclo, y su clero, abandonan la ciudad, siguiendo a los nobles, guerreros y pueblo, que no quieren caer bajo el yugo musulmán, replegándose hacia las montañas del Norte.
Al principio parece ser que la cristiandad de Huesca, llevando consigo cuanto de más precioso encerraban sus iglesias, y, sobre todo, el Sagrado Cáliz de la Cena del Señor, buscaron refugio en la Cueva de Yebra, en el Pirineo aragonés. Algo más tarde se les encuentra en el Monasterio de San Pedro de Siresa, en el valle de Hecho. Al no ser ya de temer el peligro musulmán, fue trasladada la Sede a Santa María de Sasave, desde donde en tiempos del Obispo Mancio II (1014-1033) debió de ser trasladado a la iglesia de la Corte del Reino Aragonés, es decir, desde el 1014 al 1045, fecha en que ya se encuentran los obispos de Aragón en Jaca.
EL SANTO CÁLIZ EN SAN JUAN DE LA PEÑA
Sobre el mismo lugar que primitivamente fuera ocupado por una ermita que edificara un ermitaño llamado Juan de Artarés, había sido fundado más adelante por el rey Sancho Garcés, un monasterio benedictino con el mismo título de San Juan de la Peña. Es en este monasterio, lugar seguro por su fragosidad y alejamiento de los territorios todavía en lucha con los árabes, donde durante más de dos siglos y medio continuó la Sagrada Reliquia, ahora bajo la amorosa custodia de los monjes cluniacenses y el singular afecto y protección de los reyes de Aragón.
LA LITERATURA GRIÁLICA MEDIEVAL
Es sumamente probable que la permanencia del Santo Cáliz sigilosamente oculto y venerado en San Juan de la Peña durante la época de la Reconquista, fue lo que constituyera la base de las leyendas que durante la Edad Media se propagaron por Europa.
Esas leyendas, muy extendidas, hablan de una Copa maravillosa que escondida en altas montañas era venerada y defendida por los Caballeros del Santo Grial. Se usa la palabra “grial” para referirse al Santo Cáliz de la Cena, destacando la palabra con el apelativo de Santo (Santo Grial).
Son varias las versiones, principalmente francesas y alemanas que, como las de los poetas franceses Cristián de Troyes, del siglo XII y Roberto de Borbón, del siglo XIII, y la del alemán, también del siglo XIII Wolfram de Eschenbach, hacen referencia al Santo Grial. En ellas bebió su inspiración el extraordinario genio de Ricardo Wagner para componer su inmortal ópera “Parsifal“.
Todas ellas coinciden en presentarnos las andanzas de caballeros que se transforman en protagonistas de hechos portentosos que realizan movidos por las ansias de buscar y descubrir el Vaso Sagrado o Santo Grial, término éste usado en tales leyendas, que ha venido a ser para Europa sinónimo del Santo Cáliz de la Cena del Señor.
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