Las palabras “masón” y
“francmasón”
Hurtado Amando.
La palabra masón es de origen
fráncico (la lengua germánica de
los francos, antes
de latinizarse y convertirse
en francesa). Procede del germánico mattjion, que
deriva en metze, en antiguo
alemán, y en makyon en
lengua franca, para transformarse en
maskun o machun, en francés antiguo.
Significaba “cortador” o “tallador”. Steinmetzer era,
en alemán, el cantero o labrador de piedras.
La palabra más próxima, en bajo latín medieval, sería
massa, pero con el significado de “amasijo”, “masa” o mazo”. El Diccionario de la Real Academia
Española recoge el término mazonero y la palabra mazonar,
aplicadas, respectivamente, al que hace la masa o mortero para unir las piedras
de una construcción y a la acción que
realiza. Así es que,
en español, el que mazona podría recibir el
nombre de mazón o mazonero.
Con ello
se estaría aludiendo a alguien que trabaja en la construcción, pero
no a un tallador de piedras. El equivalente
español del término germánico
metzer y
del fráncico mascan, aunque sin
relación etimológica con
ellos, sería cantero, palabra probablemente céltica
que aparece en castellano hacia el siglo
XIII, según Corominas. Las canteras
de las que se extrae la piedra se llamaban, en latín latomiae o lautumiae y de ahí
que “Latomia” sea otra forma de denominar a la Masonería entre nosotros.
El prefijo franc, añadido
al término “masón”, parece consolidarse en Inglaterra, en el siglo XIV, para subrayar la
situación social de los masones dedicados a un tipo
de construcción cualificada. En
relación con el origen de esta
designación existen, al menos,
dos criterios: el de los historiadores que defienden la
aparición de la palabra “free- mason” (masón libre o franquiciado)
relacionándola con el trabajo de la
“free stone” (piedra libre o
caliza, de fácil
cancelación), por oposición al “roughmason” que realizaba trabajos más
elementales (con piedra dura), y el de
quienes consideran, sin duda apoyándose en datos históricos muy
consistentes, que la “franquicia” a
la que aludía la palabra “francmasón” o “masón
franco” era la gozada por aquellos artesanos de la piedra que no se
hallaban sujetos estrictamente a las reglamentaciones municipales o reales obligatorias para los practicantes de oficios en la Edad media. En
Escocia, quienes pasaban a ostentar el rango de “maestro” en las guildas en que se agrupaban los obreros de
cada oficio, eran “liberados” o hechos libres de ciertas obligaciones municipales. En
Francia, el Libro de los Oficios,
que escribió Esteban Boileau en 1286, recopilaba y
detallaba las normas estatutarias
por las que se regían las diversas
cofradías parisinas.
El término
masón se introdujo en la lengua
española durante el siglo XVIII
para designar específicamente a los
miembros de la Orden Francmasónica, y carece
en este idioma de cualquier otro significado. Por ello, resulta
innecesario, en nuestra lengua, utilizar
el prefijo “franc” (franco, libre) para aludir a los Hermanos masones,
a diferencia de lo que ocurre en francés
o en inglés, en que macon
y mason, sin prefijo, designan
a los albañiles1, recibiendo el
nombre de franc-macon y freemason solo
a los iniciados como constructores simbólicos, o masones
pertenecientes a la Orden masónica
moderna.
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