LA LOSA FUNERARIA DE PALENQUE
Palenque es una ciudad maya ubicada en el estado mexicano de Chiapas. Fue descubierta en 1773 y rápidamente saqueada en busca de tesoros. Invadida y dominada por la selva, sus primeros exploradores fueron más aventureros que científicos, pero a algunos de ellos, en especial Jean-Frédéric von Waldeck, John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood, se deben importantes testimonios y notables grabados de sus hallazgos. Hablamos de la misteriosa losa funeraria de Palenque.
Fue construida entre el 500 antes de Cristo y el 600 de nuestra era, pero en ella se han encontrado, como en otros lugares de Mesoamérica, bajorrelieves de cabezas de elefante, un animal extinto en la región hace 12.000 años.
La ciudad es un conjunto de templos, canalizaciones subterráneas, colinas y plataformas artificiales. Sobre una pirámide de nueve pisos, con una altura de 16 metros, se eleva el Templo de las Inscripciones en el que se conservan 617 jeroglíficos que dan nombre al templo.
El doctor Alberto Ruz Lhuillier, arqueólogo mexicano, fue encargado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia para dirigir las excavaciones en Palenque. El descubrió en 1949 bajo la pirámide la máxima sensación arqueológica de Mesoamérica.
En el interior del templo descubrió una pesada losa con doce boquetes emparejados. Al retirarla descubrieron una escalera descendente que había sido cegada con piedras y escombros.
Fue necesario excavar durante tres temporadas para poner al descubierto 67 peldaños. Luego se derribaron dos paredes y un muro de 4 metros de espesor hasta alcanzar un sarcófago con los restos de cuatro hombres y una mujer.
El 15 de junio de 1952, finalmente, llegaron a una puerta triangular. Tras ella, una amplia estancia estaba repleta de estalactitas formadas por el incesante gotear de la selva durante muchos siglos. La prisa de los descubridores no permitió conservar ninguna de ellas, lo que habría dado indicación sobre la antigüedad de la cripta.
La sala, de 9 metros de longitud, 4 metros de ancho y 7 metros de altura, se halla dos metros bajo la base de la pirámide, y presenta en sus paredes una procesión de sacerdotes engalanados. Cubre el suelo una losa de 3,80 metros de longitud, 2,20 metros de anchura y 25 centímetros de grosor que pesa unas nueve toneladas. Bajo ella apareció un sarcófago de 20 toneladas con los restos mortales de un hombre.
Se dice que el difunto es Pacal, un soberano de Palenque, pero resulta dudoso por las fechas en que vivió y la antigüedad de las ruinas. Además, de ser así la losa funeraria debería representar al soberano, mientras que los eruditos admiten que la figura que aparece es Yum Kox, el dios del maíz.
El hallazgo no puede visitarse en la actualidad, ni siquiera verse. Está protegida por una verja de hierro, una tela de metal que dificulta la visión y finalmente un grueso cristal permanentemente empañado.
Los artesanos de souvenires fabricaban antiguamente réplicas de la losa, pero posteriormente les fue “recomendado” abandonar dicha práctica. En cualquier caso, Von Däniken dispone de una reproducción anterior de la cual presentamos algunas fotografías.
Las interpretaciones de la losa son variadas y, con frecuencia, gratuitas. El pájaro Quetzal, la cruz de la vida, una máscara del dios de la Tierra, la vida naciente, el Universo cuatripartito, serpientes bicéfalas, afilados colmillos, la máscara del dios de la lluvia…
Una figura del llamado dios Tlaloc fue encontrada cerca de la pirámide lunar en Teotihuacán, por lo que se decidió que la ciudad estaba dedicada a este llamado dios de la lluvia. Para apoyar la decisión, se aprovecharon los sistemas de irrigación de la ciudad que habrían sido un homenaje al dios en lugar de, simplemente, un sistema de riego. La figura de Tlaloc es declarada dios de la lluvia porque de su cuello cuelga una especie de cesto con muchos agujeros, de la cual gotearía la lluvia.Un templo de Teotihuacán se llama de Quetzalcóatl, cuando este dios era adorado por los posteriores aztecas, y no por los mayas constructores de la ciudad. Las denominaciones de Pirámide Solar, Pirámide Lunar, etc. son totalmente arbitrarios, como la mayoría de las denominaciones arqueológicas de Mesoamérica, por lo que no sirven más que para confundir.
Erich Von Däniken, por su parte, dice distinguir “un ser humano inclinado hacia delante, que lleva sobre la cabeza un complicado atavío de estructuración aparentemente técnica, del que surge, hacia atrás, una manguera de doble ramal(…) Este ser roza casi con la nariz un aparato, que manipula usando ambas manos (toca algo así como palancas o manivelas)” además, dice interpretar las formas debajo del hombre como llamaradas del cohete espacial, representado con la ingenuidad de un pueblo que no entendía nada de astronaves y las representó como buenamente supo, del mismo modo que las definía como serpientes voladoras o monstruos celestes.
En cualquier caso, que cada cual juzgue por sí mismo la interpretación que más le satisfaga.
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