El Templo Secreto.
Mucho tiempo después de la muerte de Hiram y de Salomón, después que
los ejércitos de Nabucodonosor hubieran destruido el Templo de Jerusalén,
un día llegaron tres misteriosos personajes. Eran unos magos, unos
iniciados de Oriente, que venían en peregrinación a las ruinas del antiguo
Santuario. Después de examinar los capiteles que yacían por la tierra y
recogiendo piedras para descubrir en ellas inscripciones o símbolos.
Mientras procedían a estas exploraciones descubrieron una excavación.
Se trataba de un pozo situado en al ángulo sudeste del templo. Limpiaron
el orificio, tras el cual uno de ellos, el de más edad, su jefe.
Poniéndose de bruces, miró en el interior.
Era mediodía en punto, el Sol brillaba en su cenit y sus rayos caían
verticalmente en el pozo. Un objeto brillante sorprendió al Mago. Llamó
a sus compañeros. Evidentemente había allí un objeto digno de atención,
sin duda uno joya sagrada. Decidió recogerla, y con dificultad se
adentro en el pozo, atado a una cuerda. Debemos dar cuenta de cuál era el objeto que había atraído la atención
de los peregrinos.
Ésta joya era una delta de oro sobre la cual Hiram, que era un iniciado había grabado el nombre inefable y que lo llevaba con él, la faz inscrita hacia dentro, expuesto a las miradas únicamente por el envés, no mostrando más que la cara lisa, dicha joya fue quitada del su cuello por el asesino de Hiram, y la lanzó al pozo que había en el templo.
El mago descendió a lo más profundo del pozo, bajó entonces su mirada
hacia el suelo, vio la joya de Hiram, la miró y constató con emoción
que llevaba inscrito la Poderosa Palabra que conocía ya, pues él también
era un iniciado.
Para que sus compañeros que aún no eran iniciados no pudieran leerlo,
suspendió en su cuello la joya, escondiendo también la cara grabada. En
el fondo de pozo miró y constató la existencia de una abertura. Entro allí a oscuras y palpo una puerta. Retrocedió entonces y advirtió
a sus compañeros para que le ascendieran.
Al ver la joya que ornaba el pecho de su jefe, los otros dos magos
comprendieron que acababa de recibir una nueva consagración. Les contó
lo que había visto y decidieron ir juntos en la exploración.
Pusieron las cuerdas atadas a las Columnas, después se aseguraron de
que podía soportar el peso de un hombre. Cada Mago, llevando su antorcha
en mano, se dejó deslizar hacia el fondo del pozo.
Una vez allí, se internaron, guiados por su jefe, en el pasillo que
lleva a la mística puerta de bronce. Llegados ante ésta, el viejo Mago
la examinó atentamente al resplandor de su antorcha. Constató, en el centro,
la existencia de un ornamento en el relieve con forma de corona Real.
El Mago se absorbió en una meditación profunda, después pronuncio la
palabra MALKUTH y la puerta se abrió…
El templo superficial de Jerusalén había sido destruido totalmente,
pero el templo interno esta intacto. Los exploradores se encontraron en
una cámara secreta y ante una escalera que se internaba en el suelo;
allí se introdujeron, antorcha en mano y se encontraron con una nueva puerta de
bronce. El Mago pronuncio la palabra IESOD y la puerta se abrió.
Los Magos entraron en una vasta sala circular abovedada sostenida por
nueve arcos que partían del suelo y se
encontraban en la cumbre en un punto central, como desafiando la
gravedad con al estilo de una catedral Gótica.
Examinado la bóveda a la luz de las antorchas, la recorrieron para
ver si había otra salida. No encontraron nada y pensaron regresar por la
puerta por donde habían ingresado. El jefe recorriendo los arcos uno a
uno. En un rincón oscuro había descubierto una tercera puerta de bronce, Ésta
llevaba como símbolo un Sol radiante he inscrita la palabra NETZAH, que
al pronunciarla se abrió dando acceso a una segunda sala.
Así sucesivamente, los exploradores franquearon otras cinco puertas
y pasaron a nuevas criptas secretas, en cada una de estas criptas
descifraban nuevos enigmas cada vez más profundos.
Sobre un de esas puertas había una luna resplandeciente, una cabeza de león, un ojo, un rollo de la Ley, una regla, una piedra.
Sobre un de esas puertas había una luna resplandeciente, una cabeza de león, un ojo, un rollo de la Ley, una regla, una piedra.
Las palabras pronunciadas fueron: HOD, TIPHERETH, CHESED, GEBURAH,
DAATH, CHOCHMAH, KLIPOTH, BINAH Y KETHER.
Cuando llegaron a la novena bóveda, los Tres magos se detuvieron sorprendidos,
deslumbrados, espantados. Dicha bóveda no estaba en absoluto sumergida
en la oscuridad; aparecía por el contrario, brillantemente iluminada, en
medio estaban situados tres candelabros de una altura
considerable. Estas lámparas, que ni el tiempo ni la destrucción del
reino de Judea, la ruina de Jerusalén y la destrucción del Templo
exterior no habían extinguido, iluminaban
todos los detalles de esta bóveda admirablemente tallada en la roca viva.
Los peregrinos apagaron sus propias antorchas, se quitaron sus sandalias
y después avanzaron para iluminarse con la luz de los tres candelabros.
Conforme avanzaron encontraron un altar cúbico en medio de los candelabros,
donde encontraron representados en oro utensilios sagrados de la
construcción. Sobre segunda cara del altar encontraron inscritas figuras
geométricas. Sobre tercera cara se leían números misteriosos y sobre
la cuarta cara estaba representada una planta sagrada.
Sobre el altar estaba puesta una piedra de ágata; donde se leía en
letras de oro la palabra ADONAI.
El jefe de los Magos dijo: “ya es tiempo para vosotros de recibir la suprema enseñanza que hará de vosotros unos Iniciados en los antiguos misterios. Adonai es una palabra que no expresa realmente la idea de la Consciencia Suprema.
El jefe de los Magos dijo: “ya es tiempo para vosotros de recibir la suprema enseñanza que hará de vosotros unos Iniciados en los antiguos misterios. Adonai es una palabra que no expresa realmente la idea de la Consciencia Suprema.
Tomó del Altar con las dos manos la piedra de ágata, se volvió hacia
sus discípulos diciéndoles: Mirad la concepción Suprema, hela aquí. Vosotros
estáis en el Centro de la idea.
Los discípulos deletrearon las letras IOD, HE, VAU, HE y abriendo la
boca para pronunciar la palabra, pero él les grito: “Silencio” ésa
palabra inefable que no debe salir de labio alguno.
Reposó después la piedra de ágata sobre el altar, tomó de su pecho la
joya del Maestro Hiram y les mostró que los mismos signos se encontraban
grabados allí.
Estas bóvedas no fueron construidas por Salomón. Las leyendas dicen
que Adán se encuentra enterrado en una de estas cámaras. La piedra ágata
fue colocada por Enoch, el primero de los iniciados, y del que descienden
todos los iniciados. No se sabe en qué época fueron construidas las
ocho bóvedas y que ésta excavada en la piedra viva.
Los nuevos Grandes Iniciados apartaron su atención del altar y de la
piedra ágata, miraron el cielo de la
Sala, que se perdía en una altura prodigiosa, recorrieron la
vasta nave. Llegaron así ante una puerta cuidadosamente disimulada,
sobre la que había gravado un cáliz roto. Llamaron a su Maestro y le
dijeron: Ábrenos también esta puerta, ahí detrás debe haber un misterio
superior a todos.
No. Les respondió él, de ningún modo debe abrirse esa puerta. Ahí hay
un misterio, pero es un misterio terrible, un misterio que los mataría.
Tú quieres ocultarnos algo, reservártelo para ti; pero nosotros queremos
saberlo todo, ¡la abriremos nosotros mismos!
El jefe de los magos durmió, y aprovechando la ocasión los dos Magos
se pusieron a pronunciar todas las palabras que habían escuchado de la
boca de su Maestro. Con esas palabras no producían ningún efecto, dijeron
todas aquellas que vinieron a su mente. Luego de 61 intervalos, iban a
renunciar cuando uno de ellos hablo así.
Nada podrá abrir la puerta. Ante esta palabra AIN, la puerta se abrió
con violencia, los dos imprudentes fueron derribados al suelo, el jefe
de los Magos despertó de su sueño, un viento furioso sopló en la bóveda,
las lámparas mágicas se apagaron.
El Maestro se precipitó sobre la puerta, pidiendo ayuda a sus discípulos;
éstos se levantaron del suelo y acudieron prestos a su voz, empujaron
con él, y sus esfuerzos reunidos consiguieron cerrar nuevamente la
puerta. Uno de ellos logro ver lo que había tras la novena puerta y
quedo sumamente impresionado, pero no podía comunicarlo pues no se
relacionaba con nada que antes hubiese conocido, pertenecía totalmente a
otro orden.
Pero las luces ya no volvieron a encenderse y los Magos quedaron sumidos
en la oscuridad. Se reunieron a una voz de su Maestro. Éste les dijo:
¡Oh, este terrible acontecimiento estaba escrito! Estaba anunciado que
el hombre cometería esta imprudencia. Henos aquí en grave peligro de
perecer en este lugar subterráneo, y no sabemos en esta oscuridad si
algo salio al abrirse la puerta. Intentemos salir, atravesar las ocho
bóvedas y llegar al pozo por el que hemos descendido. Vamos a cogernos
de las manos, y caminaremos hasta dar con la
salida. Así lo hicieron. Pasaron dos horas, pero el nuevo Poder que poseían les ayudo
en su tarea.
Antes de que ascendieran, el Maestro les mostró el círculo recortado
en el cielo de la boca del pozo y les dijo: Es media noche en punto. Los diez bóvedas incluyendo también la del
agujero de salida; corresponden al número once, aquella de la que ha soplado
el impetuoso viento; es el mismo Infinito, Él no creado, el Eterno
Secreto.
Los tres Iniciados al salir del pozo regresaron al recinto de Templo,
que ahora estaba completamente construido, mejor aún que en días del Rey
Salomón, sumergidos en profunda meditación, bajo el cielo estrellado, en
medio del silencio nocturno, sin intercambiar palabras, se alejaron en
dirección de nuevo a Oriente.
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